"Los
bolcheviques
son los herederos históricos de los Niveladores
ingleses y de los Jacobinos franceses. Pero la tarea
concreta que tenían que realizar en la revolución
rusa, después de la toma del poder era
incomparablemente más difícil que sus predecesores
históricos"
(1)
Lenin
dirigió
al partido bolchevique en las semanas previas a la
insurrección de octubre con mano firme, pese al caos
general del país y a la actitud dubitativa de una
gran parte de los dirigentes de su partido. Tenía la
convicción que había llegado el momento oportuno de
abrir las puertas a la historia. Las ideas escritas
por Marx y Engels podían ponerse en práctica por vez
primera; hasta él mismo las había desarrollado unos
meses antes de la insurrección de octubre en su
libro El Estado y la Revolución (2).
¿Podían los
bolcheviques asumir ese reto? Esa sigue siendo una
pregunta difícil de responder. Mientras tanto, vamos
a ponernos en la piel de unos revolucionarios que
rondaban los treinta o cuarenta y tantos años; bien
formados intelectualmente gracias a años de exilio
en el corazón cultural de Europa: Berna, París,
Viena, Londres, Berlín, etc. La intelligentsia del
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSR), así
como la de los populistas revolucionarios o
narodniki (3); formaron parte de una extraordinaria
generación de revolucionarios nacidos en la segunda
mitad del siglo XIX. Entre ellos, Lenin, Martov,
Trotsky, Axelrod, Parvus... El marxismo se había
expandido en toda Europa y Estados Unidos pero de
manera particular en Alemania, Rusia o Austria. El
rápido desarrollo industrial había ido creando un
nuevo proletariado y una cultura socialista (4).
La estrategia
revolucionaria de Lenin y sus compañeros era acabar
con la autocracia zarista sin pasar necesariamente
(como defendían los mencheviques, los marxistas
legales y economicistas) por etapa burguesa, es
decir, sin esperar a que la burguesía liberal se
pusiera a la cabeza de la revolución (5). La
excepcionalidad rusa consistía en que esa burguesía
liberal era extremadamente débil y subordinada al
régimen, por lo que dejaba en manos del proletariado
y del campesinado pobre todas las tareas
(democráticas y socialistas) de la revolución. Ese
pensamiento también era compartido por otros
marxistas no bolcheviques como Trotsky, Rosa
Luxemburgo o Parvus (6). No había que esperar a la
burguesía liberal, decía Lenin, había que preparar
la revolución en Rusia, lo que éste resumía en una
fórmula de carácter algebráico: la dictadura
democrática del proletariado y del campesinado. Las
condiciones estaban maduras y no dependían del mayor
o menor desarrollo de las fuerzas productivas, sino
de la crisis política y la disposición
revolucionaria de las clases oprimidas.
Abrir las puertas
del socialismo a la humanidad, en eso consistía la
tarea histórica que se habían propuesto Lenin y los
bolcheviques. Una tarea que apareció abruptamente
con el estallido de la I guerra mundial. Tal como se
había imaginado el viejo Engels en sus últimos años
de vida, una guerra interimperialista traería a los
países en conflicto unos niveles de destrucción
nunca vistos.
II
En 1914 la vieja
Europa de los imperios entró en guerra. Ello
significó un punto de inflexión del capitalismo.
Solo el imperio británico quedó en pie, mientras que
el imperio austrohúngaro y zarista se vinieron
abajo. En Europa se abrió una situación
revolucionaria y ahí es donde los bolcheviques
encontraron un sitio en la historia. En febrero de
1917 con la caída de la dinastía Romanov se abre en
Rusia un proceso revolucionario que culminará en
octubre con la llegada al poder del gobierno
revolucionario de Lenin y Trotsky.
Lenin pensaba, como
la mayoría de los marxistas de aquella época, que
las bases teóricas y científicas para avanzar del
capitalismo al socialismo estaban ya dadas en los
escritos de Marx y Engels; al menos, en el
mencionado libro El Estado y la Revolución
asumió plenamente ese legado. Sin embargo, la
realidad fue otra. Marx y Engels no habían
desarrollado más que vagamente lo que entendían por
el socialismo y el paso por una etapa intermedia,
que era la dictadura del proletariado (7). De esa
manera, los bolcheviques tuvieron que construir un
nuevo Estado en medio de un torbellino de crisis,
caos y guerra civil.
Los primeros
comunistas asumían el modelo de la revolución
francesa de 1789 como modelo universal y trasladable
a la revolución proletaria. Marx concretamente
consideraba que Francia era el principal laboratorio
de la lucha de clases. Marx y Engels habían
subestimado las revoluciones de 1848 por su carácter
no proletario pero tenían en alta consideración la
breve experiencia de la Comuna de París de 1871, a
la que Marx había definido como un ensayo de
dictadura del proletariado (8). Lenin era bastante
fiel a ese legado aunque sin renunciar a su propia
originalidad, tratándose -como era en su caso- de
una mente brillante y creativa con alta capacidad
táctica y analítica. Se consideraba a sí mismo un "jacobino
revolucionario" (9) y sentía profunda admiración por
Chernyshevsky, Babeuf o Blanqui. (10).
A finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX, el marxismo veía casi
como inevitable un futuro socialista no muy lejano.
El crecimiento del proletariado, de sus sindicatos,
escuelas, prensa y partidos políticos parecía
imparable. Había cierto determinismo dentro de un
ambiente intelectual y científico caracterizado por
el positivismo científico y el auge de las teorías
de Darwin en el terreno de las ciencias naturales.
Marx y Engels sentían profunda admiración hacia
éste, pero de los escritos de Karl Marx (es
diferente en el caso de Engels en donde existen
contradicciones) no se deduce una teoría social
evolucionista. Fue el marxismo de Kautsky, Plejanov,
Bebel o Bernstein el que dió pie al gradualismo
teórico y adocenamiento político. La misma
interpretación del materialismo histórico hecha por
Bujarin unos años más tarde, refleja la impronta del
mecanicismo en varias generaciones. Los marxistas de
la segunda internacional esperaban que el desarrollo
de las fuerzas productivas y el peso del movimiento
socialista hiciera que el socialismo madurase
gradualmente en el seno de las sociedades
capitalistas (11).
La creencia más
extendida entre ese marxismo positivista y
evolucionista era que la revolución socialista
seguiría el mismo esquema que las revoluciones
burguesas. Que la transición al socialismo sería
similar a los procesos por los que las burguesías
revolucionarias habían accedido al poder político
desde las mismas bases materiales de la vieja
sociedad. Pero no fue así, había diferencias muy
importantes. La simplicidad con la que una gran
parte del marxismo -tras la muerte de Marx- querían
explicar los procesos de transición de las
sociedades precapitalistas o las características de
esas sociedades no se correspondía con toda la
complejidad y particularidad de cada país. Incluso
algunos trabajos de Marx anteriores a las primeras
ediciones del volumen I de El Capital (1867) podrían
haber dado pie a reducir el análisis concreto a
fórmulas genéricas como es la contradicción entre el
desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones sociales de producción (12).
La revolución
francesa de 1789-1793 fue una revolución política y
social. La burguesía revolucionaria, que estaba
fuera del poder político, necesitaba para
desarrollarse derribar a la Monarquía absolutista y
a las viejas clases aristocráticas. Por todos los
poros de la sociedad francesa o inglesa el
capitalismo estaba en marcha. Se estaba apoderando e
imprimiendo unas nuevas relaciones de clase basadas
en el trabajo asalariado tanto en las ciudades como
en el campo; el comercio interior como el de
ultramar se había adueñado del mercado; el
desarrollo bancario, los créditos y la emisión de
deuda fueron lubricantes de una nueva sociedad
capitalista que pedía con urgencia liberarse de
todas las ataduras feudales. Era el capitalismo
incipiente. La revolución de 1789 dió la estocada a
la Monarquía de Luis XVI. Ese triunfo se plasmó en
una nueva carta de derechos. El más importante para
los jacobinos era sin duda el derecho a la propiedad
privada y la garantía jurídica por parte del nuevo
régimen de que ni la vieja nobleza ni las clases
plebeyas atentarían contra él (13). Las revoluciones
burguesas de los siglos XVII y XVIII allanaron el
camino del desarrollo capitalista y posibilitaron el
proceso de acumulación mundial sobre el que
despegará la revolución industrial.
III
Pero a diferencia
del capitalismo, el socialismo no emergió como las
setas en el interior de las sociedades capitalistas.
Al contrario, siguió siendo el capitalismo el que,
una y otra vez, se reproducía en sociedades
prerrevolucionarias o posrevolucionarias. La
perspicacia intelectual de Marx supo descifrar ese
enigma. Bajo el modo de producción capitalista, a
diferencia de los anteriores, las relaciones humanas
aparecen cosificadas e invertidas en forma de
relaciones económicas que Marx definió como el
fetichismo de la mercancía (14). La explotación y la
obtención de la ganancia bajo el capitalismo aparece
como una relación libre y voluntaria, una relación
contractual entre empresario y obrero, y no una
relación de poder y dominación por parte del
capitalista. Esa relación que bajo el feudalismo
aparecía como imposición a la fuerza del señor dueño
de la tierra hacia los siervos, en el caso del
capitalismo aparece camuflada. El capitalismo
histórico ha sido un modo de producción
revolucionario (no en el sentido de la igualdad sino
de los avances tecnológicos o científicos). Nunca
antes la humanidad ha vivido un vértigo similar que
nos coloca a las puertas de un salto hacia adelante
o a nuestra propia extinción.
El hecho de que las
relaciones capitalistas aparecieran antes que los
Estados burgueses tuvo en Rusia una originalidad aún
mayor. A finales del siglo XIX en pleno desarrollo
industrial y abolida la servidumbre en 1861, todavía
el gran imperio zarista era un Estado feudal basado
en una relación de poder de la familia de los
Romanov y de las viejas clases nobles (15).
La equivocación de
comparar la transición del feudalismo al capitalismo
con una hipotética transición del capitalismo al
socialismo condujo a errores y una falta de
previsión teórica. Por ejemplo, se subestimó la
capacidad de resistencia de las clases burguesas y
el peso de sus tradiciones. Los Estados burgueses, a
diferencia de los feudales, han demostrado a lo
largo de la historia una capacidad de resistencia y
adaptación que no se dió en las monarquías
absolutistas. La prueba más clara fue la derrota de
los espartaquistas alemanes en enero de 1919 que
costó la vida de Rosa Luxemburg y Karl Liebneck. En
ese caso no sólo fueron errores de improvisación o
preparación sino también el de subestimar la
capacidad de la joven República de Weimar.
La revolución
socialista no podía ser una simple revolución
política, ni un cambio de sujetos dentro de un
Estado. Tenía que ser un proceso de transformación
profunda que afecta a todos los órdenes de la vida
humana y del metabolismo social. A diferencia del
capitalismo, el socialismo es una construcción
consciente que precisa uno o unos sujetos
revolucionarios y no solo la indiferencia, sino el
apoyo decidido de otros sectores sociales. Si éstos
no empujan en la misma dirección, ya sea el
campesinado, la pequeña burguesía o las clases
medias pauperizadas, el éxito no estará garantizado.
No hay ninguna posibilidad de construir una sociedad
más justa, igualitaria y libre, si el proyecto
socialista no es mayoritario entre la sociedad; si
el camino político hacia esta sociedad no forma
parte de los lugares y objetivos donde se quiere
llegar. Las dictaduras políticas que, en nombre del
socialismo, han sucedido a lo largo del siglo XX son
una aberración histórica e incluso una formación
social más atrasada que el capitalismo de los países
avanzados.
IV
La revolución de
octubre triunfó en las ciudades más importantes como
San Petersburgo y Moscú pero no llegó a todos los
rincones de Rusia. Fue esencialmente una revolución
urbana y proletaria que no consiguió arrastrar a la
mayoría del campesinado que vivía en las aldeas
remotas del continente ruso. Ese fue un hándicap
fundamental a lo largo de todo el proceso. La
Asamblea Constituyente, por ejemplo, había dado la
mayoría a los socialistas revolucionarios. La
tradición cultural y la religión (la Iglesia
ortodoxa) eran un pesado lastre del que se tenían
que librar los socialistas rusos.
El nacimiento del
primer gobierno revolucionario encabezado por Lenin
y Trotsky era la representación de una dictadura del
proletariado mayoritaria en los soviets pero
minoritaria tanto en el conjunto de la sociedad como
en todo el movimiento obrero. La insurrección
contaba con un respaldo social en Moscú y San
Petersburgo pero no en todo el país. Había sectores
de la clase obrera en estas ciudades -como el
sindicato de ferroviarios- con el que chocaron los
bolcheviques en sucesivas ocasiones. La misma
consigna de los bolcheviques ¡Todo el poder a los
soviets!, que jugó un papel central en la llegada al
poder de los bolcheviques con los socialistas
revolucionarios de izquierda, era históricamente
limitada. Lenin y Trotsky veían posible superar esas
dificultades en el momento que los soviets de
obreros y soldados -dirigidos por ellos- llegaran al
poder. El mismo Lenin había cambiado el programa
bolchevique sobre la tierra para llegar a un acuerdo
con los socialistas revolucionarios de izquierda.
Ese cambio (de la nacionalización de la tierra al
reparto a las clases campesinas pobres) fue
duramente criticado por la izquierda bolchevique y
por socialistas como Rosa Luxemburg.
En el terreno
político, las medidas tomadas por Lenin durante los
dos años del comunismo de guerra fueron en
detrimento de la democracia socialista. El carácter
limitado del proceso social de octubre llevó a que
la revolución tuviera muchos enemigos, tanto en el
campo de la reacción como entre los partidos
soviéticos. Los bolcheviques no querían acabar como
los jacobinos franceses y por eso intentaron blindar
la revolución con medidas fortaleciendo la
dictadura. El régimen, que en un primer momento
quería representar a la mayoría de los soviets, se
fue desgastando por la guerra y el hambre. La
dictadura del proletariado basada en la organización
de los soviets se fue reduciendo a una dictadura
bolchevique. La eliminación del sufragio universal,
de la independencia de los sindicatos, la
ilegalización de los partidos, el poder represivo de
la Cheka… Todo ello contribuyó a la degeneración
burocrática posterior.
Por lo tanto, tenía
razón Rosa Luxemburg frente a Lenin cuando criticó a
los bolcheviques por la disolución de la Asamblea
Constituyente. Tenían razón la Oposición Obrera
cuando defendió la independencia de los sindicatos
respecto al Estado. Tenían razón los anarquistas y
marxistas libertarios cuando criticaron al gobierno
bolchevique que aplastó la insurrección de Kronstadt
(16).
El Partido y el
Estado fueron las palancas que tenían que conducir
al socialismo pero eso era una contradicción con la
teoría de Marx e incluso con muchos pasajes de El
Estado y la Revolución de Lenin ¿Cómo se
puede llegar a la extinción del Estado si la
dictadura del proletariado era un fortalecimiento
del mismo? A veces hemos tratado de justificar esta
contradicción diciendo que era una situación
excepcional y anómala, pero no lo fue para Lenin y
Trotsky. El X congreso del partido comunista se
celebró una vez acabada la guerra civil y, sin
embargo, en ese congreso se aprobaron todas las
medidas de excepcionalidad contra las libertades y
la democracia como la eliminación de todas las
tendencias dentro del partido.
En el terreno
económico los pasos dados por el gobierno fueron
improvisados por la situación. No por la carencia de
grandes economistas dentro del partido (17), sino
por el devenir de los acontecimientos. Se pasó de un
comunismo de guerra a la NEP (18) que era todo lo
contrario. El balance del comunismo de guerra fue
catastrófico, no así el de la NEP que mejoró
ostensiblemente el abastecimiento, el comercio, la
productividad y la situación social tanto en las
ciudades como en el campo. Con la NEP se restableció
la circulación del rublo y se redujo la inflación.
El éxito de la NEP demostró la inteligencia de Lenin
en los momentos más críticos (el momento de la
insurrección o la paz de Brest fueron también
situaciones críticas), pero también darían la razón
a Trotsky cuando criticó, años más tarde, a Stalin
por pretender construir el socialismo a base de
decretos y prescindiendo de la situación de
inferioridad de la URSS respecto a las grandes
potencias capitalistas (19).
V
En Rusia, tras la
revolución bolchevique, se fue desarrollando una
nueva formación social. El telón de la revolución
cayó aproximadamente en 1921 en el X congreso del
partido aunque la lucha de clases se mantuvo hasta
el triunfo total de la contrarrevolución estalinista
aproximadamente a finales de los años treinta con el
colofón de los Procesos de Moscú (20). Durante el
año 1921 el gobierno revolucionario debió
enfrentarse a la insurrección de Kronstadt. Una
sublevación a cargo de la histórica flota de los
marineros junto a miles de obreros anarquistas,
mencheviques, eseristas e incluso también disidentes
bolcheviques (21). Hubo huelgas y manifestaciones en
muchas ciudades exigiendo suministros y democracia
soviética. Esos conflictos se manifestaron dentro
del X congreso del partido donde todas las
tendencias fueron prohibidas.
Años más tarde las
políticas de planificación quinquenal e
industrialización a marchas forzadas también
generaron conflictos. Sin embargo, el mayor drama de
todos se vivió en el campo en los años treinta
cuando se impusieron las colectivizaciones forzosas.
Se desató una auténtica guerra civil del aparato del
partido comunista contra el campesinado. La
burocracia intentó hacer pasar esa guerra social
como una campaña revolucionaria contra los kulaks.
Murieron de hambre millones de personas en lo que se
conoce como el Holodomor (22).
La nueva formación
social no era capitalista ni socialista. Durante los
primeros años no hubo prácticamente un Estado en el
sentido estricto del término. Había instituciones
como el gobierno, los soviets, la cheka, los
ministerios, el ejército, etc., pero todo giraba
alrededor del partido bolchevique y éste, alrededor
de su comité central. El país estaba dividido en
zonas que controlaban los ejércitos rojos o blancos
o las guerrillas de Majnó. El mercado negro había
sustitudo al comercio y el trueque había sustituido
al rublo en amplias zonas del país. La revolución se
mantuvo en pie exclusivamente por la fuerza que
llevó a cabo una vanguardia política agrupada en
torno al partido bolchevique y éste en torno a
Lenin.
Como decíamos
anteriormente el X Congreso supuso un primer paso en
la implementación de un nuevo Estado. Lenin no
representó en ese congreso la fracción más dura,
fueron Trotsky y Bujarin, pero finalmente agrupó a
la mayoría de los delegados para sacar adelante
medidas coactivas dentro del partido y fuera del
partido. También se preparó el camino para la NEP.
Años más tarde,
muerto Lenin, la fracción más conservadora y
reaccionaria, encabezada por Stalin, posibilitó que
en la URSS triunfase una contrarrevolución. El
resultado fue el nacimiento de un Estado burocrático
y no de un Estado Obrero burocrático como defendió
Trotsky hasta el final de sus días (23). La clase
obrera no era la clase dominante ni en lo político
ni en lo económico, sino las distintas fracciones de
la burocracia del partido que no formaban parte de
la clase obrera. Eran una casta extraña a la misma.
La URSS no era una
formación capitalista ni socialista. La Ley
del Valor que impera en las sociedades
capitalistas no podía funcionar porque la
planificación y la gestión burocrática habían
sustituido el objetivo capitalista, que no es otro
que la maximización de los beneficios de las
empresas y la acumulación. La planificación y la
gestión arbitraria (muchas veces demencial) de la
burocracia (24) tampoco tenía como objetivo las
mejoras de las condiciones de vida de la población.
Todo lo contrario, lo único que buscaba era
conservar su estatus dentro de las estructuras del
poder estatal.
Como hemos podido
comprobar a lo largo del siglo XX, la burocracia de
la URSS fue un régimen totalitario que reprodujo las
relaciones de explotación y opresión; que contribuyó
al desastre ecológico, a la desigualdad de género y
a la homofobia. Por lo tanto no tuvo el menor
carácter progresivo.
La paradoja
histórica fue que del resultado de la revolución
contra el Estado absolutista de los Romanov nació un
nuevo Estado absolutista aunque con otras bases
sociales. Mientras el absolutismo de la Monarquía
era un residuo feudal que se mantuvo gracias al
apoyo de la nobleza, en el caso de la nueva
república soviética era un absolutismo encarnado por
el monopolio del poder y la aparición de la figura
bonapartista de Stalin.
La base social del
nuevo Estado estaba formada por millones de
funcionarios y burócratas al servicio del partido
comunista. Ambos estados desempeñaron papeles
parecidos. Podríamos describirlo como un absolutismo
invertido. Ambos desarrollaron la industrialización
del país por arriba. En el primer caso, para
beneficio de los grandes grupos capitalistas,
mientras que en el segundo fue la burocracia la que
se benefició a través de su gestión estatal y no de
la extracción de plusvalía. Entre uno y otro
mediaron tres revoluciones y dos guerras, una de
ellas mundial y otra civil. Por lo tanto no hay
continuidad sino paradoja. El resultado de la
estabilización de la burocracia en el poder
configuró un nuevo "imperio" militar que se derrumbó
en 1990.
Si Lenin hubiera
asistido a esta involución no nos cabe la menor duda
que hubiera estado en contra. Ni los errores de
Lenin ni la gestión que llevó a cargo en sus cuatro
accidentados años en el poder son comparables a la
regresión histórica que abrió Stalin.
Lenin falleció el
21 de enero de 1924 tras una larga enfermedad que le
mantuvo fuera del poder durante dos años. En este
tiempo pudo escribir y dictar a sus secretarias unas
cartas que se conocen como su testamento político
(25). En una de ellas, dirigida al partido,
expresaba su malestar con la brutalidad y los
métodos de Stalin y recomendaba que se le apartara
del cargo de secretario general; mostraba su
preocupación por el riesgo de ruptura dada las
fuertes personalidades de Trotsky y Stalin; también
hacía propuestas de control democrático dentro de
los aparatos del Estado. Lenin no hubiera podido
soportar el nacionalismo gran ruso que se instaló en
la URSS desde los años treinta, ni mucho menos la
guerra social contra los campesinos. Ello no exime
de los graves errores y decisiones profundamente
equivocadas que se tomaron a partir de 1917. Fueron
tiempos de revolución y guerras que terminaron con
la mejor generación de socialistas que jamás haya
existido: Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y tantos
otros que acabaron exiliados, fusilados o en los
campos de concentración siberianos.
NOTAS
1.- Rosa
Luxemburgo. La revolución rusa un análisis
crítico, página 33. Editorial Castellote.
2.- Lenin. El
Estado y la Revolución. Editorial Ayuso.
3.- Los narodniki
eran los populistas rusos que más tarde se llamarían
socialistas revolucionarios. Eran el partido de los
campesinos tanto pobres como ricos (kulaks). Había
varias tendencias, desde los más liberales cercanos
a los terratenientes hasta los más izquierdistas que
formaban grupos de acción mediante atentados En el
transcurso de la crisis revolucionaria se dividieron
en dos grandes fracciones: la izquierda eserista o
socialista revolucionaria y la derecha. Con la
izquierda, los bolcheviques llegaron a acuerdos e
incluso compartieron el primer gobierno
revolucionario, cediendo al programa agrario de
repartir la tierra a los campesinos.
4.- "La difusión y la
vulgarización del marxismo", Franco
Andreucci. En Historia del marxismo, Volumen 3.
Editorial Bruguera, coordinada por Eric J. Hobsbawm.
Esta historia del marxismo es, sin duda, una de las
mejores que se hayan publicado en castellano.
5. Recoge los
debates entre los marxistas y entre éstos y los
populistas anteriores a la revolución de 1917. Los
artículos están agrupados en torno al título El
marxismo en tiempos de la II Internacional.
6.- L. Trotsky. La
revolución de 1905. Resultados y perspectivas.
Editorial Ruedo Ibérico.
7.- Historia
del marxismo. Volumen 2. Eric J. Hobsbawm.
"Los aspectos políticos de la transición del
capitalismo al socialismo". Páginas 139 a 190.
8.- Marx, Engels,
Lenin. La Comuna de París. Editorial Akal.
9.- E. H. Car,r en
su Historia de la revolución bolchevique
1917-1923 Tomo I, Alianza Editorial, recoge
la siguiente frase de Lenin: "El jacobino
indisolublemente ligado a la organización del
proletariado, consciente de sus intereses de clase,
es precisamente el socialdemócrata revolucionario".
10.- Chernyshevsky
fue uno de los fundadores del populismo en Rusia.
11.- Historia
del marxismo. Volumen 5. Vittorio Strada. "El
marxismo legal en Rusia". Páginas 55 a 75.
12.- K.Marx.
Prólogo a la Contribución a la crítica de la
economía política. Editorial siglo XXI.
13.- Daniel Guerin.
"La lucha de clases en el apogeo de la revolución
francesa, 1793-1795". Un trabajo sobre la revolución
francesa sin duda diferente al resto de los autores
marxistas o no marxistas.
14.- K.Marx. El
Capital. Volumen I. Capítulo I. La Mercancía.
Editorial siglo XXI.
15.- Perry
Anderson. El Estado absolutista. Capítulo
"Rusia". Páginas 335 a 369. Editorial siglo XXI.
Anderson defiende las mismas tésis que Lenin, Parvus
y Trotsky aunque desde puntos de partida diferentes.
16.- Victor Serge.
"La degeneración de la URSS y la guerra civil
española". Los escritos y los hechos. Un total de
cinco artículos sobre la masacre de Kronstadt.
Páginas 79 a 92. Editorial Base. Desde otro ángulo
más crítico está el libro de Volin titulado "La
revolución traicionada 1917-1921", capítulo sobre
Kronstadt. Páginas 425 a 519. Editorial Descontrol.
En una línea política y personal los relatos sobre
Rusia de E. Goldman están publicados en su libro "Mi
desilusión en Rusia", Editorial Viejo Topo.
17.- Además de los
dos teóricos más conocidos del partido bolchevique
(Bujarin y Preobrazhenski) había numerosos
economistas de prestigio internacional y no todos en
la órbita del marxismo. Alec Nove dice: "Por
ejemplo, Brazarov, el ya mencionado Jurovski,
Maslov, Groman, Berstein-Kogan, Kondratiev,
Feldman, Chajanov…" (Volumen 8, Historia
del marxismo, p. 251). Muchos de ellos, como
el marxista Isaac Rubin ( "Ensayos sobre la Teoría
del Valor de Marx"), asesinados posteriormente por
Stalin.
18.- Alec Nove. La
historia económica de la Unión Soviética. La NEP, pp 56-145.
Alianza Editorial.
19.- Trotsky. La
revolución traicionada. Ediciones Crux. A
pesar de que no estoy de acuerdo con Trotsky sobre
la naturaleza de la URSS, considero este libro como
el mejor trabajo que se ha escrito, desde el punto
de vista del marxismo, sobre la URSS.
20.- Pierre Broué.
Los procesos de Moscú. Anagrama.
21.- Los hechos de
Kronstadt están recogidos en la bibliografía que
hemos dado en la nota 16.
22.- Anne
Applebaum, La hambruna roja. La guerra de Stalin
contra Ucrania. Editorial Debate. Applebaum es
una historiadora conservadora pero el material
informativo es interesante.
J. Arch Getty y
Oleg V. Naumov. La lógica del terror. Stalin y la
autodestrucción de los bolcheviques. Editorial
Crítica. Un libro basado en la represión
estalinista, con la ventaja de contar con los
archivos que se abrieron tras la caída de la URSS.
23.- Trotsky. La
revolución traicionada. Idem.
24.- Rolando
Astarita. El Blog del economista marxista argentino
tiene numerosas entradas sobre la naturaleza de la
URSS. Uno de los trabajos más rigurosos. Desde otro
punto de vista, la obra de Charles Bettelheim es de
las más completas aunque éste mantiene que la
burocracia es una clase social.
25.- Marxists
Internet Archive. Carta al congreso.