Trasversales
Hanna Perekhoda

La larga lucha por la existencia de la lengua ucraniana

Revista Trasversales, número 60, noviembre 2022 web

Versión original en francés

Hanna Perekhoda es investigadora en la Universidad de Lausana. Gracias a ella y a Pages de Gauche por su autorización



El 21 de febrero de 2022 Vladimir Putin pronunció un largo discurso cuyo objetivo era justificar la invasión de Ucrania, que se inició solo tres días después. Según el presidente ruso, el Estado ucraniano es una invención ilegítima y la identidad diferenciada de los ucranianos solo sería el producto de una manipulación extranjera. Para él, Rusia, Ucrania y Biolorrusia formarían una y misma nación, mientras que la política de promoción de la lengua y la cultura ucranianas solo sería una prueba del "genocidio" contra los rusoparlantes que viven en territorio ucraniano y, por tanto, justificaría la invasión del país.

En consecuencia, la cuestión del idioma parece jugar un papel importante en el desencadenamiento de la invasión rusa y en el conflicto entre ambos países que la precedió. Para entender la guerra de Putin contra Ucrania y su pueblo, hay que observar de cerca el lugar que ocupa Ucrania, su Estado, su lengua y su cultura en el imaginario imperial y nacional ruso.

El imperialismo zarista

Tras la caída del Estado medieval de la Rus de Kiev, desmantelado por la invasión mongola en el siglo XIII, gran parte de las tierras que constituyen la actual Ucrania terminaron integradas en Polonia-Lituania, hasta que en los siglos XVII y XVIII pasaron bajo control ruso. La integración de estos nuevos territorios dio origen a la idea de una nación rusa que uniría a los tres pueblos, ahora revivida por Vladimir Putin.

En aquella época el objetivo de este proyecto era dotarse de un grupo hegemónico que facilitara el ejercicio de la dominación sobre los pueblos no ortodoxos y no eslavos del imperio. El control de Ucrania fue, pues, una piedra angular en el proyecto del Imperio Ruso pero también y sobre todo en el proyecto de la Nación rusa. Por lo tanto, las élites zaristas percibieron en la afirmación de una distinta identidad ucraniana una amenaza existencial para su Estado.

En 1863 se prohibieron totalmente la publicación en idioma ucraniano y su enseñanza. Esta política condujo a una situación, probablemente única en la historia europea, de descenso de la tasa de alfabetización de la población entre mediados del siglo XVIII y finales del XIX. La desigualdad en el acceso a la educación es uno de los factores que reproducen las desigualdades sociales. En el siglo XIX, la sociedad ucraniana estuvo marcada por una oposición entre un campo "atrasado" y las ciudades rusificadas, que al mismo tiempo servían como centros de dominación imperial.

En estas condiciones, ¿cómo pudo la lengua ucraniana sobrevivir y desarrollarse a pesar de todo? De hecho, las infraestructuras necesarias para el surgimiento de una identidad nacional común, como el desarrollo de las ciudades y las comunicaciones, la escolarización generalizada o el desarrollo de una administración centralizada eficiente, seguían estando en gran parte subdesarrolladas. Las autoridades zaristas, dotadas de los recursos casi ilimitados de su vasto imperio, se resistían a invertir en el costoso proyecto de rusificar verdaderamente Ucrania, integrándola en el desarrollo de la nación rusa. En lugar de embarcarse en esta política, recurrieron a una represión brutal contra el idioma ucraniano.

Sin embargo ya era demasiado tarde: en ese momento, los poetas y escritores ucranianos, fascinados por el romanticismo y para quienes la defensa de su lengua materna constituía un importante indicador político, ya conceptualizaban su etnicidad como nación.

En resumen, la depredación de las élites zaristas, el subdesarrollo estatal y la represión tardía e incoherente impidieron la asimilación ucraniana en Rusia. En términos generales, el deseo de las élites políticas de preservar su imperio multiétnico y al mismo tiempo construir un Estado-nación eslavo fue una de las razones de la fragilidad inherente del Estado ruso. La resistencia de los ucranianos contra estos proyectos fue vista como la peor traición.

Imposición del ruso y sovietismo

En 1917, el imperio se disolvió. El despertar nacional y de clase despegó rápidamente. Los campesinos ucranianos no solo reclamaron su derecho a la lengua, sino que también exigieron que se reconociese su subjetividad, como agentes políticos de pleno derecho. La llegada a la escena política de esta masa "oscura" irrita a las clases urbanas, incluidos los socialistas que se conciben como representantes de los intereses de la clase obrera de las regiones industriales del Sur y Este de Ucrania. Como explicaba uno de los miembros del partido, para ellos "Ucrania como tal no existe, porque no existe para un trabajador en la ciudad". Otro escribe que la "tragedia" radica en que los bolcheviques intentan ganar influencia sobre el campesinado "con la ayuda de la clase obrera, rusa o rusificada, que desprecia el más mínimo rastro de la lengua y la cultura ucranianas". Sin embargo, la determinación con la que un gran número de ucranianos lucharon por su soberanía armas en mano convenció a los bolcheviques de que debían tomarse disposiciones especiales para asegurarse el control sobre esta población. Por lo tanto, en 1923, Moscú introdujo una política destinada a promover las lenguas no-rusas. Con Stalin, el resurgimiento de las políticas de asimilación va acompañado de una violencia estatal que adopta formas extremas, llegando incluso a prácticas genocidas que también afectaron a Ucrania, como la hambruna de 1932-1933, planificada intencionadamente por Stalin (el Holodomor, como se nombra en Ucrania). La división colonial del trabajo entre ciudad y campo se reproduce y refuerza, garantizando a los ciudadanos rusos y soviéticos rusificados posiciones sociales privilegiadas para acceder a ingresos, cualificaciones, prestigio y poder en las repúblicas periféricas.

Tras la era estalinista se asiste a la promoción de una identidad soviética que se confunde totalmente con la "rusiedad". Aunque ninguna ley lo prohibía, hablar ucraniano fuera del contexto privado se percibe como expresión de hostilidad hacia el sistema. Hablar ruso es, por el contrario, una forma de demostrar la lealtad al orden existente y el respeto a la jerarquía entre los "pueblos hermanos". El ruso se convierte entonces en un idioma dominante en todas las áreas de la vida pública: economía, administración, cultura, prensa, educación. Así, cada vez más ucranianos abandonaban su idioma, que se estaba convirtiendo en un indicador de inferioridad cultural que dificultaba la movilidad social.

La modernización y urbanización soviéticas son acompañadas del fortalecimiento de la cultura imperial dominante, que perpetúa desigualdades estructurales significativas entre rusófonos y hablantes del ucraniano.

La élite postsoviética no tuvo ni la voluntad ni los medios necesarios para corregir estas deficiencias estructurales, por lo que sus políticas oportunistas estuvieron en gran medida dirigidas a preservar el statu quo. La ley que otorgó al ucraniano el estatus de idioma oficial fue adoptada bajo el régimen soviético en 1989 y permaneció en vigor hasta 2012.

Después de 1991, el advenimiento del capitalismo y la debilidad del Estado no favorecieron al idioma ucraniano. A consecuencia de su imagen de inferioridad, privada de cualquier ayuda del Estado y desconocida en el extranjero, la producción mediática, cultural y artística de Ucrania no pudo competir con el mercado ruso en rápida expansión. Además, a partir de 2004 los distintos clanes de oligarcas en competencia por el poder alimentaron artificialmente la brecha sociolingüística para poder movilizar a sus respectivos electorados en torno a señas identitarias.

Un tema muy actual

En 2012, las fuerzas políticas prorrusas aprobaron una ley que supuestamente garantizaría la protección de las lenguas minoritarias, pero su campaña en realidad giraba en torno a "defender el ruso". Cuando el presidente Yanukovych fue acusado en 2014, el parlamento intentó derogar esta ley. Aunque esta decisión finalmente nunca fue ratificada, Rusia aprovechó esta oportunidad para expresar su preocupación por la discriminación de los rusos por parte de la "junta fascista" en Ucrania, un argumento que ha servido para justificar la injerencia rusa en Crimea y el Donbass para, según Moscú, "salvar a los compatriotas".

En 2018, el parlamento adoptó la ley que hizo obligatorio el uso del ucraniano por parte de los funcionarios estatales y en la esfera pública. Por lo tanto, el Estado ucraniano juega actualmente un papel importante en la construcción de una identidad común para los habitantes del país. Esto puede parecer sorprendente visto desde Europa occidental, en países donde este proceso tuvo lugar hace más de un siglo. La situation de Ucrania, que obtuvo su independencia hace 30 años y que fue mantenida bajo la dominación política y cultural rusa hasta 2014, no puede compararse a la de las naciones con Estado propio desde, al menos, el siglo XIX.

Un futuro lingüístico por inventar

Algunas personas están tomando la decisión consciente de comenzar a hablar ucraniano para distanciarse del estado putiniano, que reclama el monopolio absoluto de la lengua y la cultura rusas, considerando que el uso de la lengua rusa y la pertenencia a su "espacio de civilización" son uno y lo mismo De hecho, desde principios de la década de 2000, Rusia se ha embarcado en la promoción de la concepción del "mundo ruso" apoyándose en los rusófonos de los países vecinos, a quienes se les encomendó una misión particular. Esta consistía en una lealtad absoluta al Estado ruso, lo que suponía un apoyo incondicional a todas las decisiones del Kremlin. Si en los años 2000 el "mundo ruso" era ante todo una herramienta de poder blando e influencia internacional, a partir de 2014 se convirtió en el motor del irredentismo ruso, cuyo objetivo es borrar a Ucrania del mapamundi. Vladimir Putin, que se presenta a sí mismo como defensor de la lengua y la cultura rusas, niega nada menos que el derecho de los ucranianos a existir, y con frecuencia hace declaraciones que pueden calificarse de incitación al genocidio.

Ante la invasión rusa y el trato inhumano que sufre la población civil por parte del ejército de ocupación, los habitantes del país ahora se sienten ante todo ucranianos, incluso en partes del país donde el ruso sigue siendo el idioma dominante. En estas condiciones poco favorables, no faltan entre quienes resisten al ocupante personas que siguen reivindicando el uso del ruso, desafiando el privilegio exclusivo de Putin de imponer su poder sobre esta lengua hablada por millones de personas que no se reconocen en su proyecto político.

Utilizar la lengua imperial dándole un contenido decolonial podría convertirse en una solución para una sociedad ucraniana bilingüe, aunque no es fácil de defender hoy en día, cuando ucranianas y ucranianos luchan por su existencia física.


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