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La noche de San Isaías: somos lo que hacemos

Revista Trasversales número 55 junio 2021

Editorial de Trasversales nº 55, junio 2021

Aunque no podía esperarse otra cosa, lo ocurrido el 4M en Madrid nos consternó. No fue, sin embargo, el fin del mundo. El voto es importante pero pragmático y mudable. No condenemos a quienes votaron Ayuso por temor a quedarse sin empleo o a una reducción de sus ingresos: sirve de poco y encubre responsabilidades.

Más nos preocupan las consecuencias de lo ocurrido la noche de San Isaías, desde las 0 horas del 9 de mayo. Serán más profundas que las de un voto pasivo en condiciones excepcionales. Decir, al grito de "libertad", que una fiesta bien vale el riesgo de otra oleada de contagios y muertes tiene consecuencias éticas duraderas, aunque la capacidad de cambiar forma parte de lo humano.

"Solidaridad o barbarie" y "Haríamos mal en minusvalorar la posibilidad de un reforzamiento de proyectos neoliTrasversales marzo 2021berales con creciente signo autoritario", decíamos en junio 2020. Es de temer que, salvo en EEUU gracias a la movilización que precedió a la derrota de Trump, la respuesta a la pandemia genere más barbarie que solidaridad. Toca comprometerse con los gérmenes de solidaridad y aislar los de barbarie. Sin insultos, convenciendo y con comportamientos.

Es estéril repetir consideraciones sobre la derechización madrileña o el tejido social. Hay que pensar la singularidad del 4M y de San Isaías a la luz de la pandemia. Lo peculiar del 4M:

- La derecha social está más radicalizada que en el postfranquismo: Blas Piñar tenía un escaño en el Congreso, Vox 52. Ayuso es más reaccionaria que Fraga.

- Ayuso ha conectado con buena parte de la juventud indiferente políticamente y de la clase trabajadora o "pequeña burguesía" más afectadas económicamente por la pandemia, a partir de un discurso populista basado en una sola palabra: "Libertad".

- El enorme ascenso electoral de Ayuso ha sido compatible con el crecimiento de Vox.

- Pese a que hubo 380 mil votos efectivos más que en 2019, "las izquierdas" pierden 55 mil dado que el PSOE perdió 274 mil. En territorio tan favorable como Puente de Vallecas solo "crecieron" 800 votos cuando se emitieron 12.500 votos efectivos más.

Ante los aciertos de Ayuso (desinhibición, lema sencillo adaptable a diversos gustos, encubrimento de contenidos, Sánchez-Iglesias como contricantes) la alternativa progresista no opuso nada eficaz salvo el acertado #LoQueDeVerdadImporta de Mónica García, insuficiente para abrir paso a un gobierno decente dada la debacle del PSM.

No obstante, la causa principal de lo ocurrido el 4M no es errores de campaña, sino el pinchazo de las esperanzas en que el Gobierno de España, pese al desgaste previsible en tal situación, actuaría responsablemente ante la pandemia y daría respaldo social, lo que empeoró poco antes del 4M con "el descubrimiento" de propuestas hechas a la UE y no explicadas a la población.

Menos malo que la alternativa Casado-Abascal, este gobierno actúa desde mayo/junio de 2020 como "pollo sin cabeza" ante dos retos esenciales: la pandemia y el respaldo social. Recordemos dos hitos: el 2/5/2020 empezó la primera desescalada, el 15/6/2020 se abrió el plazo de solicitud del Ingreso Mínimo Vital.

La principal causa del desgaste sufrido por el Gobierno de coalición es la mala gestión de la pandemia ("hemos vencido al virus", dijo Sánchez). El crédito que Illa y Simón ganaron al inicio de la pandemia se fue agotando hasta hartar a una población que ha visto cómo la política sanitaria (atención primaria, rastreos, acceso a mascarillas y cuarentenas en condiciones adecuadas, etc.) desaparecía y solo se hablaba de sus obligaciones; cómo la cogobernanza entre comunidades autónomas y La Moncloa se convertía en dejación e inacción; cómo las discusiones con Ayuso eran pantomima, ésta hacía "lo que le daba la gana" mientras que el Gobierno de España vetaba o ignoraba propuestas responsables de otras comunidades; cómo las normas variaban al día y según territorios hasta que les perdimos la pista; y cómo una aparente sobreinformación era tan confusa y cambiante que acentuaba nuestro desconcierto. Los últimos disparates han sido la gestión de la segunda dosis de astrazeneca y de la no renovación del estado de alarma, pese a las advertencias de muchas comunidades autónomas y de sus socios de investidura.

En cuanto al respaldo social, pese a ciertas medidas acertadas (ERTEs -con problemas de gestión-, subsidio para algunas trabajadoras domésticas, etc.), la población más empobrecida y precarizada fue abandonada. La "medida estrella", el IMV, ha fracasado por excluyente y ha abierto ancha brecha entre las familias empobrecidas y el Gobierno de España. La idea de que más participación en zonas populares daría la vuelta a los sondeos reflejaba carencia de vínculo social con esos barrios. Sumemos al IMV la inquietud en torno al sistema de pensiones, una vez que el ministro Escrivá, saltándose el Pacto de Toledo, amenaza con empeorar el sistema de jubilación anticipada, con ampliar los años para cálculo de la base reguladora y con sustituir el "factor de sostenibilidad" por otro similar. Sumemos la propuesta del Banco de España para abaratar el despido, la ausencia de la ley de vivienda y de la reforma laboral prometidas, el anuncio de despidos en la banca...

"Nadie quedará atrás" es promesa incumplida. Quizá no fuese 100% cumplible, pero no se ha hecho lo posible, como una buena ley de IMV, aún a tiempo de modificarse en tramitación como proyecto de ley, o como recuperar la iniciativa en la gestión de la pandemia, en lo que el Gobierno de España reencontraría aliados que ahora está perdiendo. La ministra Yolanda Díaz parece haber entendido la situación: "Hay que reconectarse con la gente que sufre" y "la legislatura empieza ahora". De su voluntad no dudamos, pues no es dada a la retórica, pero no podemos "esperar" a que el Gobierno de España ponga en marcha la necesaria nueva hoja de ruta social y sanitaria, aunque eso es lo que debe hacer y lo que debe exigirle la "izquierda parlamentaria" no gubernamental, con creciente protagonismo pero poco aprovechado y poco coordinado.

Si el Gobierno de España no reacciona y toma una ruta diferente, y, sobre todo, si no hay movilización social importante, el peligro de una deriva muy reaccionaria es real. El tipo de neoliberalismo trumpiano al que nos enfrentamos no es solo "económico", es un proyecto autoritario, antisocial y antiliberal de reorganización del mundo en torno a las "leyes de los más fuertes", bloqueando el desarrollo de comunidades humanas con conflictos sociales pero cohesionadas y con expectativas de mejora.

Un gobierno es lo que hace. Pero para que el Gobierno de España haga, hay que exigírselo desde abajo, para que "quieran", lo que está por demostrar, y para que si quieren "puedan", porque la resistencia reaccionaria va a ser muy fuerte y porque, siendo necesario recurrir a los fondos de reconstrucción europeos, es muy complicado el horizonte de sobre-endeudamiento, adicional al producido en la época de Rajoy, y de exigencias que antes o después van a poner sobre la mesa las élites del privilegio españolas y europeas.

Somos lo que hacemos, no lo que decimos o queremos. Hay que salir del recursivo ciclo ilusión-desilusión y de las burbujas de esperanza en que tal o cual líder o gobierno haga esto o aquello. Lo único en lo que podemos creer es en nuestra capacidad de unirnos, de organizarnos, de tejer hilos de convergencia entre las formas de asociación ya existentes, sindicatos, asociaciones vecinales, colectivos sociales surgidos al calor de lo que fue el 15M o de experiencias más recientes, con nuevas formas de agruparse, de construir ayuda mutua, de implicarnos en ese "hoy por ti, mañana por mí" en que reside el poder de quienes carecemos de Poder y sobre el cual se puede forjar un nuevo proyecto de país, más solidario, un nuevo proyecto de convivencia humana, en el poco a poco, en el día a día.

Lo hicimos hace 10 años, podemos hacerlo de nuevo, de otra manera aún por inventar. "Lo único que podemos hacer es hacerlo juntas y juntos" (RAR. Rock Against Racism, 1976-1982).