Lois Valsa Otoño Cultural Madrileño 2024 Revista Trasversales número 68, diciembre 2024 web Otros textos del autor en Trasversales
Introducción: festival de las ideas Coincidiendo con la entrada del otoño (del 18 al 21 de septiembre de 2024), hemos podido asistir en Madrid a un gran acontecimiento cultural: la primera edición de El Festival de las Ideas, cuya propuesta era lograr una catarsis colectiva compartiendo problemas y discrepancias: “celebramos la diferencia de criterio tanto como el juicio razonado y la opinión justificada. Nos preguntamos si nuestra sociedad es demasiado quejumbrosa o si tenemos motivos reales para el desaliento”. La respuesta a esta cuestión ha sido buscar respuestas en las áreas de conocimiento más variadas. No solo en la filosofía sino también en la historia y en los estudios clásicos, en la antropología y en la biología, en la sociología y en el periodismo. Para ello, se ha contado con la ayuda de dramaturgos, artistas, escritores y poetas, provenientes de distintos países de Europa e incluso de Estados Unidos. Una auténtica “polifonía de la inteligencia”. Los actos, con entrada libre hasta completar el aforo, se han desarrollad en dos lugares centrales como la Plaza de España y el Círculo de Bellas Artes, a los que se han añadido otros espacios como el Museo Reina Sofía, el Ateneo de Madrid, el Teatro Real, el Museo de América, la Fundación Ortega-Marañón, la Fundación Telefónica, Ámbito Cultural de El Corte Inglés, The Social Hub y Casa del Libro. En paralelo, en los “Speakers` Corners”, actividad al aire libre con inscripción previa, como puntos diversos de la ciudad donde se planteaban temas como el Desamor, Conexiones, El mundo del Arte, El clásico chiste, El miedo que nos gusta o Inteligencia Artificial. A todo esto, se añadieron los “Paseos Filosóficos” y “Un café con” (Marina Garcés y Remedios Zafra) como actividades con inscripción previa en festivaldelasideas.es también, cuyas entradas rápidamente se agotaron. El día 18, a las 19 horas, se inauguró el Festival en la Plaza de España. En un gran espacio muy preparado para el acto: con un estrado y con seiscientas sillas enfrente y rodeado de terrazas ajardinadas para consumir. Alrededor se situaban los puestos de 14 librerías, “indispensables para la democratización de las ideas”, con una selección de libros relacionados con el miedo, el desamor, las conexiones, la inteligencia, el arte, el humor, la injusticia y el malestar. Cada tema(s) le correspondía a determinadas librerías que estaban abiertas de 18 horas a 23 horas. Una gran idea la de la Plaza de España como lugar gratuito y abierto a todos(as) los(as), que quisieran asistir. La amplitud del espacio permitía un aforo increíble que, sin embargo, se cubrió en poco tiempo. La asistencia fue plena y se cubrieron las seiscientas sillas, además de la gente que estuvo de pie y la que estaba sentada en el suelo. ¡Todo un éxito de público! Su programación incluía a grandes figuras de la cultura del momento: desde Eva Illouz que inauguró, y, luego, Wendy Brown, el primer día 19, hasta Markus Gabriel y Elisabeth Roudinesco, el segundo día en el Círculo de Bellas Artes. Desde Gilles Lipovetsky y Peter Sloterdijk, el tercer día en la Plaza de España, hasta Michael Sandel, el cuarto y último día, también en la Plaza de España. Me pareció incluso una programación demasiado excesiva, muy ansiosa como si se fuese acabar el mundo y no pudiésemos esperar hasta el segundo Festival del próximo año. Porque esto hizo que se solapasen unas conferencias con otras y no pudiésemos asistir a otras muchas también interesantísimas que es imposible reseñar aquí, sobre todo de figuras locales muy importantes. En el fondo, el problema de “espectacularizarlo” todo es muy fuerte en la “Sociedad del Espectáculo”. Y, claro está, también hay que financiar todo esto y se buscó el patrocinio de muchas empresas y bancos Sin embargo, este Festival, además de brillante, era muy necesario y, quizá por eso, ha tenido una respuesta de público impresionante ya que casi todos los actos se han llenado, Con todas las diferencias que se quieran, sería, a mi manera de ver, como un 15M de las ideas. Un 15 M intelectual. Detrás del cual está “La Fábrica”, y el espíritu del ya fallecido Alberto Anaut (al que se homenajeó en la presentación), en colaboración con el Círculo de Bellas Artes y su director, Valerio Rocco, junto a otra figura importante como Javier Moscoso, filósofo e investigador del CSIC. Todo un acontecimiento cultural, pues. Pero no es una idea original ya que existía en Barcelona una Bienal del Pensamiento desde 2018; y, desde hace dos años, se celebraba también en el Círculo de Bellas Artes, organizada por el Instituto Francés, la “Noche de las Ideas”. Ahora, se ha convertido en la Noche del Pensamiento Francoalemán, coorganizado por sus Embajadas y por los Institutos Francés y Goethe. ¡Todo un ejemplo de colaboración! El jueves 19, a las 17 horas, hubo un acto de presentación del número de septiembre de la Revista de Occidente (“Catarsis”), acorde con el objetivo del Festival de hacer una catarsis colectiva. El acto, celebrado en la Fundación Ortega-Marañón y moderado por Javier Moscoso, fue, además de profundo, uno de los más divertidos del Festival. El número de la revista, con numerosos e interesantes artículos sobre la catarsis, concluía con una enriquecedora entrevista al lúcido filósofo Félix Duque. En relación a los distintos actos del Festival, desde el primer día ya se presentaba la doble elección entre la Plaza de España y el Círculo de Bellas Artes, que, en este caso, era más fácil ya que en la Plaza de España estaban las entrevistas a Eva Illouz y Wendy Brown, a las que seguían una representación escénica, escrita y dirigida por Tomás Cabané. Desde el viernes 20, y hasta el final, la elección se complicaba mucho. Indudablemente, en lo que se refiere a la elección, si uno tiene la oportunidad de asistir, el jueves 19, en el Círculo de Bellas Artes, a entrevistas con el filósofo alemán Markus Gabriel (17´30), y con la historiadora y psicoanalista francesa Élisabeth Roudinesco (20´30), la elección se me presentaba clara. Hay que alabar también el encaje musical de esos dos actos con un concierto de la Escuela de Música Reina Sofía (18´30) y otro de Valerie Steenken (20´15). A estas entrevistas se añadieron, el viernes 20, en la Plaza de España, una entrevista a Gilles Lipovetsky (19:00) y otra a Peter Sloterdijk (21:00), y, en medio, una representación (20:00) de un texto escrito y dirigido por Alberto Conejero, la elección también se me presentaba muy clara; y, al final, un concierto de Ursaria (22:00). Para rematar este gran Festival, el sábado 21, en la Plaza de España, la entrevista a Michael Sandel (20´30), y, para el final, un concierto de El Náan 22:00). Este es uno de los inconvenientes de este importante festival en el que todos los actos eran de gran nivel, pero se solapaban unos a otros. Entonces teníamos, continuamente, que elegir y yo he acabado aprovechando la oportunidad de escuchar a muchas figuras intelectuales de fuera a las que es más difícil tener presentes en Madrid. Pero no por desprecio a los(as) participantes de los demás actos también muy interesantes. También había que elegir entre materias. Para mí, el segundo gran inconveniente del Festival ha sido que, por ser tan excesivo por apretado, no dio pie, no hubo tiempo, a las preguntas del público asistente. La programación tenía sus horas tan marcadas, como un congreso, y en ese sentido sí que se cumplieron bastante bien los horarios, que no quedaba tiempo para preguntas y un mínimo debate con el pasivo público. Un Festival, pues, muy “ilustrado”: cultura para el pueblo pero sin el pueblo. POSTDATA. Más tarde, el 14 y 15 de octubre, se celebró, en Barcelona, el World in Progress, organizado por Prisa, El País y la Ser. Un encuentro multidisciplinar e internacional en un espacio como el del Caixaforum para dialogar sobre los grandes retos globales. También participaron grandes figuras del pensamiento actual.
Libros - Jon Fosse, Mañana y tarde, tr. Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti B, Nórdica, 2024. Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959) está considerado como uno de los autores más importantes de nuestro tiempo. Ha ganado muchos premios internacionales y noruegos desde que debutó como escritor en 1983, con la novela Raudt, svart. Desde entonces, ha escrito más de 50 obras entre teatro, novela, poesía y ensayo. En 2007, fue nombrado caballero de la Ordre nacional du Mérite de Francia. Pero el espaldarazo definitivo se lo ha dado el Premio Nobel de Literatura en 2023 que le ha impulsado por todo el mundo. De todas formas, su obra ya ha sido traducida a 40 idiomas y sus piezas teatrales han sido representadas en unas mil producciones diferentes a lo largo del mundo. Trilogía (2008), editada por la editorial DeConatus, que durante tiempo y con gran sensibilidad ha ido publicando en España su obra, es una de sus novelas más emblemáticas. Esta editorial seguirá editando también su gran proyecto novelesco Septología, con cuatro tomos más. Sexto Piso prepara un volumen de su poesía completa. Sin embargo, pese a estar tan traducido, ha sido un secreto bien guardado de las letras noruegas. Un escritor que, curiosamente, es un autor conocido y, al tiempo, un desconocido. Sabemos que fue profesor de K. Ove Knausgard, quién le reconoce como maestro, en una escuela de escritura a la que asistió en los primeros 80. Fosse ha seguido escribiendo en Nynorsk, el minoritario “nuevo noruego”, más común en su región de origen y en su lengua. Las claves de su biografía son conocidas: padre de seis hijos, fue alcohólico hasta 2012, año en el que dejó de beber y se convirtió al catolicismo, a la vez que aceptaba la residencia vitalicia otorgada por el Estado noruego en la Grotte, una casa situada en Oslo, lejos de sus fiordos natales. Esta obra que comento ha sido coeditada, en una hermosa 8ª edición, por Nórdicalibros y DeConatus Editorial. Nórdica, comprometida siempre con la literatura escandinava, se ha aliado en esta ocasión con DeConatus, que lleva editando la obra del autor desde 2018. Pero, esta novela, inédita en nuestra lengua hasta la fecha, ya vio la luz hace mucho tiempo, en el 2000; y recibió el Premio Melsom 2001. También fue candidata al Premio de Literatura del Consejo Nórdico y al Premio de la Crítica Noruega de Literatura, y en ella se basó la ópera “Morgen und Abend” (2015) con música de Georg Friedrich Haas. La crítica noruega advirtió que tenía toques bíblicos, y ciertamente sus frases, de corte intencionadamente repetitivo, podrían corresponder con un tono a modo de versículos, demostrando la esencia literaria de Fosse, y sobre todo su esencia poética, su esencia espiritual, no mística. Con la voz omnisciente de un narrador en la que se mezclan sin cesar el mundo interior y el exterior, el mágico y el real, el presente y el pasado. Reproduce lo que dice una vieja matrona llamada Anna cuando está a punto de nacer un niño. Narra así una travesía (algo de relación tiene con la Divina Comedia, sobre todo del paso de Dante por el Paraíso). Sin tener una formación teológica ni filosófica especial, Fosse logra mostrar los grandes problemas existenciales de una forma muy sencilla y a través de personajes muy humildes como el pescador Olai. Una vez más, con un estilo lírico y austero, en largos párrafos sin punto seguido, con flujos de conciencia, monólogos interiores, con repeticiones, también de temas e imágenes, va de lo medieval a lo contemporáneo. Entre el realismo y el absurdo, su obra es de un exquisito minimalismo metafísico y beckettiano (se la compara con Beckett). - Sara Barquinero, Los Escorpiones, Lumen, Barcelona, 2024 Sara Barquinero (Zaragoza, 1994) es doctora en Filosofía. En 2018 obtuvo una beca de creación en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en la que escribió su nouvelle Terminal (Milenio, 2020). Ha obtenido el Premio de Ensayo Valores Universales de la Fundación Unir en 2016, el Premio Virginia Wolf de relato en lengua inglesa en 2017, el Premio del IAJ de creación artística y tecnológica en la modalidad de literatura en 2018 y el Premio Voces Nuevas de poesía de la Editorial Torremozas en 2019, y ha sido considerada autora revelación de las letras españolas en 2021 por la revista Woman. Su novela anterior, Estaré sola y sin fiesta (2021), ya había sido distinguida por la crítica. Concretamente, Nuria Labari señalaba la verdad de que “No se puede ser tan joven y escribir tan bien”. Y Luna Miguel escribía: “Marcará un antes y un después en la literatura de su generación”. Y Elisabeth Duval: “Una novela de repeticiones que retrata las relaciones sexoafectivas de su generación”. Y Elvira Navarro: “Una novela impecable sobre cómo lo que suponemos sobre los demás solo habla de nosotros mismos”. La Editorial Lumen ha publicado ahora Los Escorpiones (2024). Esta novela de 805 páginas, una novela de novelas, ha sido considerada “la monumental novela de una generación”, y se ha destacado, por muchos críticos de renombre, como una obra asombrosa. Concretamente, E. Duval señala sobre Los Escorpiones: “La novela española (¿o las novelas?) de mayor ambición en los últimos años. La anhedonia y el escapismo se encuentran aquí con lo mejor de David Foster Wallace y Don DeLillo (…), con los ecos de Roberto Bolaño, Otessa Moshfegh, Mariana Enríquez o Michel Houellebecq”. Sin embargo, en Los Escorpiones, novela de novelas sobre las conspiraciones, la muerte y la necesidad de sentido, la autora ha ido más lejos en su ambición, no solo en lo que se refiere a la extensión, en un momento (“cuando escribía hace tres años muchas novelas eran de 100 páginas”, señala Barquinero); sino también en lo que se refiere a su estructura y a su compleja trama, a la hora de contarnos una historia tan oscura como la que trata y lograr mantener nuestro interés hasta el final. Para ciertos críticos es “la novela del año” en España, aunque haya sido alabada y denostada a partes iguales. Algunos la han llamado “la novela de una generación”: concretamente, para algún crítico, señalaría “el hastío de la generación nintendo” (J. M. Pozuelo Yvancos, ABC Cultural). “Ahora la gente escapa de internet pero antes escapábamos a internet”, señalaba la autora en una entrevista a El País Semanal. Pero lo que no se puede discutir después de leer esta novela es el talento y el poder narrativo de Sara Barquinero. Su gran libertad de estilo. Para juzgarla, hay que salirse, claro está, de lo que Yvancos llama el “realismo decimonónico”, para entrar en el mundo de la literatura fantástica o underground, de la novela gótica, de los videojuegos. Barquinero, que dice no leer nada de lo que se publica sobre ella, piensa que el escritor tiene que dialogar con su tiempo, sin miedo a que su obra envejezca mal debido a las muchas referencias actuales del libro. Lo que sí tiene claro es que “vivimos una explotación constante de nuestras emociones para generar rendimiento económico para otras personas” (entrevista). Finalmente, hay que decir que esta enorme novela nos impone otra forma de leer ya que, sin duda, nos exige que le dediquemos un tiempo largo y denso de lectura. - Dominique Roques, El aroma de los bosques, T. Mercedes Corral, Siruela, 2024. Dominique Roques (París, 1953) no es un autor muy conocido en España por lo que es de agradecer la publicación de este libro por la editorial Siruela. Su libro anterior, El buscador de esencias (2022), fue muy bien recibido por la crítica. Roques es un experto buscador de recursos naturales para una de las mayores empresas mundiales de diseño y elaboración de fragancias y aromas. En aquella obra, como experto viajero, mostraba el origen y todo aquello que ha rodeado históricamente la elaboración de perfumes, desde la recolección del incienso en la Antigüedad hasta la industria actual. Desde los nueve años, el autor asistía a exhibiciones de tala de árboles con su padre; luego, fue leñador, desbrozó alerces y vendió motosierras. Pero los taladores de árboles, como es el caso de Roques que siente orgullo de ser talador, no suelen narrar el mundo vegetal ni escribir libros sobre la naturaleza. Roques sí que escribe libros e incluso se centra en los bosques más legendarios del planeta y aprovecha los árboles más importantes como símbolos de sus historias alrededor del mundo. ¡Destilando también poesía a raudales en sus páginas! Sin embargo, le embriagaban tanto los aromas de la madera recién cortada, la resina y las cortezas, que cambió de profesión y pasó a ser nariz popular. Su trabajo consiste en buscar materias primas que enriquezcan el mundo de la perfumería. Como lleva más de treinta años olfateando el mundo ha desarrollado una mirada muy nasal. “El perfume es un hilo conductor en la historia de los bosques”, señala. Pero entonces surge también, en alguien tan sensible como él, el conflicto entre talar los árboles y, al mismo tiempo, querer protegerlos para salvar los bosques. El aroma de los bosques, cuyo subtítulo es El hombre y el árbol, un vínculo milenario, muestra, e intenta explicar también, esta contradicción: “Aprendí que a uno le puede gustar talar árboles y al mismo tiempo querer proteger y salvar los bosques, ser un leñador mesurado y un plantador decidido”. Desde luego, este último libro es un viaje apasionante por los bosques del mundo, en una travesía “aromática y emocional”, que explora el complejo vínculo entre el ser humano y los árboles, desde la Antigüedad hasta nuestros días. Lleno de sensibilidad, erudición e inteligencia, como una historia de la humanidad. Sin olvidarse de los verdaderos artesanos de un saber ancestral. Roques no es un narcisista ensimismado sino que nos habla de los demás tejiendo una fina hilatura entre gente que, dedicándose a lo mismo, no se conoce. Siendo así un auténtico homenaje a los miles de recolectores de perfumes repartidos por todo el mundo a los que al tiempo advierte de la fragilidad de su futuro y de la fragilidad de su entorno que es el nuestro. Así, se desplaza, por ejemplo, al Monte Líbano, víctima de la primera gran deforestación narrada de la historia, a manos de Gilgamesh. Pero hay reyes, como Felipe VI de Francia, que decretaron códigos forestales. También hay activistas de las secuoyas. O países como Estados Unidos con sus parques naturales protegidos como Yellowstone. Combina, pues, la historia y la estadística con su propia biografía y sus viajes. Un libro muy necesario, pues, para estos tiempos de cambio climático en los que es muy urgente preservar los pocos santuarios forestales y crear otros nuevos. Una pequeña joya, en suma, que se debe leer y releer y recomendar una y otra vez. - Iban Zaldua, A escondidas, Páginas de Espuma, Madrid, 2023. Iban Zaldua (San Sebastián, 1966) es, sin duda, uno de los mejores cuentistas no solo del País Vasco, en lengua euskera está escrita casi toda su obra y este libro originalmente también, sino de toda la literatura española. Vive en Vitoria-Gasteiz y es, sobre todo cuentista: entre sus libros destacan Mentiras, mentiras, mentiras (2000), La isla de los antropólogos y otros relatos (2002), Itzalak (2004), Porvenir (2005, Premio Euskadi de Literatura), Biodiscografías (2011, editado por Páginas de Espuma en 2015), Inon Ez, Inon Ez (la obra de la que proviene A escondidas, publicada en euskera en 2014), Secula Kontatu brhar ez nizkizun gauzak (2018), Como si todo hubiera pasado (2018) e Ipuina engainua da (2022). También ha escrito novelas como Si Sabino viviría (2005) o La patria de todos los vascos (2008), y ensayos como Ese idioma raro y poderoso (2012, Premio Euskadi de ensayo, o Panfletario. Manifiestos, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura (2021). Fue miembro de la revista de agitación literaria Volgako Batelariak. Estamos, pues, ante un escritor con una buena trayectoria a sus espaldas y que ya ha sido muy reconocido por la crítica literaria pero en el que yo no me había detenido hasta ahora. Por eso, a pesar de que este libro está editado en 2023, quiere hacer su reseña sin tardar en este otoño de 2024: primero para reconocer mi ignorancia sobre su obra y segundo para hacerle un homenaje a su escritura. También para alabar la tarea editorial de esta editorial, Páginas de Espuma, por editar a un autor con mayúsculas. Una editorial que ha recibido ya el Premio Mérito Editorial FIL Guadalajara 2017 y Premio a la Mejor Labor Editorial Cultural 2019. En estos quince impecables relatos, que el mismo autor ha traducido del euskera, se introduce en la vida cotidiana, en los pliegues de la realidad, buscando, no una ficción sino un rasgo fantástico: viene a decir que la realidad no es lo que parece sino lo que se imagina (“la imaginación como una de las materias primas más importantes de la literatura…ejercicios de imaginación no tanto desbordante como encauzada”). Pero no se queda en la fantasía sino que pasa a la acción cívica, al terreno ético. Trata, pues, de conciliar ética y estética en este “escenario turbocapitalista”. Poniendo en duda incluso su propia visión, su propia perspectiva. A veces con nostalgia, a veces con ironía, pero siempre brillante, nos permite visualizar la realidad de lo cotidiano desde lo insólito como si mirásemos la vida “a escondidas”. Así sus lectores nos quedamos asombrados y conmovidos ante su engranaje narrativo El autor en una entrevista de la Editorial lo precisa muy bien: “La pasión por una literatura fantástica que, a través de lo insólito, ilumine aspectos de eso que llamamos realidad, ha sido una constante en mi obra como cuentista”. Sus primeros pasos fueron incluso en la ciencia ficción pero reconoce que, luego, la Cosa vasca (en este libro la “he minimizado”) le ha llevado por los caminos del realismo pero siempre con relatos fantásticos. Piensa que en lo fantástico está el origen del relato contemporáneo lecturas de Poe, Quiroga, Maupassant, Kafka, Borges, Cortázar, Dick, Lem, Le Guin, Carter, Merino, Mrozek, Atxaga…). Desde luego él lo hace con un estilo muy preciso y muy elegante en unos cuentos en los que logra aunar humor más bien negro e inteligencia. Zaldua domina desde la ironía y el absurdo, desde el conflicto, cualquier tipo de conflicto, el género cuento como nadie.
Exposiciones - En la Fundación MAPFRE se han presentado este otoño y hasta el 5 de enero de 2025 tres exposiciones que conjugan, a partir de dos marchantes, la exploración de nuevos perfiles de los movimientos artísticos ya muy conocidos para el gran público, con la fotografía que antes ocupaba otro espacio aparte. Los dos galeristas son Paul Durand-Ruel (en la exposición Paul Durand-Ruel y los últimos destellos del Impresionismo) y Peggy Guggenheim (en la exposición 31 mujeres. Una exposición de Peggy Guggenheim) y el fotógrafo es Arthur H, Fellig Zólochiv, 1899-Nueva York, 1968), más conocido bajo el seudónimo de Weegee (en la exposición Weegee). Este fotógrafo (ya fue protagonista en una destacada exposición en 2009 que había sido organizada por la Fundación Telefónica que se enfocaba en su faceta más conocida: el fotoperiodismo de los bajos fondos de Nueva York durante las décadas de 1930 y 1940. En esta nueva exposición, que proviene de la Fondation Henri Cartier Bresson y que está comisariada por su director, Climent Chéroux, se amplía la perspectiva fotográfica al incluir su trabajo en Hollywood entre 1948 y 1951. En ella, que lleva el subtítulo de “Autopsia del espectáculo”, se enfatizan las imágenes caricaturescas en las que Weegee experimentaba con deformidades creadas en el laboratorio. Si bien en su momento estas curiosas fotografías fueron mal recibidas por la crítica, y dentro del conjunto de su obra ocupan un lugar casi anecdótico, hoy en día acaban resultando fascinantes por su carácter experimental, desinhibido y burlón. No hay que olvidar que estamos ante una figura imprescindible de la fotografía estadounidense de la primera mitad del siglo XX. Fue un artista, además, muy popular por las fotografías de sucesos, auténticos “puñetazos visuales”. El comisario nos presenta su obra como una crítica a la sociedad del espectáculo teorizada por Guy Debord ya en 1967. En la otra exposición de la que disfruté mucho, la de Peggy Guggenheim (Nueva York, 1898-Padua, 1979), se reúne obra de las treinta y una artistas que participaron en Exhibition by 31 Women, una muestra colectiva organizada por Peggy Guggenheim en su galería de Nueva York Art f This Century en 1943, en colaboración con Max Ernst y Marcel Duchamp. Aquella exposición estaba centrada solo en mujeres artistas, y ahora la Mapfre recupera los nombres de las participantes a través de la colección creada en 2020 por la empresaria y coleccionista Jenna Segal. La mayoría de estas creadoras, provenientes de Europa y Estados Unidos, estaban vinculadas al movimiento surrealista o a la abstracción, y entre ellas había tantos nombres establecidos en el panorama artístico como talentos emergentes. En esta exposición, comisariada por Patricia Mayayo, experta en la investigación sobre el papel de las mujeres en el sistema del arte, se destaca la fundamental labor de mecenazgo de Peggy Gugenheim y aborda el contexto en el que desarrollaron su trabajo las artistas con las que trabajó desde su galería neoyorkina, así como, finalmente, las redes de colaboración que se establecieron entre ellas. Abrió su galería en 1942 y fue una de las coleccionistas defensoras del arte de vanguardia más relevantes del siglo XX. La tercera exposición, para mí la menos interesante, nos muestra la aventura menos conocida del galerista Durand-Ruel, en la última década del siglo XIX, al apoyar y difundir a una generación posterior de pintores, agrupados bajo la ambigua etiqueta “postimpresionista”, cinco de los cuales forman el núcleo de la exposición. El objetivo de su comisaria Claire Durand-Ruel Snollaerts es darles el lugar que ocupan en la Historia del Arte. Pero sus méritos, a mi manera de ver, se diluyen ante los de los grandes maestros, aunque nos permiten completar, eso sí, el panorama del arte francés de finales y comienzos del nuevo siglo. - En la Fundación CRISTINA MASAVEU PETERSON se ha presentado el 8 de octubre de 2024, y hasta el 20 de julio de 2025, una exposición que reúne cien de las obras más destacadas del siglo de la Colección Masaveu. La muestra ofrece una visión panorámica de la historia de la pintura y la escultura española del siglo XX a través de esas cien piezas representativas de diferentes artistas y movimientos. Comisariada por Dolores Jiménez Blanco, la exposición descubre los gustos, líneas de trabajo y sensibilidades que caracterizaron a los distintos miembros de la familia Masaveu, a la vez que ejemplifica la excepcional tarea coleccionista mantenida por ellos a lo largo de los años. A través de artistas como Juan Gris, Pablo Picasso, María Blanchard, Joan Miró, Salvador Dalí, Antonio López, Antoni Tápies, Eduaro Chillida, Soledad Sevilla o Miquel Barceló, entre otros muchos, la exposición construye una completa antología del arte español del siglo pasado a través de esta importante colección privada. La propuesta, una lectura muy personal de su comisaria, profesora de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid, combina piezas muy conocidas con otras menos conocidas no siguiendo a rajatabla un orden cronológico. En palabras de su comisaria: “Esta exposición trata de explorar, a través de cien piezas, la capacidad de la pintura y la escultura de la época de revelar preocupaciones que van más allá de lo plástico, pero sin prescindir de ello”. De Picasso a Barceló “toma el testigo como continuación lógica de este programa expositivo, ofreciendo una primera aproximación general a la presencia de la pintura y la escultura españolas del siglo XX en estas colecciones”. Las obras seleccionadas para este proyecto, muchas de ellas desconocidas hasta ahora para el gran público, forman parte del esfuerzo coleccionista iniciado en el último tercio del siglo XX por Pedro Masaveu Peterson, y que se ha acrecentado en los últimos años, fundamentalmente, a través del programa de adquisiciones de la Fundación María Cristina Masaveu. La exposición reúne en su mayoría fondos de la Colección Masaveu, propiedad de Corporación Masaveu, pero se completa con obras de la Colección Fundación María Cristina Masaveu Peterson y de la colección personal de Fernando Masaveu, presidente de la Fundación. Para mostrarla, se estructura en 14 secciones que permiten al visitante realizar un recorrido por diferentes episodios de la historia del arte español del siglo XX. El itinerario no busca ofrecer una narración historiográfica al uso, sino que surge principalmente de las afinidades que afloran de las propias piezas, así como de apuestas coleccionistas singulares. Según la comisaria: “Las obras de las colecciones Masaveu permiten establecer muchas y variadas lecturas del siglo pasado”. Esta exposición, en concreto, “trata de explorar, a través de cien piezas, la capacidad de la pintura y la escultura de la época de revelar preocupaciones que van más allá de lo plástico, pero sin prescindir de ello”. Este estudio “hasta ahora había permanecido prácticamente inédito para el público”, según Álvaro Sánchez, secretario del patronato de la Fundación. El recorrido incluye obra sobre papel y arte asturiano del siglo XX. Finalmente, con un magnífico catálogo en español y en inglés, y con actividades paralelas, se trata de profundizar en la exposición. - En el MUSEO ICO se ha presentado hasta el 12 de enero de 2025 una importante exposición, José María García de Paredes. Espacios de encuentro, que es la primera gran exposición dedicada a la obra completa de este arquitecto. La muestra es fruto de la colaboración entre la Fundación ICO y el MNCARS, que ha llevado a cabo la catalogación del material original del Archivo García de Paredes. Está comisariada por su hija, la también arquitecta Ángela García de Paredes, y conmemora el centenario del nacimiento de uno de los principales arquitectos españoles en la segunda mitad del siglo XX. Su hija, por cierto, se doctoró con una tesis titulada “La arquitectura de José María García de Paredes. Ideario de una obra” (2015). Y ya había publicado un libro, también editado por ella, publicado por la Fundación Arquia en 2019. Su padre, José María García de Paredes, Premio Nacional de Arquitectura en 1956, fue una figura fundamental de la arquitectura moderna española, reconocido por combinar la tradición constructiva local con un lenguaje contemporáneo e internacional. Su legado es también la cartografía de muchas otras arquitecturas pasadas y futuras, siendo autor de proyectos icónicos entre los que destaca su vínculo con la música y un importante conjunto de iglesias. Esta exposición presenta por primera vez una extensa panorámica de su obra completa a lo largo de cuatro décadas de carrera (desde 1950 a 1990). Con la que nunca dejó de renovar formas y tipologías en la arquitectura española de la segunda mitad del siglo pasado, integrando en su hacer las lecciones de la Modernidad internacional, la tradición constructiva española y su hondo conocimiento de los principios más esenciales de la Arquitectura. Esta gran retrospectiva de García de Paredes (Sevilla, 1924-Madrid, 1990) reúne más de 400 piezas de su Archivo, donado por la familia en el año 2021 al MNCARS, y catalogado por el museo con la estrecha asistencia de sus hijos Ángela y Manuel García de Paredes. Este proyecto, según su hija, “tiene una larga historia que comienza en 1990, cuando me encontré sin previo aviso con un estudio de arquitectura silenciado, con dos auditorios en construcción y tubos de planos y dibujos, cartas, fotografías y documentos que comencé a descubrir y ordenar. La curiosidad por conocer el relato de las obras, las voces de los nombres que hablaban entre sí, fueron dando forma a un archivo y a la lectura de estos encuentros hoy, entendidos como un ideario vigente al margen de la vida de la arquitectura”. La muestra se estructura en seis paradas: “Encuentros tempranos”, “Encuentros musicales”, “Encuentros del espíritu”, “Encuentros del oficio”, “Encuentros con la Historia” y “Encuentros melómanos”. Así, a través de fotografías, planos, maquetas, cartas o dibujos prestados por numerosas instituciones y particulares, la exposición permitirá aproximarse al trabajo del arquitecto desde perspectivas nuevas e insólitas. El público podrá conocer sus obras más icónicas, así como el rico panorama cultural, arquitectónico y artístico del que formó parte y que dibuja un tiempo fructífero y prometedor la cultura de nuestro país. “Espacios de encuentro” logra, mediante un gran didactismo y con una gran claridad expositiva, que cada visitante se adentre en el universo de este arquitecto y su tiempo. Así podrá apreciar una arquitectura muy culta y honesta, al servicio de la sociedad. La Fundación ICO y Arquitectura Viva han editado, además, un magnífico Catálogo. - En el MUSEO NACIONAL DEL PRADO puede verse hasta el 2 de marzo de 2025 una interesante exposición, DARSE LA MANO. Escultura y color en el Siglo de Oro, que muestra la relación entre pintura y escultura en el Siglo de Oro. Esta muestra nos enseña cómo el volumen y el color se pusieron al servicio de la persuasión religiosa en la Edad Moderna a través de un conjunto excepcional de obras maestras de la escultura policromada española. Y reflexiona y nos hace reflexionar sobre el éxito de la escultura policromada barroca y su complementariedad con la pintura. Lo hace mediante una espectacular escenografía que acoge casi un centenar de esculturas de grandes maestros como Gaspar Becerra, Alonso Berruguete, Gregorio Fernández, Damián Forment, Juan de Juni, Francisco Salzillo, Juan Martínez Montañés o Luisa Roldán (Precisamente a esta enorme escultora se le dedica una importante exposición en el Museo de Escultura de Valladolid). Junto a esas destacadas piezas, pinturas y grabados que, como en un juego de espejos, las emulan o reproducen, y piezas clásicas que dan testimonio de la importancia del color en la escultura desde la Antigüedad. La muestra está comisariada por Manuel Arias Martínez, Jefe del Departamento de Escultura del Museo Nacional del prado. Su propuesta es reivindicar la importancia de la escultura policromada para una comprensión integral del arte español. Por eso, presenta por primera vez al público cinco obras recientemente adquiridas por el museo: Buen y mal ladrón de Alonso Berruguete, San Juan Bautista de Juan de Mesa y José de Arimatea y Nicodemo, pertenecientes a un Descendimiento castellano bajomedieval. El pintor y tratadista Antonio Palomino (1655-1726), al elogiar la escultura del Cristo del Perdón, tallada por Manuel Pereira y policromada por Francisco Camilo, concluía su comentario diciendo: “Que así la pintura como la escultura, dándose las manos, componen un prodigioso espectáculo”. De ahí viene el curioso título de la exposición. Porque la síntesis de volumen y color ya entroncaba con una tradición ininterrumpida desde la Antigüedad clásica pero triunfó de una manera especial en el mundo hispánico del Siglo de Oro y constituye uno de los capítulos más fascinantes de la creación artística. Sobre todo en lo que se refiere a la escultura devocional en la que lo divino cobraba una forma tangible y corpórea, aumentaba su eficacia comunicativa cuando se fusionaba con el color, entendido este no como un mero adorno sino como parte imprescindible de la pieza, al otorgarle una apariencia más cercana y verosímil. Escultores y pintores trabajaban entonces al unísono para crear unas obras en las ambas labores se fundían con perfección, superando la rivalidad entre estas artes hermanas. Al mismo tiempo, la escultura pintada se convirtió en un arma doctrinal cuya intensidad se incrementaba al sacar todo el partido a sus valores escénicos, ya fuera al formar parte de una procesión o al ser representada en un lienzo. Se erigió así en una herramienta ideal al servicio de la oratoria y la persuasión, un apoyo fundamental en la transmisión del lenguaje sagrado. La exposición se divide en siete ámbitos o secciones a cual más interesante. Como siempre el Museo ha programado actividades varias en relación a la muestra, incluyendo, el 14 de de febrero de 2025, una representación teatral del Misterio del Cristo de los Gascones de la Compañía Nao d`amores. Por último, una vez más, hay que destacar la edición de un magnífico Catálogo.
Teatro - En el FERNÁN GÓMEZ Centro Cultural de la Villa, en su sala Guirau, pudimos asistir, desde el 19 de septiembre al 26 de octubre, a una obra muy interesante, Cigarreras, (versión teatral de La Tribuna de Emilia Pardo Bazán). La versión y dirección es de Cándido Pazó sobre el texto de Emilia Pardo Bazán. Esta fértil novela no se puede totalizar en un escenario por lo que esta es una de las muchas lecturas teatrales que se pueden hacer, señala su director. Esta obra escenifica la vida laboral y las circunstancias de estas mujeres de clase obrera de la Fábrica de Tabacos de A Coruña en el periodo que va desde la Revolución de 1868mhasta la proclamación de la I República. La industria del tabaco llegó a emplear a 4.000 almas en una época en que la ciudad no llegaba a los 40.000 habitantes. Con un reparto coral de siete actrices se centra sobre todo en Amparo, la protagonista de la novela de la que no nos cuenta su infancia y se centra en ella cuando es ya una obrera de esa industria. “Una lectura que quisimos expresar en femenino. Como recurso dramatúrgico, pero también como reivindicadora compensación por tanta exclusión femenina heredada, rindiendo así tributo a una escritora que, como Emilia Pardo Bazán, tanto empeño puso en denunciar y comenzar a superar esa deuda”, aclara Pazó en el Programa de mano. Aquí estamos ante unas mujeres obreras vistas por una aristócrata. En el reparto no hay intérpretes masculinos por lo que Susana Dans, que es la actriz que encarna muy bien a la escritora, es la interlocutora neutra (elección del director) también cuando se dirige a su amante y a su pretendiente. Está, pues, dentro de la acción (la apodaban La Tribuna por su elocuencia: “cuando Amparo hablaba, ardía la leña verde”), pero también aparte. En este mismo teatro FERNÁN GÓMEZ. Centro Cultural de la Villa, en su sala Jardiel Poncela, también pudimos ver, en las mismas fechas que la obra anterior, otra interesante obra, LOBA. Bette Davis (una historia real), Está producción de La caja negra teatro, está interpretada por Mélida Molina y Carlos Troya/ Jorge Varandela. Con texto y dirección de Juan Mairena. En el Programa de mano, el autor comenta como se puso a escribir la historia de uno de los más grandes mitos del siglo XX: “En 1989, Bette Davis vino a España para recibir el Premio Donosita en el Festival de cine de San Sebastián. Era su última aparición en público, su última actuación. Y ella, que estaba gravemente enferma lo sabía. Por esa razón planificó hasta el último detalle sus apariciones. La imagen de Bette Davis pronunciando el discurso de agradecimiento, sin apenas sostenerse, me llegó al alma. Al día siguiente me puse a escribir la historia de uno de los más grandes mitos del siglo XX”. He alargado la cita a propósito porque se nota en la obra que le llegó al alma al autor y lo expresa muy bien en un texto muy cálido, emotivo y cercano. Lo expresa también muy bien en su dirección de actores modulando sus apariciones y sus gestos más nimios. Fiel al espíritu de la gran actriz a la que rinde un homenaje, al tiempo que a las actrices mayores relegadas a papeles secundarios y hasta al olvido. Demuestra su amor al teatro. Las interpretaciones son magníficas y Mélida Molina hace un magnífico acercamiento a Bette Davis. El director del teatro, Pérez de la Fuente, otro gran amante del teatro, les han contratado ya para el próximo año. La eficaz escenografía de Juan Sebastián Domínguez ayuda mucho en la creación de una atmósfera adecuada. - En el Teatro de La Abadía, hemos podido ver, del 24 de octubre al 10 de noviembre, una interesante obra, El dilema del corcho, con texto de Patxo Tellería y dirección de Mireia Gabilondo. Con producción de Tartean Teatroa, está interpretada por Ramón Barea y Patxo Tellería, y plantea, en palabras de su autor en el programa de mano, un dilema teatral, y también ideológico, parecido a cualquier conflicto cotidiano a los que nos enfrentamos todos los días. Tellería acompaña, pues, en el escenario, a su admirado monstruo Ramón Barea. Este da vida en escena a un catedrático de ciencias políticas ya jubilado que padece un cáncer terminal. Solo tiene una posibilidad de salvar la vida si se somete a un novedoso tratamiento de radioterapia con el equipamiento que ha donado un multimillonario al sistema público de salud (esto ya lo hizo algún empresario español y si no recuerdo mal fue criticado por grupos de izquierda). El profesor, que creía en un mundo próspero e igualitario hasta la caída de la URSS, ha sido muy crítico antes con ese tipo de donaciones, que lavan la imagen de grandes empresarios que así quieren escamotear sus impuestos. Esta actitud crítica anterior le va a suponer ahora un conflicto ético. Este dilema lo representa Tellería en forma de un simpático y entretenido thriller que, mediante la intriga, funciona como un mecanismo de relojería y nos tiene a los espectadores muy atentos durante toda la función. Sobre todo cuando entra en acción un antiguo y extrañísimo alumno del profesor que irrumpe en su despacho sin llegar a aclarar nunca el motivo de su visita. De esta forma, introduce, cual camaleón, numerosos giros a la obra que no son fáciles de seguir al espectador y en los que el actor se desenvuelve mejor o peor según esté más cerca o más lejos del real. La función se convierte en un duelo entre ambos. Hay que recordar que este tipo de teatro ya tiene antecedentes muy notorios y sus autores provocaban el suspense a fuerza de darle muchas vueltas a la trama. Lo nuevo aquí es el dilema ético que se plantea en diálogos y situaciones, y que, a elevarlo, contribuye la verdad, todo en él respira verdad, de Ramón Barea. En esta obra, en la que Tellería se ha reservado el papel de camaleón, hay que admirar su carpintería teatral. El alumno que viene a solicitarle un prólogo para una comedia dice ser autor actor, actor y director teatral. Patxo Tellería cumple los tres papeles. La directora Mireia Gabilondo se adapta muty bien a ese mecanismo de relojería y trata de que su dirección sea, precisa, eficaz y al tiempo invisible. - En el TEATRO DEL BARRIO hemos tenido la fortuna de poder asistir a una obra, un monólogo, Hoy tengo algo que hacer (Capricho escénico para cómico iluminado), que es una producción del mismo teatro (gracias a las más de 600 socias cooperativistas del Teatro del Barrio). Bajo la autoría y la dirección de Pablo del Rosal, está magníficamente interpretada por el gran cómico Luis Bermejo, quién, después de haber trabajado juntos en Los que hablan, vuelve a coincidir en este espectáculo con su director. Su diseño de escenografía y vestuario corre a cargo de la menos importante Mónica Boromello. Para situarnos en el texto hay que leer el bonito programa de mano: “He aquí una fantasía verborreica y verbofánica que aspira a tomar el testigo, cual devoto, de la vía picaresca”. De la novela picaresca. Su inspiración clara es, pues, La vida del Lazarillo de Tormes, la novela que inauguró el género. Pero Rosal, en un formato, en forma, y también en contenido, muy adecuado para el cómico, nos acerca al surrealismo de la forma más sencilla posible. En este caso, en una crítica muy inteligente, y al tiempo muy divertida, a nuestra forma de vivir en la que se ha vuelto imposible dejar pasar el tiempo sin prisa, con calma y sin que lo llenemos de actividades de todo tipo. Su texto se vuelve una crítica surreal, pero racional y reflexiva, de nuestra necesidad de ocupar el tiempo, de “tener algo que hacer” cada día. Usa para ello, un lenguaje muy retórico e irónico, muy verborreico, muy pomposo y muy pretencioso. Rosal ya nos sorprendió antes por su dominio del lenguaje en Castroponce (2022) o en la obra, citada anteriormente, Los que hablan (2020). La obra comienza con un Preámbulo, y en su primera escena el actor aparece sentado en un banco de un parque, tumbado a la bartola, y luego nos muestra sus enormes dudas y sus cuitas, las que puede tener cualquier persona en su vida cotidiana. Pronto empieza un deambular en el que se cruzará con todo tipo de personas y profesiones. Este viaje se va a estructurar en Tratados. El actor entregará a una persona del público sentada en la primera fila la lectura introductoria de los siete Tratados que componen la obra como guía para él y para los espectadores. Cada tratado introduce un personaje, los personajes con los que dialoga el actor. Este tipo tan peculiar está entregado a la afanosa tarea de encontrar algo que hacer sea lo que sea y cueste lo que cueste. Rosal nos muestra así una certera paradoja que no le pone la interpretación fácil a Bermejo, ya que es un texto muy complicado de interpretar por los giros de guión y por la disparidad de registros emocionales que exigen del actor un trabajo ímprobo. Pienso que si hay un actor capaz en España de llevar a cabo esta propuesta ese es precisamente Luis Bermejo, un actor portentoso de múltiples registro como ya nos demostró últimamente en el Teatro de La Abadía, que se adapta al texto como un guante y viceversa. Bermejo convierte a su pícaro en un Quijote que lucha contra molinos de viento y deambula con gracia y fluidez entre el payaso y el caballero. El público desde el comienzo se lo pasa muy bien con la actuación del actor que, a veces, interactúa con el público pero básicamente se centra en su texto. Se ríe a carcajadas en un espectáculo que creo que se alarga un poco al comienzo y en su parte central y corre demasiado ligero al final en los últimos tratados. ¡Enhorabuena al Teatro del Barrio por su Premio Nacional de teatro 2024! -En la Sala Grande del TEATRO VALLE-INCLÁN se puede ver, desde el 29 de noviembre hasta el 26 de enero, y con las entradas de todas las representaciones agotadas, una importantísima obra, 1936. ¿El año en que España entró en SOC? El texto ha sido escrito a cuatro manos nada menos que por cuatro dramaturgos reconocidos como Albert Boronat, Juan Cavestan, Juan Mayorga y Andrés Lima. La dramaturgia es de Albert Boronat y Andrés Lima y la dirección de Andrés Lima. La escenografía y vestuario es de Beatriz San Juan, la iluminación de Pedro Yagüe, la música de Jaume Manresa y la videocreación de Miquel Ángel Raió. Antes de nada hay que señalar que este era uno de los estrenos más esperados y ambiciosos de esta temporada y que estamos ante un verdadero acontecimiento teatral. También porque no ha habido hasta ahora muchos intentos de meterle mano a la guerra incivil e innecesaria (Azaña dixit) en la que se encuentran hechos y heridas sin cicatrizar que nos siguen afectando. El montaje trata de condensar, en cuatro horas y media, los episodios clave, desde el golpe de Estado de 1936 hasta el final de la guerra en 1939, del acontecimiento más traumático de la historia contemporánea española. Llevarla a escena supone, pues, un esfuerzo descomunal en todos los sentidos, aparte de la valentía de representarla en estos tiempos polarizados y airados. Esta propuesta, además, era más necesaria que nunca frente a la realidad actual y frente a los nuevos intentos revisionistas camuflados de neutralidad que se han multiplicado últimamente, después de los muchos Pios Moas que ya hubo antes. ¡Frente a los intentos de blanquear el franquismo! “El renacimiento de las ideas fascistas y la polarización son evidentes. Los bandos siguen ahí y la herida se reabre fácilmente. Pero justo esa fue una de las razones por las que quisimos montar esta obra”, aclara Andrés Lima. En esta obra estamos, pues, ante el mismo equipo que puso en pie Shock I y Shock II en 2021 sobre la dictadura de Pinochet en Chile y la revolución neoliberal de Thatcher y Reagan, respectivamente, tomando como marco teórico el ensayo La doctrina del Shock (2007) de Naomi Klein. Estamos también de nuevo ante una propuesta, como las dos anteriores del equipo, de teatro documental. Pero así como los dos espectáculos anteriores partían de crónicas periodísticas, documentos y testimonios, 1936 lo hace de fuentes historiográficas y a partir de los estudios históricos más recientes. Porque durante los dos últimos años el equipo creativo ha trabajado en talleres con historiadores de prestigio como Julián Casanova, Ángel Viñas, Francisco Espinosa, Mirta Núñez o Tánia Balló, para buscar un relato omnicomprensivo de la Guerra Civil. Con un desarrollo cronológico de la guerra: “Todo lo que sucede en escena son hechos sabidos, pero no suficientemente conocidos”, aclara Andrés Lima. Así nos da a conocer otros hechos brutales como las masacres de Málaga, Almeria y Badajoz., demás del ya conocido bombardeo de Guernika. También las conspiraciones contra la República. Las artes complementan el trabajo de los historiadores aportando emoción, además de hacer presente el pasado. Con las imágenes de las pantallas, el sonido envolvente, las músicas que vienen del pasado, se acerca al trabajo operístico, destacando el equilibrio entre texto y música. También hay que destacar su compacto reparto, con un novedoso Coro de Jóvenes de Madrid, en el que sus ocho actores llevan a cabo unas magníficas interpretaciones. La pega vendría sobre todo de un exceso de información y discurso, los discursos se suceden, que lastra a veces la dramaturgia. ¡Por todo ello, mi enhorabuena a todo el equipo de la obra y al CDN por su producción!
Cine - Una de las películas más esperadas de este otoño era Gladiador II, la última película del gran cineasta Ridley Scout (South Shield, Reino Unido, 1937), la segunda parte del Gladiador I, después de casi 25 años. Con esta película plantea un paralelismo entre la Roma clásica, a principios del siglo III, en plena época imperial, y el Estados Unidos moderno. Antes de nada, pienso que lo que no ha conseguido el gran Coppola con su última película, Megalópolis, que también pretende ese paralelismo, pero que me acaba resultando un muermo, sí lo consigue Scott con su película. En esta impresionante secuela de la icónica cinta protagonizada por Russell Crowe despliega todo su arsenal técnico y libertad creativa. Desde su mismo comienzo, con el enorme espectáculo de una invasión marítima que llevan a cabo las legiones romana dirigidas por el general Marco Acacio (Pedro Pascal) en Numidia, ya nos muestra la belleza del gran cine. Por eso, el director tenía muy claro que su película tenía que estrenarse en salas y ser vista en pantalla grande. A sus 86 años parece que sigue con una energía desbordante como Clint Eastwood (¡Me encantó su última película, Jurado nº 2!). A pesar de que el guión no sea de los que hicieron la primera parte, y se invente tiburones y hasta simios modificados genéticamente en el Coliseo, y se salte la historia a la torera, hay que reconocer que estamos ante un gran espectáculo, que, sin duda va a tener gran éxito en taquilla, y que va a atraer al cine a muchos jóvenes que no pisan una sala. El director ya lo demostró todo en obras maestras anteriores, en títulos que no hace falta recordar porque están en la memoria visual común. ¡No tiene que demostrar nada! Puede que, ante este “peplum”, algún crítico haya salido aburrido del cine, lo cual es muy difícil porque se podrá salir indignado por los muchos desmadres y libertades históricas que se toma el director pero creo que nunca aburrido. Porque hay en la película anacronismos y errores históricos imperdonables que muchos historiadores/as han señalado y denunciado incluso con escritos en la prensa. Ciertamente es una película larga pero que aguanta muy bien y que, al menos a mí, no se me hace nada pesada. Hay que reconocer que estamos ante un espectáculo, muy al estilo de Cecil B.DeMille, que con un presupuesto de 310 millones de dólares, acaba siendo un homenaje (me viene a la memoria pronto) a Espartaco, la mejor, sin duda, de “romanos”. Pero, en este caso, el héroe es Hanno Lucio (Paul Mescal), al que matan a su mujer y hacen esclavo, y que, en Roma como gladiador, descubre el secreto de sus orígenes como hijo de Máximo y de Lucille (Connie Nielsen), casada ahora con el general Acacio (Pedro Pascal), y nieto del gran Marco Aurelio. Como contrapartida tenemos unos engendros de emperadores como Jeta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger), ¿no estamos viendo en ellos a Trump y el presente y el futuro de Estados Unidos en su decadencia igual que la de Roma? Sobre sus interpretaciones hay división de opiniones, pero en lo que todos coincidimos es en la maravillosa interpretación de Denzel Washington de su ambiguo y vengativo personaje Macrinus. Al poder pasar de humilde a muy poderoso, representa el sueño romano, el mismo sueño que el sueño americano. También el imperialismo romano se traslada al imperialismo americano: “crearon un desierto y lo llamaron paz” (Tácito). - Otra interesante película, ya del final de este otoño cultural, es la del ya conocido y reconocido François Ozon (París, 1967), Cuando cae el otoño, muy acorde con esta época del año. Al verla, los espectadores también disfrutamos de la estación otoñal. Este prolífico director francés que nos entrega una película por año, se mantiene siempre en buena forma cinematográfica. En su última película, que ganó la Concha de Plata al mejor guión (con Philippe Piazzo) y al mejor actor de reparto (Pierre Lottin) en el Festival de San Sebastián, nos lleva a un tranquilo pueblo de La Borgoña. Una vez más nos enfrenta al tema de la moralidad en una situación en el que el bien y el mal aparecen borrosos con unos personajes que no son lo que aparentan. En su oscuro y trasgresor thriller, género en el que se siente muy cómodo, una jubilada vive tranquilamente en una casa con jardín pero no se lleva bien con su hija que vive en la ciudad. Cuando viene a visitarla con su hijo al que la abuela adora le pone setas que ha cogido en el bosque para comer y su hija acaba en el hospital. Esta mujer en la senectud es el centro de un relato en el que ella y su amiga tienen un pasado de prostitutas. El hijo de querida su amiga a la que está muy unida sale también de la cárcel. Ozon nos enfrenta así, sin sermones y a través de preguntas que quedan en el aire y elipsis, al dilema entre justicia o felicidad de los seres queridos. Mantiene la ambigüedad del relato todo el tiempo y elige la opción más transgresora. En esta película, desde luego no la mejor, nos muestra de nuevo con gran sencillez y calidez, su gusto y estilo inconfundible por el que nos atrae siempre. Igual que su personaje lleno de vitalidad, sensualidad y dulzura. En este drama rural, en este retrato oblicuo de la Francia de provincias muy Chabrol, menos inofensiva de lo que aparenta, que demuestra que nadie es inocente aunque se demuestre lo contrario y en el que las buenas intenciones suelen cobrarse víctimas inocentes por el camino, los actos delictivos se cometen para hacer el bien. En bien pocos minutos Ozon nos muestra su habilidad para plantar prácticamente todos los conflictos a partir de la vida cotidiana de su heroína (espléndida Helene Vincent) y de su amiga Marie-Claude (estupenda Josiane Balasko) y de su hijo que va a salir de la cárcel. Un verdadero canto a las arrugas de la senectud, de los mayores y a la amistad. Porque la verdadera familia de Michelle es su amiga que es como su hermana y el hijo de ella es como su hijo al que protege. En cambio la relación con su hija es muy mala aunque adora a su nieto. No vemos sexo en la película y en una entrevista el director defendía su falta incluso como una muestra de su maduración. Las amigas se entienden a base de silencios, se intuyen todo el tiempo también porque tienen vínculos que vienen del pasado. Pero Michelle es más pragmática y por eso vive más que su amiga a la que le pesa más el sentido de culpa. Su personaje acepta que cuanto más cruel sea la vida más feliz puede hacernos. Así Ozon puede mantener la tensión narrativa en el retrato poliédrico de su protagonista femenina. Aquí toda mirada moral está fuera de lugar Las elipsis favorecen la ambigüedad sobre lo que hace, siente y piensa Michelle. Vincent es su cómplice. Al final, me gana el humor ingenioso y satírico de su director con su estilo reconocible. Me sobran las apariciones sobrenaturales. - Otra importante película otoñal es un documental, Anselm (2024) del famoso director Win Wenders (1945), quién ya me había fascinado hace poco, y después de mucho tiempo, con la joya que es Perfect Days, una película que, maravillosamente, ha permanecido muchísimo tiempo en la cartelera madrileña. Wenders es, pues, el guionista y director de esta película sobre el destacado artista alemán Anselm Kiefer. Posiblemente, de todos los artistas que el director alemán ha retratado durante su extensa filmografía- Yasujiro Ozu, Sebastián Salgado o Pina Bausch- Kiefer sea el artista más próximo a lo que sería un “alter ego”. Entre otras muchas cosas afines porque ambos nacieron en 1945 y recibieron una educación parecida. Ambos se han preguntado siempre sobre el pasado de Alemania y también, concretamente, sobre el Holocausto. Pero mientras Wenders se refugió en el mito de América, en el cine como un viaje infinito hacia la cultura colonizadora, Kiefer prefirió agitar las conciencias de sus compatriotas haciendo fotografías por el mundo con la mano alzada del saludo hitleriano como gesto anacrónico que no debía caer en el olvido. En este documental Wenders lleva a cabo un trabajo meditativo en el que dialogan las fantasmales voces del pasado y las combativas del presente. Wenders, más Zen, en su diálogo con Kiefer, habla de la “insoportable levedad del ser”, y así logramos entender mejor Perfect Days rodada en Japón. Por su parte, Kiefer lee a Paul Celan y nos habla del peso del pasado y como nos marca; y evoca precisamente al poeta que sobrevivió al Holocausto frente a la sombría obra de Martin Heidegger. Con la ayuda de la fotografía de Franz Lustig y la música de Leonard Küssner y la estereografía de Sebastián Kramer. En esta experiencia cinematográfica única en 3D se sumerge en la icónica obra del artista alemán revelando su trayectoria vital, su inspiración y su proceso creativo. En ella el pasado y el presente se entrelazan para desdibujar los límites entre el cine y la pintura, permitiendo al público sumergirse por completo en el extraordinario mundo de uno de los más grandes artistas contemporáneos. Con este documental logra superar el de Pina en lo que se refiere al retrato de un artista. En aquel ya había utilizado el 3D pero en éste utiliza una técnica más avanzada. En ninguno de los dos le interesa rodar una “biografía”. Lo que quiere mostrar es “la impresionante cantidad de trabajo, la complejidad de las referencias de Anselm al mito, la historia, la alquimia, la astronomía, la física y la filosofía”. Una tarea que parecía insuperable pero el rodaje y la visita a los lugares por los que pasó Anselm le aclararon las ideas, a partir de los espacios que fueron ocupando sus estudios de trabajo hasta el imponente espacio de Barjac en el sur de Francia. Wenders nos propone, así, un viaje inmersivo en el mundo creativo de Kiefer: a través de sus imponentes obras nos transmite la potencia de su arte y también la energía del artista. Al tiempo, nos muestra en su obra un fértil diálogo entre lo efímero (el artista quema partes de los lienzos) y lo permanente de su arte. Finalmente, hay que decir que este es el documental más importante de Wenders en lo que se refiere a su relevancia política en esta Europa que, de nuevo, tiene que lidiar con la intolerancia; y en este crucial momento que vuelve a compararse con la República de Weimar y los años treinta del fascismo. Quizá le falte una mayor solidez argumental y más consistencia en sus reflexiones políticas.
Circo De nuevo, he tenido la oportunidad (11 de diciembre de 2024) de reencontrarme con el Circo del Sol (o Le Cirque du Soleil que es cómo quieren ser llamados de verdad). De nuevo han venido a Madrid con sus grandes carpas al escenario Puerta del Ángel con su espectáculo Alegría que ya habían presentado, y yo había presenciado, hace 25 años. Este circo canadiense supuso en su momento una nueva propuesta de circo, aunando poesía, ternura y belleza, un auténtico revulsivo que no tenía nada que ver con todo lo anterior. Nada que ver con la antigua imagen del circo con animales ni con los otros circos. Así sentaron las bases de un innovador arte circense en el que fundían teatro y circo. Sus creadores originales son Gilles Ste-Croix y Franco Dragone. Su director es Jean-Guy Legault y su director creativo es Daniel Ross. Los accesorios son de Anne-Séguin. La iluminación corre a cargo de Mikki Kunttu y el vestuario de Dominique Lenieux. Su director musical es Jean Phi Gonsalves y el compositor René Duperé. Del apartado de coreografía y acrobacia se encarga Émile Therrien. El sonido es de Jacques Boucher y Jean-Michel Caron. El diseño de maquillaje es de Natalie Gagné. Y los intérpretes son los artistas del Cirque du Soleil. Nos han traído su espectáculo original, Alegría (con el subtítulo o mejor nuevo título de Bajo una nueva luz). Han pasado antes por Málaga, Sevilla y Alicante y han llegado a Madrid. En este espectáculo funden lo tecnológico y lo artístico y lo llenan de gran humanidad. La música lo envuelve todo y, nada más sonar la canción Alegría, el público se une a los intérpretes. Su historia, leve hilo argumental, es la de un rey que ha perdido su reino y el bufón de la corte, Fleur, intenta torpemente hacerse con el trono pero en la calle existe un deseo de cambio. Este ligero argumento se liga sobre todo al original “Alegría”. Dos clowns absurdos (que interpretan los españoles Pablo Gomis y Pablo Bermejo), junto al bufón Fleur, engarzan los números circenses con una historia de tierna amistad. Así protagonizan uno de los momentos más emblemático del espectáculo que es la maravillosa tormenta de nieve que creó el payaso ruso Slava Polunin. Incluso al salir a la calle en el descanso la revivimos también los espectadores de nuevo. El público puede, además, disfrutar de una enorme variedad de números de contorsionismo, de malabares, de anillos de fuego (rueda Cyr o un gran anillo en el que se integra el intérprete), de barras acrobáticas, de trapecio sincronizado, de telas aéreas, de hula hoop, de “power track” (saltos frenéticos sobre trampolines entrelazados), y de equilibrio sobre manos. Y sobre todo, los números de los payasos que se multiplican y que acaban lastrando un espectáculo en el que hay que admirar tanto la precisión técnica como la precisión escénica. Los números están bien encajados y están bien ejecutados en general con perfección escénica. Finaliza con un número de trapecio volante que, a pesar de ser algo muy repetido en todos los circos, mantiene en vilo al público. Hay que reconocer, sin dudarlo, la deuda que tiene el arte circense con Le Cirque du Soleil que le dio un impresionante impulso escénico. A los que tuvimos la fortuna de verlo hace 25 años ya se nos quedó en la retina para siempre, especialmente por la magia y la poesía que desprendía. Se veía tanta perfección, resultado de muchísimas horas de trabajo, que llegó, incluso a hablarse de explotación de sus trabajadores. En relación al de ahora, una compañía nueva después de la pandemia, siento que ha perdido bastante de aquella magia inicial en favor del “gran espectáculo”. ¡Nostalgia, quizá!
Música: ciclo de la Filarmónica La apertura de este Ciclo de LA FILARMÓNICA ha sido muy interesante. Otra vez nos ha visitado, el 8 de octubre en el Auditorio, el gran Director TEODOR CURRENTZIS (1972) con su orquesta, no menos importante, MUSICAETERNA. En la primera parte tocaron La fuerza del destino. Obertura (1862) de Giuseppe Verdi (1813-1901). En su época, tuvo tanto éxito que Verdi le hizo varias revisiones e incluso la escribió de nuevo completamente. Esta nueva versión es la que se escuchó el día 8 y no el breve preludio que se escuchó en el Real en 1863. Luego, la orquesta tocó las Variaciones rococó para violonchelo y orquesta. Op 33 (1876) de Pitor Ilitx Chaikovski (1840- 1893). Una obra que nace, a diferencia de las anteriores del compositor, del juego, de la broma y del optimismo, y que exige un virtuoso acompañamiento en algunos fragmentos. El acompañamiento al violonchelo lo hizo esa noche, muy bien, Miriam Prandi. En la segunda parte, escuchamos la Sinfonía núm 5 en re menor, Op 47 (1937) de Dimitri Shostakóvich (1906-1975). En esta sinfonía, el compositor tenía que andarse con cuidado porque su segunda ópera, Lady Macbeth de Mzensk, fue muy criticada en el diario Pravda, en una crítica supuestamente dictada por el mismo Stalin. La obra fue retirada inmediatamente y el músico cayó en una fuerte crisis personal y artística. Su primera sinfonía importante era, pues, la Cuarta, que no se estrenó hasta 25 años más tarde a causa de las presiones políticas que recibió. Con la Quinta intentaba presentarse de nuevo, ante el público y ante los críticos oficiales, como un compositor auténticamente soviético, fiel a los principios revolucionarios. Le puso incluso como subtítulo: “Respuesta de un artista soviético a una crítica justificada”. Tuvo gran éxito y, además de ser nombrado profesor del conservatorio de San Petersburgo, su ciudad natal, fue “rehabilitado” oficialmente como compositor. En este mismo Ciclo pudimos escuchar, el 13 de noviembre, a la ORQUESTA FILARMÓNICA DE HELSINKI, dirigida por JUKKA-PEKKA SARASTE (Lathi, Finlandia, 1956). En la primera parte tocaron, después de hacer un prólogo con una pieza de Sibelius en homenaje a las víctimas de la DANA DE VALENCIA, el Concierto para piano núm 3 en re menor. Op30 (1909) de Serguéi Rachmáninov (1873-1943). El pianista fue el ya conocido en Madrid como habitual acompañante de Marta Argerich, Nelson Goerner, que fue muy aplaudido por el público esa noche. Salió muy bien parado de esta pieza de brillante escritura y muy solicitada por su talante melódico pero a la que temen todos los pianistas por sus enormes dificultades. La verdad es que contó con una magnífica colaboración de director y orquesta ya que el piano tiene un papel muy destacado en la composición. Hizo una propina también de Rachmáninov. En la segunda parte, tocaron la Sinfonía núm 5 en mi bemol mayor, op 82 (1915) de Jean Sibelius (1865-1957). El cierre de esta composición se ha hecho famoso por los seis secos acordes. Una obra muy original en la configuración de sus melodías y con momentos de intenso lirismo dentro de una música, la de Sibelius, alimentada por el tema folklórico, y sin moverse del mundo tonal. La formación finlandesa demostró ser un conjunto sólido, bien ensamblado y muy profesional, y está dirigida por una batuta segura y firme, precisa y al tiempo elegante, siempre con partitura. También hubo muy buena compenetración con el pianista. Al final, nos dieron una bella propina, Finlandia. Al final, el público aplaudió en pie y salió muy satisfecho de este concierto que versaba sobre dos compositores, hijos tardíos del romanticismo, empeñados en vehicular la vivencia de la naturaleza.
Música: Ciclo de Scherzo En el Ciclo de SCHERZO, después de la apertura del Ciclo con la gran pianista Yulianna Avdeeva (“Los misterios de Liszt”), concierto al que no pude asistir, hemos tenido la suerte de tener en Madrid al genial, para bastantes, pianista Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958). El programa (“Vals triste”) de su concierto del 16 de octubre. En un insólito programa, en la primera parte, tocó primero Preludio en Do sostenido menor, Op. 45 de E. Chopin (1810-1849), una pieza corta que, en principio, no es una obra muy complicada pero que exige del intérprete mucho control y claridad, mucha precisión y equilibrio, una combinación muy característica de este pianista que va muy por libre. “Nunca me he propuesto sonar diferente a los demás. Lo que la gente escucha es el resultado de una larga búsqueda de las verdaderas intenciones del compositor”. Su particular aproximación al legado del compositor polaco, si bien le convirtió en leyenda, no le ayudó a ganar el premio en la tercera ronda del Concurso Chopin de Varsovia (1980). Este pianista croata (nacido en Serbia), pronto llevado a Rusia, hizo una interpretación de la Marcha fúnebre que provocó, por lo visto, un apasionado debate entre los miembros del tribunal, que estaban confusos por si estaban ante un genio. Al final, lo eliminaron y Marta Argerich, presidenta del jurado, protestó con un portazo la decisión. Parece que fue un sacrificio de un peón en la Guerra Fría, que, a Brézhnev, le salió mal ya que fue fichado, al otro lado del Muro, por Deutsche Grammophon y se hizo un buen lugar en la industria musical. Después vendría la muerte de su mujer, Aliza Kezeradze, en 1996, que hizo que el pianista ya de por sí introvertido se encerrase más en sí mismo aunque dice que no dejó de dar conciertos. Luego, tocó los Estudios Sinfónicos, Op. 13 (incluyendo las variaciones póstumas) de R. Schumann (1810-1856), un gran reto del repertorio romántico, intercalando las variaciones que no fueron incluidas por el compositor en la versión final y que fueron descubiertas años después. Curiosamente, aunque se sabe las obras de memoria, prefiere usar sus viejas partituras, las de su época de estudiante, con correcciones a lápiz. El día del concierto vimos que no era nada fácil ayudarle a la hora de manipularlas. ¡Incluso le colocó el asiento a su ayudante! En la segunda parte, tocó primero el famoso Valse Triste, Op. 44 de J. Sibelius (1865-1957). Después tocó Seis Momentos Musicales, D780 (Op. 94) de F. Schubert (1797-1828), pieza con la que cerrará sus tres recitales en España. Un desenlace, pues, bastante anticlimático, sobre todo si pensamos en los complejos, tanto en magnitud como en tono, de los anteriores “études”. Desde luego, una segunda parte más relajante después del “tour de force” a que nos sometió con los “Estudios” en la primera parte. “No hay nada más difícil de interpretar que lo que suena sencillo al oído”, aclaraba el pianista en una entrevista. Para Pogorelich, Schubert, con esta composición breve que da mucho juego, fue “el inventor de una fórmula que sigue despertando pasiones en las salas de conciertos”. De todas formas a Pogorelich “siempre le han gustado las músicas que vienen de dentro del interior de las personas, pero también de lo más profundo de la tierra que pisamos”. ¡Toda una declaración de principios! En el Ciclo de SCHERZO, el 21 de octubre, también pudimos asistir a otro estupendo concierto, el de Maxim Vengerov & Franz Schubert Filharmonía.
Música: Ciclo del Círculo de Cámara En el Ciclo del CÍRCULO DE CÁMARA del Círculo de Bellas Artes pudimos asistir el 17 de diciembre a un original concierto, el de Mario Brunello con su violonchelo piccolo. Estamos ante uno de los artistas más polifacéticos y cotizados de su generación: un solista, músico de cámara, director de orquesta y pionero de este instrumento musical. Es un violinista de extraordinario talento que equilibra la interpretación de un amplio repertorio que abarca desde la música antigua hasta la contemporánea; y que fue, además, el primer europeo en ganar el Concurso Tchaikovsky en 1986. Su actividad concertística, tanto en Italia como en el extranjero, es muy intensa y le ha llevado a colaborar con los directores más renombrados. Con su violonchelo piccolo de cuatro cuerdas esa noche nos ofreció un bello concierto en un formato bastante inusual por estos lares y en estos auditorios, aunque fue un instrumento muy utilizado en la época barroca, particularmente por J. S. Bach, que lo incluyó en una decena de cantatas. Como señala, con claridad y acierto, Enrique Martínez Miura, en el Programa de mano: “seguramente debido a su asombroso grado de perfección, la obra de Bach siempre se ha caracterizado por ser una música para la posteridad, debido a su capacidad de adaptación a los más dispares instrumentos. Ejemplo paradigmático es la interpretación al piano moderno de sus obras concebidas para el clave. En absoluto sería el único, como prueba la propuesta de esta tarde, en la que escucharemos varias de las Sonatas y partitas, escritas en origen para violín, sobre un violonchelo piccolo”. La recuperación de este instrumento, del que se sabe muy poco, e incluso se discute si era de cuatro o cinco cuerdas, y del que no se conserva ejemplar alguno de época, se debe al propio Brunello. En su actuación, en la primera parte, tocó las Sonatas y partitas para violín solo (ca. 1703-1720), transcritas para violonchelo piccolo, concretamente la Sonata nº 1 en sol menor para violín BWV 1001 y, luego, la Partita nº 1 en si menor para violín BWV 1002. Hay que saber, vuelvo al Programa de mano, que “las Sonatas y partitas pueden entenderse pensadas como un conjunto unitario….con la partita como una suerte de respuesta a la sonata. Estas respetan el modelo estructural de las sonatas de iglesia, encadenándose los movimientos con la acostumbrada sucesión lento-rápido-lento-rápido. A su vez, las partitas no son sino una manifestación más de la fértil suite a la francesa”. El segundo movimiento, la fuga, con el piccolo gana en resonancia y amplificación. Brunello, con una humildad y seriedad nada impostada, nos deleitó con su magnífica interpretación, desde luego muy ajena a los aplausos que le dedicamos. Su música nos sonaba a gloria en un recinto abarrotado para escucharle. A pesar del aire casi improvisado, con un tono de aparente libertad de escritura, de la primera danza- la Allemande- de la Partita I, Brunillo domina su instrumento a la perfección al que sí se nota que ha dedicado horas de estudio y aprendizaje. Tras la pausa acostumbrada, en la segunda parte, tocó la Partita nº 2 en re menor para violín BWV 1004. El elemento más innovador aquí son la serie de variaciones del quinto movimiento, la Ciaccona. El intérprete no perdió la concentración en ningún momento. Disfruté con el final lento. Como debía ser no dio ninguna propina a pesar de los apasionados aplausos. POSTDATA: JAZZ CÍRCULO. Queda para otra vez, en este ya extensísimo texto, hablar además, en relación a algún concierto concreto, del estupendo Ciclo de música Jazz Círculo, que ya llevaba varios años celebrándose también, antes en un espacio distinto, en el CIRCULO DE BELLAS ARTES. Ahora, se celebra en su sala Fernando de Rojas, que ha sido insonorizada y preparada para estos conciertos variados. Por este ciclo, que igual que el de Clásica ya tiene su público fiel y suele llenarse, suelen pasar figuras importantes del Jazz. Concretamente, en este otoño, han tocado Songah Chae Trío (25 de octubre), Abe Rábade Trío (8 de noviembre), Carmen Souza (22 de noviembre), Andreas Prittwitz Quintet (29 de noviembre) y Chano Domínguez & Antonio Lizana (14 de diciembre). |