Trasversales
Franklin Dmitryev

Las turbulencias en Afganistán sacuden la política mundial y desafían a la izquierda

Revista Trasversales número 55 septiembre 2021 web

Franklin Dmitryev, del equipo editorial residente de News and Letters Committees, 21 de agosto 2021

Original en inglés:

https://newsandletters.org/afghanistan-turmoil-shakes-world-politics-challenges-left/





La reconquista de Afganistán por los talibanes, que se veía venir pero sorprendió a muchos -incluida la administración Biden- por su velocidad, ha sacudido la política mundial y desafía a la izquierda a responder de manera revolucionaria.

No estamos ante un resultado definitivo, sino ante un nuevo capítulo en el sufrimiento del pueblo de Afganistán, como ha dejado claro la resistencia inmediata, incluidas manifestaciones contra los talibanes en algunas ciudades y por grupos de mujeres que se manifestaban y gritaban en las calles, pero también la represión de los talibanes: disparos contra las manifestaciones, palizas en los puestos de control, torturas y asesinatos contra miembros de la etnia hazara, registros de puerta en puerta en Kabul buscando a sus enemigos. Las melosas palabras de sus portavoces sobre la paz y la reconciliación no pueden ocultar su largo historial de dura opresión a las mujeres y las minorías étnicas, religiosas y sexuales y su represión violenta contra quienes desafían su dominio.


El desdeño de EEUU por el pueblo afgano

Eso, sin embargo, no ha sido tomado en consideración por EEUU, a pesar de su retórica sobre la democracia y los derechos de las mujeres durante la invasión de 2001. El presidente Joe Biden lo dejó claro una vez más en su discurso del 16 de agosto a la nación. En ese insensible discurso de 18 minutos no dijo una sola palabra sobre el sufrimiento del pueblo afgano, pasado o futuro, ya sea causado por las fuerzas estadounidenses y de la OTAN o por los talibanes, Al Qaeda o Estado Islámico. Ni una palabra sobre el cuarto de millón de personas que murieron directamente en la guerra, miles de las cuales eran civiles, sobre quienes EEUU a menudo mintió diciendo que eran combatientes. Ni una palabra sobre las 360.000 personas muertas indirectamente por enfermedades, hambre u otras consecuencias de la guerra. Ni una palabra sobre la opresión de las mujeres tanto bajo los talibanes como bajo el gobierno instalado por EEUU y los señores de la guerra aliados.

Más allá de la promesa de "evacuar a las personas afganas que han sido nuestras aliadas o son vulnerables a lugares segurso fuera de Afganistán", que fue desmentida por la falta total de planificación por parte de las administraciones de Biden o Trump para llevara cabo las evacuaciones y por el rechazo sistemático de visados para las personas vulnerables que llevan años intentando huir, Biden no tuvo nada que decir sobre el pueblo afgano además de pasarles la pelota quejándose: "Les dimos todas las herramientas que podían necesitar. ¡Pagamos sus salarios!... Les dimos todas las oportunidades para determinar su propio futuro ".

El desinterés de la administración de Biden en estas evacuaciones estaba en total continuidad con el absoluto desdén de la administración Trump por Afganistán y cualquier otro país de gente de piel morena a la que calificó como "asquerosa". Pero la traición de Estados Unidos al pueblo afgano no comenzó con los planes de retirada de Trump-Biden, o la escalada de Obama que ahora Biden finge no haber apoyado en ese asunto. Desde el comienzo de la conquista militar del país por George W. Bush en 2001, Estados Unidos deliberadamente armó y empoderó a los señores de la guerra y socavó a las mujeres afganas, a la izquierda o a cualquiera que deseara una transformación social independiente de la dominación estadounidense.


Raíces de la tragedia afgana

Incluso antes de eso, desde 1979, EEUU, Pakistán, Arabia Saudita y China estaban armando a los combatientes islamistas más reaccionarios contra los comunistas -algunos de estos islamistas fundarían Al Qaeda- especialmente desde la sangrienta invasión rusa. EEUU perdió interés por el país tras la retirada de Gorbachov. En medio del caos de los señores de la guerra luchando entre sí tras la retirada de Rusia, los talibanes se alzaron como una supuesta unificadora alternativa a la corrupta lucha entre facciones. La tragedia de Afganistán comenzó realmente con la inconclusión de su revolución en la década de 1970, que fue absorbida por su Partido Comunista, que inició la contrarrevolución desde dentro de la revolución que desembocó en la invasión rusa de 1979.

Estados Unidos recuperó el interés por Afganistán tras la destrucción del World Trade Center en la ciudad de Nueva York por parte de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001. La posterior toma del país por parte de Estados Unidos se justificó como una "guerra contra el terror", pero también como un supuesto rescate de las mujeres. Pronto se convirtió en parte de una "cruzada" cuya islamofobia fue alternativamente afirmada y negada por la administración Bush. Esa cruzada se regodeó en ilusiones imperiales alimentadas por el colapso de la URSS, que dejó a Estados Unidos como la única superpotencia. El mundo entero sería rehecho a la imagen de Estados Unidos, o más bien a la imagen de los estados clientes subalternos a EEUU que llevan a cabo la política exterior de Washington y cuya mano de obra y recursos están abiertos a la explotación de corporaciones estadounidenses y multinacionales. Este proyecto, a veces etiquetado como "construcción de una nación", rápidamente puso su mirada en la asimilación de Irak. El enorme enriquecimiento de los contratistas militares en ese proceso fue un bienvenido beneficio adicional, al igual que el empobrecimiento y la muerte de cientos de miles de seres humanos fueron un mero "daño colateral".

El colapso relámpago del régimen cliente en Kabul emite un duro juicio sobre los 20 años de este proyecto imperial que nunca se preocupó por la autodeterminación del pueblo. Después de toda esta "construcción nacional", la mayoría de las personas viven en la pobreza, la mayoría de los habitantes de las ciudades viven en barrios marginales, el desempleo es de alrededor del 20% -47% para las mujeres jóvenes-, el acceso a la atención médica es bajo, un tercio no tiene seguridad alimentaria, la agricultura está en peligro por las sequías derivadas por el cambio climático y la mitad de las mujeres sufren violencia, incluso antes de la toma de poder de los talibanes. Una cosa que EEUU le ha dejado al país es una gran variedad de armamento, que ahora alimentará la violencia en Afganistán y en otros lugares.

La cruel inhumanidad de los "anti-imperialistas"

Es fácil señalar la derrota de Estados Unidos y lel debilitamiento provocado por su extralimitación imperial en las guerras de Irak y Afganistán y los supuestos procesos de "construcción de la nación". Desafortunadamente, gran parte de la "izquierda antiimperialista" no es capaz de ver más allá. Sólo ven la derrota del imperialismo y, por lo tanto, blanquean a los talibanes como un movimiento de "liberación nacional". No tienen nada que decir sobre la continua resistencia y rebelión de las mujeres afganas durante las últimas cuatro décadas y ahora mismo. Ni les conmueven las escenas de afganos cayendo desde los aviones que salían de Kabul, ni expresan más simpatía por la vida real de la gente que Biden, consolándose con mentiras como la de que "los talibanes tienen mucho apoyo en Afganistán" (declaración 16/8/2021 de la United National Anti-War Coalition). De hecho, la rápida victoria de los talibanes se obtuvo a través de una serie de acuerdos con señores de la guerra que cambiaron de bando sin tener en cuenta los deseos del pueblo. Esta falta de cualquier concepto de revolución o humanismo, este vacío en la "izquierda" de una bandera verdaderamente liberadora de una nueva sociedad humana, amenaza con convertir la derrota del imperialismo estadounidense en una oportunidad para las fuerzas más reaccionarias.

El debilitamiento de la superpotencia estadounidense crea un vacío. Lo que se necesita para llenarlo son movimientos revolucionarios verdaderamente liberadores, que se nieguen a separar las rebeliones sociales de una filosofía de la revolución. En su ausencia, lo que se avecina no es solo una revitalización de los movimientos políticos y militares fundamentalistas, sino las maniobras reaccionarias, incluso genocidas, de Rusia y China (que han hecho alarde de ejercicios bélicos en Asia Central entre sí y con los regímenes autoritarios de la región), partidos xenófobos que toman como chivo expiatorio a los refugiados en Europa y América del Norte, y la represión de los movimientos sociales siguiendo el modelo de Bashar al-Assad en Siria y de los militares (Tatmadaw) birmanos, que han florecido bajo la permanente "guerra contra el terror" de Estados Unidos.