Estos meses y últimas semanas las revoluciones árabes junto
a sus esperanzas nos han arrastrado a una dura y trágica experiencia
de muertes, sufrimiento y dolor. Todos los días vemos cómo,
tras las manifestaciones populares, más y más vidas inocentes
caen a manos de la represión, la guerra y el terror que aplican los
dictadores de los países árabes. Ni la distancia cultural,
ni la islamofobia imbuida por el pensamiento neoliberal dominante deben dejarnos
insensibles ante las aspiraciones de liberación e igualdad que persiguen.
Un individuo, un grupo,
un partido o una clase que "objetivamente" mira para otro lado mientras
hombres ebrios de sangre masacran a personas indefensas está condenado
por la historia a la putrefacción y a ser pasto de los gusanos aún
en vida, afirmaba el revolucionario León Trotsky. Sin embargo,
en pocos momentos en la historia del último siglo, un movimiento
de liberación tan masivo y tan justo como el que se ha desatado desde
el Magreb, hasta el extremo de Oriente, se haya encontrado con tan poca
solidaridad internacional de los pueblos y de los activistas que se reclaman
de la izquierda.
El levantamiento de millones
de jóvenes, hombres y mujeres árabes o beréberes, por
la dignidad, la libertad y la igualdad soporta en estos momentos una autentica
lluvia de proyectiles de tanque, bombardeos, francotiradores, bombas de
racimo, palos, detenciones y torturas a manos de los regímenes sanguinarios
de Siria, Libia, Yemen, Bahrein, etc…
Y en Occidente estamos limitados a recibir las imágenes por televisión,
mientras se nos pretende anestesiar y dejar inermes ante nos sucesos que
se presentan como ajenos o lejanos a nuestros intereses, porque son árabes.
Los medios pretenden convencernos de que depositemos nuestros sentimientos
de solidaridad y deseos de cambio en la actuación de los políticos
o los militares profesionales.
Por el contrario debemos intentar ayudar al triunfo de la libertad, tenemos
que salir a la calle, y desplegar nuevas estrategias y tácticas, para
rearmar una renovada solidaridad internacional antes tantos atropellos contra
la rebeldía árabe.
Ya sabemos que desde
la caída del muro, no existe un mundo bipolar. Y que a Rusia, China
o Cuba lo único que les interesa es la vuelta rápida al gran
negocio del capitalismo salvaje, por eso no apoyan las revueltas. Del mismo
modo, ni siquiera el bolivariano Chávez, con todo su discurso “populista
de izquierda”, esta dispuesto a defender a los millones de árabes
que luchan por su independencia contra las tiranías corruptas. Chávez
prefiere apostar por mantener sus alianzas, negocios y amistades con los
dictadores poseedores de petróleo.
Tampoco podemos estar muy contentos con las debilidades que presentan
las otras izquierdas, las alternativas o las agrupadas en el Foro Social
Mundial. Las debilidades, la complejidad, la diversidad, los dilemas y los
esquemas del pasado han hecho fracasar el tímido intento de dar una
respuesta global solidaria como la que se dio a la guerra contra ocupación
imperialista de Irak, porque en la practica estas revoluciones implican un
compromiso mayor que un simple rechazo antiimperialista.
Así es difícil
evitar el avance de las contrarrevoluciones. Con las escasas movilizaciones
solidarias de Occidente, las revoluciones árabes se encuentran ante
un terrible desamparo, desestima y desasistencia, quizás como jamás
haya sufrido antes una revolución.
Frente a la grandeza, la espontaneidad, el heroísmo, la ingenuidad
y la entrega de uno de los movimientos emancipadores más masivo de
la historia, y su enorme valor constructivo para el futuro en libertad de
toda la humanidad, es angustioso y debemos lamentar que no se haya producido
una respuesta mas masiva de solidaridad incondicional impulsada por las izquierdas.
Debemos preguntarnos: ¿Qué diferencias existen entre los
actuales manifestantes sirios, que luchan con piedras contra tanques, con
la intifada Palestina, o con las protestas de Tianamen? ¿Qué
diferencia hay entre los sufrimientos de los habitantes de Misrata, con los
del cerco de Stalingrado, o con los republicanos madrileños del “no
pasaran”? Las preguntas se contestan por si mismas.
Es directamente insólito y aberrante que las izquierdas institucionalizada
no han levantado aun su voz contra los asesinatos de los manifestantes. O
que nos lleve la delantera en las denuncias un imperialista y un torturador
de Guantánamo, como Obama. Es tan desesperante esta situación
y tan pobre la ayuda desarrollada por las izquierdas que, inevitablemente,
los pobladores de Misrata o de Bengasi (Libia) se ven obligados a dar las
gracias, por estar vivos, a los bombardeos de la OTAN, o a las maniobras
de las corruptas democracias imperialistas de Francia, Gran Bretaña,
Italia y España.
¿A qué
se deben el silencio de Llamazares o del PCE? ¿cómo unas izquierdas
autodefinidas como antiimperialistas (entre ellas, sectores abertzales)
se declaren partidarias de dictadores genocidas como Gadafi o Asad? No es
comprensible que conocidos intelectuales y artistas, antimilitaristas y
pacifistas no se manifiesten contra las atroces bombas de racimo o los cañonazos
de los tanques sirios o libios contra las poblaciones civiles en lucha,
y solo se pongan, en las pancartas, para inclinar el peso de sus denuncias
en un “no a la guerra” o en un no a la “intervención imperialista”.
Algunos nos preguntamos: ¿Por qué se pasa a un segundo plano
la otra guerra, la de los dictadores contra sus poblaciones? ¿Qué
dice el antimilitarismo y el pacifismo de las masacres de la población
indefensa, queétiene eso que ver con la OTAN?
Este cúmulo de despropósitos, de abandonos y de silencios,
deja a las revoluciones indefensas ante la represión. No es normal
que el rechazo a la “intervención imperialista” sea el centro, la
excusa o el doble eje para abandonar las luchas a su suerte. No es normal
que se deslegitimice a las víctimas rebeldes, por pedir todo tipo de
ayuda, reconocimiento o asistencias. En Occidente, se hacen demasiados oídos
sordos a los gritos de la población árabe. Debemos movilizarnos
para exigir todo aquello que a ellos les sea necesario y posible para conseguir
salvar sus vidas y las de la causa por la que luchan, en ultima instancia
ese mundo más justo, mas libre y mejor por el luchamos, es el mismo
mundo para toda la humanidad.
Sin duda, nada es sencillo
y la complejidad de las nuevas revoluciones nos obligan a dar respuestas
complejas, pero nuestros razonamientos no nos pueden dejar atrapados en un
dilema derrotista. Es un error señalar que, de entrada, la revolución
libia está condenada a la muerte, por la superioridad militar de Gadafi
(ahora con amenazas de usar armas químicas), o que, de salida, también
está condenada por el interesado martillo de los bombardeos de la
OTAN, que obviamente no son la solución, porque también matan
la soberanía y la autonomía de la revolución Libia.
Es decir, aunque algunas izquierdas hemos planteado que se debería
apoyar a la revolución suministrándole armas y bloqueando a
la dictadura, desde el primer momento, resulta que esto no lo esta haciendo
nadie (salvo pequeños y raros suministros). Así las masas árabes
se están quedando solas a su suerte, o en las manos de Alá,
o aisladas por nuestra impotencia y rechazo a la “intervención”, siendo
fatídicamente abocadas a perecer ante la supremacía militar
de Gadafi, Asad ... o sin otra salida que echarse en los brazos del imperialismo.
Los occidentales anticapitalistas no podemos caer en la simplificación
de "ni Gadafi, ni la intervención", o, mucho peor, solo denunciar
las intervenciones. Ya que por mucho que denunciemos a nuestras tropas imperialistas
como los auténticos malos de esta película, por sus perversas
intenciones, acciones, historia, intereses y armamento, los árabes
saben muy bien en sus carnes quienes están sembrado todas sus calles
de cadáveres, en este momento, y afortunadamente, no son ni el imperialismo
yanqui y ni europeo.
Todas las izquierdas, y la antisistemica en particular, deberíamos
romper con esos esquematismos litúrgicos y con este campismo interesado
que nos condiciona al pasado. Tenemos que irnos modernizando en las estrategias
y las practicas para que estén a la altura de las necesidades de las
masas, en las luchas del siglo XXI. Nada se puede reducir a una simple pelea
de buenos contra malos, sino aportar todo nuestro esfuerzo en la defensa
de unos intereses concretos en una situación contradictoria. Debemos
apoyar la ayuda que se nos demanda y que beneficia a las revoluciones, claro
está que sin dejar de denunciar los intereses que persiguen los imperialismos,
pero sin prescribir de antemano los destinos ni el futuro desenlace de estas
revoluciones desde nuestras cómodas tribunas de opinión.
Quizá la metáfora de los modernos protocolos de los médicos
del siglo XXI que se utilizan contra los tumores cancerigenos, la quimio
y la radiología, sea la mas apropiada para explicar nuestras consignas.
Si bien es cierto que con los bombardeos quirúrgicos (o de la OTAN)
también se dañan células vivas, tejidos y defensas y
que no garantizan la curación total del paciente, estos protocolos
si que han demostrado su eficacia para mantener con vida a muchos seres humanos,
que además durante mucho tiempo continúan heroicamente luchando
por vivir.
Esta “intervención de la ONU” se ha convertido en necesaria para
los rebeldes libios frente al cáncer asesino de Gadafi. Así
como se está convirtiendo en necesario que se aplique toda la legislación
internacional existente contra el dictador sirio... y contra todos los dictadores
árabes, que están copiando el ejemplo de Gadafi para ahogar
en sangre la rebeldía de sus pueblos, o como ya lo venia haciendo
Israel con el pueblo palestino.
Las izquierdas occidentales no pueden seguir repitiendo declaraciones
y consignas políticamente correctas en los papeles, pero estériles
para los que luchan. Tenemos la enorme responsabilidad de ayudar con todo
lo posible, para evitar las derrotas. Debemos movilizarnos una y otra vez,
para alentar la movilización de nuestras sociedades, para así
poder ofrecer a las y los revolucionarios, todo lo que ellas demanden o
necesiten, en ello les va su vida, y la nuestra también.
Esta primavera revolucionaria a puesto en juego un futuro de mayor o menor
libertad para toda la humanidad, todo depende de que las fuerzas desatadas
en este curso revolucionario no sean aplastadas, y que de estas heroicas
luchas, puedan seguir desarrollando todo el potencial de sus aspiraciones
democráticas e igualitarias. De nosotros también va a depender
que seamos capaces de despertar un amplio y masivo movimiento de solidaridad
internacionalista hacia todas revoluciones árabes, para que de este
modo podamos seguir sus ejemplos.