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Lo que puede la gente

Revista Trasversales número 61 diciembre 2022

Editorial de Trasversales nº 61, diciembre 2022

El 13 de noviembre (13N) se manifestaron en Madrid cientos de miles de personas por las urgencias extrahospitalarias, la atención primaria y la sanidad pública. La chispa final fue el desmantelamiento del Sistema de Atención Rural y la supuesta "apertura" de Puntos de atención continuada (PAC)... cerrados o sin personal. Tal movilización parecía imposible, pero todo cambió entre el 27O (fecha de la citada "apertura") y el 13N.

Lo que puede la gente depende de una agitación “de los espíritus” difícil de predecir,Con Ucrania, con las mujeres de Irán aunque la actividad previa de grupos de vecinas y vecinos en barrios y pueblos de Madrid, en defensa de la atención primaria, facilitó cauces a la expresión de la indignación social. La manifestación del 13N se estaba preparando desde semanas antes de conocerse el Plan PAC, pero las expectativas se desbordaron en 17 días, en los que se pasó del individual "somos como polvo, no somos nada” al colectivo "tu dignidad es la de todos" (Valente). Sin triunfalismo: las consecuencias del movimiento 13N y el destino de los PAC están por decidir y con riesgo de "pactos de despacho". Hay que seguir ocupándose de ello.

Hemos comenzado por estos hechos cercanos para resaltar que no se sabe lo que puede la gente hasta que ocurre. No esperemos al "gran día" en el que ocurra lo improbable ni, cuando llega, le degrademos en imitaciones artificiales. Hay que ocuparse de un "mientras tanto" que puede ser corto o muy largo. La utilidad de saber que la potencia social latente puede saltar en cualquier momento, incluso en malos tiempos, es un antídoto contra el pesimismo obsesivo y contra el altivo desprecio a "la gente" que "piensa mal". Sí, vivimos malos tiempos, quizá los peores desde el final de la II Guerra Mundial, dicho sin ignorar los sufrimientos de millones de personas en los últimos tres cuartos de siglo.

Nuestro tiempo y el de generaciones futuras está y estará marcado por el calentamiento global y sus consecuencias, fruto de acciones humanas en las que no se respetaron límites ni se asumió que no todo lo que puede hacerse debe hacerse. Urge, como nunca, una actuación decidida y coordinada de la humanidad, pero los estados nacionales o las Conferencias de las Partes son inoperantes en gran medida, por intereses políticos a corto plazo y, sobre todo, por su subordinación a la pulsión incontrolable a convertir Capital en más Capital sin considerar costes ambientales y sociales. Además, se han desarrollado transformaciones políticas, sociales y en las mentalidades que añaden más amenazas y complican la acción contra el calentamiento del planeta por tierra, mar y aire.

- La guerra expansionista de Putin contra toda la sociedad ucraniana, así como sus consecuencias en cuanto a riesgo de guerra nuclear, amenazas a otros países vecinos, migraciones masivas, crisis energéticas y alimentarias, crisis económica y empobrecimiento, relanzamiento de la carrera armamentista, paralización de las medidas para disminuir el uso de combustibles fósiles... - La proliferación de regímenes autoritarios o dictatoriales, intensificando su dureza los antes ya existentes y manifestándose una crisis de la democracia en el seno de los propios regímenes demoliberales.

- La tendencia a una creciente influencia global de corrientes políticas ultrareaccionarias (trumpistas/ayusistas, putinistas, neofascistas o neoestalinistas), asentadas sobre el odio, el autoritarismo y la fragmentación social; son diversas y a veces opuestas, pero expanden contravalores que les son comunes y tienden a confluir.

- La creciente influencia política y social sobre los comportamientos de muchos hombres y sobre instituciones de una contrarrevolución neomachista dirigida abiertamente contra las conquistas y aspiraciones de las mujeres. Ese machismo es el principal banderín de enganche reaccionario entre los jóvenes, así como las mujeres son/somos la principal barricada contra el ascenso reaccionario. - La expansión del irracionalismo y de la banalidad, a partir de la descomposición de los vínculos sociales efectivos y en ausencia de alternativas igualitarias, democráticas, cooperativas, humanizadoras, fraternas y mundialistas visibles y creíbles.

En esta etapa histórica las propensiones negativas son dominantes, pero no lo decimos desde el pesimismo/fatalismo, sino como acicate al apoyo mutuo, la cooperación social y la auto-organización desde abajo. Aunque todo parece ir mal, en los intersticios de la realidad brillan propensiones positivas, expresiones de lo que puede la gente. La acción humanista/humanizadora tiene que basarse en valores no doctrinarios y convicciones no dogmáticas, pero solo será efectiva si sabe apoyarse sobre propensiones positivas reales.

En tiempos oscuros seguimos recibiendo muestras potentes de lo que puede la gente, incluso en condiciones muy difíciles. La tenaz resistencia armada y civil de la sociedad ucraniana contra la guerra de Putin. La creciente resistencia a esa guerra en la propia Rusia. La rebelión de las mujeres iraníes y de los hombres que se han aliado con ellas. Las muy arriesgadas protestas de mujeres afganas. El surgimiento en EEUU de Black Lives Matter y Me Too, de la resistencia a la ofensiva trumpista contra el derecho a interrumpir el embarazo y de un nuevo sindicalismo de base en multinacionales colocadas en el "corazón de la bestia" capitalista; esos movimientos, no Biden, fueron el fundamento de la derrota electoral de Trump en 2020 y lo han sido de su resbalón en las elecciones de medio término. La extraordinaria movilización electoral de la población del nordeste brasileño, abandonada y despreciada por Bolsonaro. La resistencia popular a la dictadura de Díaz-Canel en Cuba o al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, pese a la represión. La resistencia del pueblo sudanés a la tiranía militar. La tenacidad del pueblo palestino, abandonado por el mundo entero. La capacidad del pueblo kurdo como factor de liberación en una zona en la que, pese a ser perseguido por los estados instituidos, ha sido pieza esencial en la derrota de ISIS. La auto-organización de las mujeres pakistaníes frente a las inundaciones que arrasaron el país. La oleada de huelgas en Reino Unido...

No minusvaloramos los riesgos. No minusvaloramos que, en la UE, Italia, Hungría y Polonia estén ya gobernados por la extrema-derecha, o el reforzamiento en las últimas elecciones en Israel de la ultraderecha colonialista, ni que, pese al respiro de las últimas elecciones, casi la mitad de EEUU y Brasil haya dado apoyo a posiciones tan extremistas como las de Trump y Bolsonaro. Ni que Putin y los ayatolas siguen en el poder. Ni que el capitalismo, occidental, chino o ruso, mantiene el rumbo de la precarización y de la cancelación de derechos sociales y laborales. Recordar lo que puede la gente no es un "antidepresivo": nos ayuda a descubrir palancas con las que contrarrestar esas amenazas. Votaremos contra "lo peor" cuando haya elecciones porque no nos es indiferente quien gobierne, pero no podemos limitarnos a mirar a partidos y dirigentes políticos, despotricando o esperando soluciones que no llegarán si no actuamos. Miremos de cerca y sigamos abajo, reconstruyendo vínculos sociales, como hicieron vecinas y vecinos de barrios y pueblos de Madrid. Así es como se puede influir sobre las instituciones y las leyes. Aún podemos aprender mucha de la tradición de luchas sociales por la libertad y la igualdad, pero la vieja imaginería de "izquierda" y sus letanías ya no sirven. No nos reconocemos en etiquetas que se apliquen también a quienes apoyan a Putin o a Daniel Ortega, a quienes niegan la legitimidad de la resistencia ucraniana, a quienes callan sobre lo que ocurre en Irán y callaron sobre los crímenes de los regímenes de Rusia e Irán en Siria, a quienes ven en la dictadura estalinocapitalista china un factor "anti-imperialista", a quienes en vez de ser anticapitalistas solo aman a capitalismos despóticos. Ejemplo patente de esa brecha es que la presencia de la "izquierda política" o incluso del activismo social en las movilizaciones de solidaridad con Ucrania o con Irán ha sido bastante insignificante.

Somos lo que hacemos. No nos importa la etiqueta, sino de qué lado estamos.