"Ellos no
pueden ver el cielo. Viven sumidos en la sombra,
hecha más oscura por el humo. Viven ennegrecidos
durante ocho horas, por el día o por la noche,
constantemente, como si no existiera el sol ni las
nubes en el cielo para que ellos las vean, ni aire
limpio para que ellos lo sientan. Siempre así e
incansablemente, como si sólo hasta el día de su
muerte pensaran descansar"
Cartas a
Clara, Juan
Rulfo
Thompson ha sido uno de los historiadores
más importantes del siglo XX. Además de historiador,
fue activista, escritor y profesor en clases de
adultos. Se le conoce mundialmente por su gran obra
La formación de la clase obrera en Inglaterra
y también por su papel en las movilizaciones de los
años 80 por la Paz y el Desarme. Hablaremos de todo
esto a lo largo de este pequeño artículo, que es un
homenaje muy personal hacia una personalidad que me
sirvió para aprender historia, y también para
cambiar no pocas ideas con las que me fui formando
en los primeros años de mi militancia política.
He tratado de no repetir en este artículo
todos los tópicos que se han escrito durante sesenta
años sobre la obra de Thompson. No sé si lo habré
logrado. La mayoría de estos trabajos tienen un alto
nivel teórico y provienen del mundo académico de las
universidades. No pretendo volar a esa altura. Yo
solo he pretendido escribir sobre el Thompson que
leí en los últimos cuarenta años y lo que he
aprendido de sus libros. Posiblemente no sea mucho
pero me conformo con haber abierto una ventana de
curiosidad.
1.- Leer a Thompson en estos tiempos
No es por
casualidad que sea uno de los historiadores del
siglo XX más nombrados y consultados. Su obra más
conocida, La formación de la clase obrera en
Inglaterra, es una referencia obligada para
los estudiantes de historia, pero no creo que eso
sea lo más importante. La trascendencia reside en
todo ese movimiento que fue generando a lo largo de
los años. Desde las revistas que hablaban de la
historia social, las conferencias, las polémicas,
los talleres; y muchas más cosas que no se limitaban
exclusivamente a los ámbitos universitarios.
El impacto
de su obra se hizo sentir entre los activistas de
los movimientos sociales y despertó simpatías en
algunos movimientos sindicales. Particularmente
aquellos que tenían sus raíces en la autonomía
obrera y el anarcosindicalismo. Una prueba de ello
es el libro de Chris Ealham (La lucha por
Barcelona, clase, cultura y conflicto 1898-1937)
donde relata la construcción de la CNT en España. El
autor, anarquista, muestra su deuda intelectual con
Thompson y todo su libro está impregnado de la misma
metodología que éste usara para escribir sus obras
más importantes.
Creo que los
conceptos teóricos de Thompson acerca de cómo se
fue forjando la clase, la conciencia, el
conflicto social y la lucha de clases, en la
época preindustrial y de la revolución
industrial, son una extraordinaria materia prima
para desarrollar un sindicalismo
social en el siglo XXI. Las similitudes
con los movimientos sociales, las cencerradas
(que en el 15M llamaríamos escraches); los
motines y revueltas, todo ello, forman parte de
los escenarios tan bien descritos en su libro La economía moral de
la multitud.
Temma
Keplan, una discípula de Thompson, escribió un
precioso libro titulado Los orígenes sociales
del anarquismo andaluz. A lo largo de
trescientas páginas detalla la formación de las
organizaciones obreras y del campo -a finales del
siglo XIX- fundidas con toda la población y
levantando unos ideales libertarios.
Sin duda la
obra de Thompson no se detuvo en Inglaterra ni en un
período concreto. Ha servido para apoyar los
movimientos sociales contra la globalización
capitalista, el pacifismo o, como decíamos antes,
nos ha servido de herramienta para construir
organizaciones ligadas al sindicalismo social de
trabajadores, inquilinos, usuarios de la sanidad
pública, de los servicios sociales... en estos
tiempos de grave emergencia sanitaria, climática o
social.
Cuando Thompson
afirma que "La clase la definen
los mismos hombres y mujeres viviendo su propia
historia, y al final, esa es la única
definición...", creo que está
poniendo el dedo en el centro del problema. Lo
mismo que cuando dice: "Esto viene a
destacar que la clase, en su sentido heurístico,
es inseparable de la noción de lucha de clases".
Es justo esa
"filosofía" (proceso de formación de un sujeto
social, ya sea la clase obrera u otro distinto) lo
que ayuda construir un modelo de organización
sindical o un movimiento que esté concebido por
abajo a través de los procesos de lucha y
conflictos, y no desde las instituciones del Estado
mediante subvenciones y prebendas.
Ese ha sido,
entre otras facetas, el Thompson que yo descubrí en
su momento y me sirvió de ayuda para continuar
luchando. Solo espero que si alguien más joven
descubre en su momento algunas de las preocupaciones
que a mí me motivaron les pueda servir de estímulo
como en su día me sirvieron a mí.
2.- Thompson crítico del capitalismo:
¿fue beneficiosa la industrialización?
En tres de
sus grandes obras: La formación de la clase
obrera en Inglaterra, La economía moral de la
multitud y Costumbres en común, Thompson
desarrolló dos ideas centrales que van a estar
presentes a lo largo de toda su vida: la primera era
poner en cuestión que el capitalismo y concretamente
la revolución industrial hubieran tenido un carácter
netamente beneficioso para el ser humano. La
segunda, que dicho proceso (iniciado a finales del
siglo XVIII en Inglaterra) tuviera que triunfar por
encima de todo. Contra este determinismo se levantó
Thompson.
La
importancia de estas dos ideas se reflejan hasta el
día de hoy. La mayoría de los movimientos sociales,
como los ecologistas, indígenas, feministas, hunden
también sus raíces sobre argumentaciones similares,
y en el mismo sentido no pocos movimientos
culturales como el romanticismo se basaron en
reivindicar el carácter regresivo de la civilización
capitalista.
El concepto
de "progreso" vinculado a la revolución industrial
del siglo XIX era "un hecho"; es decir, algo que se
daba por descontado. El mismo Marx es bastante
contradictorio al respecto. Como señala Silvia
Federici en su libro Calibán y la bruja:
"Si bien Marx era
agudamente consciente del carácter criminal del
desarrollo capitalista -su historia, declaró,
está escrita en los anales de la humanidad con
letras de fuego y sangre- no cabe duda de que lo
consideraba un paso necesario en el proceso de
liberación humana. Creía que acababa con la
propiedad en pequeña escala e incrementaba,
hasta un grado no alcanzado en otro sistema
económico, la capacidad productiva en el
trabajo, creando las condiciones materiales para
liberar a la humanidad de la escasez y de la
necesidad".
En esta
misma posición estaban una gran mayoría de
marxistas. Thompson, sin embargo, retoma varias
conclusiones de algunos historiadores ingleses como
B. y JL Hammond que no son marxistas, sino
simplemente socialistas fabianos. En ellas, exponen,
con todos los detalles, cuál era la situación de la
clase obrera y todos los sufrimientos humanos. Esas
tumbas de las que hablaba Juan Rulfo en la
introducción a este artículo.
El argumento sobre
el aumento del nivel de vida que impulsó la
industrialización es muy discutible y los
Hammond lo rebaten proponiendo el criterio de
calidad de vida; es decir, se enfrentan valores
distintos, unos son cuantitativos y los otros
cualitativos. Y a partir de aquí, Thompson
desarrolla una de sus ideas fundamentales que
es: el ser humano y su relación con la
naturaleza es el factor más determinante a tener
en cuenta. No
podemos dejarnos llevar solo por los datos
cuando lo que se ha producido es una
contrarrevolución, es decir, la destrucción de
la forma de vida y de todos los entornos
naturales que eran propios de los seres humanos
y no humanos.
Y continúa,
un socialismo no puede ignorar estos hechos: la
libertad para elegir el momento del trabajo y el
momento del ocio; la unidad familiar (rota con el
sistema fabril); la diversidad de unos trabajos como
eran los talleres de artesanos y los oficios (a
diferencia del trabajo alienante del maquinismo); la
vivienda en el campo en lugar de las infraviviendas
construidas al lado de las fábricas. En resumen,
cómo el capitalismo industrial afectó a la cultura
de las gentes, a sus vidas, a la salud, a la
educación, a la infancia, a la alimentación o a la
sexualidad. ¿Acaso no es parecida la situación que
se vive en el capitalismo actual con la destrucción
de la naturaleza, las pandemias, la explotación de
millones de seres humanos y los peligros de nuevos
enfrentamientos armados como en el siglo XX?
Algunas de
estas ideas fueron también defendidas en los años
cuarenta por Karl Polanyi, quien desarrolló una
crítica al liberalismo como modelo económico y
político. Es admirable que las conclusiones de
Polanyi sean exactamente las mismas que las de
Hammond o Thompson (y al menos hasta donde yo
conozco no mantuvieron relación ni correspondencia
política).
El otro
aspecto del debate que sostuvo Thompson contra
numerosos historiadores que hablaban en nombre de
Marx y del marxismo es sobre la inevitabilidad de
los procesos históricos. Así como el capitalismo era
el resultado "lógico y natural" frente al
feudalismo, el socialismo lo sería frente al
capitalismo. Este determinismo se basaba en una
interpretación economicista y vulgar de los trabajos
de Marx. Una interpretación del "materialismo
histórico" como una sucesión de modos de producción
en la historia provocados por el desarrollo de las
fuerzas productivas. El estalinismo, y no solo el
estalinismo sino también el propio Bujarin, lo
llevaron hasta extremos ridículos.
Thompson
enfrentó estos argumentos señalando de nuevo que el
factor humano y, más en concreto, la acción y las
luchas de las masas plebeyas o de las clases
trabajadoras y del campo, podían haber alcanzado la
victoria frente a las nuevas clases industriales,
comerciantes o terratenientes del campo. Las
revoluciones plebeyas en Inglaterra o Francia eran
una muestra. Nada estaba perdido de antemano. La
historia la escriben los vencedores y no los
vencidos. Y sobre estas ventajas fundan sus próximos
triunfos. Así nos lo recordaba en esta frase
memorable escrita en La formación de la clase
obrera en Inglaterra:
"Trato de rescatar de
la enorme prepotencia de la posteridad al pobre
tejedor de medias, al tundidor ludita, al
'obsoleto' tejedor en telar manual, al artesano
'utópico' e incluso al iluso seguidor de Joanna
Southcott. Es posible que sus oficios
artesanales y sus tradiciones estuvieran
muriendo, es posible que su hostilidad hacia el
nuevo industrialismo fuese retrógrada, es
posible que sus ideales comunitarios fuesen
fantasías, es posible que sus conspiraciones
insurreccionales fuesen temerarias; pero ellos
vivieron tiempos de agudos trastornos sociales y
nosotros no. Sus aspiraciones eran válidas en
términos de su propia experiencia y, si fueron
víctimas de la historia, siguen siendo víctimas
si se condenan sus propias vidas" .
Estas serían las
señas de identidad del grupo de historiadores
ingleses que se agruparían en los años
cincuenta en torno a lo que se conoció como la
nueva historia social o historia desde abajo.
Este núcleo estuvo conformado por Thompson,
Maurice Dobb, Christopher Hill,
Eric Hobsbawn, Rodney Hilton, Dona Torr y Ralph
Samuel; y entre todos desarrollaron los mejores
trabajos acerca de la revolución inglesa, la
transición del feudalismo al capitalismo o el
papel de las multitudes en la historia.
La historia
desde abajo pretendía poner el centro de gravedad en
el colectivo humano y todas sus circunstancias, en
sus conflictos sociales, en sus entornos económicos
y culturales, en sus tradiciones y costumbres. Por
eso mismo, para ellos era imposible aceptar una
explicación mecanicista aunque viniera con la vitola
del marxismo. Para Thompson se estaba abandonando la
historia como disciplina basada en la investigación,
la recopilación de testimonios y datos en los
archivos, registros municipales, parroquias o
catedrales. El duro y esmerado trabajo de campo del
historiador (le gustaba poner como un ejemplo al
francés March Bloch) era sustituido por un sistema
de abstracciones y esquemas basados en estructuras
vacías y citas de Marx y Engels. Si esto es
marxismo, decía Thompson, Marx no era marxista. Y
recordaba El 18 Brumario de Luis Bonaparte
como un trabajo donde categorías, conceptos y
alianzas de clases se van definiendo en función de
las dinámicas concretas de cada momento. No hay una
visión estática, por eso, sin pretender ser una obra
teórica, creo que es la mejor definición del llamado
“materialismo histórico".
3.-
Romántico, utópico, humanista, socialista...
A Thompson le han puesto estos
calificativos y muchos más. ¿Son incompatibles con
gran parte de la obra de Marx? Yo pienso que no, y
por otra parte no me parece transcendental que lo
fuera. El mismo Marx admiraba el romanticismo de
Goethe, el idealismo de Hegel, el materialismo de
Feuerbach, el economicismo de Adam Smith y Ricardo,
y por supuesto la literatura clásica que
representaban Shakespeare y el Quijote. Sus obras
están llenas de referencias literarias y filosóficas
a autores griegos, latinos o renacentistas.
Thompson estuvo militando en el Partido
Comunista hasta que se produjo la revolución húngara
en 1956 en contra de la burocracia y su posterior
aplastamiento por la URSS. A partir de ahí, no solo
se apartó totalmente del comunismo oficial, sino que
se convirtió en un crítico implacable del régimen
estalinista como tiempo atrás lo hiciera su admirado
Orwell.
A lo largo de su vida creo que fue
cimentando un proyecto no explícito sobre el
socialismo democrático. En algunas entrevistas, en
los debates con Altusser, en los panfletos Opción
Cero, va desarrollando un núcleo de valores
políticos y morales que, posteriormente, le
llevarían, no a romper pero sí a tomar distancias,
con lo que consideraba debates inútiles y superfluos
de la mayoría de los marxistas de carne y hueso. En
ese contexto también expresó su rechazo a lo que él
denominaba "sectas trotskistas" que, aunque
totalmente diferentes del comunismo oficial, se
perdían en discusiones estériles (ver Miseria de
la Teoría, un debate con Altusser).
Yo no llegaría al punto de afirmar que
Thompson era un socialista libertario (aunque si es
verdad que apreciaba esa corriente), al estilo de
Victor Serge, Emma Goldman o Alexander Berkman; ni
mucho menos, tampoco su actividad y compromiso
militante es comparable. Pero creo que desde su
lugar como intelectual fue evolucionando hasta dejar
parte de los mejores años de su vida militando muy
activamente en el movimiento por la paz y el desarme
en los años ochenta.
Tampoco conozco
una formulación concreta que Thompson
escribiera sobre lo que entendía él por
socialismo. Seguramente porque, como afirmó en
numerosas ocasiones, la teoría no es un bloque
de sistemas cerrados, sino que se construye
sobre la crítica de la crítica. En ese
sentido, más que un proyecto programático,
creo que su idea del socialismo era la
confluencia de diferentes corrientes cuyos valores morales y
políticos eran coincidentes:
la libertad, la fraternidad, la igualdad. Lo
que en palabras de un estudioso de Thompson,
Antoni Domenech, podía denominarse como: "un socialismo
orgulloso del gorro frigio".
Un socialismo que se alimentaba de la
cultura crítica de los románticos ingleses como Mary
Shelley, Wordsworth, Coleridge, Byron, Wlilliam
Blake y, sobre todo William Morris. También se
sentía en deuda con G. Vico o Francis Bacon, de los
que resaltaba su pensamiento humanista o científico.
Pero de todos, creo, que con quienes Thompson se
sentía más en deuda fueron sin duda Marx y W.
Morris.
En 1955
Thompson publica el libro sobre W. Morris
convirtiendo un pequeño trabajo en una monumental
biografía que, como todo lo que iría escribiendo,
generó enorme polémica. Posiblemente Morris llegó a
ser el "alter ego" de Thompson, hasta tal punto que,
a lo largo de los años fue encontrándose a gusto en
el campo más neutro de un "socialismo romántico" que
de un marxismo dogmático que tomaba al pie de la
letra los escritos de Marx, Lenin o Trotsky; y ya no
digamos del "marxismo" soviético. Creo que estaba en
una posición parecida a la de Raymon William (aunque
con enfoques muy distintos) en cuanto a su favorable
opinión sobre A. Gramsci.
En una
conferencia que dió sobre William Morris trató de
contestar a las críticas que consideraban
incompatible el socialismo romántico de Morris con
el materialismo histórico de Marx y Engels:
"Ahora -como
entonces- pienso que la crítica del capitalismo
que hacen Morris y Marx son complementarias y se
refuerzan la una a la otra. No se pueden separar.
Las relaciones económicas son, a la vez,
relaciones morales; las relaciones de producción
son al mismo tiempo relaciones de opresión o de
cooperación entre personas; y existe una lógica
moral, al igual que una lógica económica, que se
deriva de esas relaciones. La historia de la lucha
de clases, es al mismo tiempo, la historia de la
moralidad humana" [Agenda para una historia radical.
Barcelona, 2000, Crítica].
Este hilo
conductor lo seguirá desarrollando en toda su
totalidad cuando escriba ocho años más tarde La
formación de la clase obrera en Inglaterra y
desarrolle sus críticas al concepto desafortunado en
Marx de "base y superestructura". Lo que le llevará
a debatir con dureza en Miseria de la Teoría
con las tésis filosóficas de Altusser al que
consideraba una prolongación teórica del
estalinismo.
Según
Thompson, la diferencia y relación que establece
Marx sobre base y superestructura es falsa. No es la
estructura económica la que determina la
superestructura política, ideológica o cultural,
sino que existe una interrelación entre ambas, ya
que las relaciones sociales de producción se
integran al ámbito de la cultura, la tradición y las
costumbres.
"En última
instancia lo que yo examino es la dialéctica de la
interacción, la dialéctica entre economía y
valores. Esta preocupación se encuentra en todo mi
trabajo histórico y político" [entrevista en Radical
History Review].
En los
últimos años, Thompson iría incluso más lejos
afirmando que "El desdén de Engels hacia Morris
ejemplifica la estrechez entre la ortodoxia de
aquellos años y una limitación que se nota no solo
en sus escritos, sino en la tradición marxista".
Así es como al menos yo he visto a Thompson
a través de sus libros, artículos y entrevistas.
Como no podía ser de otra forma, seguramente será
una visión subjetiva y sesgada de su compleja
personalidad.
Bibliografía
Chris
Ealham: La lucha por Barcelona, clase, cultura y
conflicto 1898-1937. Alianza Editorial,
Madrid, 2005.
E.P.
Thompson: Costumbres en común. Capitan
Swing, Madrid, 2019.
E.P. Thompson: La formación de la
clase obrera en Inglaterra. Capitan Swing,
Madrid, 2012.
E.P.
Thompson: Las peculiaridades del inglés y otros
ensayos. Centro Francisco Tomas y Valiente,
Valencia, 2002.
E.P.
Thompson: Miseria de la Teoría. Crítica,
Barcelona, 1981
E.P.
Thompson: Tradición, revuelta y conciencia de
clase. Crítica, Barcelona, 1984.
E.P.
Thompson: William Morris, de romántico a
revolucionario. Institució Alfons el
Magnànim-Centre Valencià d'Estudis i d'Investigació,
Valencia, 1988.
E.P.Thompson:
Agenda para una historia radical. Crítica,
Barcelona, 2000.
Giambattista
Vico (eds. Moises Gonzalez Garcia, Josep Martinez
Bisbal): Autobiografía. Siglo XXI, Madrid,
1998.
J. Sanz, J.
Babiano, F. Erice: E.P. Thompson, marxismo e
historia social. Siglo XXI, Madrid, 2016.
JL y B.
Hammond: El trabajador de la ciudad (1986),
El trabajador del campo (1986) y El
trabajador especializado (1987). Ministerio de
Empleo y Seguridad Social.
K. Polanyi:
La gran transformación. La Piqueta, Madrid,
1989.
Karl Marx: El
18 Brumario de Luis Bonaparte. Editorial
Claridad, Buenos Aires, 2014.
Los
orígenes de la ley negra (E.P. Thompson). Siglo XXI, Madrid, 2010.
N. Zemon
Davis y E.P. Thompson: La formación histórica de
la cacerolada. Libros corrientes, Madrid,
2018.
Perry
Anderson : Teoría, política e historia, un
debate con E.P. Thompson. Siglo XXI, Madrid, 2014.
Santos Juliá
: Historia Social y sociología histórica. Siglo XXI, Madrid, 2010.
Silvia
Federici: Calibán y la bruja, mujeres, cuerpo y
acumulación originaria. Traficantes de suelos,
Madrid, 2010.
Temma
Kaplan: Los orígenes sociales del anarquismo
español. Crítica, Barcelona, 1977.
William
Blake: Poesía completa (dos tomos).
Ediciones 29-Libros Río Nuevo, Barcelona, 1980
William
Morris: Trabajo y Comunismo. MAIA, Madrid,
2014.