Las expectativas de prosperidad, paz y libertad que siguieron al
colapso del comunismo han dado paso a níveles de desempleo sin precedentes
y, en muchos países, a una profunda pobreza en apariencia irremediable;
una multitud de guerras increíblemente salvajes en Europa, Africa
y Asia que han destruido las vidas de millones de personas; y la continua
amenaza de un conflicto nuclear. El Nuevo Orden Mundial se ha convertido
en una pesadilla para todos, salvo para una pequeña élite.
A fines del siglo XX, somos testigos del catastrófico fracaso del
capitalismo realmente existente como sistema mundial.
¿Qué hacer? Los partidos de izquierda han desmoralizado a
sus miembros al no haberlos defendido contra las políticas de sus
enemigos o, aún peor, haberlas adoptado como propias: se han quedado
sin impulso, sin energía, sin ideas. A veces parece que se han quedado
sin futuro.
Pero no es la primera vez en la historia que un cambio desgarrador ha lanzado
a la sociedad en una barahúnda aparentemente incontrolable. No es
la primera vez que los valores de justicia y solidaridad, de igualdad de
derechos para todos, de cooperación y responsabilidad mutua, son desdeñados
por aquellos que ostentan el poder dictando comportamientos; no es la primera
vez que los pueblos parecen impotentes.
Comencemos por intentar comprender lo que nos está sucediendo, luego
pensemos qué se debe hacer, qué se puede hacer y cómo
llevarlo a cabo.
La economía global
Un buen punto de partida es la economía. En un número reciente,
la revista
Business Week preguntó "¿Qué es lo
que está mal?", haciéndose eco de la perplejidad general: debería
ser "el mejor de los tiempos", a raíz del final de la Guerra Fría
y la extensión de las economías de "libre mercado". En cambio,
tenemos una profunda depresión de los países industrialmente
avanzados y "allá donde se mire, el miedo está enfrentando
a aquellos que se benefician de la economía global con aquellos que
pierden sus empleos ante rivales de ultramar".
Es verdad. Y la misma
Business Week da la respuesta
"Un nuevo
y brutalmente competitivo orden económico mundial está surgiendo
con la desaparición de la Guerra Fría (...) La fuerza fundamental
detrás de este nuevo orden es la integración en la economía
global de las nuevas naciones capitalistas y gran parte del mundo en vías
de desarrollo", que representa unos 3.000 millones de personas.
Las compañías transnacionales (CTNs) son la fuerza motora
de esta integración. Existen ahora 37.000 CTNs, con más de
170.000 subsidiarias fuera de sus países de origen; debido a arreglos
no equitativos como las concesiones y las franquicias (típicas de
la industria hotelera y de comidas rápidas. entre otras) su verdadera
influencia se extiende más allá de lo que esas cifras indican.
Según un reciente informe de la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarollo (UNCTAD), las ventas generadas por las CTNs fuera
de su país de origen totalizaron 5,5 billones de dólares en
1992, excediendo así el valor total de las exportaciones mundiales
(4 billones de dólares). Las CTNs controlan ahora un tercio de los
bienes productivos del sector privado en el mundo. El caudal de inversiones
extranjeras en todo el mundo suma 2 billones de dólares. El mayor
grupo de propietarios son las CTNs con sede en EE.UU., con 474.000 millones
de dólares; las británicas están en segundo lugar con
259.000 millones de dólares, seguidas de cerca por las CTNs japonesas
con 251.000 millones.de dólares.
El crecimiento de las inversiones exteriores continuará en un futuro
próximo, predice el informe, agregando que la "producción internacional
se ha convertido en una característica estructuralmente central de
la economía mundial", en parte como resultado de la revolución
en los sistemas de transporte y comunicaciones, que permite a las compañías
integrarse mejor con sus subsidiarias en el extranjero. La privatización
ayuda a esta tendencia y las CTNs han aprovechado, en forma particularmente
activa, las ventas de los bienes públicos en América Latina
y en Europa 0riental y Central. Las estrategias de las CTNs, dice el informe,
promueven la integración económica a nivel mundial. Las compañías
están localizando las funciones centmles en aquel país que
sea más efectivo en cuanto a los costes. Tales actividades, señala
el informe, provocan la integración entre economías nacionales
aún en ausencia de acuerdos fornales, como el mercado único
europeo
. Las economías asiáticas fueron integradas más
estrechamente por las estrategias de producción de las compañías
japonesas, mientras que las compañías estadounidenses establecían
nexos con las mexicanas aún antes de las negociaciones del TLC. "La
división tradicional entre integración a nivel de compañía
y de nación comienza a desaparecer", dice el informe. "Las CTNs invaden
áreas sobre las cuales la soberanía y las responsabilidades
han sido reservadas tradicionalmente para los gobiernos nacionales".
En 1990, según el departamento de Comercio de los EEUU, las compañías
estadounidenses emplearon a 2 millones de personas en Europa Occidental (4%
más que el año previo), 1,5 millones en Asia (2% más
)
y 1,3 millones en América Latina (2% más). Las compañías
japonesas están construyendo más plantas en ultramar, incluso
cuando aumenta el desempleo en su propio país. Por ejemplo, la ampliación
de la planta mexicana de Nissan que costó 800 millones de dólares
tiene como fin producir no sólo para el mercado mexicano sino también
exportar para Japón, Canadá y el resto de América Latina.
Las transnacionales francesas emplean aproximadamente dos millones de trabajadores
fuera de Francia.
El Mercado laboral mundial
Ahora todos vivimos en una economía global sin fronteras, hecha posible
por las nuevas tecnologías en comunicación y transporte. Esta
economía global ha creado un mercado de trabajo mundial donde los
trabajadores europeos, norteamericanos, japoneses y australianos se encuentran
en directa competencia con la fuerza de trabajo de países donde los
costes de mano de obra son mantenidos 10 o 20 veces más bajos, al
tiempo que aumenta el desempleo y caen los niveles salariales en los antiguos
países industrializados.
Un consultor económico británico, Douglas Wilbarns, predice
que en el mercado de trabajo global la combinación de crecimiento
demográfico con un aumento de la alfabetización ampliará
en 25 años la fuerza de trabajo mundial desde los actuales 600 millones
a cerca de 4.000 millones, declinando simultáneamente los costes reales
de la hora de trabajo en Europa más de 1% por año durante ese
período.
Ya en las décadas del 70 y del 80, una transferencia masiva de producción
comenzó a llevarse a cabo para aprovechar los costes de trabajo más
baratos en los países más pobres y en los países recientemente
industrializados, particularmente los "tigres" asiáticos. Como consecuencia,
sectores industriales completos desaparecieron virtualmente del norte de
Europa y de Norteamérica: acero, astilleros, textiles, calzado, electrónica.
La reubicación actual de la producción no sólo afecta
a las industrias tradicionales en busca de mano de obra barata, sino también
a la manufactura sofisticada y a las operaciones de servicio.
Líneas aéreas como Swissair y Lufthansa han mudado toda su
contabilidad a la India, y KLM está considerando una medida similar.
Un centro de programas de software en Bangalore atiende a unas 30 transnacionales
incluidas Microsoft, Digital, Fujitsu, Bull, Olivetti, Oracle, IBM, Motorola,
Text Instruments, 3M, Hewlett-Packard y Siemens, a mitad del precio que el
mismo trabajo costaría en los EE.UU. o en Europa Occidental.
Entre abril y septiembre de 1993, las exportaciones hindúes en servicios
electrónicos aumentaron más de un 20%, y un 30% en el campo
del software. La proyección indica que en los próximos tres
o cuatro años esas exportaciones se triplicarán alcanzando
cada una 1.500 millones de dólares, de los cuales la mitad será
de software.
Infosys, una compañía hindú de software que trabaja
para General Electric, entre otras, hace "una parte del mejor trabajo del
mundo", según el presidente de la concesionaria estadounidense de
Siemens. El director administrativo de Texas Instruments en India, citado
por la revista
Fortune, dice que "a medida que los diseños
y el software se vuelven más complejos, la ventaja de costes de India
se vuelve mayor. Sólo hemos arañado la superficie respecto
a lo que podría suceder". Tata Consultancy Services (TCS) ha vendido
a INR 1800 millones de rupias en servicios electrónicos en todo el
mundo durante el último año comercial; abrió una subsidiaria
en Alemania hace dos años, que atiende a uno de los principales bancos
y a la subsidiari alemana de Hewlett-Packard, entre otras, y ha establecido
una
joint-venture con IBM que ampliará aún más
sus negocios.
Desde mediados de los años 8O, TCS estado arrendando equipos de
especialistas en computación por semanas o por meses a labotatorios
de software o a empresas en computación de países industrializados.
Este
body-shopping del nuevo comercio internacional de esclavos, en
cuyos abismos se encuentra el alquiler a países extranjeros, por los
gobiernos de China o Birmania, de cuadrillas enteras para proyectos de construcción,
o de tripulaciones completas para barcos mercantes, por salarios muy inferiores
a los estándares mínimos internacionales y de los que, además,
una parte no la reciben los trabajadores sino los gobiernos.
Siemens Information Systems Ltd. (SISL), que fue creada en julio de 1992
tras tres años de preparación, ahora emplea 250 especialistas
en software en Delhi, Bombay y Bangalore. En 1993 y 1994, Siemens planea
despedir definitivamente a 5.100 empleados -3.900 en Alemania- en los negocios
en computación del mundo industrializado que le están dando
pérdidas. Los salarios en la India para los mismos empleos están
por debajo de los 7.000 dólares al año. No hay virtualmente
costes sociales; las horas de trabajo son generalmente 48 por semana. En
Jamaica, 3.500 personas trabajan en oficinas conectadas a los EE.UU. vía
satélite, procesando reservas de aerolíneas, pasajes, llamadas
a teléfonos libres de cargo, entradas de datos, solicitudes de tarjetas
de crédito, etc.
Los países periféricos europeos de menor desarrollo también
son blanco de la reubicación. En Irlanda hay un sector basado en la
telecomunicación que atiende necesidades de programación de
computadores para empresas de seguros de EE.UU., como Metropolitan Life,
que emplea a 150 trabajadores en County Cork para examinar reclamaciones
médicas de todo el mundo. Los costes operativos en Irlanda son 30-35%
más baratos que en EE.UU., los servicios irlandeses para el desarrollo
proporcionan generosos impuestos y otros incentivos, y "parece haber una
fuerte disciplina laboral intensificada por una grave escasez de empleos
en Irlanda".
Los antiguos países comunistas están jugando el mismo papel
que los países del Tercer Mundo con capacidad de alta tecnología:
Business Week cita el caso de los programadores polacos en Gdansk
que trabajan para un fabricante de equipos estadounidense por "una fracción
de la paga de un trabajador semejante en los EEUU", y Siemens informa que
está recibiendo ofertas de especialistas rusos en computación
a 5 dólares diarios.
Para entender estas cifras en su contexto debe recordarse que el salario
mínimo oficial en Rusia, hoy en día, es de 7 dólares
por mes, un 20% de los ingresos necesarios para "la supervivencia fisiológica"
según un reciente informe de la Oficina Internacional del Trabajo
(OIT). En Ucrania, el salario mínimo es aún más bajo
que en Rusia; en Bulgaria representa un 60% del nivel de subsistencia;. en
Albania es un 24%, en Rumanía menos del 50%, en Estonía 61%,
en Hungría 64%, y un 70% en Polonia.
El salario mínimo también ha caído dramáticamente
en relación a los salarios promedio, que a su vez han estado bajando
rápidamente. En 1993, los salarios en Rusia aumentaron un 12%, pero
tras caídas del 45%, 38% y 60% en los tres años anteriores.
Percy Barnevik, de ABB, citado en
Fortune, prevé
"un traslado
masivo del mundo occidental. Nosotros (ABB) ya tenemos 25.000 empleados en
antiguos países comunistas. Harán el trabajo que antes se hacía
en Europa Occidental". Más empleos se trasladarán a Asia:
ABB, que tenía solamente 100 trabajadores en Tailandia en 1980, tiene
ahora 2.000 y planea tener 7.000 para fines del siglo. Barnevik predice una
drástica y permanente caída del empleo:
"El empleo en Europa
Occidental y en EE.UU. se reducirá de un modo continuo. Como la agricultura
a comienzos de siglo".
Las transferencias de producción no son toda la historia. Menos
conocida es la internacionalización de servicios considerados inherentemente
intemos: varios países de Europa hacen recoger su basura doméstica
por una transnacional con sede en los EE.UU., las calles de los suburbios
de Londres las limpia una transnacional francesa y una transnacional danesa
es una de las principales empresas de limpieza y mantenimiento de edificios
de Europa y Norteamérica. En general, la subcontratación de
servicios públicos en favor de transnacionales privadas ha provocado
la pérdida de empleos. Lo importante
, sin embargo, es que
se
está transfiriendo masivamente no solamente la producción
industrial, sino también servicios, incluyendo los de alta tecnología,
y que la pérdida de puestos de trabajo en los países industralizados
no implica grandes aumentos del empleo en los países donde las compañías
se relocalizan y extienden. La migración de puestos de trabajo no
es ni mucho menos un honesto uno-a-uno, en el que se gane un empleo en el
nuevo país por cada empleo perdido en el país industrializado,
Paul Samuelson, en una conferencia en Italia en 1992, observó:
"Cuando
miles de millones de personas que viven en Asia del Este y en América
Latina se capaciten para empleos buenos y modernos, los quinientos
millones de europeos y norteamericanos que descollaban sobre el resto del
mundo, encontrarán que su ascendente progreso en niveles de vida enfrentará
una dura resistencia". Pero la impresión que en esas palabras
se da de un
quid-pro-quo es errónea. La palabra clave es "capacitar":
muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.
El mundo entero está perdiendo empleos
La economía global es una gran niveladora, pero nivela hacia abajo.
Aunque los puestos de trabajo se van perdiendo en el mundo industrializado
-unos dos millones de empleos en los 5 últimos años-, los niveles
occidentales de empleo no son exportados a los nuevos países anfitriones.
La revis
ta Fortune escribe que
"cuando el trabajo se desplaza
hacia los países menos desarrollados, eso no significa automáticamente
que los nuevos países anfitriones vayan a alcanzar los niveles occidentales
de empleo y prosperidad'. En otras palabras, no hay una contrapartida
positiva en el Tercer Mundo o en los países ex-comunistas que compense,
a nivel global, por las pérdidas de empleo en los países industrializados
mediante la reubicación de la producción. La razón principal
es que
"la nueva tecnología y la continua búsqueda de una
mayor productividad empujan a las compañías a construir en
los países no desarrollados plantas y oficinas que requieren sólo
una fracción de la mano de obra que era necesaria en las fábricas
de sus países de origen". Un consultor citado por
Fortune
apunta: "Algunas de las plantas estadounidenses más parecidas al tipo
japonés están siendo construidas en Brasil". Las nuevas fábricas
en el extranjero, aún en países de salarios bajos, tienden
a ser mucho más eficientes en el trabajo que sus contrapartes en el
país de origen de la compañía.
En segundo lugar, las nuevas fábricas construidas en otros países
por compañías americanas, japonesas o europeas, tienden a subcontratar
(o "surtirse fuera") en mayor grado que lo hacían sus predecesores
en sus propios países hace diez o quince años, y aunque los
empleos subcontratados también son empleos, son empleos baratos sin
protección, que contribuyen al deterioro mundial de las condiciones
de trabajo y de los salarios. La compañía moderna ya no está
estructurada como la clásica pirámide, con la dirección
central en la cúspide, por debajo las gerencias, la administración
y, en la base, los trabajadores de producción; hoy tratamos con una
flexible conjunción de actividades organizadas en un patrón
móvil alrededor de un pequeño núcleo. Ese núcleo
es en sí mismo una pirámide, a pesar de que a menudo se extreman
precauciones para disimular las subyacentes relaciones de autoridad. Está
constituido por la dirección y personal central, y quizás una
mano de obra específica altamente especializada y tecnificada; todas
las operaciones de trabajo intensivo son subcontratadas en el propio país
o internacionalmente. Así, la corporación se mantiene en el
centro de una red interdependiente de empresas de subcontratistas, quienes
a su vez tienen sus propios subcontratistas, etc., empeorando las condiciones
y los salarios a medida que nos movemos del centro de la red hacia su periferia.
Los organizadores de ventas y producción tienen a su disposición
lugares de producción en diferentes localidades y países, y
subcontratan gran parte, cuando no la totalidad, de sus necesidades. Deciden
qué producir, dónde, cómo y quién lo hará,
y desde dónde proveer a cada mercado. Venden una combinación
de elementos, como lealtad a la marca, organización superior, planificación
y marketing, control sobre la red de distribución, acceso a mercados
protegidos, control de calidad.
De este modo, Benetton posee sólo una pequeña parte de sus
locales de producción y ventas. El fabricante de zapatos Nike "no
se considera un fabricante, sino una corporación de investigación,
desarrollo y comercialización". De hecho, varias grandes compañías
venden ahora solamente su nombre, y dejan la fabricación real a otros.
Esas firmas incluyen a General Motors, General Electric, Kodak, Caterpillar,
Bull, Olivetti y Siemens, en partes importantes de su producción.
De paso, digamos que esto ilustra lo absurdo de las campañas que buscan
salvar los empleos intemos exhortando a los consumidores a "comprar (productos)
estadounidenses" o "comprar (productos) europeos", ya que sólo una
parte, a menudo pequeña, de esos productos se origina en la producción
interna.
La subcontratación se aplica a casi cualquier tipo de trabajo, no
sólo a la fabricación. Ya hemos visto el caso de compañías
que subcontratan su contabilidad y otras operaciones en países con
salarios bajos.
Fortune cita el caso de los "ingenios dactilográficos"
en Filipinas, que copian textos y números en un ordenador por 50 centavos
cada 10.000 caracteres... y aún están compitiendo con otros
equipos en China, que realizan el trabajo por 20 centavos. Por lo tanto,
queda claro que el nuevo orden económico transnacional no trae, a
los llamados países en vías de desarrollo, aquellos beneficios
más frecuentemente mencionados por sus apologetas, en especial Milton
Friedman, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyos
"ajustes estructurales" han sido los bloques con que se ha construido el
Nuevo Orden Mundial.
"Ajuste estructural" es el nombre dado a un conjunto de las llamadas "políticas
de libre mercado" impuestas a los países por el Banco Mundial y el
FMI como condición para que reciban asistencia financiera. Incluyen
típicamente: devaluación de la moneda, liberalización
comercial, recortes en los gastos sociales, privatización de empresas
públicas, mantenimiento de sueldos bajos, desregulacíón
de los negocios, restricciones de créditos y mayores tasas de interés.
Los programas de ajuste estructural se dirigen a la captación de inversiones
extranjeras, eliminando toda regulación sobre comercio e inversiones,
estimulando los ingresos por comercio exterior por medio de la promoción
de las exportacíones y reduciendo los déficits públicos
por medio del recorte de gastos. Supuestamente, estas medidas deben poner
a los países en el camino de un crecimiento sostenido.
Si bien puede servir para atraer inversiones extranjeras, hemos visto que
esa inversión no sirve al propósito declarado, que es el alza
gradual y general de los niveles de vida mediante un desarrollo progresivo
y sostenible de las economías no desarrolladas. La masiva inversión
transnacional puede traer prosperidad y pleno empleo a pequeñas ciudades-estado
como Singapur o Hong Kong, pero aún en estos casos se plantean legítimas
interrogantes sociales, culturales y ecológicas. Pero en los grandes
países de Asia, Africa y América Latina ni siquiera pueden
observarse esos efectos positivos, ya que son países predominantemente
agrícolas en los que todo desarrollo progresivo y sostenible requiere,
antes que cualquier otra cosa, una solución a la cuestión de
la tierra y un serio ataque a la pobreza rural. Lo que las reubicaciones
de producción y de servicios e inversiones de las corporaciones transnacionales
hacen, es crear islas altamente tecnificadas en un mar de pobreza y zonas
de libre comercio que son, de hecho, zonas con "derecho de pernada" para
el capital transnacional en cuanto a condiciones sociales y derechos laborales.
La carrera hacia el abismo
Existe una versión geográfica de la teoría de la filtración,
de acuerdo con la cual "el modo en que los países pobres tienen una
oportunidad para mejorar por su propio esfuerzo es, precisamente, explotando
las ventajas competitivas de que disponen, como el trabajo barato, y que
sus competidores ricos consideran desleales". No funciona de esa manera en
el mundo real: en primer lugar, porque, como vimos anteriormente, lo que
se transfiere de los países ricos a los pobres es la producción,
no empleos o rentas. En segundo lugar, porque si bien el efecto de filtración
puede tener una oportunidad en las sociedades donde mecanismos democráticos
como los sindicatos fuertes y activos aseguran la redistribución de
la riqueza, en los países con bajos salarios las élites de
poder se aseguran de que los costes de mano de obra se mantengan bajos y
poder así seguir repartiéndose el botín con los inversores
extranjeros. Las personas de estos países no llegan nunca a poder
mejorar en algo: sólo la elite de poder se vuelve más rica
y más poderosa. Aquí es donde hay que recordar el papel económico
de la represión. Los estados criminales como Haití y Birmania
pueden resultar ejemplos extremos, pero el principio funciona igualmente
bien en el caso de "democraturas" como México, Egipto, Malasia y Tailandia,
donde se permite la existencia de sindicatos más o menos libres en
tanto permanezcan débiles, y donde los ropajes externos de la democracia
sirven para ocultar el puño de hierro.
En esta carrera descendente hacia el mínimo común denominador
internacional, en la que cada país y cada trabajador debe ofrecer
condiciones más ventajosas que cualquier otro, el pretexto habitual
es que determinado sector económico sólo puede sobrevivir si
sigue siendo "competitivo". Pero la "competitividad" sin límites es
una carrera en la que no se gana: no hay una "llegada" en la carrera hacia
el abismo. Como Jesse Jackson dijo, no se puede competir con el trabajo de
esclavos. La "competitividad" de ninguna manera soluciona el problema del
empleo, ni cualitativa ni cuantitativamente, ni tiene esa intención.
Por el contrario, a nivel global la desvalorización basada en la"competitividad"
Ileva al estancamiento. Como Jeremy Brecher escribió en "¿Pueblo
Global o Pillaje Global?" (The Nation, 12/6/93): "
A medida que cada fuerza
laboral, comunidad o país busca volverse más competitiva reduciendo
sus salarios y sus aspiraciones sociales y ambientales, la consecuencia es
una espiral descendente general en los ingresos y en
las infraestructuras
sociales y materiales. Salarios más bajos y una reducción del
gasto público implican menor poder adquisitivo, conduciendo al estancamiento,
la recesión y el desempleo. Esta dinámica se ve agravada por
la acumulación de la deuda; las economías nacionales en los
países pobres y aún en los Estados Unidos se enfocan en función
del pago de la deuda a expensas del consumo, la inversión y el desarrollo.
La caída se ve reflejada en la desaceleración del crecimiento
del PNB global, que pasa de casi un 5% anual en 1948-1973, a solamente la
mitad en el período 1974-1989 y a un mero reptar desde entonces".
Para comprender las implicaciones políticas y sociales de la
"competitividad" y de la reubicación masiva de la producción
en países de bajo costo de mano de obra -tanto los subdesarrollados
como los anteriormente comunistas- es importante no perder de vista el rol
económico de la represión.
El rol económico de la represión
En un famoso e infame anuncio aparecido en una publicación comercial
de la industria estadounidense del vestido, los salarios de una trabajadora
textil en El Salvador fueron publicitados de la siguiente manera: "Rosa Martínez
produce ropa para los mercados de EE.UU. con su máquina de coser en
El Salvador. Usted puede alquilarla por 57 centavos la hora". En posteriores
versiones del mismo anuncio, el salario de Rosa había descendido a
33 centavos la hora. Existe una razón para este nivel salarial: el
país ha sufrido una guerra civil por décadas, con más
de 40.000 muertes. Como en Guatemala, era una guerra de la clase gobernante,
apoyada por intereses de los EE.UU., contra su propio pueblo, donde el movimiento
sindical fue destruido varias veces mediante el exterminio físico,
el terror y la intimidación, junto con los partidos que hubieran podido
defender los intereses del pueblo contra los de la élite. Fue una
guerra para privar a las personas de los medios para defenderse a sí
mismas.
Los parques industriales recientemente desarrollados en Indonesia, a 20
kilómetros de Singapur a través del Estrecho de Malaca, emplean
trabajadores de Java y Sumatra a un tercio del coste de la mano de obra similar
en Singapur. Viven bajo una dictadura militar que tuvo que asesinar a medio
millón de personas en 1965, en los cálculos más bajos,
o dos millones según las estimaciones más altas, para tomar
el poder y aplastar al movimiento obrero.
China, el mercado laboral más grande y barato que se ofrece en el
mundo de hoy al capital transnacional, es el producto de un estado policiaco
terrorista que ha exterminado a 150 millones de sus propios ciudadanos mediante
el hambre y la represión. Vietnam, otro estado policíaco totalitario
con sindicatos dirigidos por el gobierno, es el último candidato para
el "tigre" asiático.
Rusia tiene una clase trabajadora que recién ahora está surgiendo
de siete décadas en las que el estado mató a 40 millones de
personas, nuevamente estimando por lo bajo, para deshacerse de todos los
vestigios de una sociedad civil con sus instituciones autónomas. Y
los otros países ex-comunistas de Europa Central y Oriental, con 40
años de gobierno comunista detrás de ellos, son sociedades
psicológica y económicamente destruidas, donde el tejido social
se ha desintegrado y donde nociones fundamentales como el interés
público o el bien común han sido desacreditadas por su asociación
con la retórica oficial de los regímenes estalinistas. Son
sociedades que han sido absorbidas por las ideologías de libre empresa,
a veces abrazadas por la misma gente que mantendría las estructuras
políticas de los antiguos estados policiacos, y más a menudo
por aventureros y oportunistas que se integran a una nueva clase gobernante
capitalista, tan temeraria pero mucho más corrupta que la de los comienzos
de la era industrial, unidos por su odio a los trabajadores y a cualquier
forma de movimiento sindical laboral independiente, en su desconfianza de
la democracia y en su servilismo al capital transnacional.
Brasil, otro país favorito para la inversión transnacional,
es una sociedad desbordada por su propia pobreza, debida a décadas
de dictadura militar, donde el ejército y la policía se aseguraron
de que los sindicatos permanecieran dóciles y los opositores fueran
encarcelados o asesinados.
El chantaje económico continúa: cuando los trabajadores del
sector electrónico de Malasia intentaron organizar un sindicato hace
dos años, Texas Instruments y otras compañías amenazaron
con retirarse del país si el gobierno lo permitía, y los sindicatos
son ahora acusados de "actuar contra el interés nacional", una acusación
que no debe ser tomada a la ligera en un país con un autoritario y
egocéntrico Primer Ministro, armado con un arsenal de leyes represivas
de seguridad interna. Las organizaciones sindicales a nivel de empresa son
las únicas formas de organización legal en Chile, Guatemala
yTailandia. En Colombia, formalmente una democracia parlamentaria, la central
nacional, CUT, informó el año pasado que cerca de 800 dirigentes
y activistas sindicales habían sido asesinados desde la fundación
de la organización en 1987.
"Los sindicalistas de las Américas han continuado sujetos a una
doble ofensiva de largo alcance contra sus derechos más fundamentales",
observó la Confederación Internacional de Organizaciones
Sindicales Libres (CIOSL) en su "Estudio Anual de Violaciones de los Derechos
Sindicales".
"El prirner elemento de ataque es la trágicamente
familiar utilización de la represión extralegal que ha persistído
y se ha intensificado en países que han experimentado la transición
de la dictadura militar a la democracia formal(...) El segundo elemento del
ataque a los derechos sindicales está constituido por la oleada de
legislaciones restrictivas que ha sido introducida en todo el continente".
No son necesarios conocimientos especializados en economía,
elaboradas teorías de excepcionalismo asiático o especulaciones
sobre los efectos económicos de las religiones del mundo, para comprender
por qué el capitalismo, en su forma más rapaz y destructiva,
está barriendo el planeta, virtualmente sin oposición: lo que
ahora estamos contemplando son los efectos de décadas de represión,
de violencia armada y de miedo
.
Antes de la globalización de la economía mundial, cuando
las economías nacionales y regionales aún se encontraban protegidas
por barreras comerciales, cuando las fronteras políticas aún
significaban algo en términos económicos y cuando las comunicaciones
internacionales eran más lentas y más costosas, una matanza
de decenas de miles en El Salvador o de cientos de miles en Indonesia podía
haber sido vista como un crimen horrendo por algunos -quizás por muchos-
en las distantes democracias industriales, pero no afectaba a sus sociedades.
Ahora, 30 años más tarde, siendo la economía del mundo
una sola y con trabajadores indonesios trabajando casi lado a lado de trabajadores
europeos o americanos, el olor de la muerte proveniente de una masacre en
ese lugar 30 años atrás, implica hoy en día desempleo,
explotación y pobreza en Europa y Estados Unidos.
Rosa Martínez ganando 33 centavos la hora en El Salvador
, quizás
menos aún al escribir esto, debido a que aquellos que lucharon por
mejores salarios fueron asesinados una y otra vez, está trabajando
junto a los trabajadores textiles estadounidenses. Ya diez años atrás,
estudiosos académicos estadounidenses, como S. Sassen-Koobin, en un
ensayo titulado
Mujeres, Hombres y la División Internacional
del Trabajo (Universidad Estatal de Nueva York, 1983), observaban:
"Existe
creciente conciencia en la industria de que los salarios en la Ciudad de
Nueva York se encuentran cada vez más en competencia con los de la
industria del vestido en el sureste de Asia...
la disponibilidad de
mano de obra inmigrante en Nueva York hace que la ubicación de fábricas
en este lugar sea más lucrativa". Aquí la mano de los rnuertos
se tiende, en verdad, para alcanzar a los vivos.
Los dirigentes sindicales estadounidenses e internacionales que fanfarroneaban
en 1964 de haber contribuido al derrocamiento del gobierno Goulart en Brasil
consiguiendo que sus sindicatos domesticados cooperaran con el golpe militar
-otra famosa victoria en la guerra contra el "comunismo"-sabían en
su momento que estaban participando en un acto criminal. de lo que no se
dieron cuenta es de que estaban socavando la seguridad laboral de sus electores
,
los trabajadores estadounidenses, 30 años más tarde.
Ninguna de las personas que ahora viven en países pobres eligieron
ser pobres: fueron obligados a serlo por la represión. Su única
oportunidad de romper este círculo vicioso de pobreza y terror es
garantizando instituciones democráticas que abran espacio para que
los sindicatos respiren y luchen, y así lograr algún poder
para los trabajadores y el común de las personas. En esta lucha, su
mejor y, a veces, su único aliado ha sido el moviento obrero organizado
de los países industrializados. Pero también en sus tradicionales
bastiones el movimiento sindical está siendo atacado. En todas partes
se escucha el graznido reclamando desregulación y flexibilización
del mercado laboral. Un director de Courtaulds PLC, compañía
química británica, dice que la industria necesita "grandes
recortes en costes y niveles de vida (...) aún no se ha tomado conciencia
de que debemos trabajar más por menos dinero". Con el fin de lograr
esto se debe quebrar el poder de los sindicatos en América del Norte
y en Europa.
Destrucción global del sindicalismo
Respondiendo ante previsibles fusiones de sindicatos del sector público
en Gran Bretaña, el
Times de Rupert Murdoch, ya a comienzos
de 1992, se manifestó contra "las grandes coaliciones de trabajadores"
y proclamó la definición conservadora de las "exitosas organizaciones
sindicales del mañana":
"Serán esencialmente asociaciones
de personal, con base en el lugar de trabajo en particular. Serán
no ideológicas, excepto en lo que se refiere a entender que la prosperidad
de sus miembros está ligada a la de sus empleadores. Sostendrán
y defenderán contratos individuales y los derechos legales de los
trabajadores (...)
Las organizaciones de trabajadores juegan un papel
en la modernización de la gestión". La Nueva Derecha desea
tener ahí a los trabajadores: en "asociaciones de personal" de base
empresarial, divididas e impotentes, autorizadas solamente a manejar quejas
particulares y a promover lap rosperidad del empleador.
Es difícil imaginar que semejante programa pueda ser impuesto en
toda su magnitud en las democracias industriales, sin abolir la democracia.
Pero ésta ya no puede darse por sentada, ni siquiera en sus bastiones
tradicionales. Lo nuevo en el ataque al sindicalismo en los países
industrializados es que constituye también una ruptura con las políticas
de consenso social, a veces también llamadas neo-corporativas, que
caracterizaron las relaciones sociales de las principales democracias industriales
en el período de posguerra. Los hombres de negocios capitalistas en
los países industrializados están ahora liberándose
de las restricciones morales impuestas al mismo por la derrota del fascismo
a finales de la Segunda Guerra Mundial. El paso del tiempo y el control obtenido
por la derecha sobre la mayoría de los medios de comunicación
en Europa, América del Norte y Japón, está liberando
gradualmente a los empresarios del oprobio de haber financiado y mantenido
al fascismo en Europa y al extremismo nacionalista en Japón. También
está borrando el recuerdo de que los sindicalistas y socialistas lideraron
la resistencia democrática y pagaron el más alto precio para
asegurar el futuro de la democracia global, mientras la élite dirigente
del mundo de los negocios, con muy pocas excepciones, eran partidarios entusiastas
de la máquina de guerra fascista, colaboraron en el exterminio de
los judíos y otras víctimas étnicas y políticas
del fascismo e hicieron una fortuna a costa de la sangre de millones de personas.
El nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y otros países de Europa
o la dictadura militar en Japón fueron, entre otras muchas cosas,
el más ambicioso y provisionalmente exitoso ejercicio de destrucción
del movimiento sindical de toda la historia moderna. El actual ataque contra
el movimiento sindical es un intento contrarrevolucionario que se alza frente
a la revolución democrática que la Resistencia realizó
en Europa, contra la
New Deal en los EE.UU., con todas sus dimensiones
culturales, filosóficas y políticas, y también contra
la democratización de posguerra en el Japón.
El carácter contrarrevolucionario del avance de la Nueva Derecha
es responsable de algunos de sus aspectos más estridentes: el matiz
de venganza, la mezcla de arrogancia y desvergüenza, de provocación
y nerviosismo. Esto se hizo evidente en el tono de la última administración
republicana en los EE.UU. y en los pronunciamientos de importantes thatcheristas,
pero también en los antiguos países comunistas donde grupos
reaccionarios y fascistas han retornado vigorosamente. El Primer Ministro
de la República Checa, Vaclav Klaus, dice que uno de los grandes problemas
de su país es la"infiltración política de sindicalistas
y socialdemócratas de Europa Occidental"; Istvan Czurka, dirigente
de la escisión derechista del Foro Democrático Húngaro,
dice que el crimen y el declive cultural en Hungría tienen "orígenes
genéticos" y que el país es víctima de una conspiración
universal judeo-liberal. En Rumania, antiguos prominentes propagandistas
estalinistas y agentes de la Securitate están ahora liderando partidos
extremistas nacionalistas y publicando periódicos fascistas. Milosevic
en Serbia y Tudjman en Croacia se mantienen en el poder mediante la misma
mezcla venenosa de estalinismo y fascismo, y fue sobre esta plataforma, por
supuesto, que Zhirinovsky, el candidato de la KGB en las últimas elecciones
rusas, condujo exitosamente su campaña.
La amenaza a la democracia es ahora universal y alcanza a todas las regiones
y zonas políticoeconómicas. Esa es una de las razones por la
que el tema de los derechos democráticos tiene una importancia tan
fundamental. La capacidad de los trabajadores de organizarse en todo el mundo,
Norte, Sur, Este y Oeste, para establecer vínculos internacionales
efectivos y apoyarse unos a otros, depende de ello. Ese apoyo mutuo es una
pieza fundamental de lo que definimos como solidaridad global. Esa debe ser
nuestra respuesta al capital transnacional que opera en un mercado laboral
global.
El más poderoso interés común que une al movimiento
obrero de todas las partes del mundo, en los tradicionales países
industrializados del "Norte", en los países subdesarrollados del "Sur"
y en los países ex-comunistas, es la lucha común por los derechos
humanos y democráticos. Aquellos que intentan decirle a los trabajadores
asiáticos, por ejemplo, que la lucha por los derechos humanos es una
trampa proteccionista de los sindicatos occidentales para salvar los empleos
occidentales, son unos cínicos mentirosos. Ni los trabajadores asiáticos
ni ningunos otros pueden intercambiar dignidad por prosperidad, y quien lo
intente perderá ambas cosas.
El secretario general de la CIOSL, Enzo Friso, ha señalado que si
fuera verdad que el ejercicio de los derechos democráticos es una
amenaza para el desarrollo económico, los países más
represivos serían los más ricos, cuando en realidad es lo opuesto:
"La locura y la corrupción que han desfigurado toda la historia
del desarrollo son la consecuencia directa del modo en que gobernantes no
representativos han ignorado o reprimido a sus ciudadanos".
No sólo los derechos laborales se encuentran en peligro. Pero
su afirmación es parte integral y una precondición para un
desarrollo consistente con los intereses de la sociedad en general desde
un punto de vista
ecológico, social y cultural.
El imperativo de los Derechos Humanos
En un notable informe de 1992 titulado
Derechos Humanos Indivisibles.
La relación de los derechos políticos y civiles con la supervivencia,
la subsistencia y la pobreza, Human Rights Watch de Nueva
York demuestra que
"la subsistencia y en realidad la supervivencia, a
menudo dependen de la existencia de derechos civiles y políticos,
especialmente de aquellos derivados de la responsabilidad democrática".
Contrariamente a lo que afirman algunos gobiernos, especialmente
en Asia, proclamando que los derechos sociales y económicos (comida,
vestido, albergue) deben anteponerse al lujo de garantizar las libertades
políticas, el informe demuestra la estrecha unión existente
entre los derechos democráticos y la capacidad de liberarse del hambre,
de la destrucción ambiental y de la pobreza. Estos derechos democráticos
incluyen la libertad de expresión, de asociación y de reunión,
la realización de elecciones libres y plurales, así como la
libertad de desplazamiento y de fijación de residencia. El problema
clave reside en la responsabilidad democrática, esto es, en la capacidad
de la gente para cuestionar y revisar las políticas del poder ejecutivo
y establecer controles sobre estas autoridades cuando sus políticas
no sean consideradas de interés público por la población.
Los gobernantes de países que niegan los derechos democráticos
fundamentales a sus pueblos están de hecho impidiendo, y no promoviendo,
su desarrollo. Están vendiendo el trabajo de su pueblo y los recursos
de sus países por la ganancia a corto plazo de una pequeña
y a menudo corrupta clase gobernante y, si se hiciera justicia, serían
juzgados por alta traición.
Observemos ahora, por un momento, las consecuencias para las llamadas democracias
industriales de la denegación de derechos democráticos en el
Tercer Mundo y en los antiguos países comunistas. Las democracias
industriales son pocas. Son, hablando en general, los países industrializados
de la OCDE: Europa occidental, Norteamérica, Japón, Australia
y Nueva Zelanda. En el mundo de posguerra, representaban las sociedades prósperas,
democráticas y abiertas que formaban la estructura de poder apuntalando
el orden mundial que había surgido tras la derrota del fascismo en
Europa y Asia. Aunque tendían a reservar la democracia para ellos
mismos (al fin
y al cabo, fueron EE.UU., Gran Bretaña y Francia
quienes más agresivamente se enfrentaron con movimientos populares
y progresistas, apoyando a gobernantes conservadores y protegiendo las inversiones
de las transnacionales en todo el Tercer Mundo), esas sociedades permitían
un espacio político para el desarrollo de fuerzas democráticas
que, en momentos diferentes, han tenido un significativo impacto internacional,
incluyendo entre ellas al movimiento laboral, el movimiento ecologista y
el movimiento de las mujeres, entre otros. Se encuentran enraizadas en la
opinión democráúca y protegidas por instituciones democráticas.
Son, organizativa, financiera y políticamente el principal apoyo de
una sociedad civil mundial que está surgiendo y los principales aliados,
cuando no los únicos, de todos los pueblos que luchan por su liberación
y sus propios derechos democráticos.
La democracia y la prosperidad en las sociedades industriales fueron los
principales frutos de la victoria sobre el fascismo, pero están amenazadas
bajo una economía global estancada y con un mercado laboral global
en el que los niveles de vida de la mayoría de población mundial
han sido reducidos al más bajo escalón posible por la dictadura
de las pistolas, de las cámaras de tortura y de los campos de exterminio.
La democracia indefensa
Si pensamos en las amenazas que penden sobre la democracia a nivel mundial,
lo primero que debemos tener en cuenta es el escaso compromiso de los principales
gobiernos democráticos con la defensa de la democracia. La historia
reciente demuestra claramente que los gobiernos de los EEUU (sean republicanos
o demócratas), de la Unión Europea y de Japón no están
interesados en la democracia. Están interesados en la estabilidad.
Los ciudadanos interesados en el futuro de la democracia no pueden cometer
peor error que esperar algún aliento de los gobiernos democráticos.
Si pudiera haber algún subproducto válido de la Guerra del
Golfo, aparte del mantenimiento de la ley internacional y del dudoso logro
de devolver Kuwait a la soberanía de su rey, ese hubiera sido el derrocamiento
de la tiranía de Saddam Hussein. Ese resultado fue deliberadamente
evitado y el régimen queda libre para torturar y asesinar a los oponentes
democráticos en Bagdad, a los Kurdos en el norte y a los Chiitas en
el sur. La abyecta traición a la democrática y pluralista Bosnia-Herzegovina
es el resultado de una deliberada decisión de los gobiernos occidentales
de no oponerse al fascismo croata y serbio. La política occidental
hacia Europa Central y Oriental ha sido apoyar las políticas de "ajuste
estructural" del Banco Mundial y del FMI que han socavado los fundamentos
sociales y económicos de la democracia, al tiempo que entregaban indefensos
a los países ex-comunistas en manos del capital transnacional. La
extraña apatía que el estado alemán y otros gobiernos
europeos muestran ante las actividades criminales de bandas fascistas bien
organizadas tampoco es un estímulo para los demócratas.
Japón, el superpoder regional, ha indicado que nada tienen que temer
los militares tailandeses, una fuente de corrupción en todo el sudeste
asiático, y los militares de Birmania, que dirigen uno de los más
represivos regímenes existentes. Sus regañinas al SLORC [Comité
del estado para la Restauración de la Ley y el Orden] de Birmania
tienen la misma energía que, en su día, tuvieron las protestas
de Thatcher contra la violación de los derechos humanos en Sudáfrica.
El gobierno australiano, que desea ardientemente su aceptación en
Asia, corteja a la dictadura indonesia y le hace saber que la defensa de
los derechos humanos ya no es una de sus prioridades.
La inactividad de los gobiernos democráticos en la defensa de la
democracia en todo el mundo ha llevado a una nueva crisis mundial: el repentino
y enorme crecimiento de la población mundial de refugiados. En noviembre
de 1993, ACNUR informó que en 1992 el número de refugiados
en el mundo aumentó en 10.000 por día. La cantidad total de
refugiados pasó de 2,5 millones en 1970 a casi 44 millones hoy en
día. Más de 19 millones han sido obligados a expatriarse y
otros 24 millones han sido desalojados de sus hogares y son refugiados "desplazados
internamente", víctimas de las "limpiezas étnicas" y otras
formas de persecución. Nunca antes ha habido tantas personas en busca
de protección y de asilo. De acuerdo con el informe, las principales
causas son "los conflictos violentos y la caótica quiebra del orden
civil". Continúa diciendo que "asegurarse de que los derechos humanos
son respetados donde la gente vive, de modo que no sea necesario que huyan
para encontrar protección, es asunto de la mayor urgencia". Pensarán
ustedes que esta conclusión de sentido común sería una
preocupación prioritaria de los gobiernos democráticos. Se
equivocarían. La preocupación prioritaria de los gobiernos
democráticos es fortalecer las medidas policíacas para mantener
fuera de sus países a la creciente población de refugiados.
La Unión Europea ha generado un nuevo organismo, que se suponía
secreto y que no es responsable ante ningún tipo de representantes
electos. Se llama el Comité K4 y está compuesto por funcionarios
de seguridad nacional con amplios poderes para coordinar la lucha contra
el crimen internacional, incluyendo el tráfico de drogas y el blanqueo
de dinero, pero también contra la inmigración ilegal y el asilo.
Encabezando la lista de sus preocupaciones se encuentra la inmigración
ilegal:
"el proceso de erigir barreras aún más altas contra
los refugiados de Bosnia y de otras partes se encuentra ya bien adelantado.
Ya están en marcha planes para coordinar políticas sobre la
expulsión forzosa de inmigrantes indeseados y un nuevo sistema de
huellas digitales de alta tecnología para los que buscan asílo".
Ahora debemos preguntamos durante cuánto tiempo podrán
sobrevivir las instituciones democráticas, incluso en aquella pequeña
parte del mundo donde se dan por descontadas, dado el desempleo masivo y
permanente y las condiciones laborales y de vida que continúan empeorando,
junto con la presión de la inmigración. Millones de refugiados
están golpeando a las puertas de las prósperas democracias,
pues sus países se encuentran sumergidos en la guerra y el terror,
y ellos son mantenidos fuera por los militares y la policía.
La inquietud llega hasta algunos empresarios. Un creciente número
de altos ejecutivos de empresas europeas están preocupados por la
ruptura social provocada por las decisiones de las corporaciones. Un directivo
de Allied Signal Europe NV se preguntaba recientemente: "¿Puede la
sociedad mantener un 20% de desempleo? ¿A dónde nos conduce
esa situación? ¿Quién se fija en esto?" Schmidheiny,
que ocupa un lugar destacado en el mundo de las corporaciones suizas, juega
un papel internacionalmente activo en la protección del medio ambiente.
Antes que cualquier otro, Antoine Riboud, Presidente Director General de
la transnacional francesa de la alimentación BSN [desde julio, Danone],
abogó por un consenso social basado en el reconocimiento de los sindicatos,
y ha declarado públicamente que desea relacionarse con sindicatos
fuertes e independientes. Podemos encontrar alisdos incluso en algunas pocas
empresas, las que tienen una dirección más seria y responsable.
La democracia no puede sobrevivir si el cap¡tal transnacional tiene
éxito en imponer sus soluciones económicas a nivel mundial
y si tiene éxito en imponer sobre los trabajadores de Europa Occidental
y Norteamérica los modelos sociales de China, Indonesia, Rusia, Brasil
o El Salvador. La manera en que la democracia de Europa o de América
puede ser socavada, debilitada y finalmente destruida puede tomar diversas
formas, pero podemos estar seguros de una cosa: el dominio incontrolado del
mundo por el capital transnacional significa el fin
de muchas cosas,
en particular el fin del movimiento laboral por mucho tiempo, quizás
por un siglo, como una fuerza significativa para un cambio progresista en
el mundo, o como potencial para crear esa fuerza.
La irrelevancia de los Estados Nación
¿Qué opciones tenemos ante nosotros? El remedio tradicional,
consistente en tratar de conseguir el poder en el contexto nacional y adoptar
una legislación protectora, se ha quedado anticuado e ineficaz, aunque,
evidentemente, debería usarse siempre que sea posible.
La globalización de la economía mundial está restringiendo
rápidamente el espacio en el que significan algo las decisiones de
política económíca y social tomadas a nivel nacional.
Los estados-nación y las legislaciones nacionales son cada vez más
irrelevantes, porque las economías domésticas están
más y más condicionadas por fuerzas externas sobre las que
no tienen ningún control los agentes económicos, políticos
y sociales nacionales.
Un ejemplo extraordinariamente claro lo dio Richard Gardner, nombrado embajador
de EE.UU. en España en noviembre de 1993, cuando declaró que,
tras consultar a 33 firmas estadounidenses con negocios en ese país,
tenía que informar a la opinión pública española
que los inversores americanos estaban perdiendo interés en España
a causa de sus altos costes laborales, las "rigideces del mercado laboral"
y las deficientes infraestructuras. Esta declaración se produce precisamente
en un momento en que el gobierno español se estaba preparando para
una confrontación con los sindicatos en torno a esos temas: el control
sobre la seguridad en el empleo y las condiciones de contratación.
La creciente irrelevancia de los estados nacionales ayuda a explicarse
por qué gobiernos de diversos países, llegados de franjas opuestas
del espectro político y elegidos tras haber presentado programas totalmente
diferentes, terminan haciendo políticas más o menos similares.
WalterWriston, que fue presidente de Citicorp, describe como "200.000 pantallas
distribuidas por todo el mundo" dirigen "un tipo de plebiscito universal
sobre las políticas monetarias y fiscales de los gobiernos emisores
de moneda... No hay ninguna manera de que una nación escape a ello".
Wriston recuerda la elección del "ardiente socialista" François
Mitterand como presidente de Francia en 1981: "El mercado echó una
ojeada a sus políticas y en seis meses la fuga de capitales le obligó
a cambiar de rumbo".
Los bloques comerciales y las zonas geográficas de cooperación
económica se multiplicarán y se harán más fuertes,
pero en definitiva lo que hacen es replantear los mismos problemas a nivel
regional. En el mejor de los casos, puede ser más fácil conseguir
la introducción de cláusulas sociales en los acuerdos comerciales
de cara a garantizar unos estándares sociales mínimos como
condición para pertenecer al bloque comercial, aunque el fracaso de
ese intento en la recientemente concluida renegociación del GATT no
da muchos ánimos para esas expectativas.
¿Qué hacer entonces? No es difícil idear sensatas
alternativas keynesianas frente al rumbo catastrófico seguido por
los principales gobiernos, por las instituciones de Bretton Woods y por los
demás centros de decisión y de poder político en la
"comunidad internacional". Más allá de esto, está la
gigantesca tarea de reinventar una sociedad que se organice en tomo a la
prioridad de satisfacer las necesidades humanas, en una época en la
que a una creciente parte de la humanidad se le niega una recompensa material
a cambio de un trabajo productivo y creativo, y en la que la noción
de trabajo, por tanto, tiene que ser separada de la noción de renta,
y ésta última separada de la noción de sueldo o salario.
Sin embargo, la dificultad inmediata que se nos plantea es que no estamos
en un debate sobre quién tiene las mejores ideas, sino en un debate
sobre el poder. En consecuencia, el problema es de organización. Organizarse
es lo que el movimiento obrero acostumbraba a hacer mejor, pero eso ya no
es cierto en su presente estado de desorientación y confusión.
Para organizarse efectivamente, el movimiento obrero debe aprender a pensar
de modo global.
Organización Global
Para organizar debe comenzarse desde nuevas premisas. Los sindicatos en las
democracias industriales están a la defensiva: en algunos países
sus fuerzas han sido diezmadas y su margen de negociación se ha estrechado
hasta el mínimo. En muchos países los empleadores han pasado
de la aceptación de un consenso social a una política de confrontación.
En los antiguos países comunistas, las organizaciones sucesoras de
los antiguos sindicatos y las organizaciones alternativas surgidas de la
oposición política, se encuentran desarmadas por gobiernos
hostiles y autoritarios, por la desmoralización de sus adherentes
y por el desempleo masivo. En el Tercer Mundo, los sindicatos son incapaces
de detener la pauperízación de sus países y, generalmente,
no cuentan con el apoyo de gobiernos simpatizantes como en el pasado. En
situación tan desesperada, muchas organizaciones se encierran en sí
mismas,
con la equivocada idea de que concentrarse en sus asuntos
internos ayudará a resolver los problemas inmediatos de sus miembros.
En el nuevo orden mundial lo opuesto es la verdad: ya no puede existir ninguna
política sindical efectiva, ni siquiera a nivel nacional, que no sea
global en concepto e intemacional en organización. No es sorprendente
que las pequeñas, débiles y asediadas organizaciones sindicales
del Tercer Mundo hayan entendido esto mejor que cualquier otra, ya que la
dependencia económica -y por lo tanto la interdependencia- forma parte
de la vida de sus sociedades y ha sido asimilada a través de su propia
experiencia. Quienes más han tendido a atrincherarse en el provincianismo
y en la autocomplacencia han sido, incluso en esta fase tardía, los
movimientos sindicales tradicionalmente más poderosos. La experiencia
de repetidas derrotas no es necesariamente madre de la innovación.
Una perspectiva global tiene que implicar al conjunto de los afiliados
mucho más que lo acostumbrado. Una corporación transnacional
tiene que ser vista como un todo por quienes trabajan en ella y negocian
con ella. En la Unión Europea, el proyecto legislativo para la creación
de comités de empresa regionales es un paso en esa dirección,
pero también tiene el peligro de fomentar la idea de que una organización
europea es un fin en sí misma, reforzando la propaganda nacionalista
que presenta a los trabajadores de otras regiones como competidores y enemigos.
El enfoque sindical debe tomar la empresa como una estructura mundial, y
debe tener el objetivo de crear organización en todos los lugares
donde opere la compañía. Nuevas formas de organización
empresarial requieren nuevas formas de organización sindical, superando
las tradicionales líneas jurisdiccionales de separación y formando
coaliciones de sindicatos adaptadas a la naturaleza específica de
la empresa y de los problemas planteados. La negociación colectiva
internacional, e incluso una negociación articulada entre estructuras
sindicales internacionales, nacionales y locales cuando esto sea apropiado,
debe convertirse en una prioridad de los sindicatos que se relacionan con
compañías transnacionales.
La reestructuración a nivel nacional es una apremiante necesidad
en muchos países, de cara a aunar los escasos recursos disponibles
y desarrollar servicios especializados, ahora no existentes, capaces de comprender
las políticas de las compañías y de los gobiernos, de
desarrollar contraestrategias y de convertir éstas en campañas
organizativas. ¿Cómo puede permitirse la AFL-CIO tener unos
90 sindicatos cuando el nivel de afiliación ha caído por debajo
del 16%? ¿Cómo puede el movimiento sindical francés
permitirse cinco centrales nacionales, con un nivel de afiliación
inferior
al 12%? Nueva Zelanda, con una población de 3 millones,
tenía unos 300 sindicatos cuando el gobierno conservador tomó
el poder. Aprendieron por el camino duro. En Australia, Gran Bretaña
y Japón se han producido importantes fusiones sindicales y otras están
en marcha. Deben acelerarse. No hay nada malo en las fusiones. La amplitud
no es una amenaza para la democracia. Hay numerosos pequeños sindicatos
burocráticos y osificados. La pequeñez no es garantía
de democracia; en general, es garantía de impotencia.
En una perspectiva global, la fuerza sindical no debe ser socavada por
consideraciones sectarias. La fuerza sindical debe ser preservada allá
donde exista, y el valor de un movimiento sindical debe ser juzgado en base
a su capacidad para defender los intereses de sus miembros, no en función
de pasados políticos. Por ejemplo, es un error aceptar que el Estado
se apropie del patrimonio sindical en los países ex-comunistas, con
el pretexto de que son bienes robados a los trabajadores cuando el Estado
controlaba los sindicatos. Si este patrimonio puede jugar hoy un papel para
fortalecer el campo sindical contra los reaccionarios estados capitalistas
hoy realmente existentes, deben ponerse todos los medios para que permanezca
en manos de los sindicatos.
Las organizaciones sucesoras de los antiguos sindicatos comunistas deben
ser apoyadas si se han reformado lo suficiente para formar una línea
de resistencia contra los "programas de ajuste estructural" que preparan
el terreno para el neo-estalinismo y el fascismo. Es una locura tratar de
aislar a organizaciones sindicales representativas con una capacidad probada
de defensa de sus afiliados, con el argumento de que, total o parcialmente,
están contaminadas por un pasado comunista.
Los programas formativos de los sindicatos deben centrarse en las implicaciones
del Nuevo Orden Mundial, dirigiéndose a capacitar a sus afiliados
para comprender lo que les está ocurriendo y lo que previsiblemente
ocurrirá, y preparándoles para el esfuerzo por una organización
a lo ancho y largo del mundo. ¿Cuántos sindicatos tienen programas
de formación? ¿Y cuántos de esos programas están
relacionados con el Nuevo Orden Mundial, que es la realidad que sus miembros
enfrentan cada día? Por regla general, entre los afiliados no se discuten
temas internacionales.
Para que el movimiento llegue a ser eficaz globalmente, deben emplearse
muchos más recur
sos en actividades internacionales sindicales.
En el presente, pocos son los sindicatos, incluso entre las centrales sindicales
de los países industrializados, que tienen departamentos internacionales,
y cuando los hay están subequipados, normalmente con sólo dos
o tres personas. En muchos países, las relaciones internacionales
se encargan,,junto a otras muchas tareas, al presidente o algún otro
dirigente del sindicato. Los presupuestos para actividades internacionales
suelen ser ridículamente bajos, y demuestran que para muchos dirigentes
sindicales las actividades internacionales carecen de importancia.
Más importante aún: la propia naturaleza de las actividades
internacionales es mal comprendida y mal interpretada. En los días
felices de los años 50 y 60, muchos sindicatos, especialmente en los
países industrialmente desarrollados, tenían suficiente fuerza
industrial y financiera para encargarse de sus propios intereses sin necesidad
de ningún apoyo internacional. Para muchos, la actividad internacional
era recreativa y diplomática, y, en el mejor de los casos, caritativa
y declarativa. Las denuncias verbales de la injusticia colonialista y, a
veces, imperialista, ,junto a contribuciones financieras que podían
parecer generosas pero que frecuentemente sumaban menos que las donaciones
caritativas dentro del propio país, cubrían el expediente de
las actividades internacionales. Esto iba acompañado de una actitud
paternalista ante las organizaciones sindicales internacionales y cierta
complacencia frente a la sociedad y el mundo.
Muy pocos sindicatos relacionan sus programas internacionales con los problemas
que tienen sus afiliados en sus centros de trabajo, y cuando lo hacen no
suele ser consecuencia de un programa sistemático, a largo término
y activo para educar a los afiliados en las conexiones mundiales de las políticas
de las empresas y de los gobiernos, sino resultado de una momentánea
enardecida combatividad, habitualmente en respuesta al cierre de alguna planta
productiva.
La memoria de los abusos pasados permanece: los sindicatos permitían
que sus programas internacionales fuesen utilizados para operaciones de los
servicios de inteligencia de los gobiernos, o como pretexto para viajes turísticos
de la cúpula del sindicato, que rara vez daba cuentas de qué
había hecho por ahí fuera. En el mejor de los casos, honestos
dirigentes con buena voluntad veían en los programas internacionales
una especie de caridad, ayudando a los débiles sindicatos de otros
países con el mismo espíritu con el que hacían su contribución
a la Cruz Roja. Pero quienes miran la acción sindical internacional
como una actividad caritativa están ignorando la esencia del sindicalismo:
la solidaridad, a diferencia de la caridad, es una relación recíproca.
La caridad va de arriba hacia abajo, la solidaridad se basa en la aceptación
de mutuas responsabilidades. La reducción de los presupuestos de los
gobiernos y de los sindicatos, y en menor medida el incremento de la conciencia
de los afiliados, ha reducido considerablemente los camuflajes políticos
y las manipulaciones. Pero muchos líderes y miembros de los sindicatos
siguen teniendo una visión muy superficial del mundo en el que viven,
cuando no carecen completamente de ella.
La organización debe crearse en su contexto político y con
instrumentos políticos, centrándose en la defensa de los derechos
humanos, núcleo central en torno al cual los trabajadores y otras
víctimas del Nuevo Orden Mundial pueden organizarse y formar coaliciones
con solidez y profundidad política. Esto requiere que la defensa de
los derechos humanos sea un imperativo categórico. Una defensa que,
para tener credibilidad, no puede ser selectiva, aunque esto origine problemas
a algunas centrales sindicales que tienen una tradición de sometimiento
a gobiernos autoritarios o de ocultarse tras el principio de "no intervención
en los asuntos intemos".
El movimiento sindical internacional
¿Pero esto no obliga a reinventar el movimiento socialista internacional?
Si la Internacional Socialista fuese el tipo de organización que su
nombre indica, los sindicatos no tendrían que encargarse de la dimensión
política de la actividad del movimiento obrero en un grado tan elevado
como el que he sugerido. La Internacional Socialista, sin embargo, no es
de ese tipo. Es un foro para los dirigentes de los partidos socialistas,
especialmente los europeos, en el que exponen e intercambian opiniones, normalmente
favorables al sindicalismo cuando sus partidos están en la oposición
y hostiles cuando están en el gobierno. Son los pequeños partidos
los que necesitan y piden una organización internacional capaz de
actuar, pero sus demandas son desatendidas.
Los partidos grandes prefieren una organización que no interfiera
con sus propias prioridades. Se aseguran de que el centro internacional se
mantenga siempre débil y que sus políticas nunca vayan más
allá del mínimo común denominador con el que pueden
comprometerse. Como su preocupación fundamental está centrada
en los asuntos nacionales, ese común denominador es siempre muy pequeño.
En consecuencia, la Internacional Socialista es totalmente incapaz de producir
una interpretación independiente del mundo actual, y más aún
de enfrentarse a él. De la misma forma que la defensa de la democracia
no puede dejarse en manos de los gobiernos democráticos, la dimensión
política de la acción del movimiento obrero no puede dejarse
en manos de la Internacional Socialista.
Un enfoque global de la organización del trabajo y de la acción
sindical implica una profunda reorganización del movimiento sindical
internacional existente, compuesto en esencia por la CIOSL -que es la federación
de organizaciones territoriales como las centrales nacionales- y los Secretariados
Profesionales Internacionales (SPIs), que son unas 15 federaciones de sindicatos
que cubren industrias específicas o sectores económicos.
La CIOSL se encuentra en una etapa delicada de su desarrollo y enfrenta
una paradoja política. Por un lado, se encuentra en la cumbre de su
historia. Sus competidores están muy disminuidos. La comunista Federación
Sindical Mundial (FSM) ha perdido la mayor parte del apoyo gubernamental
del que dependía, así como la mayoría de sus afiliados,
y su infraestructura y red política están desorganizadas. La
cristiana Confederación Mundial del Trabajo (CMT) es poco más
que un grupo de propaganda de Acción Católica, dependiendo
de una sola organización fuerte y representativa, la Confederación
Belga de Sindicatos Cristianos. Se han incorporado a la CIOSL bastantes organizaciones
antes afiliadas a la FSM, y también otras que eran independientes
como forma de mantener cierta equidistancia. La CIOSL cuenta con 150 organizaciones
afiliadas en unos 100 países, agrupando aproximadamente 110 millones
de trabajadores, las cifras más altas de su historia.
Para fines prácticos, la CIOSL es hoy la representación del
sindicalismo internacional, la única que cuenta. Sin embargo. por
otro lado, es un gigante sin dirección. Los que relacionaban sus funciones
principales con la Guerra Fría, están ahora desorientados.
La alternativa obvia no entra en su cabeza: ahora es el momento de retomar
las cosas en el punto donde las dejaron las intemacionales obreras serias
del pasado. Una organización internacional del movimiento obrero formada
con la intención de dirigir la lucha de los trabajadores por su emancipación
y por la de toda la sociedad, es algo que resulta inimaginable para aquellos
que ignoran la experiencia pasada, desdeñan la historia y la teoría
y tienen miedo de la lucha.
El Consejo Ejecutivo de la CIOSL está formado por dirigentes de centrales
sindicales nacionales preocupados con los problemas nacionales y que piensan
en términos nacionales. Tienen intereses creados que les hacen creer
que hay soluciones nacionales a los problemas de sus miembros y están
atrapados por dependencias estructurales que les impiden tener una visión
global. Esta es una de las razones por las que bastantes centrales sindicales
nacionales que, por medio de su acceso a fondos públicos de desarrollo,
han dado apoyo a la actividad sindical internacional en el pasado, ahora
comienzan a ayudar directamente a los sindicatos en los países ex-comunistas
o en países en desarrollo, pasando por encima de las organizaciones
sindicales internacionales. Este tipo de asistencia internacional bilateral
fomenta el caos, aumenta el riesgo de corrupción y debilita al sindicalismo
internacional cuando más necesita fortalecerse, pero da buena imagen
ante los auditorios nacionales.
Las actividades de la CIOSL que deberían ser la punta de lanza de
la acción sindical internacional (defensa de los derechos humanos,
apoyo político y organizativo a los sindicatos en los ex países
comunistas y en el Tercer Mundo, acciones sobre CTNs en cooperación
con los SPIs) están desfinanciadas y subvaluadas. La institución
vive demasiado en un mundo abstracto y burocrático, donde la forma
precede a la sustancia y la preocupación sobre jurisdicción
y prestigio ensombrece el propósito original de su acción.
Los SPIs tienen diferentes problemas. Edo Fimmen, secretario de la Federación
Internacional de Sindicatos (la "Internacional de Amsterdam") por un breve
período después de la Primera Guerra Mundial, luego secretario
general de la Federación Internacional de Trabajadores de Transportes
durante gran parte de los años 20 y 30, comprendió e intentó
resolver, setenta años antes que nosotros, la mayoría de los
problemas que aún intentamos resolver hoy. Consideraba a los SPIs
como la forma más apropiada de organización sindical para conducir
las luchas laborales internacionales. En un libro profético,
La
alternativa laboral - Los Estados Unidos de Europa o Europa S.A., predijo
"que el desarrollo del capitalismo siempre ha determinado la forma
organizativa de sus oponentes, ha dado lugar primero que nada a los sindicatos
locales y luego a los nacionales; del mismo modo, el capitalismo se convertirá,
si no en el creador, al menos en el promotor de la organización internacional
de los trabajadores industriales".
Fimmen no se hacía ilusiones sobre la capacidad de los sindicatos
de su época, en cuanto a hacerse cargo de su tarea histórica:
"Aún estamos lejos de ese punto. Es probable que aún
pasen varios años antes de que los SPIs (que aún se encuentran
en la primera etapa de su actividad y la mayoría de los cuales aún
carecen de importancia sustancial) hayan ganado práctica y teóricamente
el liderazgo en las luchas sindicales".
Setenta años más tarde, después que una segunda
guerra mundial y la subsiguiente Guerra Fría retrasaran al movimiento
sindical por décadas, muchos SPIs aún "carecen de importancia
sustancial" en términos de su capacidad de conducir exitosamente las
luchas del sindicalismo internacíonal. Su conclusión, sin embargo,
continúa siendo ineludible:
"pero no importa cuan débiles
e imperfectos sean los SPIs respecto a su organización ni cuan pequeños
a nivel internacional, de cualquier manera el desarrollo del capitalismo
los obligará a retomar la tarea que les pertenece, a menos que el
proletariado caiga internacionalmente en una condición de mayor dependencia
y esclavitud que la de la clase trabajadora en sus actuales subdivisiones
nacionales".
En esta etapa los SPIs necesitan fortalecer su capacidad de intervención
efectiva en cualquier momento y en cualquier parte del mundo donde los derechos
sindicales son amenazados, pero también deben ser capaces de una acción
sostenida a largo plazo. A corto plazo deben adquirir los medios de ejercitar
el poder en defensa del interés público de modo tal que no
puedan ser ignorados por gobiernos o corporaciones transnacionales, sin importar
cuan grandes y poderosas sean. Esto no puede alcanzarse sin una concentración
de los recursos disponibles y esto, a su vez, significa una serie de fusiones
para crear un número menor de organizaciones de mayor tamaño
y más efectivas. Estos son procesos lentos, pues deben ser
democráticos, involucrando decisiones colectivas de organizaciones
federadas, donde culturas políticas, estructuras financieras y organizativas
y personalidades diferentes deben unirse. Pero son inevitables si los SPIs
quieren llevar a cabo sus históricos términos de referencia.
No es difícil ver que, en términos de recursos necesarios para
una organización efectiva desde el punto de vista de los servicios
y de la acción, ningún SPI con menos de 10 millones de miembros
será viable a fines de siglo, y que una efectiva defensa de los intereses
de los trabajadores requiere no los 15 SPIs actuales sino siete como máximo,
cada uno con una masa crítica que lo capacite a organizarse en profundidad
y mantener con éxito luchas costosas y a largo plazo. Es necesaria
la más estrecha conexión posible entre los SPIs y la CIOSL,
ya que serán constantemente necesarias las alianzas entre SPIs, centrales
nacionales y organizaciones regionales para manejar asuntos específicos.
Hoy más que nunca es necesario reformar la CIOSL como organización
conjunta de SPIs y centrales nacionales, con una estructura dual (territorial
y sectorial), para facilitar la acción conjunta entre un número
de socios en coaliciones cambiantes, adaptándose a los problemas específicos
de un entorno internacional en rápida mutación e introduciendo
en el pensamiento del movimiento sindical mundial una dimensión internacional
que vaya más allá de las argucias políticas y de la
diplomacia.
Existe una objeción obvia que está enraizada en la historia
sindical internacional posbélica. Cuando se formó la FSM como
una federación internacional unida a nivel mundial, incluyendo a las
organizaciones laborales controladas por el estado en la URSS y sus nuevos
satélites, así como los sindicatos socialdemócratas
de Europa y la CIO americana, inmediatamente se desarrolló una lucha
por el control entre el bloque soviético, con sus aliados comunistas
por un lado, y las organizaciones socialdemócratas por otro, lo que
finalmente condujo a una ruptura y a la formación de la CIOSL, permaneciendo
la FSM bajo control comunista. Uno de los temas conflictivos era la categoría
de los SPIs, que loscomunistas deseaban incorporar en la estructura de la
FSM como departamentos, mientras que los sindicalistas socialdemócratas,
que controlaban los SPIs, insistían en su independencia.
Los años siguientes demostraron ampliamente la superioridad de los
SPIs sobre sus contrapartes comunistas, las Uniones Internacionales Sindicales
(UIS) que la FSM había creado dentro de su estructura tras la división.
La independencia de los SPIs -incluso de la CIOSL- les dio un alto grado
de flexibilidad y movilidad, junto con un mayor grado de profesionalismo
y militancia que cualquier otra organización sindical internacional.
Surge entonces la pregunta de si estas ventajas no se perderían si
los SPIs se convirtieron en parte de la estructura de la CIOSL.
Esto es improbable, ya que los SPIs de hoy y del mañana son organizaciones
muy diferentes de las del período de posguerra o de la época
de Fimmen. Los SPIs de hoy y más aún los futuros (si el proceso
previsto de fusión se materializa) serán sustancialmente mucho
más influyentes que muchas centrales nacionales. En una estructura
internacional común, no encontrarían difícil jugar su
propio papel como iguales. Son estas relaciones de igualdad las que asegurarán
la salud y la estabilidad de la organización.
La reconstrucción del movimiento
¿Qué otros bloques solidarios son viables? El vasto edificio
del movimiento obrero socialdemócrata de antes de los años
30 está en ruinas, impresionantes testigos de la pasada grandeza,
como las ciudades perdidas de civilizaciones desaparecidas. Pero hay una
evidente vida en esas ruinas, y muchas de sus mansiones siguen habitadas.
A pesar de todo, el movimiento obrero en toda su extensión tiene inmensos
recursos a su disposición. Su uso efectivo depende de que se comprendan
las prioridades.
A este respecto, las relaciones con los partidos socialdemócratas
y laboristas son llevadas por el movimiento sindical de cada país.
Las actuales relaciones difieren considerablemente de país a país,
dentro de una gama que va desde las tradicionales relaciones de cooperación
hasta una abierta hostilidad. Está en discusión si los partidos
que dicen representar los intereses de los trabajadores son capaces de desarrollar
una alternativa creíble a la Nueva Derecha conservadora en vez de
sucumbir ideológica y políticamente ante ella. A nivel internacional,
el movimiento sindical no dudaría en dar la bienvenida a cualquier
oportunidad de cooperación con la Internacional Socialista en una
relación de apoyo mutuo, pero, en términos prácticos,
aquellos que lo han intentado no han tenido éxito, por las razones
ya expuestas.
Pero las organizaciones del movimiento obrero incluyen también una
larga serie de organizaciones sociales y culturales: de mujeres y de jóvenes,
asociaciones educativas y escuelas, clubs excursionistas y turísticos,
clubs deportivos, agencias de viaje, cooperativas de consumidores, bancos
y cooperativas de viviendas. El sentimiento de pertenecer a un movimiento
común, de representar una sociedad alternativa y una contracultura,
es ahora mucho más débil que incluso después de la última
guerra, pero aún queda lo suficiente para ponerlo en marcha. Dos ejemplos
me vienen a la mente: las organizaciones obreras de ayuda y las asociaciones
obreras educativas. Cada una de ellas tiene su propia federación internacional.
Las organizaciones obreras de ayuda fueron creadas originalmente con el objetivo
de atender a las víctimas de la guerra de clases, ateniéndose
literalmente a ese criterio durante los años 20 y 30. En los años
50 y 60, cuando en el movimiento obrero predomina la idea convencional de
que la guerra de clases había terminado, de que los principales objetivos
habían sido alcanzados y que el progreso posterior requería
una integración tan completa como fuese posible en el orden social
existente, las organizaciones obreras de ayuda, como todas las relacionadas
con el bienestar, se despolitizaron y centraron su actividad en la ayuda
a las víctimas de desastres naturales: inundaciones, terremotos, hambrunas.
En los años 70, en los que aumentan las políticas derivadas
de un sentimiento de culpabilidad, se empieza a dar prioridad a los proyectos
de desarrollo: perforaciones en el desierto para buscar agua, plantaciones
en las dunas.
Hoy, cuando el movimiento obrero lucha arrinconado, hay que hacerse varias
preguntas sobre las prioridades: ¿benefician al movimiento obrero
en su conjunto las aportaciones que las organizaciones obreras de ayuda realizan
frente a los desastres, aunque son una gota dentro de un cubo de agua en
comparación a las contribuciones de los gobiernos o de la caridad
privada?; si el objetivo era ganar puntos con la burguesía, ¿nos
lo agradece alguien?; ¿han provocado nuestras contribuciones un aumento
medible de nuestra influencia?; ¿han fortalecido al movimiento obrero
en EE.UU. las diversas donaciones realizadas por el movimiento sindical a
cajas comunitarias, hospitales y otras causas caritativas? ¿No habría
sido muy diferente si ese dinero se hubiese empleado en pagar los salarios
de organizadores sindicales, en mejorar la calidad de las publicaciones del
movimiento obrero, en apoyar huelgas? ¿Por qué el movimiento
obrero no ayuda al movimiento obrero? Nadie va a hacerlo por nosotros.
Lo mismo ocurre con la educación de los trabajadores. En los complacientes
años 50 era correcto asumir que Ia educación general de adultos
podía ser un objetivo legítimo de una asociación obrera
educativa. Hoy, son inmensas las necesidades educativas del movimiento obrero
en tanto que movimiento. Toda la cultura política del movimiento obrero
tiene que ser transmitida a millones de personas que carecen de ella desde
hace varias generaciones. Lo que se está haciendo en círculos
sindicales de estudios, escuelas de verano, escuelas de partidos y fundaciones
se limita a arañar la superficie. A nivel internacional, la Federación
Intemacional de Asociaciones para la Educación de los Trabajadores
es la única organización del movimiento obrero que combina
sindicatos, instituciones de partido, archivos y asociaciones obreras educativas.
Está excepcionalmente bien situada para convertirse en el laboratorio
donde el movimiento obrero desarrolle sus nuevos instrumentos ideológicos,
pues esa es su prioridad principal.
No podemos seguir permitiéndonos el lujo de instituciones del movimiento
obrero que se limitan a tratar los síntomas en vez de atacar las causas
de los males sociales. El tratamiento de los síntomas es tarea del
Estado y, evidentemente, ahí se encuentra una de las principales líneas
de batalla en nuestra guerra con la Nueva Derecha. Los donantes humanitarios
para ayudar a las víctimas de los desastres sociales abundan, pero
solamente el movimiento obrero es capaz de actuar sobre las causas de esos
desastres y prevenir su repetición. La solidaridad global, geográfica
y cualitativa, es el concepto que resume las presentes necesidades del movimiento.
Para terminar, diré que el movimiento obrero internacional debe asumir
un papel dirigente en la construcción de nuevas coaliciones internacionales
con grupos de acción cívica y social, que han crecido mucho,
en número y fuerza, desde los años 70. Hace más de diez
años, en un artículo en
The New International Review (vol.
3, nº 1, 1980), sugerí que la construcción de coaliciones
debería ser un elemento esencial en la estrategia intemacional del
movimiento obrero:
"la construcción de amplias coaliciones populares,
con el movimiento sindical en su centro, pero aunando muchos grupos cívicos,movimientos
específicos y otroscolectivos populares que perciban, desde su propia
perspectiva, la amenaza social que representa el poder de las sociedades
anónimas y cuyas áreas de interés coincidan parcialmente,
en diferentes grados, con las del movimiento obrero". Hoy, el abaratamiento
de las comunicaciones y de los transportes ha permitido el desarrollo de
un nivel superior de acción e información por encima de las
fronteras. Más que nunca, existen las bases para la emergencia de
una sociedad civil global en la que el movimiento obrero puede y debe jugar
un papel dirigente.