Trasversales
Elfriede Müller

¿En qué acabó todo?
Sobre la revolución perdida a principios del siglo XXI

Revista Trasversales número 67 noviembre 2024 web

En torno a Vincent Bevins, If we burn, The mass protest decade and the missing revolution. Londres, 2023. 336 páginas, 21,50 euros.

Elfriede Müller es historiadora, especialista en literatura, traductora y librera. Cuenta con publicaciones sobre la historia de las ideas de la izquierda, de la historia revolucionaria, de la Escuela de Francfort y sobre novela negra. De 1994 a 2024 estuvo a cargo del arte público de la ciudad de Berlín. Militante desde los 17 años, desde 1997 participa en Jour Fixe Initiative Berlin, grupo que organiza conferencias sobre teorías e ideas de izquierda.



Otros textos de la autora


Vincent Bevins, el autor del excelente libro El método Yakarta. La cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo [Capitán Swing, 2020], ha publicado, dos años después, un nuevo libro de gran calidad, cuyo estilo y profundidad son apreciables.

Bevins trabajó como periodista para Los Angeles Times, Financial Times y el Washington Post, por lo que pasó muchos años en Indonesia y en América Latina. Sus artículos se centran en las relaciones internacionales, la economía global y la cultura.

Bevins nació en California y estudió en Berkeley. Como periodista debutó en Berlín. Publicó textos sobre la esclavitud moderna en Amazon, los pozos de carbón en Brasil y la destrucción de los bosques en las regiones indígenas. De 2012 a 2016 se hizo cargo del periódico From Brazil, versión on line del mayor periódico brasileño Folha de S. Paulo. En este medio escribió sobre la ola de protestas de junio de 2013 hasta el campeonato mundial de fútbol de 2014 en Brasil.

En If we burn, Bevins describe, a partir de las protestas de la así llamada Primavera árabe, del Jardín de Gezi en Estambul, del Maidán ucraniano al Chile y Hong Kong, la década del siglo XXI, como un tiempo de revueltas explosivas. En este periodo las protestas de masas tuvieron lugar en más de 37 países. Pero pocas tuvieron éxito. En la mayoría de los casos, las situaciones después de las protestas resultaron lo contrario a sus intenciones. Este libro es un trabajo apasionante de la historia global sobre una paradoja de fondo para la cual el movimiento brasileño de extrema izquierda es un ejemplo paradigmático, ya que condujo al gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro. Durante este periodo de levantamientos hubo mucha gente que mostró un profundo deseo de cambio y buscaron algo jamás conseguido.

En 21 capítulos Bevins cuenta cómo estos acontecimientos escribieron la historia, analizando los levantamientos uno por uno. La mayor parte está consagrada al desarrollo en Brasil, donde Bevins acompaña la política del PT (Partido de los Trabajadores) con simpatía y crítica, del cual afirma haber llevado a cabo uno de los mayores programas socialdemócratas del Sur. El movimiento social aparece en 2013 contra el aumento de los precios del transporte público de Sao Paulo, ampliándose rápidamente en demanda de mejores escuelas, una mejora de la sanidad, menos corrupción y violencia policial. Finalmente el resultado fue lo contrario de lo que se pedía al principio. Pero este ejemplo no es el único. Bevins lo cita de forma paradigmática para el conjunto de la ola de protestas que comenzó en Túnez en 2010 y acabó con las batallas en las calles de Chile y Hong Kong en 2020. El mundo vivió más movilizaciones de masas que nunca, incluso más que en 1968.

La fuerza del libro consiste en el hecho de que Bevins no identifica todas, sino que describe las grandes diferencias locales. Una de sus referencias es Immanuel Wallerstein y su sistema mundo, que implica, entre otros, que los acontecimientos extraordinarios, como, por ejemplo, la revolución francesa de 1789 o la revolución de octubre de 1917 tienen repercusiones sobre otros países.

Dado que las luchas políticas no surgen de la nada -sino justo en medio- es importante tener en cuenta las decisiones tomadas y sus consecuencias. Bevins plantea buenos interrogantes: ¿cómo comenzó esta ola de protestas? ¿cuáles eran sus objetivos? ¿lo lograron? Si no, ¿por qué no?

La historia que cuenta Bevins comienza con el vendedor de verduras Sidi Bouzid que se prendió fuego y terminó con un virus, que afectó a nivel internacional: el Covid. Los movimientos analizados tuvieron lugar fuera de los países ricos del primer mundo. Bevins juzga a los movimientos por sus propios objetivos y describe una dinámica vertiginosa.

Los levantamientos en Túnez, Egipto, Turquía y demás países se describen con su historia y referencias históricas, así como con sus diferencias, poco percibidas por los países del oeste. Como las revueltas que tuvieron lugar al mismo tiempo en Libia, Siria y Bahrein con los movimientos de izquierda más fuertes en la región del golfo. El movimiento obrero bastante fuerte en Túnez, el rol de los grupos político-religiosos, como los hermanos musulmanes en Egipto y su competencia con la izquierda marcan una gran diferencia. En este contexto Bevins analiza el rol de las redes sociales y las relativiza en lo que atañe a los levantamientos, sin embargo, las afirma en lo que concierne a su rápida expansión global y a la posibilidad de crear alianzas.

Una de las principales tesis del libro es que la Nueva Izquierda haya enterrado demasiado deprisa a la izquierda tradicional, así como que una parte de la Nueva Izquierda haya aparecido como huérfanos en la política y haya creído que el derrocamiento del leninismo sería suficiente, sin incluir en sus reflexiones la dialéctica y las tradiciones progresistas de la izquierda tradicional. El rechazo a las jerarquías y a la homogeneidad de los grupos y las discusiones está bien, mientras que el rechazo casi automático a la organización y también al parlamentarismo no ha conducido al éxito de una política de izquierdas.

Bevins habla de los movimientos de los años 60, sobre todo en Francia y en los Estados Unidos como precursores. El balance de la huelga general en Francia no fue una nueva sociedad, sino la consolidación de la antigua. Al descubrimiento progresista del individuo y de su rol de fortalecimiento de lo colectivo ha seguido una exaltación del individualismo a expensas de las acciones colectivas. La identidad ha comenzado a reemplazar a la representación de clase. Esta actitud se ha consolidado después de la caída del muro y el fin del "socialismo real", cuya disolución ha desacreditado la idea comunista por mucho tiempo. La globalización capitalista ha renovado la idea de un progreso automático mediante el liberalismo. Para los países del sur ha supuesto el fin de un intento de conseguir el nivel del primer mundo.

Durante la guerra fría, la política de la derecha y de los Estados Unidos fue abiertamente contrarrevolucionaria. Después ensayaron, junto a intervenciones militares por así decir "humanitarias", como por ejemplo en Irak, dar forma al mundo mediante injerencias políticas y financieras. Muchas ONG y Think Tanks se encaminaron hacia el tercer mundo, donde sostienen tendencias liberales y reaccionarias contra los gobiernos de izquierdas, como en Brasil.


"Mi única guerra es contra el hambre" (Lula 2003 a Georges Bush en relación a la guerra de Irak)

Cuando el PT llegó al poder en Brasil, el país era uno de los países más desiguales de la tierra. El PT consiguió que diez millones de personas salieran de la pobreza. No se trató de una revolución socialista, sino de la política clásica del Sur, de extraer materias primas y exportarlas a otros países. Al principio, el 83% apoyaron el gobierno de Lula. En muchos otros países latinoamericanos la población votó por gobiernos socialistas o socialdemócratas. La siguiente candidata de Brasil fue una antigua guerrillera marxista, Dilma Roussef, que luchó contra la dictadura en los años 70 y fue detenida y torturada salvajemente.

Durante el movimiento contra el aumento de los precios de los transportes públicos de Sao Paulo -Fernando Haddad del PT era su alcalde- las instituciones liberales bien arraigadas utilizaron la protesta con el fin de hacer valer su agenda. Este viejo método de la derecha data de los años 20 y consiste en el hecho de alienar los símbolos de la izquierda para su propia propaganda. Roussef cayó a causa del movimiento por su destitución, convertido en el mayor movimiento en la historia del país. La acusación de corrupción contra ella fue tan poco válida como lo fue contra Lula. Los políticos que votaron a favor eran mucho más corruptos que ella. El nuevo gobierno de Michel Temer fue un fiel adepto del mercado. La derecha explotó el movimiento de la destitución que abrió las puertas a la extrema derecha con Jair Bolsonaro. Bevins lo ve como el prototipo de una despolitización general. Un fenómeno que ha aparecido un poco por todas partes después de la crisis financiera de 2008 y que facilita el voto a los outsider y les catapulta al poder.


La crisis de representación

A finales de siglo XX un pequeño número de operaístas italianos (en torno a Antonio Negri) desarrolló un nueva teoría de clase, más bien un insípido sustituto: la multitud de los individuos que no necesitan vínculos orgánicos entre ellos o una forma de representación para cambiar el mundo. Todos estaban de acuerdo en que el sistema político se había alejado de los ciudadanos. En el Sur, grupos de interés organizados y élites económicas jugaron un papel primordial en el combate contra la política.

A principios del siglo XXI los movimientos buscan la horizontalidad en lugar de la verticalidad, la espontaneidad autogestionaria en lugar de la jerarquía. La cuestión de la representación, de la significación y de la mediación tecnológica vuelve a plantearse. Algunos se inscriben en la continuidad de los movimientos anteriores no logrados. Todas estas protestas no consiguieron cambiar las estructuras políticas de fondo o provocar una ruptura institucional. El balance de Bevins es que la situación de la mayoría de los países que hicieron esa experiencia fue peor que una derrota, pues las circunstancias empeoraron en relación al estado precedente.


¡Llenar el vacío político!

Bevins constata que no existe el vacío político. Si haces un agujero en el sistema político cualquier otro rellena ese vacío tomando el poder. Las protestas de masas lograron crear agujeros en las estructuras sociales y crearon un vacío político. En Egipto, fueron los militares los que lo llenaron, en Baréin, en Arabia Saudí, en Kiev antiguos oligarcas y nacionalistas. En Turquía, Erdogán se afianzó en el poder, en Hong Kong, el partido comunista chino. El poder no cayó en las manos de la izquierda, de la izquierda radical antiautoritaria, como el movimiento Movimente Passe Livre, que inició la protesta contra el aumento de los precios del transporte público. La derecha centrista de Brasil perforó un agujero suplementario y al iniciar la destitución de Roussef la extrema derecha logró llenarlo.

Durante este periodo, las explosiones en la calle crearon situaciones revolucionarias, a veces no intencionadas. Bevins considera que las protestas no reunían las suficientes herramientas para encarar una situación revolucionaria. Si queremos crear una sociedad mejor, debemos intentar llenar el vacío nosotros mismos. Según el autor, un grupo de individuos en la calle movidos por diferentes motivos, no está en condiciones de llenar el vacío. Cita a un militante egipcio: "¡Organizaos! Cread un movimiento organizado. No tengáis miedo a la representación. (…) Hemos creído que la representación significaba elitismo, pero no, es la esencia misma de la democracia".

Antes, la izquierda tradicional podía explicar sus objetivos, pues sus grupos representaban una acción colectiva que permitía una representación. Las protestas son acontecimientos comunicativos, dirigidos hacia las élites. Las protestas de masas, basadas exclusivamente en el número son, según Bevins, incomprensibles.

La intención del libro es la de reforzar a la izquierda, a fin de que gane la próxima vez. Durante el periodo 2010-2020 hemos aprendido que el fracaso es una posibilidad. Pero más que nunca existe el deseo de cambiar las estructuras capitalistas a nivel mundial. Para Bevins el factor subjetivo es crucial. Por esto propugna organizaciones eficaces y concede importancia a la representación.

El individualismo refuerza las estructuras del poder y ha hecho grandes avances después de 40 años de liberalismo como modelo dominante. Necesitamos organizaciones diversas que interactúen entre ellas. Hay que crear estas organizaciones antes de las explosiones en las calles para estar preparados, pues el adversario siempre lo está. O como lo formula Daniel Bensaïd: "Aunque nosotros ignoremos al poder, él no nos olvida nunca". La experiencia del siglo XX nos enseña que la preparación de las rebeliones puede llevarnos a realidades terribles después de la victoria, pero no debe impedirnos volver a comenzar y esta vez sí, ganar. Las organizaciones pueden utilizarse tanto para bien como para mal. Si rechazamos las herramientas nada podrá nacer, tomar responsabilidades y compartirlas. También hay que pensar en la retirada. Ganar todo de una vez no pasa más que en las películas. Existe un gran camino para perderse, un gran camino para esperar y un camino efectivo para organizarse. Tener un objetivo es tan importante como construir un movimiento que resista al tiempo y se mantenga democrático y responsable.

Bevins analiza con ejemplos concretos porqué las protestas globales no cuestionaron al capitalismo y cómo surgieron regímenes más reaccionarios que los anteriores, que supusieron una marcha atrás hacia el antiguo poder. El autor quiere creer que quizás se trata únicamente de una última reactivación del viejo poder y no de una derrota a largo plazo de la izquierda y de las luchas por la emancipación. Sus lecciones de luchas pasadas son: organizarse, asumir el fracaso y hacerlo mejor la próxima vez. Se trata de un libro contra la melancolía de izquierdas, que junto al placer de su lectura presenta un manual para las revoluciones futuras, sin garantías de éxito.