Resistir al neoliberalismo es difícil. Pero lo es mucho más desde el aislamiento y desde una pretendida "soberanía nacional" ilimitada en un mundo en el que los movimientos de capital y mercancias, de personas, de tecnología y comunicaciones, de ideas y de mitos, de aspiraciones y deseos, de contaminación y riesgos ambientales, hasta de pasiones futboleras, se globalizan de forma acelerada.

Lo que está en discusión no es si hay que luchar contra el neocapitalismo, contra el patriarcado y contra un modelo de producción que nos acerca cada día más a una catástrofe, sino el cómo hacerlo.

Lo que está en discusión es si hay que rebelarse para irse de la UE o del euro, para desglobalizar, o si hay que globalizar la rebelión, llevarla a cabo en los verdaderos escenarios en que tiene lu­gar el conflicto social y político, darle la di­mensión transnacional que hoy se re­quiere para hacer frente a los desafíos planteados.

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