Trasversales
José Errejón

Los 11 de septiembre
 
Revista Trasversales número 56 octubre 2021 web

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En la historia de las últimas décadas hay dos 11 de septiembre de singular relevancia para el acontecer global:el 11s de 1973 y el 11s del 2001. El primero está marcado por el golpe de Estado que, con la colaboración y dirección de la CIA y el Departamento de Estado USA, acabó con el gobierno legítimo de la Unidad Popular en Chile. El segundo registra el atentado terrorista hasta entonces más importante en tiempo de paz, el dirigido contra las Torres gemelas y el Pentágono, en pleno corazón del imperio USA. Entre medias ha tenido lugar una ofensiva sin precedentes contra algunas instituciones que parecía basales en las democracias liberales y se ha abierto un frente que cada vez parece resultar más difícil cerrar para los Estados y las instituciones occidentales.

El 11s de 1973 el general traidor Pinochet dirigía un golpe cruento contra el gobierno legítimo de Chile, asesinando a miles de ciudadanos demócratas entre ellos al propio presidente Salvador Allende. Con este golpe, alentado, sostenido y dirigido desde el Departamento de Estado USA, cuyo titular, Henry Kissinger, ya había amenazado con una intervención militar si se continuaba atentando contra los intereses de USA (la nacionalización del cobre), se abría un periodo, luego seguido en la vecina Argentina, en el que se recuperaba el terror cono arma política y en el que se ponían de manifiesto los límites que el capitalismo no estaba dispuesto a permitir fueran rebasados en el desarrollo y extensión de la democracia.

Con él comenzaron a experimentarse las recetas neoliberales1 y no es casualidad y resulta pertinente recordarlo hoy, que las mismas viene al mundo de la mano de una dictadura terrorista con explícitos objetivos de extermino de una generación “contaminada” por la ideología socialista, en el mejor estilo de los fascismos históricos. El neoliberalismo nacerá,pues,arrullado,por las arengas de los fascistas chilenos bien asesorados por la colonia de nazis exiliados después de la 2ªGM.

Peto la transcendencia de este 11s viene de que inaugura la era de la ofensiva capitalista contra el movimiento obrero organizado , los derechos ciudadanos y la democracia social, en el orden de prioridades en que se ha relacionado.

Al comienzo de los setenta del pasado siglo USA ya perdía en Vietnam,la rebelión de obreros y estudiantes amenazaba la estabilidad de las democracias capitalistas y la caída de la tasa de ganancia llevaba el pánico a los sectores del gran capitalismo. Es verdad que desde la década de los 40 ,Hayek y Von Mises habían advertido contra los excesos de la democracia y sus riesgos para la libertad de empresa y mercado. Pero la mayoría de los gobernantes de la época,incluyendo los situados más a la derecha, seguían el manual keynesiano que había salido de Breton Woods, en la convicción de que el mantenimiento de un alto nivel de demanda favorecido por los altos niveles de consumo impulsado por la fuerza negociadora de los sindicatos,favorecía la inversión y el empleo en un círculo virtuoso del que se beneficiaba toda la sociedad.

Era necesario, para invertir la tendencia enunciada desde los 60, un acontecimiento que quebrara la lógica de desarrollo que se orientaba al aumento constante de la capacidad del mundo del trabajo para hacerse cargo de la economía y el Estado y,consiguientemente, el apoyo a los partidos de la izquierda.

Fue la forma en la que esta tendencia histórica vino acompañada por el aumento de la inflación y luego del estancamiento lo que facilitó que un amplio sector de clases medias perjudicado por la inflación y la presión fiscal fuera receptiva en el curso de los 70 a lo que se calificó como excesivo poder de los sindicatos y a la necesidad de restaurar la salud de la economía y los mercados, mediante una reducción de la intervención del Estado y dela capacidad contractual de los sindicatos. Es sobre esta base social que en la segunda mitad de la década acceden al poder partidos de derechas en UK y USA con programas de gobierno explícitamente antisindicales y orientados a una guerra política e ideológica “contra el socialismo dentro y fuera de sus fronteras”.

Bien digo contra el socialismo, los propósitos de Reagan y Thatcher no se reducen a batir a los sindicatos y a la izquierda en sus respectivos países. Inspirados por “Camino de servidumbre” de Hayek se trata de emprender una cruzada contra el Mal en la totalidad de los frentes y muy en especial, en el geopolítico. Es de resaltar el acompañamiento que esta operación tiene en el”frente cultural” con la proliferación de película bélicas (toda la serie de Rambo) en las que se desliza una ideología del resentimiento contra la derrota en Vietnam y en las que los protagonistas culpan de la misma a los “políticos”

En el curso de esa cruzada su “Estado Mayor” entiende que puede acelerar la decadencia de la URSS apoyando la emergencia de los por entonces pequeños grupos islamistas que siguiendo el modelo de Arabia Saudí,podrían constituirse en aliados aún cuando establecieran regímenes teocráticos en sus países. Con ello, el Departamento de Estado y la CIA perseguían un doble objetivo; el primero y por entonces principal, acorralar a la URSS estimulando el número y la gravedad de los problemas de gobernabilidad de su imperio. El segundo, no menos importante, trabajar en la configuración de una geografía política más amistosa que garantizara la seguridad de los abastecimientos de petróleo a través de regímenes políticos que sustituyeran a los numerosos regímenes árabes“socialistas”, excesivamente amigos de la Unión Soviética. Con la característica arrogancia occidental y para derrotar definitivamente a lo que por entonces se calificaba como el enemigo principal, se pretendía utilizar a una cultura y una cosmovisión que había acumulado siglos de rencor anticristiano y antioccidental.

Pero la apuesta funcionó en el corto plazo. En Afganistán, un ejercito soviético desmoralizado se retiró dejando el campo libre a una pequeña secta encarnada en la etnia pastún, tan anticomunistas como antiamericanos. Así que los problemas para el amigo americano comenzaron en el momento en el que los rusos abandonaban el país. Pero,además y bajo la ¡presidencia de Bush padre,los americanos habían intervenido en la guerra del Golfo y desarrollaban una presión constante contra los países árabes no aliados(casi todos) generando un sentimiento de solidaridad panarabista; pero ahora, al contrario que en los años 50 y 60, hegemonizado por los islamistas y no por ninguna suerte de izquierda nacionalista.

El 11 de septiembre del 2001 terroristas suicidas estrellan aviones comerciales previamente secuestrados contra las Torres Gemelas y contra el Pentágono, para los yihadistas símbolos del satanismo occidental y de su poder militar . La reacción USA,ahora bajo al presidencia de Bush hijo, no se hace esperar y a los pocos días la aviación bombardea Kabul y en 2003 se consuma la invasión del país. Con el compromiso,que ahora no se quiere reconocer, de democratizar y modernizar el país,atendiendo especialmente la situación de los grupos mas oprimidos,la mujeres en especial.

Carentes de una mínima base social (mucho menor que en Vietnam,por utilizar un término de comparación), la ocupación no pasa de Kabul y ni siquiera es capaz de levantar una administración, aunque colonial, digna de tal nombre. El ejército afgano,infiltrado desde el primer momento por los talibanes,resulta incapaz para derrotarlos y mantener un cierto orden,lo que lleva a USA,ya desde 2010,a abrir conversaciones con los talibán para estudiar la fórmula para salir del país,lo que se consuma en febrero del 2020 fijando la fecha del 31 de agosto el 2021.

Hasta aquí el relato forzosamente resumido de los acontecimientos históricos. Muchos son los analistas que han visto en la salida de Kabul el fin del imperialismo americano y occidental por extensión. Personalmente me faltan conocimientos e información para opinar al respecto pero creo estar en disposición de formular alguna otra proposición

Desde 1917 buena parte de los poderes económicos, militares y políticos occidentales han dedicado una gran parte de sus esfuerzos al combate contra el socialismo y el comunismo y para ello se han valido y han utilizado instrumentos y aliados diversos. Desde los generales zaristas a los islamistas, pasando por regímenes fascistas y autoritarios entre los que destaca el franquista en España, ideologías y fuerzas en absoluto homologables con los valores de la democracia liberal, han sido potenciados y sostenidos para la lucha contra el movimiento organizado del trabajo y contra las formaciones políticas socialistas. Ha sido un combate sin tregua que parecería culminado con la victoria capitalista. En efecto, en la mayor parte de los países las formaciones políticas que se reclaman del socialismo, o tienen una dimensión meramente testimonial o lo mantienen como un adorno litúrgico pospuesto hasta el final de los tiempos. Es difícil encontrar, en el debate político o económico actual, alguien que postule explícitamente alguna modalidad de socialismo como salida a la constelación de crisis que tiene el planeta, en el momento histórico en el que quizás fuere más necesario que nunca esa asunción individual y colectiva de responsabilidades respecto a la vida en común que llamamos socialismo.

Las sociedades contemporáneas afrontan el presente con más incertidumbres que nunca respecto a la senda por la que va a discurrir la vida colectiva;las occidentales,además,con el más que fundado temor sobre las amenazas provenientes de culturas que impugnan los valores que la han fundado, desde aquellos otros negadores de la igualdad de los individuos,del valor de la razón y el diálogo como forma de convivencia; negadores, en fin, de la idea misma de sociedad.

La lucha contra el “comunismo” que ha ocupado la mayor parte del siglo XX, ha sido una guerra ente contendientes que compartían valores,que procedían del tronco común de la Ilustración,incluso si los críticos socialistas más exigentes impugnaban algunos de estos valores. Se observará que en este texto he utilizado indistintamente y como equivalentes las voces “socialismo” y comunismo”. En el contexto de estos comentarios me he permitido esta licencia teórica, impensable en reflexiones de otra naturaleza.

Para decirlo de una manera categórica, incluso la desaparición de las clases y del Estado podía concebirse en un contexto cultural que conservara algunos de los valores más sobresalientes que han configurado las sociedades occidentales. En la guerra actual que Occidente libra contra el islamismo pero también contra una de las herencias más crueles de la cultura occidental, el patriarcado, el fascismo, la xenofobia, falta este “suelo común” que había con la cultura socialista. Y cuando se carece de este suelo común,la relación entre las civilizaciones,porque su incompatibilidad exige la desaparición de una de ellas, solo puede ser la guerra.

Una guerra que, en el contexto actual de crisis ecológica,será mucho más adversa para aquella peor preparada para los colapsos de agua,energía,alimentos que, unidos a la generalización de nocividades como la subida del nivel de los océanos, la erosión de los suelos y la pérdida de suelos cultivables,la contaminación atmosférica,etc., dibujan un panorama de verdadero apocalipsis.

Este apocalíptico escenario ha sido reiteradamente anunciado a lo largo de la historia del capitalismo, desde William Morris hasta el 6º Informe del IPPC pero, como este último subraya,cada vez hay menos tiempo para activar lo frenos de emergencia como quería Walter Benjamin. Los términos de la disyuntiva son terribles de forma diferente. La salida de Kabul inaugura un tiempo en el que las antiguas potencias occidentales se encerrarán en sus respectivos Estados levantando dispositivos cada vez más sofisticados para impedir la entrada de inmigrantes y refugiados como los que estos días buscan huir del horror teocrático y reaccionario en Afganistán. Ello no impedirá la amenaza de atentados terroristas como los que hace 20 años sembraron el horror en Nueva York lo que contribuirá, a su vez, a aumentar el predicamento de los partidos de extrema derecha y la generalización de un estado de ánimo en la sociedad favorable a la guerra contra el extraño, lo que endurecerá progresivamente los regímenes políticos occidentales, incluso sin que ninguna formación de extrema derecha gane las elecciones.

A modo de epílogo

1. EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973 Y EL 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2001 han marcado hitos decisivos en la historia más reciente de nuestra especie. Pero si ampliamos la observación llegando hasta nuestros días, no es exagerado afirmar que este período de casi medio siglo se ha culminado un ciclo histórico con un contenido que,con vocación de resumen y recordatorio, relaciono a continuación: ha terminado, al parecer para no volver, la etapa de hegemonía del Estado providencia, los 30 dorados,el pacto fordista keynesiano consagrado al final de la 2ªGM. Y,con él, desaparece el movimiento obrero y sindical, coprotagonista esencial de estos 30 años e impulsor clave de la democratización de las sociedades occidentales.

2. Bajo la dirección de los Estados Unidos de América,la mayoría de los regímenes políticos occidentales no solo han ido abandonando de forma efectiva las instituciones del bienestar, sino que han impulsado la financiarización de sus economías, pasando de ser garantes del bienestar social a garantes de la ganancia del sector financiero. Este proceso de abandono de las instituciones del Bienestar ha tenido su momento fundacional en el golpe de Estado en Chile en 1973, con el que Occidente ha mostrado los límites que no estaba dispuesto a permitir fueran rebasados en el desarrollo de la democracia y los derechos sociales. Desde entonces, un conjunto de políticas y de técnicas de gobierno dirigidas a operar un continuado proceso de redistribución de las rentas del trabajo en favor de las del capital que conocemos como neoliberalismo, se ha hecho absolutamente hegemónico, arrinconando los programas sociales redistributivos defendidos tradicionalmente por la izquierda política .

3. Los partidos de la izquierda no han sabido o no han podido aprovechar la situación de crisis del capitalismo en los sesenta y setenta y el impulso impugnatorio del 68, renunciando a una auténtica profundización de la democracia que hubiera puesto en cuestión no solo los regímenes políticos sino también las estructuras económicas y sociales.

4. Con la experiencia de los llamados choques petrolíferos de los años setenta del pasado siglo y con sectores económicos basados en un alto consumo de energía, los Estados occidentales han mantenido una actitud vigilante sobre aquellas regiones del mundo productoras de combustibles fósiles, especialmente en Oriente Medio, para lo que no han dudado en contribuir al derrocamiento de los regímenes de estos países, incluso si para ello debían colaborar con fuerzas sostenedoras de culturas retrógradas. Para estas fuerzas (Al Qaeda,,ISIS,talibán), sin embargo, los occidentales compartían la condición de infieles que atribuían a los comunistas rusos y a los regímenes nacionalistas de izquierda derrocados. La guerra santa que les constituye es de otra naturaleza de las conocidas en el siglo pasado;se trata de un enfrentamiento ontológico, en el que ser de un contendiente niega el del otro. Obsesionado por erradicar todo vestigio de cultura socialista, Occidente no ha advertido que cobijaba a su “gran otro”, a un agente histórico que tomaba sobre sí la tarea devengar el dolor y las humillaciones de más de cinco siglos de dominación occidental.

5. Ningún error más trágico cometerían los restos del movimiento socialista que alinearse con Occidente en esta guerra que viene. Hay una forma de enmendar el trágico error de 1914 y lavar la memoria histórica del socialismo: sería levantar un gran movimiento por la paz. Un movimiento por la paz sería, antes que nada, un movimiento en favor del diálogo, un movimiento de reencuentro de nuestra especie. 

6. Es, por lo demás, la necesidad más imperiosa de nuestra especie y, con ella, del conjunto de la vida en el planeta. El otro camino conduce a la destrucción y a la barbarie en cualquiera de sus modalidades. Ninguna meta prefijada puede señalar hoy el camino de nuestra especie para evitar su destrucción. Sea cual sea su nombre, este camino se inscribe en la herencia de lo que, durante cuanto menos dos siglos, ha representado el movimiento socialista