Juan Manuel Vera Entre los acontecimientos y la praxis Revista Trasversales número 49 diciembre 2019 Otros textos del autor El dominio neoliberal, que aparece como absoluto, está, sin embargo, sometido a su propia incapacidad de cumplir expectativas sociales. Forma parte de la naturaleza del capital globalizado ser una máquina de generar desigualdad, precarización y podredumbre social. El ciclo de apoteosis de esta forma de capitalismo des-regulado y des-regulador, al comienzo de este siglo, se apoyó en la euforia del crecimiento indefinido y acelerado de los precios de los activos inmobiliarios y financieros. Pero se agotó pronto. Las crisis cíclicas de valorización no han desaparecido. La brusca interrupción del proceso de acumulación dio lugar a la explosiva crisis mundial de 2008, cuyas consecuencias siguen presentes: un mundo con la mayor desigualdad social y pobreza desde comienzos del siglo XX (...)
Los nuevos movimientos populares tienen algunos rasgos en común. Masividad de las movilizaciones, rechazo a la corrupción y verticalidad política, desencadenamiento sorpresivo, espontaneidad de los métodos, ausencia de liderazgo, carácter generalmente pacífico, auto-organización y horizontalidad, escasa presencia de organizaciones preexistentes, generación de estrategias complejas de lucha, imposibilidad de reconducirlas a un eje tradicional de izquierda/derecha, etc. (...)
No se trata, evidentemente, de esperar
a que se produzca una creación histórica que, como
tal, es impredecible y, por otra parte, abarca tanto
la posibilidad de institución de una sociedad mejor
como de una peor. Hay, pues, que definir un espacio
preparatorio o anticipatorio de la creación
histórica, que es el de la praxis individual y
colectiva que se situará entre lo instituido y la
aparición de nuevas significaciones. No se trata de
cualquier praxis, sino de aquella que se dirige
conscientemente hacia la autonomía y que, como tal,
solo puede ser obra de seres que aspiran a ser
autónomos y que son transformados por su propia
praxis.Lo esencial es plantearnos cómo vincular el ejercicio del poder instituyente, que como creación social-histórica es obra colectiva y anónima, con la praxis, es decir la actividad que se dirige a la autonomía. "La política es, por tanto, una actividad que persigue conscientemente objetivos, mientras que la creación de nuevas significaciones escapa a la actividad consciente. La cuestión es entonces saber cómo una praxis colectiva consciente podría, si no hacer ser nuevas significaciones sociales, al menos contribuir a su emergencia" [Común, op.cit., p. 486]. La cuestión es si resulta posible una praxis instituyente, es decir, el desarrollo de políticas, de líneas de acción práctica, que se encaminen hacia la conformación de una sociedad autónoma, capaz de alimentarse de los movimientos efectivos que emergen frente a la lógica heterónoma del capital y, a su vez, de alimentar a estos, contribuyendo a la emergencia de nuevas instituciones. En ese sentido, y solo en él, cabría concebir una praxis como praxis instituyente o actividad consciente de institución. Una praxis de esa naturaleza sólo puede construirse aprendiendo de las experiencias creativas de los movimientos sociales. Son el único fundamento concreto y auténtico de una praxis instituyente que sólo puede ser concebida como confluencia de diversas perspectivas de quienes aspiran a una sociedad autónoma. Los movimientos que se oponen a la apropiación de las instituciones, los recursos materiales, la naturaleza, los conocimientos o la comunicación por parte de una oligarquía, expresan la base indispensable para una política de lo común. (...)
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