La actitud del
gobierno cubano, y de un sector que se considera
parte de la izquierda, ante la invasión rusa a
Ucrania ha sido francamente ambigua al no situarse
con meridiana claridad en el único lugar
éticamente posible: al lado del país agredido.
Claro que hay que
exigir el cese de la estimulación norteamericana
al diferendo entre los dos países, que se impone
abogar por el no alineamiento, no solo de Ucrania
sino del resto de Europa. Es necesario entender a
la OTAN cual un remanente de la Guerra Fría que perdió sentido al
desaparecer el campo socialista y ha sido
utilizada por los gobiernos norteamericanos como
compañera de aventuras militaristas. También hay
que convenir en que la arquitectura de las relaciones
internacionales post-campo socialista
está favoreciendo el estallido de un conflicto
bélico de proporciones globalizadas.
Pero ante todo,
primero que todo, hay que denunciar la actitud del
gobierno ruso como hiciera el filósofo
norteamericano Noam Chomsky: «La invasión rusa de
Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a
la invasión estadounidense a Irak y a la invasión
de Polonia por parte de Hitler-Stalin en
septiembre de 1939, por poner solo dos ejemplos
relevantes. Es razonable buscar explicaciones,
pero no hay ninguna justificación ni atenuante».
El pasado vuelve
a nosotros. No es la primera ocasión en que los
cubanos deben responder estos dilemas: ¿puede
hacerse política al margen de principios éticos?,
¿el fin justifica los medios?, ¿podrá lograrse un
humanismo futuro sin defender el humanismo
presente?, ¿en dependencia del país agresor se
modifica el carácter de una guerra?
Esto ya ocurrió.
Reciclamos viejos conflictos históricos.
«Me
pediréis perdón u os moriréis por mi sonrisa»:
el nuevo rumbo de la política exterior
estalinista
En 1938 el
Partido Comunista de Cuba (PCC) fue legalizado
luego de trece años de proscripción. Sería el
partido de su tipo más exitoso de este lado del
Atlántico y el único de un país capitalista en
participar en el parlamento. Solo el de Chile
logró algo similar pero por muy poco tiempo, pues
al comenzar la Guerra Fría fue nuevamente prohibido.
Entre 1938 y 1953
—fecha en que Batista los ilegaliza otra vez al
considerarlos erróneamente cómplices del asalto al
Cuartel Moncada—, los comunistas cubanos
dispusieron de un sistema de medios que incluía
prensa plana, programas radiales y cinematografía,
además de editoriales y librerías propias. Su
órgano oficial era Noticias de Hoy, con periodicidad diaria y dos
ediciones.
Las noticias del
conflicto bélico que comenzó el 1ro de
septiembre de 1939 pueden seguirse en sus páginas
por investigadores e interesados en la historia.
En esa fecha Alemania invadió Polonia. Dieciséis
días más tarde la URSS haría lo mismo. Era el
resultado de la firma del tratado soviético-alemán
del 23 de agosto de 1939, conocido como
Molotov-Ribentrop. Tropas soviéticas ocuparon casi
la mitad de Polonia entrando por las fronteras
orientales.
La existencia de una cláusula
secreta en el referido tratado establecía que
ante el estallido del conflicto, ambos países se
atribuirían «esferas de influencia». Fue este un
secreto bien guardado hasta que en 1945, durante
la toma de Berlín, soldados británicos que
revisaban papeles sobrevivientes a la quema por
la parte alemana, encontraron documentos
alusivos al tratado.
La Unión
Soviética negó de plano las acusaciones y se
mantuvo en esa posición durante medio siglo,
asegurando que se pretendía desprestigiar
su papel en la guerra. No fue hasta 1989,
cuando se produjo una protesta masiva en los
países cisbálticos, que fueron desclasificados los
documentos y reconocida la existencia del
vergonzoso acuerdo secreto.
¿Cuál fue la
reacción de los comunistas cubanos?
Noticias de Hoy asumió como un hecho natural
que las tropas soviéticas hubieran invadido la
nación vecina. Diariamente se mostraba en mapas el
avance de los frentes alemán y soviético y se
ofrecían partes de guerra detallados. Las noticias
eran tomadas de la agencia de noticias TASS.
El martes 19 de
septiembre, en el hilo noticioso «Resumen de la
guerra» se informaba: «Las tropas soviéticas han
ocupado, sin resistencia, Vilma al Norte según se
reporta y Tarnopol y Smatyn en el Sur avanzando
hacia Coloja. (…) En el frente Este de Varsovia,
en Brest, se encontraron los Ejércitos Rojo y
Nazi».
Las noticias
siempre presentaban la intervención soviética como
aceptada por el país agredido. Un titular a gran
puntaje afirmaba: ACLAMADO EL EJÉRCITO ROJO A SU
PASO POR LAS CALLES POLACAS.
Bajo el titular El fin de Polonia. Una fecha
histórica,
se certificaba: «Polonia está virtualmente
liquidada. La Unión Soviética ha movido varias
divisiones a lo largo de la frontera polaco
soviética, a fin de ocupar los territorios
habitados por ucranianos y rusos blancos, y darles
protección».
La crítica y
periodista Emma Pérez (1901-1988) —esposa del
novelista Carlos Montenegro, dueña de una pluma
mediocre y una prosa ditirámbica—, en su columna
«Mi verdad y la vuestra» correspondiente al 19 de
septiembre de 1939, publicó el artículo «Pueblos
liberados», un verdadero canto al expansionismo
soviético:
«Si
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ha
mandado a sus soldados rojos a libertar a los
pueblos de la Rusia Blanca y de la Ukrania
polaca, es con una impetuosa alegría como todos
los que luchamos por el triunfo del socialismo
en el mundo, recibimos y gritamos después de la
buena noticia.
Si
a estas horas estos territorios del mundo no
estuvieran bajo los pasos firmes de los más
hermosos soldados de la tierra, se hallarían
irremisiblemente condenados a ser ocupados por
las tropas del fascismo alemán (…)
¿Le
hubiera perdonado alguien a la URSS que,
pudiendo defender a millones de hombres
explotados por el capitalismo más bárbaro, los
dejara hundidos en su vida de miseria y dolor?
Claro que no. Claro que todas las regiones
campesinas que ha ocupado el ejército rojo
tienen que estar cruzadas de alegría por la
llegada de sus salvadores. Claro que la única
que ha perdido, tal vez con una sonrisa
cuadrada, pero con una sorda ira interior, ha
sido Alemania. Lo que la URSS ha hecho ha sido
esto: llenarnos de alegría el corazón libertando
a millones de labriegos y trabajadores de la
bota nazista y afirmar su posición de justicia,
basada en la grandeza de su ejército rojo, en la
sabiduría de su diplomacia y en la comprensión
humanísima de sus ciudadanos soviéticos (…)».
(p. 2).
En el texto
también se esclarecía el nuevo rumbo adoptado por
las relaciones internacionales soviéticas. Stalin
rompía sin embozo con los principios fundadores de
la Revolución Socialista de Octubre: el respeto a
la autodeterminación y la soberanía de las
naciones. Los comunistas cubanos se hacían eco de
esa actitud amenazante y guerrerista:
La
URSS dejó de ser la cenicienta con quien no
querían tratos ni contratos las «democracias
europeas» para convertirse en una fuerza
incontrastablemente hermosa. Ya ella se reía de
los desaires y del odio de aquellos desde hacía
tiempo: «Ya algún día me pediréis perdón u os
moriréis por mi sonrisa». Esa hora ha llegado.
Está sonando. Resuena con campanadas de oro en
los oídos de los pueblos que hoy ocupan los
soldados soviéticos con paso fraternal.
Horrorizados por lo que ha venido ocurriendo en
la vieja Europa, no encontrábamos la ocasión de
alegrarnos con noticias de allá desde hacía
mucho tiempo. Hoy nos reímos. La sangre corre y
la risa no es pura (perfecta) pero arranca del
mismo corazón, emocionado por la suerte de los
pueblos sobre los que la URSS ha extendido sus
soldados del pueblo. (Ibídem)
Esta obra maestra
de cinismo solo podía ser hija del oportunismo más
pedestre. No es de extrañar que, muchos años más
tarde, tras el golpe de estado del 10 de marzo de
1952, la adoradora del estalinismo pusiera su
pluma al servicio de la dictadura de Batista,
colaborara hasta el final con él y emigrara de
Cuba en 1959.
Era tan evidente
el abrupto cambio de la política exterior
soviética luego del pacto firmado con Alemania,
que otros medios habían comenzado ya a contrastar
las figuras de Lenin y Stalin en tal sentido. El 3
de diciembre de 1939 —en un texto firmado bajo el
seudónimo Esmeril, usado por Aníbal Escalante,
director de Noticias de Hoy—, se deploraba que el periódico El País hubiera publicado:
«(…)
un
dibujo antisoviético en el que se pretende
enfrentar a Lenin con la actual política
exterior de los dirigentes leninistas de la URSS
(…) babean su bilis reaccionaria contra el
baluarte de la revolución proletaria y contra
ese gigante de la humanidad que es Stalin.
No
importa. Toda esa propaganda es repudiada por el
pueblo y por los trabajadores, que saben muy
bien que la política exterior de la URSS,
inspirada por sus grandes líderes, es una
política justa de defensa de los intereses de
los pueblos, de defensa de la paz y de los
supremos intereses de la revolución del
socialismo. Es la defensa del Marxismo-leninismo».
(p. 2).
Mientras la
cancillería soviética continuaba usando una
terminología propia de la política exterior
pacifista, su práctica expansionista la separaba
radicalmente de aquella. Según Molotov —cuyos
discursos e intervenciones eran citados cada día
en Noticias
de Hoy—:
«Gracias a nuestra política de paz,
invariablemente seguida, hemos podido reforzar la
importancia internacional de la Unión Soviética».
Fue incluso capaz de negar que la «postura de
neutralidad» de la URSS hubiera sido violada por
la entrada del Ejército Rojo en Polonia, pues:
«Nuestras tropas entraron en el estado polaco solo
después que el estado polaco se derrumbó y
realmente dejó de existir».
Se intentaba
cimentar la idea de que la invasión soviética, a
diferencia de la alemana, era positiva para
Polonia. Así lo indica esta imagen de la estación
ferroviaria de Cracovia destruida por los alemanes
y, en contraste, un titular que divulgaba una
perspectiva muy diferente sobre los soviéticos.
Después se sabría que en la masacre de Katyn, entre
abril y mayo de 1940, casi 22 000 polacos
—oficiales del ejército, policías, intelectuales y
otros civiles— fueron ejecutados por órdenes
de la policía secreta de Stalin.
Además de
Polonia, los soviéticos invadieron las repúblicas
cisbálticas (Letonia, Estonia y Lituania); la
Besarabia, que incluía una parte de Moldavia
quitada a Rumanía, y la vecina Finlandia.
El ataque a
Finlandia tuvo lugar el 30 de noviembre de 1939.
Como consecuencia, la URSS fue expulsada de la
Sociedad de Naciones el 14 de diciembre, acusada
de iniciar una guerra de agresión.
Las exigencias
soviéticas a la nación nórdica incluían la cesión
de territorios fronterizos alegando razones de
seguridad para la protección de la ciudad de
Leningrado. Otra de las condiciones era similar a
la que los norteamericanos impusieran a Cuba en
1901. Desde Noticias de Hoy, bajo el titular «Las
proposiciones a Finlandia», Molotov
explicaba: «Hemos
propuesto un acuerdo para que Finlandia nos
alquile, para emplear un término definido de
tiempo, una pequeña sección en su territorio,
cerca de la entrada del golfo de Finlandia
podríamos establecer una base naval».
El gobierno
títere creado por la URSS en Finlandia fue
presentado como «Gobierno Popular Finlandés». El
sábado 2 de diciembre de 1939, Noticias… replicaba una declaración de
ese gobierno dada a conocer a través de la agencia
de noticias TASS: «(…) las masas del pueblo de
Finlandia han recibido con tremendo entusiasmo
al valiente e invencible Ejército Rojo, bien
convencidas de que este no marcha como
conquistador, sino como amigo y liberador de
nuestro pueblo». (p. 6).
Las hostilidades
durarían poco más de tres meses, hasta el 30 de
marzo de 1940 en que se firma el Tratado de Moscú,
por medio del cual Finlandia fue obligada a ceder
el once por ciento de su territorio al país
agresor. A pesar de su victoria, los soviéticos
tuvieron enormes pérdidas en muertos y heridos,
incluso mayores que las de la parte derrotada.
Precisamente
durante la agresión a Finlandia empezó a sesionar
en Cuba la Asamblea Constituyente encargada de
redactar la Constitución del 40. Allí se produjo
un álgido debate sobre el tema que vale la pena
conocer.
Un
mensaje controversial
Luego de casi un
lustro —contado desde la huelga de marzo de 1935
que cerrara el ciclo revolucionario de los años
treinta—, se concretó una de las demandas
populares de los cubanos: una Asamblea Nacional
Constituyente. El 15 de noviembre de 1939 fueron
elegidos sus setenta y seis delegados, que
representaban a nueve partidos políticos. Seis de
ellos eran comunistas.
La Constituyente
sesionó públicamente durante casi seis meses. El 8
de marzo de 1940, en la sesión decimocuarta, el
delegado Eduardo Chibás, por el Partido
Revolucionario Cubano (Auténtico), propuso a la
Asamblea una moción para enviar un mensaje de
solidaridad a Finlandia. Estaba redactada en los
siguientes términos:
«POR
CUANTO existe un natural sentimiento de
solidaridad entre las naciones organizadas sobre
la base de un principio liberal y democrático;
POR
CUANTO este sentimiento es particularmente
intenso cuando se trata de pequeñas
nacionalidades que por su dimensión geográfica
reducida y por su juventud histórica necesitan
confiar para la preservación de su independencia
y soberanía en el respeto internacional;
POR
CUANTO la liberación de nuestra patria tuvo el
carácter de un proceso de resistencia y
victoriosa emancipación frente a una proyección
imperialista, por lo cual nuestra República no
puede menos que sentir profunda simpatía por los
pueblos que resultan víctimas de análogos
intentos de subyugación;
POR
CUANTO existen lazos especiales de solidaridad
entre la República de Cuba y la República de
Finlandia;
POR
CUANTO es notorio que la República de Finlandia
está siendo objeto de una agresión imperialista
improvocada y gratuita por parte de un estado
que no obstante sus pretensiones en contrario ha
atropellado los más elementales derechos
internacionales y los más sagrados principios
democráticos desatando sobre su vecina República
de Finlandia una invasión sangrienta que ha
alterado violentamente la paz de esa nación
progresista, pacífica y ejemplar:
POR
TANTO:
Los
Delegados que suscriben, en nombre de un elevado
principio de solidaridad democrática
internacional, completamente ajeno a todo
cálculo político interno y circunstancia,
proponen a la Convención Constituyente la
siguiente:
MOCIÓN:
Que
por esta Asamblea se envíe al gobierno de
Finlandia un mensaje expresivo de la profunda
simpatía con que el pueblo de Cuba contempla la
heroica resistencia del pueblo finlandés en
defensa de su dignidad e independencia y los
votos que el pueblo de Cuba hace por el triunfo
de esa causa nobilísima.
En
el Capitolio Nacional, a los 14 días del mes de
febrero de 1940.
(Fdo).
Eduardo R. Chibás, Carlos Prío Socarrás, Dr. E.L
Ochoa y Dr. S. Acosta».
Esta declaración
era coherente con la actitud de la sociedad cubana
con motivo de la guerra que ocasionó la derrota de
la República española a manos del franquismo en
1939. El triunfo y el fracaso de la República
fueron vividos como propios en la Isla, donde se
crearon numerosas organizaciones de apoyo e
incluso más de un millar de cubanos lucharon como
milicianos junto a los republicanos, y algunos
murieron allí, como Pablo de la Torriente Brau.
No obstante, la
oposición de los delegados comunistas a la moción
fue absoluta. En los encendidos debates, que
pueden ser consultados al detalle en el Diario
de sesiones de la Asamblea, emergían
antiguas rencillas políticas que databan de la
lucha antimachadista y la Revolución del Treinta.
Los auténticos no olvidaban que los
comunistas habían desconocido al Gobierno de los
Cien Días en 1933 y ahora les reprochaban su
alianza con Batista, al que jamás dejaron de
considerar el asesino de Antonio Guiteras.
Ante la
argumentación de Blas Roca, secretario general de
Unión Revolucionaria Comunista y delegado a la
Asamblea, de que la URSS, lejos de invadir a
Finlandia estaba ayudando a su pueblo oprimido por
un gobierno reaccionario, Chibás respondió:
«Las
huestes rusas que se mandan a Finlandia alegan
lo mismo que las Camisas Negras que iban a la
República Española y a Abisinia: que van a
defender a un pueblo oprimido contra su gobierno
opresor (…) Y esta defensa generosa, altruista,
humanitaria, de salvación para el pueblo
oprimido, la realizan lanzando sobre esos países
los tanques, la artillería gruesa y abusando de
sus mujeres y sembrando la ruina y la muerte por
doquier.
¡Qué
cinismo, que sarcasmo más inaudito el de este
dictador Stalin que para cometer sus tropelías
usa no solo las propias razones de Hitler, sino
también las propias tesis fascistas
justificativas de sus agresiones a las pequeñas
nacionalidades (…)»
El nuevo rumbo
del estalinismo, desde los procesos de Moscú y la
represión al interior del Partido Bolchevique, fue
debatido profundamente en la sesión de la
Asamblea. Tras siete horas de acalorados
intercambios, la moción fue sometida a voto ante
los 43 delegados que permanecían en el recinto y
aprobada por 37 a favor y seis en contra.
Daños
colaterales
El mayor servicio
que hiciera Stalin al fascismo no fue compartir
parte de sus aventuras expansionistas, sino haber
contribuido a que el movimiento revolucionario
internacional fuera incapaz de discernir con
rapidez la verdadera naturaleza de este modelo
ideo-político nuevo y profundamente agresivo.
Al equiparar el
fascismo alemán con los gobiernos de las
«democracias decadentes occidentales», y presentar
su agresividad apenas como un conflicto
imperialista, la URSS favoreció que este tomara
fuerza en los dos primeros años de la guerra
previos al ataque a su territorio, el 22 de junio
de 1941.
Los comunistas
cubanos obedecieron esta estrategia y se opusieron
a la aprobación del servicio militar obligatorio y
a la entrada de Cuba a la guerra. El carácter
justo de la lucha de los pueblos agredidos contra
el fascismo fue desacreditado por esa doctrina,
que solicitaba neutralidad a los gobiernos del
mundo para que no se involucraran en el conflicto.
Finalmente, la
entrada de la URSS en la Segunda Guerra Mundial y
el heroísmo de sus hombres y mujeres, y de su
ejército, decisivos en la derrota del fascismo,
contribuyeron a atenuar el daño y a un cambio de
actitud de los comunistas cubanos. Sin embargo, la
influencia estalinista estaba a punto de
expandirse con renovada fuerza por el
establecimiento del campo socialista a fines de
los años cuarenta.
«El
fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo
cuando has olvidado el fin»
Rememoro esta
frase de Santayana mientras leo el artículo «La Izquierda ante la agresión a
Ucrania, mantener el timón con firmeza», en
el que Raúl Zibechi argumenta con razón que «Una
política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva
siempre a un callejón sin salida: luchar para
reproducir las mismas opresiones que se
combatían».
Desde que en los
años treinta el movimiento comunista internacional
admitiera la perniciosa influencia del
estalinismo, justificándola en aras de objetivos
futuros, encaminados a construir un sistema
superior al capitalismo, se apartó del carácter
revolucionario y liberador que debería ser el
Norte de las ideas de izquierda. No puede
construirse un mundo mejor, ni un «hombre nuevo»,
usando métodos violentos y represivos. No es
posible declarar un humanismo para el futuro si no
somos capaces de actuar con humanismo en cada
momento del presente.
Y esa influencia
es notable en tantos análisis que se enfocan en la
cuestión política y el diferendo EEUU-OTAN-Rusia,
que no es para ignorarse, pero no hablan del
pueblo ucraniano agredido, de la soberanía de una
nación violentada, del carácter justo de su
resistencia ante el agresor. Porque no hay agresores buenos, como se afirmaba en Noticias de Hoy.
El viejo fantasma
del expansionismo ruso nos coloca nuevamente ante
un dilema. En el año 2005, el presidente ruso
Vladimir Putin trató de justificar la actuación de
Stalin al firmar el acuerdo soviético alemán,
cuando aseguró que se debió a la necesidad de
proteger la nación. En diciembre del 2019,
defendió el pacto en una reunión con los líderes
de la Comunidad de Estados Independientes en San
Petersburgo, aunque reconoció que incluía
protocolos secretos.
En vísperas de la
invasión a Ucrania, en un discurso televisado
afirmó: «La Ucrania moderna fue creada
enteramente por Rusia, más precisamente por los
bolcheviques (…) Este proceso comenzó
inmediatamente después de la revolución de 1917,
y, además, Lenin y sus socios lo hicieron de la
manera más desordenada en relación con Rusia:
dividiendo, arrancando de Rusia pedazos de su
propio territorio histórico».
Igual que Stalin
en otra época, Putin ataca hoy directamente el
legado bolchevique y sus principios de política
exterior. Lo curioso es que no se trata de un
político posicionado a la izquierda, sino de un
conservador profundamente ultranacionalista que ha financiado a los partidos
políticos más derechistas del mundo. Aun así,
gobiernos como el de Cuba se han posicionado a su
lado al argüir que posee intereses en Ucrania que
deberían ser tenidos en cuenta.
Salvando las
diferencias, si en algo se asemeja Putin a Hitler,
además de en sus exigencias territoriales, es en
su estrategia «cínicamente genial», como la
denominara Stefan Zweig en El mundo de ayer, al decir que «le prometió todo a
todos».
Ya lo dije:
reciclamos conflictos históricos. Ojalá no traigan
una nueva guerra mundial. Podría ser la última.