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Trasversales
Lois Valsa

Invierno Cultural Madrileño 2023




Revista Trasversales número 62, abril 2022 web

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Lois Valsa

Invierno Cultural Madrileño 2023

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la época de las creencias y de la incredulidad, la era de la luz y de las tinieblas, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación (Historia de dos ciudades, Charles Dickens)

Sin conocer nuestra propia historia no podemos imaginar un futuro, porque carecemos del valioso recurso que significa saber de dónde venimos, conocer el coraje y las derrotas de quienes nos precedieron (Resistirse a la amnesia, Adrienne Rich)

Lo viejo está muriendo y lo nuevo no ha nacido todavía. Y en ese intervalo “aparecen los monstruos” (Antonio Gramsci)


Introduccion: acoso y derribo en el Museo Reina Sofía

Uno de los hechos a destacar en este pasado invierno cultural madrileño ha sido el descarado acoso ideológico-político y cultural (no hay que olvidar que estamos en la “guerra cultural”) al ya ex director del MNCARS, Manuel Borja-Villel (Burriana, Castellón, 1957), llevado a cabo por los medios (ultra)conservadores. Estos medios desataron en el momento preciso en el que se postulaba el aún director a una nueva reelección, una violenta campaña de desprestigio tal que frenó, al menos, que Borja-Villel se presentase de nuevo al concurso público destinado a elegir al nuevo director del Museo Reina Sofía. Esa ofensiva estuvo liderada por el diario ABC (llegó a dedicarle al tema hasta cuatro portadas y una editorial en una semana), que le lanzó acusaciones de todo tipo, quizá con la única excepción de una entrevista, más objetiva, de Natividad Pulido en la que le preguntaba a distintos y conocidos personajes del mundo artístico-cultural sobre la dirección de Borja-Villel. El resto eran claramente denuestos ideológico-políticos contra un director que, por encima de todo, había demostrado ya su independencia de criterio (recuérdese la no atención a la petición del ministro Jorge Fernández Díaz del partido Popular sobre una exposición retrospectiva de Xavier Valls, el pintor catalán padre del político Manuel Valls). Pero en todo momento había mostrado su independencia firme frente al Estado Cultural que ya venía de mediados de los ochenta del Felipismo. Sólo hay que recordar las diatribas de Rafael Sánchez Ferlosio contra el “Estado Cultural Instituido”. Borja-Villel ya venía curtido, además de formado en Estados Unidos, del MACBA de Barcelona, y antes había dirigido allí también la Fundación Tapies.

Borja-Villel llevaba 15 años (2008-2023) al frente del MNCARS y había, pues, agotado las dos renovaciones de su mandato a las que tenía derecho. Pero también tenía derecho a postularse otra vez, y eso es lo que hizo saltar las alarmas de los más reaccionarios acusándole de afán de poder e infracción de la normativa vigente. Entonces no tuvieron empacho en recurrir a las más insidiosas acusaciones, pretendidamente éticas, pero que escondían unas claras motivaciones políticas. Porque Borja-Villel quería completar su proyecto transformador, con una polémica capacidad critica frente a los que defendían la institución tradicional y la autonomía del arte, del museo “escaparate” de objetos en un verdadero laboratorio político-cultural. El director, en sus comienzos, había tomado prestados algunos proyectos del equipo anterior, propuestas de Juan José Lahuerta, y los había desarrollado según su criterio. Pero ya su propuesta Principio Potosí había provocado críticas muy ácidas y reacciones airadas parecidas a las que se han desatado no hace mucho, aunque su alcance artístico fuese muy bien recibido en los circuitos europeos y fuese objeto de discusión en Berlín o Londres. Aquí, una vez más, lo que podía haber sido objeto de un debate de fondo sobre el museo y el arte fue cerrazón y rechazo. Entonces, Borja-Villel se ciñó más bien a la “crítica institucional”. Y lo que nadie puede negar desde entonces son los logros del ex director a la hora de reordenar y completar, con un potente discurso, una colección modélica (la del MACBA aún está por descubrir). También ha sido capaz de atraer, a pesar de las dificultades que presentan sus propuestas según sus críticos, a un amplio y diverso público.

Además, Manuel Borja-Villel le ha dado al Museo Centro de Arte Reina Sofía un gran renombre internacional, incluida la capital importancia de Latinoamérica, creando importantes redes internacionales y logrando al tiempo muchas donaciones. Al tiempo que cuestionaba, a través de sus exposiciones, el discurso eurocéntrico dominante ha ido tejiendo un relato muy crítico con el neoliberalismo. Un discurso que defiende el Museo como “artefacto” de reflexión crítica de nuestro tiempo, y que, contradictoriamente, ha sido tachado por sus críticos de bolivariano y de cómplice de la oligarquía de Patricia Cisneros. Entonces, en medio de este linchamiento mediático, de esta “batalla cultural”, lo que sí se ha perdido ha sido la gran oportunidad para un debate a fondo sobre el lugar del arte y el papel de los museos en nuestra sociedad. Precisamente, el debate que Borja-Villel había abierto y comenzado. Sin embargo, lo que ahora sí habrá que temer es que su sucesor al frente del Museo destruya su legado. Porque de lo que de verdad se trataba en esta pelea era de quitar de en medio a este director para que ocupase el puesto un director más afín a esos medios reaccionarios. Pero fue una campaña tan virulenta contra Villel que, incluso, la Adace (Asociación de directoras y directores de arte contemporáneo de España) había emitido un comunicado en el que pedía respeto por el trabajo del actual equipo del MNCARS, recordando los méritos del director. Porque, con él al frente, el Museo se había situado “entre las instituciones de referencia” del arte moderno y contemporáneo internacional, y durante su mandato se habían producido trascendentales mejoras estructurales y patrimoniales. Al final, Manuel Borja-Villel aclaró que no se presentaría a la reelección y parece que se calmaron los ataques. Pero la respuesta desde el Museo a esta ofensiva fue una recogida de firmas de apoyo Villel y a su equipo que tuvo mucho seguimiento.

Parece que el diario ABC no quiere perderle la pista, “solo tres meses después de renunciar a la reelección como director del Reina Sofía”, a Borja-Villel: “La Generalitat repesca con un cargo a medida a Borja-Villel” (David Morán, Barcelona, 31/03/2023). La noticia, según el diario, la había avanzado el diario La Vanguardia pero la Generalitat había evitado confirmarla. Y este corresponsal del diario madrileño en Barcelona se extraña de que la Generalitat lo “repesque” como asesor especial para dirigir un programa de nueva creación relacionado con el proyecto de ampliación del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Más bien yo creo que debería parecerle muy normal que un profesional de tanto prestigio como él sea recuperado rápidamente por Barcelona, ciudad en la ha trabajado mucho y muy bien. En esa decisión parece que ha jugado un papel determinante el Ayuntamiento de Barcelona, y en especial, el número dos de Ada Colau. “Jordi Martí ha hecho todo lo posible para que viniese”, confirman desde el consistorio. ¡Más claro agua! ¡Lean ustedes entre líneas! También se pone en el pequeño texto el sueldo de 99.000 euros que va a cobrar. En estos pequeños detalles es donde puede apreciarse la cicatería y la mediocridad que, a veces, preside la vida cultural en España. Por el contrario, pocos días después, en un reportaje sobre el mundo del arte de EL PAÍS. NEGOCIOS, se reconoce el prestigio de Borja-Villel: “Dentro o fuera del Museo Reina Sofía, si existe un profesional que represente el prestigio del arte español es Manuel Borja-Villel” (Miguel A. García Vega, “Las manos que controlan el mundo del arte”, 02/04/2023).

En este mismo texto, al tiempo que a los principales galeristas, directores de museo, artistas y coleccionistas españoles que repasan la situación de una industria espoleada por el dinero latinoamericano, se le da voz a puntos de vista del candidato de la Generalitat para la gestión del MNAC. Le pregunta: ¿“Esperaba tanta animadversión tras su salida del Reina Sofía?”. Villel responde:”Algunos amigos de otros ya me avisaron. Lo que ignoraba era que me dedicarían siete portadas. O era algo desproporcionado o quería decir que se ha hecho un trabajo importante. Hay ciertos sectores que desean cambiar y transformar el museo”. A continuación cita una frase del canal estadounidense ultraconservador Fox News: “'A los espectadores no hay que hacerles pensar, sino sentir'. Se trata de la visión que propone la extrema derecha, pero el arte o la literatura defiende que la emoción sea reflexiva y crítica. Es lo que quieren robar; el gran enemigo al que debemos combatir”. Lo que desde luego nadie puede negarle a Villel es que, con su gran equipo, ha construido en el Museo Centro de Arte Reina Sofía, en estos quince años y con gran esfuerzo, un relato muy importante. Concluye: "Quién llegue está en su derecho de cambiar. Pero espero que no tenga un complejo adamita. He tenido discrepancias con los directores anteriores, pero siempre he construido desde lo que se ha hecho”. También desde el punto de vista latinamericano, con un trabajo en red y descolonizador del pensamiento ya que Europa no es universal, del que trataba el reportaje. Ejemplo de ello, además de muchas exposiciones anteriores sobre Latinoamérica, es la actual “Un acto de ver que se despliega”, una exposición de los mecenas del museo al que han donado una obra, Susana y Ricardo Steinbruch, nacidos en Brasil y con nacionalidad española. Se puede ver hasta el 2 de octubre de 2023.

¡Por cierto, la importante exposición que se va a cerrar ya, el 17 de abril, es la de la reconocida artista guatemalteca Margarita Azurdia!



Libros

- Amélie Nothomb, Primera sangre, Trad. Sergi Pamiés, Anagrama, Barcelona, 2023.

Amélie Nothomb (Kobe, Japón, 1967) proviene de una antigua familia aristocrática de Bruselas, aunque pasó su infancia y adolescencia en Extremo oriente, principalmente en China y Japón, donde su padre fue embajador. Este hecho explica su nacimiento pero en la actualidad reside en París. Desde su primera novela, Higiene del asesino, se ha convertido en una de las autoras en lengua francesa más populares y con mayor proyección internacional. Esta escritora es muy prolífica y sería largo enumerar sus novelas, muchas de las cuales han sido publicadas por la editorial Anagrama, igual que esta última. Sus obras son hitos de “una frenética trayectoria prolífera de historias marcadas por la excentricidad, los sagaces y brillantes diálogos de guionista de Hollywood de los cuarenta y cincuenta, y exquisito combinado de misterio, fantasía y absurdo siempre con una guinda de talento en su interior” (Javier Aparicio Maydeu, El País). La crítica francesa piensa que es su libro clave y uno de sus mejores libros. Después de otros premios, en 2006 se le entregó el Premio Cultural Leteo por el conjunto de su obra, y en 2008 el Gran Premio Jean Giono, asimismo por el conjunto de su obra Esta última obra, la número treinta, ha obtenido el Premio Renaudot en 2021. Yo tengo que reconocer que no he frecuentado a esta autora y que, por tanto, no he tenido la suerte que tuvo su presentadora en el Instituto francés, la también escritora Inés Rodrigo, de salir transformado con la lectura de una de sus obras y ayudarla a ser escritora, Pero, al menos, sí tuve la fortuna, además de verla en su primera visita a Madrid, de presenciar una fantástica velada literaria en el Foro.

En esta importante novela, Amélie Nothomb reconstruye la vida de su padre, Patrick en la novela, y, en primera persona, la voz de su padre. “Recrear esa voz ha sido mi principal baza”, aclara en una buena entrevista con Sergi Pamiés, su traductor, al que adora. “Esa voz expresaba muy bien su personalidad de hombre extraordinario”. Como Sherezade, retrasó su muerte y salvó la vida a dos mil personas contando historias a sus secuestradores en el Congo. E incluso escribió un libro sobre esa experiencia (En Stanleyville, 1993), un buen informe político e histórico pero carente de emociones y frustrante para su hija. Su padre había muerto el primer día del confinamiento y, como no pudo ir a su entierro ni despedirse de él, aunque antes habían tenido muchas conversaciones telefónicas, escribió este libro. “Fue un duelo fallido. Pero en cuanto murió, él empezó a hablarme. Comenzó en mi cabeza un diálogo que nunca habíamos tenido cuando él estaba vivo”. A pesar de ser un verdadero orador su padre era muy silencioso en la relación familiar. Por eso comenzó a escribir y sintió la voz de su padre: “Era un yo que tenía todo el sentido y me parecía legítimo. Por eso sugiero que todos deberíamos escribir en primera persona el libro sobre nuestros padres”. “No es un libro sobre mi padre, es el libro de mi padre”, aclara. Pero si hablaron tan poco la pregunta es de donde ha sacado el material para la novela: de las confesiones de su madre. Por ello, los hechos son ciertos pero ella hace ficción porque los sentimientos y emociones de su padre desde niño son fruto de la imaginación. La novela comienza con el protagonista ante un pelotón de fusilamiento. ¡Me ha encantado su magnífica estructura y su humor!



Arte: exposiciones

En el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en las salas del Palacio de Velázquez del Retiro, se ha presentado desde el 21 de octubre hasta el 16 de mayo de 2023, una importante exposición, Distancias sin medida, del pintor español Manolo Quejido (Sevilla, 1946). Las cerca de 100 obras expuestas no solo permitirán al espectador repasar la evolución de Quejido, sino también tomar conciencia del carácter radicalmente crítico del artista y de la lucidez y rigor de sus investigaciones sobre las posibilidades plásticas de la pintura. La exposición repasa así la carrera del conocido artista que se remonta a 1964 y quién, después de explorar el expresionismo, el pop y la experimentación geométrica, en 1974, se metió de lleno en la pintura. En los años 80 comienza a hacer una pintura radiante que, sin desligarse de la vida cotidiana, está siempre muy atenta a la tradición de la pintura occidental. Lo irá llevando a cabo en series en las que estudia la especialidad de la representación pictórica y las peculiares distancias que tienen cabida allí, en el plano único del lienzo. Desde 1993 pasa a trabajar en respuesta a lo que él llama un estado “de mediación generalizada”. Ante el frenético imperio del consumo de objetos e imágenes que caracteriza las últimas décadas del siglo XX, el artista se va a valer de vistas ampliadas de etiquetas de producto y ofertas de supermercado, de papel del periódico y fotografías de prensa, tratando de articular y fundamentar su repulsa. Una repulsa que, también, incide en la distancia de seguridad que los medios interponen entre nosotros y la actualidad.

Estamos, pues, ante una pintura que produce pensamiento: pintar/pensar y sentir.

Las grandes salas de este espacio del Parque del Retiro le ofrecen al artista la posibilidad de desplegar sus obras de una manera nítida. La nave central nos muestra ya tres conjuntos de obras de gran formato fechadas en tres décadas distintas de los ochenta, de principios de los noventa y de la serie Moebius Q-vista (entre 2003 y 2005). En estas series Quejido investiga sobre cómo, en la pintura, confluyen lo profundo y lo absolutamente plano. Se percibe también una reflexión sobre Diego Velázquez, una figura a la que el artista recurre en otros trabajos a lo largo de su trayectoria. Si nos vamos hacia el ala izquierda nos encontraremos con obras de acusada pictoricidad (umbral de 1980), en las que el artista continúa la estela de las vanguardias y anticipan enfoques duraderos en su obra. En el torreón de ese lado izquierdo vemos obras en las que Quejido dio un salto a la pintura sobre lienzo de gran formato y una temática que habla de la inadecuación entre el mundo, las palabras y las imágenes. Matilda disimula un pensamiento (1974) es una obra que inaugura la preocupación del artista sobre la relación de pensamiento y pintura. A continuación se puede apreciar la preocupación del artista por la historia del arte en las formas de pintar de variados artistas del pasado. Continúa investigando sobre la planicidad y la cavidad simultáneas en relación con la pintura y del acto de pintar. Si vamos hacia el ala derecha veremos más crítica social con muestras de la repulsa del estado de “mediación generalizada”. Un ejemplo es el “friso pseudopublicitario”. La salida que propone a ese estado es la ligereza del reír/jugar/danzar (Nietzsche y Deleuze). En el torreón del lado derecho se pueden ver sus Cartulinas, y Trideliriums, Siluetas y Secuencias, las tres vías con que había iniciado su producción.

Teatro: obras

En la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez hemos podido asistir, desde el 19 de enero hasta el 5 de febrero, a una interesante obra, Historia de una maestra, que es una adaptación escénica de la novela homónima de la escritora Josefina Aldecoa. Nos la ha traído la compañía valenciana Cactus Teatre, después de haber hecho ya cien funciones por lo que la presentan bien rodada, lo cual se nota en su fluidez y buen hacer. El espectáculo, que ha tenido un merecido éxito de público, nos habla de una generación de profesores que ejerció su oficio con el convencimiento de que la educación había de transformar España en un país mucho más culto y más igualitario y justo. Porque la reforma educativa fue el eje central de la acción política y social de la Segunda República. Incluso en la obra se habla de la acción de las Misiones Pedagógicas que llegan al pueblo para alfabetizar a sus habitantes. En un ambiente educativo influido por las ideas krausistas que inspiraban a Francisco Giner de los Ríos, promotor de la Residencia de Estudiantes. No hay que olvidar que durante el primer año y medio de su breve existencia se construyeron 9620 escuelas, se crearon más de 6000 plazas docentes y se duplicaron las cortos salarios del profesorado. El relato de Aldecoa se basa en las historias reales que su madre, maestra rural en las tierras leonesas, le contaba de niña, entrelazando muy bien lo personal con esos hechos históricos. En su libro, la escritora, con frases cortas, mostraba los paisajes de los pueblos, que hoy forman parte de la España vacía de la que tanto se habla y por la que pocas acciones concretas se llevan a cabo, por los que había ido pasando su madre.

La puesta en escena de Gemma Miralles mantiene la plasticidad fotográfica del texto de Aldecoa. Y la veracidad del texto que narra las peripecias de una maestra desde el momento en que se gradúa, en los años veinte, hasta el verano de 1936 en el que se lleva acabo el golpe de Estado de los militares encabezados por Francisco Franco contra el Gobierno democráticamente elegido del Frente Popular, momento en que se levantan los brazos rígidos hacia el cielo franquista. La maestra, Gabriela, muy bien interpretada por Paula Llorens, quién también ha hecho una adaptación esencial, se desdobla en muchos personajes de aquella época, sobre todo a las fuerzas vivas, a los que parodia con mucha gracia. Al tiempo, logra muy buenas descripciones tanto de las personas, por ejemplo la madre de rostro desdentado que implora por su bebé de la plaza del pueblo, como las de los animales, el bonito vuelo del águila, o la de la plaza del pueblo o los de los pueblos enterrados en la nieve a los que hay que entrar por el tejado. O antes cuando cuenta su experiencia y su amor platónico en Guinea, donde también ejerció de maestra y de la que muestra la cara peor de la colonización. En el pueblo se acaba casando, sin amor aclara, con Ezequiel, un antiguo pastor de cabras que convertirá su rebeldía en proselitismo educador a favor de la República. Así se comprometen ambos, en lo que sería la segunda parte del espectáculo, con unos ideales de educación igualitaria, que se verían cortados, en un giro trágico, por la llegada de las derechas al poder en las elecciones generales de 1933. En la línea de aquellos ideales educativos de sus padres, Aldecoa fundará, en 1959, el Colegio Estilo en el elitista barrio madrileño del Viso.



Cine: películas

En esta temporada invernal madrileña hemos podido ver interesantes películas como la última, El suplente, del director argentino Diego Lerman (Buenos Aires, 1976), quién también es autor del guión. Antes había hecho la fallida La mirada invisible, una alegoría de la dictadura militar argentina; otra película interesante como Refugiado, sobre la violencia de género; y Una especie de familia, sobre los vientres de alquiler. Indudablemente, la más interesante es esta última, que sin ser muy original es la más consistente. Se puede considerar lo mismo una película de autor que una película popular que cuenta un tema que se ha contado muchas otras veces en el cine. Nos vienen a la memoria películas hollywoodenses como Rebelión en las aulas (James Clavell, 1967), Mentes peligrosas (John N. Smith, 1995) o El sustituto (Robert Mandell, 1996). Pero esta película de Lerman la sentimos más cercana a un drama europeo como La clase (Laurent Cantet, 2008), una película naturalista y muy reflexiva ya que narra los esfuerzos de un profesor de un barrio marginado bonaerense por ayudar a sus alumnos a los que no les interesa para nada lo que les cuenta. Su personaje principal, Lucio, es un escritor frustrado, autor de una novela a la que nadie hizo caso, que entra como profesor suplente de Literatura en un instituto de los suburbios de Buenos Aires. Además, su vida familiar se ha roto porque se ha divorciado y se entera por su hija que su mujer, su ex pareja, Mariela, tiene una relación con otra mujer. Su querido padre, un héroe de la comunidad que intenta poner en marcha un comedor social, tiene cáncer. El problema de la droga alimenta un drama que podía acabar en melodrama pero que al director sabe darle altura poética y cinematográfica.

Para llevar a cabo esta tarea, que Lerman resuelve con la tensión de un thriller, cuenta con unos magníficos actores. Lucio, el profesor, está interpretado por el excelente actor Juan Minujín, quién borda su papel tanto en su recorrido vital como docente. El papel de Mariela está bien interpretado por Bárbara Lennie (es una coproducción española), quién con poco material a su cargo como personaje secundario rinde a tope. Su propio padre, apodado El Chileno, un hombre muy respetado por su gran labor social en el barrio, está interpretado por el gran actor Luis Castro. Su insegura hija preadolescente está interpretada por su hija Renata Lerman, premiada en San Sebastián por su interpretación sin demasiada justificación). Con estos mimbres se abren distintos hilos narrativos como su propio fracaso como escritor, como marido y como padre; o la desgana de los alumnos con los que tiene que lidiar el profesor ya que consideran el estudio una pérdida de tiempo; o el problema de las drogas en ese mundo marginal que va ganando cada vez más terreno incluso en el interior del instituto. Aquí se abre otro hilo como es la relación con un alumno, Dylan (¡me llama la atención la gran cantidad de nombres americanos de los alumnos en la película!), especialmente conflictivo que también trabaja con su padre en el comedor social. Con todo ello consigue un retrato muy fresco, creíble y veraz, de ese mundo que intenta mostrarnos. Si bien el molde que utiliza para las tramas, los sucesos y los diálogos es muy clásico y ayuda a que llegue a un gran público, sin embargo, su puesta en escena recurre a un planteamiento formal de continuas tomas desde fuera de la acción y a un tratamiento de la luz muy estético.

En esta cartelera otoñal hay que destacar especialmente la última película, Decisión to Leave, del magnífico director coreano Park Chan Wook (Seúl, 1963), después de las muy interesantes Old Boy (2003) y Thirst (2009); y la posterior cumbre erótica alcanzada en La doncella (2016). Pero antes de nada hay que reconocer que el cine coreano está sembrado de importantes directores y películas de alcance internacional como Bon Joon Ho (Parásitos) o Hong Sang Soo (su última película, La novelista y la película, ha estado en la cartelera madrileña), entre otros muchos directores que sería largo de citar. En el caso que nos ocupa de Park Chan-Wook se puede decir que ha alcanzado su madurez creativa que muestra en su virtuosismo en la puesta en escena. El jurado de Cannes lo vio claro y premió al director. La verdad es que su la brillantez de su cine me deslumbra y su precisión, algún crítico ha dicho de relojero suizo, me asombra. Me seduce su belleza formal que trabaja en cada encuadre, en cada plano, preñando toda la obra de una meticulosidad casi obsesiva, tanto como el tema que nos narra. La trama de esta película es policial y en la mejor tradición del “noir” pero al tiempo nos sumerge en la era de la sobreinformación con mensajes de texto y voz que llegan a saturar el mensaje claro que es una historia de “amor fou”. Una historia entre un detective de policía y la principal sospechosa del presunto asesinato de su marido que narra con una minuciosidad casi neurótica en la estela de la película Vertigo de Hitchcock. Otros críticos han recordado a Brian de Palma, Tarantino o Fritz Lang (Perversidad).

Esta película la ha escrito el director junto a la guionista Cheng Seo-Kyung y la verdad es que el guión es un poco retorcido y nos marea a veces con las vueltas y revueltas que da. La verdad es que le sobran piezas y se hace excesiva de metraje pero a pesar de esto nos resulta muy apetitosa y no logramos desconectar de la historia que a veces resulta cómica. Nos perturba con sus desplazamientos temporales, espaciales y las transiciones sonoras que transforman las imágenes con ángulos y planos imposibles. Nos seduce con su poética digital en un mundo sometido al control de los dispositivos tecnológicos y nos lleva detrás de sus variados puntos de vista. Está claro que la decisión de abandonar es la más difícil de tomar y las imágenes del director nos transmiten muy bien esa perturbación psicológica del detective Jang Haejoon muy bien interpretado en todos sus matices por el actor Park Hae-il. Su atracción fatal, su obsesión enfermiza, hacia Song, también muy bien interpretada por Tang Wei, una actriz china, está muy bien desarrollada con la precisión de un mecanismo de relojería. Pero la decisión de abandono, además de al detective y a la viuda homicida, alcanza también a la mujer Jeong (Lee Jung-hyung) del inspector. Así se alcanza el vértigo pasional que no tiene tanto que ver con la cama como con una química fatal que parece dominar esa relación, ese amor imposible, en la que el asesinato acaba apareciendo como una simple coartada. De esta película quedará en el recuerdo su virtuosismo formal y la delicada elegancia de la puesta en escena una vez superadas las complicaciones narrativas que pueden más bien despistarnos de la historia de “amor fou”.



Música: ciclo Scherzo

En este invierno cultural madrileño tengo necesariamente que referirme al Ciclo de Scherzo porque se está dando la paradoja de que un ciclo de gran calidad musical no está teniendo en sus conciertos la respuesta de público que le correspondería. Recordemos: el de Christian Zacharias del 7 de febrero, el de Grigori Sokolov del 27 de febrero y el de Piotr Anderszewski del 14 de marzo. Estos interesantísimos conciertos tuvieron, exceptuando el de Sokolov que tuvo un aforo mayor, escaso aforo. ¡Una verdadera pena! Desde este rincón hago, pues, una llamada a la afición musical madrileña para que procure no perderse estos conciertos de altísimo nivel. Si nos ceñimos, concretamente, por ejemplo, al de Christian Zacharias (Jamshedpur, 1950), uno de los pianistas y directores más importantes del actual panorama musical internacional, y un asiduo del circuito musical madrileno, no se entiende esta escasa recepción. Desde luego que hay demasiados conciertos y demasiados ciclos pero no se entiende el escaso aforo de su magnífico concierto en la Sala Sinfónica del Auditorio en Madrid. Un concierto en el que nos ofreció, en la primera parte, Las estaciones op 37 de Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893), y, en la segunda parte, Sonata en Re mayor op 53 D 850. de Franz Shubert (1797-1828). El Schubert de este pianista alemán nacido en la India, un gran virtuoso del piano, ha sido siempre muy reconocido y valorado. Esa noche nos trajo dos universos muy alejados, dos caras por decirlo así, del romanticismo musical, que Zacharias logró ligar con su gran virtuosismo técnico.

Las estaciones” son doce piezas que fueron escritas, no una cada mes sino más bien según el estado de ánimo del músico, a veces de un tirón. Es uno de los álbumes más conocidos del compositor en lo que se refiere al piano y algunas de las piezas han sido arregladas para otras fuentes sonoras y varias de ellas transcritas para orquesta. Estas doce breves composiciones que se identifican con los doce meses del año no se suelen escuchar con frecuencia y se le dan distintas visiones según el intérprete. Zacharias, muy concentrado, se fijó, más bien en los matices tímbricos de evocaciones sentimentales, no tanto en las evocaciones paisajísticas, desde un enero muy poético hasta un diciembre navideño mecido por el vals final. En lo que se refiere a la pieza del músico vienés, la “Sonata D 850”, que tocó en la segunda parte, hay que señalar que es también una pieza muy bella pero poco frecuentada. Mérito, pues también de Zacharias, el traernos piezas musicales poco frecuentadas. Muy concentrado de nuevo hizo otra preciosa interpretación que culminó con el “rondó allegro moderato” que contiene el más puro espíritu de a danza vienesa. En el programa de mano se hace constar que “pese a la gracia e indudable y esbelta belleza de este movimiento, Schuman renegaba de él”. Estamos de acuerdo con Arturo Reverter en que “no captó su auténtico mensaje poético”. La gran interpretación de Zacharias fue desde luego muy aplaudida por el público, escaso pero muy animoso y fiel. El pianista, agradecido, nos premió al final de esa gran velada musical con una muy bella propina: una muy perfecta reproducción del vals de Debussy, “La plus que lente”. Zacharias, a diferencia de los otros pianistas que he citado al comienzo, es muy escueto a la hora de regalar propinas.