Trasversales
Juan Manuel Vera

La Comuna de Watkins

Revista Trasversales número 34 (segunda época) [111 serie histórica] (papel), febrero 2015

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La Comuna (París, 1871) es un acontecimiento histórico cuya presencia/ausencia es indispensable para el conocimiento y la interpretación de los movimientos emancipatorios modernos. Sus múltiples aristas incluyen la posibilidad de emergencia de un poder popular, la pugna entre la herencia jacobina y los procesos de autoorganización social, la dificultad de gestionar las contradicciones en el seno del movimiento insurreccional, la dialéctica entre lo nacional y el movimiento obrero organizado y, por supuesto, la radical incompatibilidad del estado capitalista decimonónico y el poder de los de abajo.

Todos esos factores explican la dificultad de integración de esa experiencia en una narración lineal e instrumental. La I Internacional no fue capaz de ello. El anarquismo, presa de su negación de la política, se negó a ver en la experiencia de la Comuna lo más esencial de la misma, su naturaleza de proceso de lucha popular por el poder político. La socialdemocracia la entendió como una experiencia radical, ajena a la organicidad del socialismo de la sociedad industrial, y pretendió que se olvidara. El leninismo, por su parte, elaboró una visión de la Comuna capaz de servir como ejemplo y contraejemplo para su pretensión de construir partidos de vanguardia y su defensa del estatalismo.

En 1999, el realizador Peter Watkins ejecutó su ambicioso proyecto de una película sobre la Comuna. Aparentemente era una propuesta anacrónica, a contracorriente de la interpretación mediática de un mundo en el que se había acabado la Historia y las experiencias revolucionarias estaban destinadas al sepulcro más silencioso. Además, Watkins desarrolló su obra de una forma muy singular, no sólo por su duración, más de seis horas, sino por su carácter explícito de una representación que niega la identificación melodramática.

Ahora, en España, tenemos la posibilidad de dialogar con la Comuna a través de la aparición en DVD de la versión completa de la película, en una cuidada edición de Intermedio. Es una ocasión tremendamente oportuna para incorporar su reflexión a nuestras preocupaciones actuales ya que no es una película histórica al uso, sino una reflexión que, a partir de esa experiencia, mira hacia el presente y el futuro.

La Comuna codificada en las versiones marxistas o anarquistas se reconoce mal en los hechos históricos. Por ello, el director ha sido consciente de la necesidad de tratar el acontecimiento en su singularidad histórica, respetando la realidad de los hechos, para, a partir de ellos, poder mostrar lo que entiende como su enseñanza más esencial.

El autor introduce, desde el principio, un enorme y eficaz distanciamiento sobre su propia recreación. Por ejemplo, a través de la reflexión sobre la forma de mirar los acontecimientos a través de los medios de comunicación. Especialmente relevante es la forma en que los actores, en cuanto ciudadanos, son llamados a preguntarse sobre el significado de la Comuna. De una manera evidente, Watkins aspira a que los participantes en el rodaje sean la metáfora de unos espectadores convertidos en protagonistas.

Aparece así conjurado el fantasma profundo de la Comuna que no sólo la burguesía, también las corrientes orgánicas del movimiento obrero, quisieron de una forma u otra, desfigurar. Contemplamos cómo el corazón de la experiencia de los communards no era otro que la aspiración al autogobierno de la ciudadanía sirviéndose para ello tanto de los nuevos instrumentos que fueron capaces de construir como de lo que se podía aprovechar de las viejas instituciones.

El tratamiento de Watkins me parece muy serio. Es admirable su sensibilidad sobre el significado de la Comuna pero, también, respecto a sus puntos ciegos. Uno de ellos, especialmente relevante en la obra, es la dificultad de las mujeres para establecer su propio espacio en la experiencia de la Comuna. Otro, la tendencia permanente de las instituciones a autonomizarse de sus fuentes de poder.

Si en 1999, como hemos dicho, la película de Watkins pudo parecer a algunos una extravagancia, los hechos posteriores han mostrado que fue capaz de identificar un elemento crucial del imaginario naciente en los movimientos que en el siglo veintiuno se iban a oponer a los efectos de la mundialización capitalista, defendiendo los derechos sociales y una democracia real.

Los debates de la Comuna están muy próximos a lo que hemos visto estos años. Desde las primaveras árabes hasta el 15M y Ocuppy. El espíritu de la Comuna vive en formas contemporáneas donde la aspiración a la autonomía, a una verdadera democracia, se ha hecho presente de forma inesperada.

Peter Watkins no parece haber dudado en ningún momento de lo esencial. La Comu­na son sus protagonistas. La Comuna no es vista unilateralmente como embrión de un estado nuevo ni como experiencia insurreccional antiautoritaria. La Comuna consiste en la aspiración de la gente común a gobernar sus vidas y a disponer del poder social. En esta película se representan las luchas de ayer y las de mañana. Ver y debatir esta película no es una recomendación. Es una necesidad.




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