René Passet Nosotros somos los verdaderos mundialistas Revista Iniciativa Socialista (primera época de la actual revista Trasversales) , número 61, verano 2001. René Passet, economista, presidente del consejo científico de ATTAC. Artículo redactado a partir de extractos de su libro, "Éloge du mondialisme, par un 'anti' présumé" (Fayard). Artículo original en francés publicado en Transversales Science Culture, número 68, abril 2001.
¿Sólo hay una mundialización? ¿Los verdaderos mundialistas son aquellos a los que así se denomina? A finales de enero de 2001, en Porto Alegre, frente
al tradicional Foro económico de Davos se levanta el Foro social mundial.
Desde la lejana Suiza nos llegan las raras imágenes de una ciudad
en la que se pretende hablar en nombre de la humanidad, pero para ello se
comienza aislándose del mundo. En las calles sólo hay uniformes,
escudos, cascos, vehículos militares y vallas portátiles, controlando
los lugares donde se desarrollan las reuniones. Personajes casi todos vestidos
de gris, llegados de las zonas más ricas del planeta, pertenecientes
al mundo de las finanzas, de los negocios o de las instituciones internacionales,
junto a algunos invitados representando a gobiernos de países pobres
o de organizaciones no gubernamentales, se desplazan bajo protección
policial, mientras que sus coches son tragados tras los muros de una especie
de búnker en cuyo interior, altaneramente aislados, celebran sus conciliábulos.
¿Para qué abrirse al mundo si consideran que ellos son el mundo?
Se nos dice que la mundialización en marcha estaría representada por esos sombríos pequeños hombres de Davos, enclaustrados para protegerse de la multitud. Y el caluroso pueblo de Porto Alegre no sería otra cosa que el antimundialismo en acción. Recuperadas y vueltas del revés, las palabras pierden su sentido. ¡Qué ridiculez! Pues la prensa -incluso la mejor intencionada-, lo proclama, lo repite, y las ondas lo pregonan, lo vocean y lo acreditan: los antimundialistas somos aquellos que nos oponemos a aquello que un gran autor liberal ha calificado como "mascarada mundialista laisser-fairiste" (1). Nosotros somos quienes nos oponemos. Cansados de precisar en vano que no criticamos la mundialización sino su forma unilateral, terminamos por pasar por alto sus palabras. ¿De qué sirven, en efecto, los matices y puntualizaciones ante el simplismo de las etiquetas? Pasamos por alto lo que dicen, y cometemos un gran error. ¿Cómo podemos tolerar la extraordinaria inversión de la situación según la cual se nos quiere convencer de que, por un lado, estarían los "mundialistas" virtuosos, campeones de la aventura planetaria, tales como los representantes de las finanzas y de las firmas transnacionales (...), los gobiernos neoliberales y los grandes organismos internacionales (OCDE, Banco Mundial, FMI, OMC...) que les sirven, mientras que por otro lado estaríamos nosotros, "antimundialistas", irresponsables y retrógrados, que combatimos este proyecto de confiscación del mundo y (...) que apareceremos en cualquier donde un pequeño número de sombríos personajes, habitualmente sin ningún mandato electivo, pretendan determinar soberanamente el destino de los pueblos? Parecería que esto está muy mal. El
FMI lo dice claramente: "La mundialización (...) es uno de los motores
principales del crecimiento (...). Al permitir una mayor división
del trabajo y un reparto más eficiente del ahorro, la mundialización
se traduce en un aumento de la productividad y del nivel de vida (...). La
competencia internacional eleva la calidad de la producción e incrementa
su eficacia" [Boletín FMI, 19/5/1996] (...). Frases tan bellas como
un manual de "ciencia" económica, ya que son artículos de fe
enumerados sin ninguna demostración. Contra esa fe pecamos, al oponernos
a ella. Por nuestra parte, queremos lo siguiente: ¿No es así como entendían la mundialización nuestros grandes antecesores humanistas? Entre quienes defendemos esta perspectiva y los campeones de la libre circulación de capitales, ¿quiénes son, a vuestro entender, aquellos cuyos esfuerzos tienden hacia la unificación de la comunidad humana?(...) Una aparente rectificación Si creemos lo que dice la prensa, Porto Alegre,
dando culminación a los múltiples movimientos que se han producido
después de Seattle, habría inducido a los pequeños hombres
sombríos a tomar conciencia de las catástrofes que sus actividades
provocan en el mundo. Tengámoslo en cuenta: en Davos, cinco de los
ocho grandes temas de debate se referían a la articulación
entre lo social y lo económico. Incluso habían invitado a representantes
de los países pobres y a responsables de las ONG, ¡nada más
y nada menos! Sobre el Atlántico, Davos tendía su mano hacia
Porto Alegre. Se nos anuncia una triple ambición estratégica:
Filantropía, ética, palabras... todo
lo que, en suma, depende de su capricho sin poner en cuestión su poder.
Sobre esto, las cosas están muy claras: "Todo depende, declara el
patrón de McDonald's, de lo que verdaderamente quieran las ONG. Si
quieren destruirnos, el diálogo es inútil". Soros, de forma
menos brutal -al fin y al cabo, es un especulador "social"- subraya que "no
se puede pedir a las empresas que violen su propia naturaleza"... Pero sabemos también que, en tanto que la naturaleza del poder no sea puesta en cuestión, no puede esperarse ningún verdadero cambio. Soros tiene razón; no se puede pedir a un sistema "violar su propia naturaleza". Mientras que ese poder siga en manos de las finanzas, se perpetuarán los mismos males. Hoy, la creación de riquezas es una obra colectiva y no hay ninguna razón para que todos aquellos que contribuyen a ella -trabajadores, ciudadanos- no participen en ese poder, bajo formas y en proporciones evidentemente diversas. No lo olvidemos: resituar la finalidad humana en el corazón de las decisiones económicas, ése es el único problema. Con ellos, debemos hablar sobre eso. Pero no quieren escuchar. Los pequeños hombres sombríos deberían retroceder unos pasos para poder comprender que la imagen que han dado en Davos constituye el pasmoso símbolo de la situación de reclusión frente al mundo en que ellos mismos se colocan. Países ricos rodeados por un universo de miseria que creen poder seguir explotando indefinidamente; hombres ricos protegidos, aquí, por milicias armadas, tras los muros que les separan de un mundo al que pretenden representar; hombres ricos, en cualquier otra parte, que empujan a los pobres hacia guetos de lo que un día podrían salir; entre tanto, mientras se espera a que todo eso se extienda, las milicias cuentan al amanecer los cadáveres de los niños que ellas mismas han matado durante la noche porque la lógica de un sistema inhumano los había transformado en pequeñas fieras. ¿Cómo puede dormir esta gente? ¿Qué cálculo imbécil y corto de vista les ha llevado a soportar, para protegerse, los mismos sacrificios que, consentidos y orientados de otra forma, evitarían que siguiese creciendo este océano de miseria en el que, un día, podrían ser engullidos? La multitud de Porto Alegre -pese a todas las miserias a las que daba voz- no deseaba lo peor. Todo este esfuerzo de convencimiento se hace, precisamente, para impedir lo peor antes de que ya no quede tiempo. Ante los pequeños hombres sombríos replegados sobre sí mismos, ¡qué bella era la potente y pacífica marejada formada por los hombres y las mujeres de Porto Alegre, erguidos para rechazar la servidumbre de los pueblos! NOTAS (1) Maurice Allais, premio Nobel de economía,
"La mondialisation, le chomâge et les imperatifs de l'humanisme", UNESCO,
Sciences et humanisme, 9-10 abril 1999
(2) Esta cita y las siguientes proceden del artículo "La question sociale à Davos", de Èric le Boucher y Babette Stern, Le Monde, 3 febrero 2001. |