En los debates de
Putney, el coronel Thomas Rainsborough, jefe de
los Levellers (Niveladores), contestando a Oliver
Cromwell dice: “Ningún hombre ha
nacido esclavo. El campesino es tan libre como
el príncipe porque cuando nació no llevaba
puesto zuecos en los pies, ni una silla en la
espalda; de la misma manera que el hijo del rey
no llevaba una corona sobre la cabeza. Somos por
nacimiento igual de libres y como tales, tenemos
el poder de elegir gobierno por el que queremos
ser representados....”
The Levellers: Los debates de
Putney.En las raíces de la democracia moderna
Capitan swing, 2010
I
Reflexionando sobre
el socialismo, Perry Anderson escribió en “Los fines de la
Historia” un
artículo donde abría cuatro hipótesis sobre el
futuro del socialismo. Todas ellas trataban
sobre la posibilidad de que experiencias
anteriores a las revoluciones del siglo XX
pudieran proyectarse en el futuro. La de los
Jesuitas en Paraguay, la de los Levellers en la
revolución inglesa, la de los jacobinos en 1789
o la del liberalismo del siglo XIX. Anderson
señalaba la gran diferencia entre la fundación
del socialismo en el siglo XIX (impregnado por
la experiencia jacobina y el socialismo utópico)
y la escasa continuidad que hubo entre las
revoluciones de 1642 y 1789. Finalmente se
preguntaba si los fracasados proyectos del
llamado “socialismo real” podrían ser un punto
de partida para la renovación de un nuevo
socialismo.
Han transcurrido ya
dos décadas del nuevo siglo. Las preguntas de
Anderson siguen en el aire. En los últimos
veinte años la revolución bolivariana en
Venezuela concitó a sectores de militantes
latinoamericanos. Las ilusiones por un nuevo
socialismo del siglo XXI fueron muchas. Pero
como ya ocurriera en los países del Este y
Rusia, la experiencia ha fracasado en medio de
una grave crisis económica, corrupción del
régimen y limitaciones a los derechos
democráticos. Hace unas semanas, el último
bastión del socialismo de estado y nacional,
Cuba, vivió un estallido de movilizaciones en
las calles exigiendo medidas eficaces contra la
pandemia y suministros básicos. La revuelta fue
reprimida de manera implacable. ¿Es esa la
respuesta del socialismo real -y tristemente
existente- a las demandas de igualdad y libertad
de sus ciudadanos?
En China
en los años 70 se inició un camino hacia la
restauración capitalista plena. El modelo más seguro
elegido por la nomenklatura del Partido Comunista
fue una superestructura política en forma de
dictadura y unas bases económicas mixtas donde el
desarrollo del capital privado se combina con el
monopolio del estado a la hora de tomar decisiones
de gran calado como, por ejemplo, dónde, cuánto y
quiénes tienen derecho a invertir. El éxito
económico del modelo chino no tiene secretos, está
basado en una incorporación de millones de
trabajadores del campo a la industria y en una mano
de obra superexplotada. Algo que recuerda a las
condiciones sociales que sufrió el proletariado en
Inglaterra durante la primera revolución industrial.
¿Es eso el socialismo?
Los
posibles escenarios propuestos por Anderson, basados
en la continuación de algunas de las experiencias
históricas de los últimos quinientos años,
probablemente no sucederán. Los cambios a nivel de
las tecnologías hacen presagiar un mundo muy
diferente. El socialismo obsoleto y desgastado, como
el mundo, debería ser transformado.
Es muy difícil que
la humanidad en su conjunto pueda escaparse a la
emergencia climática y, por lo tanto, creo que
ese será (o debería ser) el nuevo impulso del
socialismo. Un socialismo íntimamente unido a
las luchas para evitar cambios intolerables en
el planeta; pero que ofrezca, al mismo tiempo,
una perspectiva de igualdad y libertad que hoy
no tenemos. Mientras tanto ¿qué pasará con el
capitalismo? Su capacidad de adaptación a lo
largo de la historia es indiscutible. El
capitalismo se ha mostrado como un sistema
adaptable y dinámico.
¿Qué clases o qué
sectores de la población mundial pueden estar
más interesados en luchar por las ideas del
socialismo? Sin descartar ninguna hipótesis,
creo que las mujeres a nivel mundial van a ser
el sujeto transformador más importante. Ya lo
están siendo en los comienzos del siglo XXI. Si
la mujer va ganando batallas al patriarcado y al
capitalismo pueden ser la luz que vaya
iluminando la lucha por un socialismo
renovado.
II
La primera
revolución socialista en el mundo triunfó en un
país atrasado. Rusia era un inmenso continente
donde se combinaba la industria capitalista en
los centros urbanos y una servidumbre feudal en
el campo. Los bolcheviques llegaron al poder y
afrontaron un país agotado por la guerra y el
inicio de una nueva guerra civil contra los
ejércitos blancos. Es más que discutible que la
idea de Lenin fuera avanzar en Rusia más allá de
lo que podría llamarse un capitalismo de estado.
Así mismo, el marxismo ruso provenía -como casi
todos los componentes de la II Internacional- de
una tradición socialista jacobina y
profundamente estatalista (a diferencia de las
corrientes anarquistas y sindicalistas
revolucionarias de fuerte implantación en
España, Rusia e Italia).
Los bolcheviques
eran revolucionarios firmemente convencidos de
que el futuro de su revolución estaba en manos
de la revolución europea y que, para sobrevivir,
solo les quedaba el impulso -aun mayor- del
estado. La dinámica de los acontecimientos fue
haciendo que ese jacobinismo estatalista se
convirtiera en una nueva máquina de terror
“rojo”, no solo contra sus oponentes políticos,
sino contra ellos mismos y sectores cada vez más
grandes de la población. Ese fue el comienzo del
fin del bolchevismo y del gobierno
revolucionario. La era de Stalin
(contrarrevolución burocrática o Termidor) se
inicia a partir de 1928 y tiene su auge en los
años treinta con la deskularización y las grandes
purgas. La teoría del socialismo en un solo país
es su fuente teórica.
Una teoría que han
utilizado los epígonos del estalinismo a lo
largo del siglo XX. Trotsky la denominó una utopía reaccionaria
porque tiene
resultados catastróficos y abandona la lucha por
la revolución internacional. En el terreno de la
economía mundial los países capitalistas
avanzados tienen el dominio de los mercados y
una mayor productividad en el rendimiento del
trabajo. El capitalismo es un sistema mundial
basado en una competencia feroz de capitales en
donde la subsistencia o la ganancia forman parte
de una lucha diaria. Los países rezagados o
atrasados no tienen ninguna posibilidad de
acceder a un modo de producción o distribución
socialista porque están sumidos en un desarrollo
de las fuerzas productivas mucho menor. Estas, a
su vez, han rebasado las fronteras nacionales.
Esa es la razón por
la que ningún país del mundo, y en los días
recientes una pequeña isla como Cuba, puede
escapar a la competencia capitalista en razón de
precios, productividad del trabajo y tecnología.
Si no se empieza por reconocer esta evidencia
empírica y científica, lo único que queda es una
retórica nacionalista, edulcorada con
fraseología revolucionaria y una vida diaria en
donde la población sufre las desigualdades
sociales y la falta de libertades.
III
El siglo
XX no fue el siglo del socialismo como se preveía,
sino de las guerras mundiales, el genocidio nazi y
las mayores infamias a cargo de sátrapas de los
cinco continentes. Una generación de marxistas,
anarquistas o socialistas fue exterminada o
desapareció de la faz de la tierra. Nada ha vuelto
ni creo que volverá a ser igual.
Hubo muchas razones
objetivas y subjetivas para que todos los
acontecimientos del siglo XX se desarrollaran de
esa manera y no de otra. Voy a dar una opinión
con las debidas precauciones. Creo que el propio
marxismo oficial, salvo contadas excepciones,
adquirió un desarrollo doctrinario como si fuera
una religión de estado. Eso le separó de
sus raíces como ideología que pretendía criticar
el modo de producción capitalista levantando la
bandera del comunismo. La crítica de Marx al
capitalismo no se limitaba a denunciar la
explotación y la extracción de una plusvalía al
trabajador, sino también el fetichismo de la
mercancía y la alienación del ser humano. Esta
idea central (rescatada más recientemente por
algunos marxistas) podría haber corregido la
visión economicista y vulgar de una gran parte
de los marxistas del siglo XX, lo que en el caso
de la URSS derivó en esa monstruosa parodia
socialista que fue el stajanovismo.
En segundo lugar,
creo que ese carácter semi-religioso otorgó a la
clase obrera un lugar como sujeto portador de una nueva
sociedad que, en principio, no se ha verificado.
Una de las críticas más lúcidas que he leído en
este sentido ha sido la del profesor marxista
alemán Michael Heinreich que ha dicho: “El hecho de que una
parte del proletariado se haya orientado en una
dirección revolucionaria siempre ha sido, pues,
un fenómeno transitorio”.... “Todos los miembros
de la sociedad burguesa están sujetos al
fetichismo de las relaciones sociales. Este
fetichismo se plasma en formas de pensamiento
objetivas, que estructuran la percepción de
todos los miembros de la sociedad. Ni los
capitalistas ni los trabajadores tienen una
posición privilegiada para escapar al fetichismo”.
Si una de las
supuestas bases científicas del “socialismo
científico” era el lugar que ocupaba la clase
obrera dentro del proceso de producción
capitalista, situándolo en el centro (sujeto) de
la revolución socialista, deberíamos empezar por
reconocer que esto no fue así a excepción de un
período histórico y en determinados sectores de
esas clases. Todo lo contrario, las clases
trabajadoras a nivel mundial han sido integradas
tanto a los procesos de producción como a sus
formas culturales. Solo así se puede explicar
décadas de estabilidad capitalista en los países
más adelantados. El impacto de esta integración
dejaría sin materia prima revolucionaria a
los marxistas durante décadas. El proletariado
de los países adelantados se fue asimilando
hasta creerse que era una nueva clase media. Una
“clase” que no se reconocía a si misma en el
proceso de producción pero si en el consumo.
En las últimas
décadas el capitalismo además de integrar a
numerosos sectores de las clases asalariadas a
nivel mundial ha desarrollado, objetivamente, un
imparable proceso de desintegración de todas las
clases (con la excepción de los ricos más
ricos). Aunque la cifra de trabajadoras y
trabajadores a nivel mundial es cercana a los
3500 millones, estos no guardan apenas parecido
con la formación de la clase obrera de los
siglos XIX y XX. ¿Hemos entrado -como diría
Thompson- en el siglo de la multitud, la
revuelta y los motines?
IV
¿Qué
es el socialismo? Esta, ha sido una
pregunta recurrente a lo largo de la historia.
Hay posibles y diferentes enfoques, el mio está
mucho más próximo a lo que expresaron por
ejemplo Victor Serge, George Orwell o William
Morris. Un socialismo que entroncaría más, por
ejemplo, con las corrientes
anarquistas-libertarias o sindicalistas
revolucionarias de finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX que con los marxismos
oficiales u otra variantes estructuralistas como
Althusser.
Un
socialismo que si quiere sobrevivir tendrá que
reformularse en la era de la emergencia climática y
el ascenso social de la mujer. Un socialismo cuyo
motor económico y político no sería la hipertrofia
del Estado, sino el desarrollo de organizaciones de
productores asociados y organizados según las
posibilidades tecnológicas y el ámbito espacial
sobre el que pudiera construirse.
Hace más de setenta
años cuando la revista Monthly Review le pidió a
Albert Einstein un artículo sobre lo que él
entendía por socialismo, éste, como no podía ser
de otra manera, escribió en unas cuantas páginas
una obra para la posteridad. Para Einstein, el
socialismo no es tanto una ciencia ni una
organización social completamente dibujada y
perfecta, sino:
“El
socialismo está guiado por fin ético social. La
ciencia sin embargo no puede establecer fines e
inculcarlos en los seres humanos; la ciencia
puede proveer de medios con los que lograr
ciertos fines. Pero los fines por sí mismos son
concebidos por personas con altos ideales éticos
y -si estos fines no son endebles, sino vitales
y vigorosos- son adaptados y llevados adelante
por muchos seres humanos quienes de forma
semi-inconsciente, determinan la evolución lenta
de la sociedad.”
Creo que el primer y
principal impulso de lucha por el socialismo no
es un modelo abstracto (como sería la sociedad
en un futuro) que, hoy por hoy, es inimaginable
excepto para esos directores de cine
especializados en películas distópicas. No, el
principal impulso es la lucha misma y en la
medida de lo posible, hacer sentir en cada una
de esas acciones de mujeres y hombres en lucha
la importancia de unos valores universales como la
libertad y la igualdad o la fraternidad. Unos
valores que no pueden esperar al socialismo
(porque además no tenemos certeza alguna); sino
que deben vivirse y lucharse desde ya mismo. En
Cuba la lucha por el socialismo no es apoyar el
régimen sino a la gente que se moviliza. En
Afganistán la lucha por el socialismo lo
representan las mujeres de todo el mundo contra
el abyecto dominio del Talibán. No se trata solo
de una confrontación política, se trata de una
confrontación moral entre la igualdad y
la desigualdad, el burka y la libertad.
V
Karl Marx representa
un componente necesario en la comprensión y en
la lucha por el socialismo internacional. Pero
no el único. Mientras el marxismo resaltó o puso
el énfasis en los factores económicos, otras
corrientes como los anarquistas dieron enfoques
más cercanos también al desarrollo del
individuo. Un enfoque compartido por algunos
humanistas como Oscar Wilde en los últimos años
de su vida.
Aparentemente
podría tratarse de una contradicción entre la
igualdad y la libertad. Si bien es cierto que no fue
esa la intención del movimiento marxista, tampoco
podemos ignorar que fue desde sus filas desde donde
se desarrollaron las corrientes con mayor influencia
jacobina y estatalista. Y que los graves
enfrentamientos entre comunistas y anarquistas no
fueron simplemente verbales como lo demuestran las
terribles experiencias de Kronstadt y Mayo del 37.
Por eso
no es de extrañar que entre las corrientes más
críticas del marxismo se encuentren el socialismo
libertario y el humanismo socialista. En los
momentos mas brutales del estalinismo se alzaron
numerosas voces críticas. Me parece importante que
se resalten dos de esas voces que fueron críticas
incluso con los críticos, como fue el caso de Victor
Serge con Trotsky y el de Orwell con el
totalitarismo estalinista.
“La
definición de socialismo debería tender a poner
el acento más que sobre la organización
económica, sobre la organización política y
jurídica, es decir sobre los derechos de las
personas (problema de la libertad).” (Serge).
Por otra
parte, otro socialista como Orwell, puso el foco en
la lucha contra la burocratización. En un folleto
titulado ¿Qué es el socialismo? dice:
“¿Puede
haber socialismo sin libertad, sin igualdad, sin
internacionalismo? ¿Seguimos aspirando a la
fraternidad humana universal o debemos
conformarnos con un nuevo tipo de sociedad de
castas en la que renunciemos a nuestros derechos
individuales a cambio de la seguridad
económica?”.
VI
No veo la lucha por
el socialismo como una utopía para la posteridad.
Creo que debe ser parte de nuestro accionar
diario. El concepto de utopía, tal como lo
entiendo, nos lleva al idealismo o la
espiritualidad (al reino de los cielos como en
la Edad Media). Las comunidades primitivas
cristianas, los seguidores de Thomas Münzer o
las sectas milenaristas (amaurianos,
flagelantes, cátaros , valdenses...) no luchaban
por un reino en la tierra sino en el cielo. La
mística de la religión debería ser ajena a los
valores del socialismo. Nosotros no creemos en
la redención ni la salvación del alma, sino en
la vida y la felicidad de los seres humanos aquí
en la tierra.
En los
siglos XVII y XVIII los Levellers y sans culottes
atacaron mucho más a una sociedad de privilegios que
a la esencia de la propiedad privada de los medios
de producción. Tal es así porque el capitalismo aún
no se había desarrollado lo suficiente, y también,
en el caso de girondinos o jacobinos, porque ellos
mismos eran ciudadanos libres que comenzaban a ser
parte de un nuevo régimen social basado en el
desarrollo capitalista. La utopía relativa de éstos,
como diría Albert Camus, estaba en la tierra y muy
por debajo de los campesinos que siguieron a Münzer.
Sin embargo en el
siglo XX la lucha por el socialismo siguió otras
pautas muy distintas (lo que no quiere decir que
sea la única posible). La revolución es
inevitable ante la
concentración ilimitada de los medios políticos
y económicos en manos de unas élites. Las
dificultades para que esta sociedad capitalista
pueda ser transformada positivamente por la
acción humana es el mayor desafío en la historia
de la civilización. Sin embargo merece la pena
intentarlo. La naturaleza humana no es la
culpable de nuestros males ni del capitalismo;
sino la organización social de la que nos hemos
dotado. Conseguir cada día un mundo más humano y
ecológico, más feminista e igualitario, más
libre y solidario, no es una utopía irrealizable
sino la fuerza impulsora de nuestros actos.
BIBLIOGRAFÍA
UTILIZADA
1.- Los
Levellers. Los debates de Putney. Capitán Swing
2.- Perry
Anderson. Lo fines de la historia. Anagrama.
3.-Orwell.
1984. Debolsillo.
4.- Trotsky.
La revolución traicionada. Fontamara.
5.- Robert
Bremmer. El debate Bremmer. Crítica.
6.- Michael
Heinreich. Crítica a la economía política. Guillermo
Escolar.
7.- Orwell.
¿Qué es el socialismo? Ensayos. Debolsillo.
8.- Victor
Serge. Necesidad de renovación del socialismo. Base.
9.- Oscar
Wilde. El alma del hombre bajo el socialismo. Obras
completas. Aguilar.
10.- Albert
Einstein. ¿Por qué el socialismo? Monthly Review.
.