El 17 de marzo, Naciones Unidas aprobaba
la resolución 1973 donde se daba luz verde a la creación de
una zona de exclusión aérea en Libia. A las 17 horas y 45 minutos
aviones franceses bombardeaban objetivos militares de Gadafi. La intervención
internacional era ya un hecho.
A las pocas horas se producían reacciones entre diferentes sectores
de izquierda convocando concentraciones y manifestaciones contra la agresión
imperialista. Hasta en el Congreso de los Diputados hemos vuelto a escuchar
un “No a la Guerra” por parte de IU. Para una gran parte de la izquierda
español, la guerra civil en Libia no empezó con la revolución
popular el 17 de febrero sino con la intervención de los aviones franceses
el 19 de marzo. ¿Hasta ese día qué había? ¿Eran
virtuales o inexistentes los bombardeos de Gadafi sobre la población
civil que costaron la vida de seis mil civiles? ¿Por qué IU
no exigió -como lo haría más tarde- el cese de los bombardeos
por Gadafi?
Mientras tanto, los verdaderos representantes de esa izquierda a nivel
internacional, es decir Castro, Ortega y Chávez, marcaban la pauta
a seguir. Según ellos, Muamar era un buen amigo, un antimperialista
víctima de la contrarrevolución, de la CIA. Las declaraciones
de los tres dirigentes a favor de Gadafi y en contra de la revolución
libia han sido un escándalo mayúsculo. Aún más
grave es, todavía si cabe, la posición de Hugo Chávez
apoyando al dirigente sirio Al Assad y extendiendo su teoría “conspirativa”
de la CIA también a las movilizaciones democráticas en Siria
que ya han costado más de cien muertos.
Nosotros tenemos una interpretación opuesta. El proceso revolucionario
que se vive en Libia, forma parte de una oleada revolucionaria mucho más
grande que abarca el Norte de África y Oriente Medio. Dicha oleada
ha derribado ya a dos dictadores en Túnez y Egipto respectivamente.
La revolución penetra en Yemen, Siria, Bahreim, Argelia, Marruecos
y, por supuesto, Libia.
Características del Régimen
de Gadafi
Uno de los principales problemas que
tienen muchos sectores de la izquierda es la falta de un análisis
marxista del régimen libio. El hecho de que su origen esté
en una revolución anticolonial no quiere decir que, tras 42 años,
mantenga las mismas características. Más bien todo lo contrario.
Nos inclinamos a pensar que éste perdió hace muchos años
su carácter antimperialista. El régimen de Gadafi evolucionó
desde ese punto hasta llegar a un régimen aliado de los principales
gobiernos y Estados occidentales. Amigo íntimo de Berlusconi, Aznar
y Tony Blair, se jactaba hasta hace muy poco de sus relaciones internacionales
y de haberse puesto a la cabeza de la lucha contra el terrorismo internacional
que preconizó la Administración Bush.
Podríamos hablar de un régimen
dictatorial apoyado en su clan familiar y tribal (y por lo que hemos podido
ver en una “guardia pretoriana” formada por miles de mercenarios subsaharianos).
Sus relaciones y su base capitalista están fuera de toda duda. Gadafi
y su familia acumulan una fortuna inmensa en Italia, EEUU y paraísos
fiscales, conseguidas a base de la expropiación a los seis millones
de ciudadanos libios y trabajadores inmigrantes.
El hecho de que Hugo Chávez o Fidel Castro consideren a Gadafi
un aliado y amigo, no es ningún aval; es una muestra más de
la falta de compromiso de éstos con los pueblos que luchan por conquistar
las libertades. Ayer fue Irán, hoy Libia y Siria. Mañana probablemente
será… ¿Argelia?
Una revolución en curso
Espoleados por los acontecimientos
revolucionarios en Túnez y Egipto, los trabajadores y el pueblo libio
se encuentran entre los millones de árabes que han decidido tomar
el destino en sus manos. Las revoluciones en los países árabes
han presentado hasta la fecha -al menos- tres características.
La primera es su carácter popular. Han participado tanto trabajadores
como la juventud estudiantil, clases medias, desempleados, etc. Es una gran
alianza entre diferentes clases sociales. Aunque el movimiento obrero y sindical
ha ido tomando protagonismo cada vez con más fuerza.
La segunda, su contenido. Se trata de movilizaciones y revoluciones democráticas.
Tanto por sus objetivos como por sus limitaciones. Los triunfos conseguidos
son parciales. En Túnez, pero principalmente en Egipto, el aparato
de Estado sigue casi intacto, principalmente si hablamos de las Fuerzas Armadas.
La tercera, su dinámica. Nos encontramos, al igual que tras
la caída del Muro de Berlín, con un proceso de revoluciones
populares y democráticas, pero también un proceso de carácter
internacional. No pensamos que resulte exagerado afirmar que lo que se vive
desde el Norte de África hasta Oriente Medio es un único proceso
regional que, aunque tiene desigualdades muy grandes, refleja el proceso
de mundialización de la economía y la existencia de una gran
nación árabe.
La prensa comparó las revoluciones
árabes con las revoluciones de los países del Este. Algunos
elementos son parecidos: su carácter popular, democrático
e internacional, pero otros son radicalmente distintos. Mientras en el Este
de Europa se daban las condiciones objetivas para un proceso de restauración
capitalista (unas economías estatistas en crisis), en cambio, en
Oriente Medio y el Norte de África existen posibilidades reales de
transformar la lucha democrática y social en un combate contra el
sistema y su régimen neoliberal, debido a las enormes desigualdades
sociales y la miseria económica. El tiempo dirá.
Otro aspecto importante son las direcciones o no direcciones en este proceso
revolucionario. La ausencia de importantes organizaciones anticapitalistas
hace más que posible la influencia de partidos, corrientes o movimientos
islamistas y, sobre todo, pro-occidentales.
Lo que está en juego hoy en Libia es mucho. Si Gadafi gana la guerra
afectará al conjunto del proceso revolucionario que se vive en toda
la región. El resto de dictadores habrán encontrado “soluciones
a sus problemas”. Por eso en el último mes hemos podido comprobar
dos cosas: la primera que el recurso a la violencia contrarrevolucionaria
ha ido en aumento como se está viviendo en Yemen y Siria. Y la segunda,
que, a medida que avanzaba Gadafi, disminuían las movilizaciones en
otros países.
Y las contrarrevoluciones en curso
Para intentar frenar, desviar o llevar
a su terreno a la revolución árabe en general y a la libia
en particular; se han lanzado o puesto en marcha, no uno, sino múltiples
frentes contrarrevolucionarios. Éstos no son un cuerpo único,
tienen muchos portavoces, o para que se entienda mejor, son como una hidra
de varias cabezas. Las maniobras de los autócratas árabes
-para perpetuarse en el poder- son ahora muy diversas ¡Han aprendido
muy bien la experiencia de Túnez y Egipto! Para ello están
empleando diversos medios: militares, parapoliciales y políticos.
Muamar el Gadafi no ha sido una excepción a esta regla. Primero
contemporizó, después bombardeó, más tarde hizo
un guiño a Occidente afirmando que tras las revueltas estaban una panda
de drogadictos y Al Qaeda, después se dejó seducir por las
propuestas conciliadoras de Chávez en el sentido de establecer una
tregua y abrir un diálogo, y, finalmente, ha declarado que los bombardeos
de la ONU son una cruzada contra el mundo árabe. Todo un repertorio
de mentiras para mantenerse en el poder. Ahora vuelve a la farsa de la negociación
con los gobiernos europeos.
Por otra parte están las democracias
imperialistas y sus organismos internacionales títeres como la ONU.
También están aprendiendo de la revolución en curso
y afianzando sus estrategias. Ante la debilidad actual de algunos regímenes
árabes y su crisis inminente, se reorientan los estados de Europa
y EEUU, se reorientan las oligarquías o burguesías árabes
y se reubican las Fuerzas Armadas. Las clases medias giran ante el empuje
de la revolución democrática buscando una salida junto a la
juventud y los trabajadores. No parece, al menos de momento, que en el programa
de la revolución árabe figuren consignas antiamericanas o
antimperialistas, más bien parece que todo se concentra en torno
a reivindicaciones democráticas, salariales y sociales.
Aprovechando estos márgenes de maniobra, los gobiernos de Europa
y EEUU se han situado en la primera línea de fuego y política.
Apareciendo ahora como salvadores de la población, dicen defender
los derechos humanos y la democracia en el mundo. Viajan, reconstruyen relaciones
diplomáticas, y salvan la cara ante su propia opinión pública.
Antes eran amigos de las dictaduras, ahora lo son de las democracias. Nos
encontramos así con las dos caras de una misma moneda. Unos como Gadafi
son la contrarrevolución sin más; otros lo son pero intentando
controlar la transición de una dictadura a la democracia.
Apoyar, ayudar y solidarizarnos
con esta Revolución
En el caso de Libia, consideramos
esencial señalar lo que, a nuestro entender, son posiciones de principios
para un revolucionario. Creemos que todo internacionalista tiene que apoyar
la victoria militar de los rebeldes y, por lo tanto, la derrota de Gadafi.
Esta es hoy la principal tarea. Y una gran diferencia con muchos “izquierdistas”.
No son diferencias menores, ¡estamos ante el proceso revolucionario
más importante de los últimos años! Chávez ha
defendido el diálogo con Gadafi y lo apoya abiertamente. ¡Nada
tenemos que ver con él! Si estuviéramos en territorio libio
estaríamos pegando tiros en lados distintos. ¿Y qué
decir de los “pacifistas” de última hora con su lema No a la Guerra?
¿Por qué no se acordaron de la paz cuando Gadafi ha estado
masacrando impunemente a la población? ¿Qué significaba
el lema de No a la Guerra en las manifestaciones convocadas por la izquierda?
¿Que se rindieran los rebeldes asediados en Bengasi? ¿Que les
obliguemos a negociar con Gadafi, como en el fondo quieren las democracias
imperialistas?
La guerra civil en Libia ha llevado
a una contradicción suprema, las democracias de Occidente (antiguos
amigos de Gadafi), en lugar de apoyarlo, lo están bombardeando. ¿Y
esto por qué? Como decíamos anteriormente si bien tienen fines
parecidos (derrotar el proceso revolucionario) se plantean estrategias diferentes.
Uno por supervivencia, y los otros para evitar males todavía mayores.
La intervención militar de la ONU en Libia levantó una oleada
de rechazo en un sector de la izquierda (¿ves? ¡Ya lo decíamos
nosotros!). Los rebeldes no son revolucionarios sino agentes del imperialismo
(según ellos). ¿Y Gadafi? La víctima. El mundo al revés.
Pero la realidad es otra, Gadafi reaccionó a las movilizaciones
de su pueblo bombardeando y disparando sobre la población civil. Bengasi
estuvo a punto de caer en manos de Gadafi, y, con ésta, la revolución.
Algo parecido a la entrada de Franco en Madrid en 1939, analogía
que no sólo hacemos nosotros sino el propio Gadafi. Ante esta situación
desesperada, el mando de los rebeldes pidió ayuda a las potencias
imperialistas. Pidieron ayuda material, armas y alimentos, además
de una zona de exclusión aérea; descartando la entrada de tropas
terrestres en territorio libio.
¿Se han vuelto locos los rebeldes
libios pidiendo ayuda? ¿Podemos aconsejarles nosotros desde nuestros
confortables asientos que en nombre de la pureza revolucionaria no acepten
ninguna ayuda exterior y menos de las democracias imperialistas? ¿Queremos
que gane la revolución o queremos que sea aplastada por la enorme
superioridad militar y logística de Gadafi? ¿No estamos viendo
que los rebeldes carecen de preparación y medios? ¿No nos estamos
dando cuenta que las democracias imperialistas están actuando en un
doble juego para imponerse ellas y dejar debilitados a los rebeldes?
Más aún, ¿estaban locos también los republicanos
cuando pidieron en 1936 ayuda a Francia e Inglaterra? ¿Acaso no criticaron
los internacionalistas de aquella época el abandono de las democracias
a la República (la política de No Intervención), mientras
Hitler mandaba la legión Cóndor y Mussolini tropas de combate
en Guadalajara? ¿Qué les teníamos que decir a los partisanos
de la Francia ocupada por Hitler en 1941? ¿Que no reclamasen la ayuda
de los aliados norteamericanos? ¿Que se negasen al desembarco de Normandía
porque en lugar de la barbarie nazi vendrían los imperialistas de
EEUU, Canadá e Inglaterra? ¿Y qué les decíamos
a los judíos de los campos de exterminio? La realidad es así
y no puede ser reemplazada por esquemas abstractos como pretende un sector
de la izquierda.
Los internacionalistas luchamos por la victoria de la revolución
pero desempeñando sólo el papel que nos corresponde. Es decir,
exigir a nuestros gobiernos y a la Comunidad internacional el envío
de armas, medicinas y víveres. La concreción de estas propuestas
corresponden a los que se están jugando la vida sobre el terreno;
y en ese sentido la petición de una zona de exclusión aérea
ha partido de ellos (aunque remarcando que no quieren una invasión
de tropas extranjeras).
Nosotros deberíamos haber defendido
el derecho de los rebeldes a pedir ayuda militar a Naciones Unidas. Están
en su derecho y además es comprensible que lo hagan en medio de una
situación de desesperación total. Esta postura, se complementa
con otras exigencias que las organizaciones revolucionarias deberían
haber hecho desde hace semanas: ¡Que se envíe ayuda material,
es decir, armas, medicamentos y comida! ¡Que el gobierno del PSOE
y los demás reconozcan a los portavoces de los rebeldes como los
únicos interlocutores válidos! ¡Ruptura inmediata de
relaciones con Gadafi y bloqueo de todo tipo de ayudas! Teníamos
que haber defendido concentraciones y movilizaciones frente a las embajadas….
Pero nada de esto se hizo en los meses de febrero y marzo.
Por el contrario, hemos asistido a un coro de voces clamando contra la
intervención y contra la guerra. ¿Acaso se puede comparar la
agresión del imperialismo a Irak con una guerra civil que ha sido
provocada por la reacción del aparato militar del coronel Gadafi contra
un proceso de revolución en marcha? Oponerse a una intervención
militar del imperialismo en Vietnam, Irak o Afganistán, nada tiene
que ver con la situación de guerra y revolución que estamos
viviendo en Libia.
Decir No a la Guerra de Irak era una consigna “revolucionaria” porque
intentábamos parar una agresión de EEUU; pero decir No a la
Guerra de Libia es una consigna “reaccionaria” (por muy humanitaria que se
quiera hacer aparecer) porque lo que nos proponen es que continúe
el viejo régimen de Gadafi, se desarmen los revolucionarios y, como
consecuencia de ello, al resto de los pueblos árabes se les prohíba
el uso de la violencia revolucionaria frente a la violencia de las clases
dominantes. A esto nosotros le llamamos pacifismo reaccionario.
¿Porqué un sector
importante de la izquierda no apoya la revolución libia?
Vamos a tratar de contestar a la pregunta
recordando que esta postura no es ni mucho menos novedosa. La caída
de los regímenes en la Europa del Este enfrentó dos grandes
posturas en la izquierda. Para muchos de nosotros se trataban de revoluciones
independientemente de sus direcciones y su programa. Algunas personas y
organizaciones apoyamos las revoluciones antiburocráticas contra
el conjunto del estalinismo mundial.
Los partidos comunistas tenían dos varas de medir. Una cosa era
oponerse por ejemplo a la guerra de Vietnam y otra a la invasión de
Checoslovaquia (1968) o Hungría (1956) por parte de la Unión
Soviética. La una era una causa justa y antimperialista (estamos completamente
de acuerdo). Y la otra la extensión de la Revolución de Octubre
(sic), aunque las víctimas de la ocupación militar fueran
los consejos de obreros y los estudiantes. La guerra fría ofreció
al estalinismo un marco objetivo adecuado para “teorizar” sobre la revolución
y la contrarrevolución mundial estableciendo un esquema muy simple
(la teoría de los campos). Quienes apoyaban a Stalin, Kruchev, Breznev
o Gorbachov estaban en el campo bueno. Los que no, eran contrarrevolucionarios
sin muchos matices. No estamos exagerando, para los partidos estalinistas
algunos en la izquierda éramos agentes del imperialismo y muchos lo
pagaron con sus vidas.
Como indicábamos unos párrafos
más arriba, cuando estallaron las revoluciones en 1989 en Europa
del Este, miles de militantes comunistas influenciados por el estalinismo
no vieron otra cosa que una contrarrevolución del imperialismo con
el objetivo de restaurar el capitalismo. Todo se trataba de una gran conspiración
de la CIA al servicio de los turbios intereses norteamericanos. Se podrá
decir que al final estas revoluciones acabaron trayendo el capitalismo,
pero no es del todo correcto. Como señalaron sesenta años
antes, primero Rakovsky (uno de los dirigentes de la Oposición de
Izquierda rusa) y luego Trotsky, la burocracia estalinista era el factor
fundamental de restauración capitalista, gracias a su práctica
política reaccionaria. Hoy en día tenemos un ejemplo imponente
al alcance de cualquiera, ¿Quién sino en China ha traído
el capitalismo? La burocracia.
Todas estas experiencias teóricas y prácticas desgraciadamente
no se han traspasado a las nuevas generaciones (llamémoslas antisistema).
En lugar de transmitirse un legado internacionalista y revolucionario, están
aprendiendo de fuentes que, bajo unos códigos antimperialistas
y antineoliberales, nos vuelven a reproducir, ahora en Libia, la teoría
de los campos de la guerra fría.