Elias Khoury Es nuestra esperanza y no tendremos miedo Revista Trasversales número 27 diciembre 2012 (web) Traducción al castellano de Traducciones de la revolución siria, blog dedicado a publicar traducciones al español de textos, vídeos e imágenes sobre la revolución siria: “El objetivo es dar a conocer al público hispanohablante al menos una parte del tan abundante material publicado en prensa y redes sociales sobre lo que actualmente acontece en Siria. Por lo tanto, se acepta y agradece enormemente la difusión y uso de su contenido siempre y cuando se cite la fuente”. Texto original: Al-Quds al-Arabi, 10 diciembre 2012 El traductor señala que "Este texto parece una continuación de este otro" Otros textos del autor No habrá más miedo a partir de hoy: el muro del miedo ha caído en la plaza de Tahrir en la calle Habib Burguiba y en las plazas y calles de Siria. ¿De qué tenemos miedo y qué tememos? ¿Acaso
nos
dan miedo las palabras del Guía Supremo (de
los Hermanos Musulmanes) y su segundo a bordo,
Al-Shater, sobre la conspiración? ¿Nos
dan miedo los grupos de Al-Nahda que atacan a los
trabajadores de Túnez? ¿O quizá
las alucinaciones criminales de Asad? ¿El
qué? Tras tanto sacrificio ya no hay lugar
para el miedo.
Los
islamistas
deben saber que la revolución no
permitirá a nadie que la robe en un segundo,
y lo que queda del partido Baaz debe saber que ha
llegado con creces el momento de irse, que la era de
la eternidad asadiana no la salvarán los
barriles de explosivos y que el meter miedo a los
revolucionarios con que el régimen puede
destruir el país no tendrá efecto.
Lo que sucede en el triángulo de las revoluciones árabes, en Egipto, Túnez y Siria no es un golpe autoritario, sino una revolución que estalló en los pueblos antes de que los pueblos la hicieran estallar. Por ello, ya no tendremos miedo. Muhammad
Mursi
y la Oficina de Dirección de los Hermanos en
Egipto han de entender que la revolución no
se rinde por miedo o por temor, y que el jugar con
las constituciones que deben ser un punto de
consenso nacional que conformen las fuerzas
revolucionarias no les llevará más que
a la destrucción. Egipto no se toma
así.
Si
los Hermanos y sus semejantes en Al-Nahda quieren
participar en el devenir democrático,
bienvenidos, pues es su derecho y su deber. Pero si
lo que piensan es que la democracia es un juego para
cazar el poder y que basta con llegar a un acuerdo
con los estadounidenses para ello, entonces es una
estupidez que solo conducirá al precipicio.
El miedo a los islamistas era el espantajo del dictador que el pueblo ha destruido en su revolución. ¿Por qué y en nombre de qué los Hermanos Musulmanes y sus homólogos en Al-Nahda adoptan la imagen que dibujó el dictador, pensando que pueden ocupar su lugar y comportarse como él? El señor Mursi se va pareciendo más parece,mientras se va dictatorizando, a un guiñol movido por el Guía Supremo y su segundo a bordo, Al-Shater: amenaza y promete, se crece insinuando que retrocederá pero no lo hace. Se muestra como un cordero para acercarse a su presa y después se convierte en lobo para cazarla. El
juego no engañará a nadie.
Mursi
posee
una milicia, pues vale. ¿Qué puede
hacer la milicia? La gente ya no teme a nada. Quien
derrocó a Mubarak, su séquito, su
policía y sus camellos no temerá a una
nueva milicia que amenaza y promete, pero que no
tiene capacidad real. A su alrededor hay un
puñado de hombres de negocios barbudos que
quieren heredar la influencia de Ahmad Izz [conocido
hombre de negocios muy próximo a Gamal
Mubarak, hijo del depuesto Hosni Mubarak] con un
discurso que utiliza la religión para
justificar el dominio sobre el mundo.
La revolución se está renovando hoy. ¿Quien dijo que la revolución había terminado con la simple celebración de elecciones y que la democracia se había realizado en el momento de la huida de los dictadores de la ira del pueblo? La
revolución y la democracia son dos procesos
complejos y largos y hoy vemos un nuevo
capítulo de la misma que no será el
último naturalmente. Las plazas que la gente
ha ocupado anunciando su ira no deben pasar a ser un
recuerdo. Son instrumentos del continuo proceso
revolucionario hasta que lleguemos a la libertad, la
democracia y la justicia social.
En las plazas nace la relación entre el pueblo y la política, y entre la política y la cultura, y los que pensaron en el momento de su alianza oportunista con los militares, que podían cazar Egipto, descubren hoy que las plazas de la revolución pueden renacer, que no hay vuelta atrás y que la voluntad de los revolucionarios la forjan las dificultades y todo a lo que han de enfrentarse. En
Siria, la testarudez del dictador y su salvajismo
han hecho de la revolución siria una escuela
de heroísmo y desafío. Aquí en
las ciudades sirias y sus aldeas el régimen
cuasi-mongol ha impuesto formas de lucha diversas,
que comenzaron con manifestaciones pacíficas
y adoptaron después formas militares
variadas. No temeremos la realidad de que los
líderes políticos no están al
nivel de la revolución, ni nos
asustarán los regímenes del despotismo
petrolero que pretenden utilizar la
revolución para saldar cuentas regionales con
Irán. La cuestión es mucho más
grande, es el inicio de una nueva etapa que
construye el Estado nacional y establece una
distinción entre el Estado y el poder
político cuya labor política se reduce
a la administración del Estado y no puede
dominarlo o secuestrarlo.
En Siria se intensifica sangrientamente lo que sucede en Túnez y Egipto, salvando las grandes diferencias en la estructura política de los tres países. Pero a pesar de las diferencias en los detalles de los mecanismos, el objetivo es uno: construir un Estado sobre bases democráticas sólidas y hacer del pueblo de Egipto fuente de todos los poderes y que sea él quien los supervise. Si el régimen familiar mafioso en Siria convierte el país en escombros, los sirios deben reconstruirlo de nuevo. Así, las misiones en Egipto y Túnez concuerdan con la siria en la reconstrucción del Estado como régimen de instituciones y poderes independientes, que colaboran entre sí y fundamenten el Estado de la Ley. El triángulo de las revoluciones árabes en Egipto, Túnez y Siria es el triángulo de la esperanza real de la salida de los árabes de la decadencia que provocó la dictadura. Y es un triángulo que se enfrenta hoy a grandes puntos de inflexión, anunciando con toda claridad que la revolución es un esforzado proceso político, social e intelectual y que a lo que se enfrenta estos días es a las dificultades de liberarse de las huellas de la dictadura y de construir un horizonte con el cual llenar el horizonte. |