Trasversales
Ángel Barón

NEGACIONISMO


Revista Trasversales número 66, julio 2024 web





Vivimos en tiempos de negacionismo. La visión de que los avances científicos han sido lineales, de que siempre se ha ido progresando, eliminando las representaciones más erróneas, menos operativas, del mundo que nos rodea, es radicalmente falsa. Hay retrocesos, deformaciones, ocultaciones, negaciones intencionadas de lo obvio.

El estado de la ciencia en la Edad Media, en los "tiempos oscuros" del triunfo del cristianismo sobre el helenismo es un ejemplo. La prohibición de determinados aspectos de los avances en el conocimiento es un rasgo común a toda teleología totalitaria. Está presente en toda cosmovisión religiosa o política que determina lo que está bien o está mal.

Copérnico, sacerdote polaco, dejó escrita su teoría de que la tierra gira en torno al Sol en un escrito para ser publicado tras su fallecimiento. Prefirió morir en la cama a enfrentarse en vida al poder. Es conocida la posición de la Iglesia católica ante Galileo, su juicio por la inquisición que dictaminó que “La teoría copernicana es condenada como «una insensatez, un absurdo en filosofía y formalmente herética».” Dicha condena fue el resultado de años de oposición a los descubrimientos del científico, basados no en que fueran falsos, sino en el peligro que suponían para la vigencia de las sagradas escrituras, es decir para la inamovilidad del poder de la Iglesia. Se admitía como artificio matemático, no como representación de la realidad. Estaba minando los pilares del sistema.

La pelea contra la teoría de la evolución de Darwin comenzó en el drama de su relación matrimonial, en la que su mujer sufrió por la segura condena al infierno de su marido, que les impediría poder seguir juntos en toda la eternidad, y tras atravesar los siglos XIX y XX ha llegado a nuestros días, con la defensa de las posturas creacionistas en la educación por parte de las corrientes evangelistas y de la derecha republicana estadounidense. Todavía recuerdo la importancia que tuvo, al socaire del Concilio Vaticano II de modernización de la Iglesia católica, el teólogo jesuita Teilhard de Chardin, que casi un siglo después de Darwin publicó la justificación teológica de la coexistencia del teísmo con la teoría de la evolución. Había que admitir la derrota, tras 100 años.

El perdón por la condena inquisitorial de Galileo, que era muy religioso y tuvo dos hijas monjas, con las que mantuvo una copiosa correspondencia, ha tardado 400 años.

Otros ejemplos de la intromisión del poder en la cercenación del cuerpo del saber son la prohibición nazi al desarrollo de la quimíca orgánica del benceno, compuesto del carbono (C6) cuya representación exagonal recordaba demasiado a la estrella de David, y su preferencia por la química del carbono basada en el octógono, (C8) mucho más limitada pero más acorde con su simbología. El estalinismo, la dictadura comunista del siglo XX, clasificó la ciencia en burguesa o proletaria, y el psicoanálisis cayó en lado malo de la historia, como muchas otras ramas.

La mayoría de los avances científicos solo se han podido afianzar tras una larga batalla contra el poder establecido.

Y estamos en tiempos de creciente negacionismo. Se niega que exista crimen machista, porque todos los crímenes son malos sin distinción, se niega que los no heterosexuales tengan derecho a serlo, porque es antinatural, se niega que exista el cambio climático, no porque no haya aumentado la concentración de CO2 en la atmósfera, sino porque no está clara su relación con el clima, que sería "variable por definición", confundiendo meteorología y clima si hace falta.

En todos los casos, nos encontramos en que el fondo no está en la contraposición de argumentaciones, sino que la crítica negacionista usa el razonamiento de forma instrumental: las ideas se convierten en consignas, soflamas, o imágenes arrojadizas, en obviedades que se utilizan fuera de contexto, “las niñas tienen vulva, los niños tienen pene”, con intención de negar derechos existentes y de impedir avances en derechos. No es ignorancia, es defensa del poder y la injusticia pervirtiendo el uso del lenguaje, usando la comunicación para impedir el entendimiento, para forzar la sumisión.

No hay nada garantizado en la convivencia humana, es la voluntad colectiva la que soporta el entramado social, y la dirección de esta convivencia se puede manipular hacia uno u otro lado. No todas las ideas son respetables.

El negacionismo ha adquirido un gran peso político en este siglo XXI, mucho mayor que en los finales del siglo XX. Y está relacionado con el aumento de la evidencia de la crisis civilizatoria. Es su respuesta negativa.

Al igual que en el duelo individual hay un tentación de negación de lo existente, igual que los niños cierran los ojos o algunas aves esconden la cabeza bajo el ala, en periodos de crisis de un sistema existe la tentación de negar sus rasgos para evitarse el coste de la transformación, el desgarro de la ruptura. Normalmente el riesgo de catástrofe se incrementa.

En chino la palabra crisis se representa con el ideograma 危机 (Wei Ji). Esta palabra está formada por dos caracteres. El primero es Wei, que significa peligro y el segundo es Ji, que significa oportunidad.

La realidad que vivimos en este periodo histórico de antropoceno, capitaloceno o idioceno, es la de una degradación acelerada de las condiciones de coexistencia entre la especie humana y el planeta que nos soporta. La contradicción fundamental del cuerpo social ya no se da entre el modo de producción capitalista y las relaciones de producción entre humanos, sino entre el mantenimiento de las condiciones de vida de la especie humana y el sistema vivo que nos soporta, la madre tierra. Citando a mi amigo Miguel Ángel Rodríguez Lorite, en el partido de futbol entre capital y trabajadores se nos está hundiendo el terreno de juego. Hemos avanzado varios pasos en la degradación. Se estudian en términos comparativos los procesos de las 5 extinciones masivas de especies. Y se encuentran similitudes, si bien lo nuestro es mucho más acelerado.

Como no podría ser de otra manera, este incremento del negacionismo es más fino, más moderno, más preciso que en periodos reaccionarios anteriores. En la pelea contra Galileo tenían su importancia los argumentos, ya que la transmisión era escrita. Hoy día se transmiten imágenes, por lo que lo esencial es el trazo grueso de la descalificación, su exageración y simpleza, el color y el fondo desde el que se transmite. La solidez argumental es más secundaria.

Y el cuerpo científico se ha sentido atacado. La revista Scientific American, decana de la divulgación científica, acaba de publicar hace 2 meses un artículo con título ilustrativo:

We’ve Hit Peak Denial. Here’s Why We Can’t Turn Away From Reality. We are living through a terrible time in humanity. Here’s why we tend to stick our heads in the sand and why we need to pull them out, fast.

Hemos alcanzado el pico de negación. Por eso no podemos dejar de mirar de frente la realidad. Estamos viviendo un momento terrible en la humanidad. Por eso tendemos a esconder la cabeza en la arena y por eso necesitamos sacarla rápidamente.

Hace 20, 30, 40 años habría sido impensable un artículo como ese. EL consenso social entre los científicos no habría permitido semejante llamada de atención. No es solo el título; el artículo, si bien es un artículo de opinión, lo podría suscribir cualquiera, pues desgrana los mecanismos de ocultación de la realidad, mirar para otro lado, minimización de la importancia, aceptación de una “nueva” normalidad con tolerancia hacia aspectos que nos habrían resultado insostenibles, negación de los propios datos de base, persecución de los pepitos grillos que alertan de la gravedad de la situación... En suma, describe la forma en que las grandes cadenas de noticias nos permiten vivir ignorando lo que ocurre mientras nos llenan la cabeza de imágenes, sesgos, bulos y desinformaciones. Y el papel de los actores del sistema, las empresas y los estados esta plagado de ejemplos sobre cómo evitar que las cosas se sepan. La industria del tabaco ocultó activamente su poder cancerígeno, la del azúcar dinamita todo lo posible su papel en promoción de obesidad y diabetes, la del petróleo desarrolla toda una panoplia para frenar las imprescindibles medidas de restaurar el equilibrio ambiental, los estados ocultaron los efectos de las pruebas nucleares todo lo que pudieron.

Y el diagnóstico del artículo es meridiano:

Necesitamos exigir que nuestros líderes digan toda la verdad y rindan cuentas. Debemos defender a los silenciados y apoyar a quienes rompen el silencio. Necesitamos esforzarnos para que nos siga sorprendiendo el acto de permanecer en silencio y el de evitar la información incómoda, para poder corregir mejor el rumbo en tiempo real. Necesitamos impedir que nuestros estándares de normalidad bajen. Cuando nos recalibramos mental y emocionalmente a una nueva normalidad más degradada, también nos disociamos de nuestra propia humanidad. Para contrarrestar el ataque de la nueva normalidad a la normalidad, debemos redoblar nuestro deber de saber, hablar y recordar.”

El discurso es objetivamente un posicionamiento político en contra de las maquinarias de intoxicación que promueven, financian y promocionan a la extrema derecha, la construcción de la salida antihumana de nuestra crisis civilizatoria.

Una de las características nuevas de la creciente extrema derecha y de la derechización del discurso público es la erosión del consenso en que el conocimiento humano es un valor. Y no es porque intenten ser coherentes. Su única coherencia es la búsqueda de poder para actuar, para restringir derechos y aumentar la tasa de ganancia, al coste que sea. Todo lo demás es instrumental. Y el uso de los canales democráticos también lo es para ellos.

La gravedad de nuestra situación queda ilustrada por que hoy día defender la solidez de la evidencia científica no cabe en el sistema. El capitalismo de green new deal es incapaz de frenar el aumento del CO2 en la atmósfera y la destrucción de la biodiversidad. Y el negacionismo ni se lo plantea.

Cuando el sistema en el siglo XX no pudo soportar demandas tan simples como “paz, pan y tierra” se desencadenó la revolución rusa. Hoy día tenemos muchas más herramientas para rehacer nuestro sistema humano-mundo. Pero no aparece la expresión política del decrecentismo, de la necesidad de parar, de considerar los límites del sistema. No se la vio en las últimas elecciones al parlamento europeo. Es urgente construirla.