Trasversales
Lois Valsa

Invierno cultural madrileño 2020


Revista Trasversales número 50 marzo 2020 web

Otros textos del autor en Trasversales



Los niveles de pobreza no se corresponden con el nivel económico de España

Informe de Philip Alston, relator independiente de la ONU

Los 4,2 millones de personas que en España viven por debajo del umbral de la pobreza son la mayor prueba de que algo falla en nuestro sistema de protección social contra la pobreza

Liliana Marcos, experta en políticas públicas y desigualdad de Oxfam Intermón



Desigualdad, pobreza y exclusión social en España

El relator de la ONU, un experto de origen australiano, pero afincado en EEUU, donde da clase en la facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, se ha recorrido España (concretamente: Madrid, Bilbao, Galicia, Extremadura y Cataluña) para levantar un Informe sobre la desigualdad. Philip Alston, que es un relator especial independiente, no cobra un sueldo del organismo, investiga pisando el terreno en directo para medir la extrema pobreza y la situación de los derechos humanos. Ya sabíamos por otros datos, y de esto ya he escrito en textos anteriores sobre Cáritas, Oxfam.etc., que la situación no era nada buena. Y los actores más concienciados de la sociedad también ya lo habían denunciado. Pero, ahora, su relato de 12 días en seis autonomías ha sido la puntilla de crítica del sistema de protección social en España. Este relator, ha partido, pues, del terreno hablando con las gentes para medir su vida precaria real, su pobreza. En dos semanas ha sacado a mucha gente de su invisibilidad ya sea a través de su exclusión social, o de sus rentas muy bajas, o de su falta de hogar. Sobre todo a la comunidad gitana en la Cañada Real, una de las zonas más vulnerables de la Comunidad de Madrid, con fuertes deficiencias en servicios muy básicos como electricidad o agua. En general, ha manifestado que el sistema de protección social en España “está roto”, y que los derechos sociales y económicos no se toman muy en serio en un país que, por otra parte, tiene un elevado nivel económico ya que es “el 4º país más rico de la UE”. Por lo tanto puede hacer más de lo que ha hecho en esta materia con los que sufren en silencio este abandono: “Lo que más me han dicho es que se sienten abandonados”. Y le han pedido: “Cuente lo que le hemos dicho, por favor”. En suma, en sus conversaciones le narraron al experto los fallos de un sistema que permite que crezca la desigualdad.

Los datos concretos que nos da en el Informe (en el Informe preliminar cita cifras de 2018) son muy fuertes: “el 26,1% de la población en España y el 29,5% de los niños se encontraban en riesgo de pobreza o de exclusión social. Más de la mitad de la población tuvo dificultades para llegar a fin de mes y el 5,4% experimentó privación material severa. También incidió en la elevada tasa de desempleo (13,7) que supone más del doble de la media de la UE”. Todo esto lo ha escrito a partir de reuniones en la Fundación Balia de Madrid donde una decena de mujeres, en su mayoría migrantes, le han dicho que “España nos está machacando”. No pueden llegar a fin de mes ya que en muchas ocasiones dependen de ayudas que no llegan. Su inestabilidad con cambios constantes de domicilio, repercuten en sus hijos. “Solo veo a mi madre para cenar. Trabaja mucho”, le cuenta un chico. Por otra parte, en Bilbao, sin vivienda no pueden entrar en el padrón. Y sin padrón no hay sanidad ni prestación económica para evitar la calle. “La renta de garantía de ingresos ayuda pero no logra el rescate de los sin hogar”. En España hay unas 33.000 personas sin hogar, según la Estrategia Nacional Integral para Personas Sin Hogar 2015-2020. Alston concreta que “la obsesión burocrática” lastra los derechos universales Además, la situación de la Comunidad gitana es muy insostenible. Una situación que La Fundación Secretariado Gitano lleva 40 años denunciando: su estigmatización y su tasa de extrema pobreza, el 46%. “Las desigualdades tardarán generaciones en desaparecer”, le señala Carolina Fernández, subdirectora, mostrándole la segregación a la que se exponen. Caso extremo es el de una mujer gitana que vivía con niños en un vertedero.

En España, además de los afectados, también se ha reunido con los representantes ministeriales centrales y los de los Gobiernos autonómicos para escuchar sus impresiones. Aseguró que conocen gran parte de los desafíos pero se mostró frustrado porque se pasaron la pelota unos a otros. El porcentaje de adultos en hogares sin empleo y que reciben prestaciones sociales estaba entre los más bajos de los Veintiocho en 2016, más de 15 puntos por debajo de la media europea. “La burocratización del sistema de protección social es una causa importante de exclusión y los requisitos excesivos de documentos son un obstáculo para el apoyo”. Así que España debería revisarse y actuar. Alston ha estado de visita aquí muchas veces y ha sido testigo de la diversidad cultural y de la riqueza pero esta vez nos ha sacado otro rostro. Ha visto dos Españas: “Me ha quedado muy claro que hay dos Españas: una de prosperidad y otra en que un porcentaje muy elevado de personas vive al límite de sus posibilidades”. E incluso ha visto mucha pobreza en medio de una gran prosperidad y riqueza. Alston, que también visitó el Reino Unido y EE.UU., donde encontró lugares también “desalentadores”, visitando el campo de recolectores de fresa de Huelva se quedó “pasmado”. En su rueda de prensa del viernes 7 de febrero en Madrid mostró uno de los datos más llamativos referido a los cultivadores de fresa porque incluso donde se cuece la riqueza, 533 millones de euros ha dejado el cultivo en la provincia en 2018-19, vio a gente que “vive como animales”. “Me encontré con trabajadores en asentamientos en condiciones que compiten con los peores que he visto en cualquier otra parte del mundo”, señala en su Informe. “A kilómetros del agua, sin electricidad o saneamiento adecuado. Algunos llevan años así y podrían pagar un alquiler pero dicen que nadie les aceptaría”, añade.

Aprovechó para criticar a la “clase política” que, en su opinión, ha fallado a los más vulnerables, que son los que más necesidades tienen. Sobre todo después de la crisis de 2008: “la recuperación económica después de la recesión ha dejado a muchos atrás con políticas económicas que benefician a las empresa y a las personas más ricas”. Para él, esto es insoportable. Por ello, ha criticado que “sucesivos gobiernos hayan decidido intencionadamente bajar las tasas impositivas y ayudar a las compañías, no perseguir mucho la evasión fiscal, que en España es rampante, mientras han mantenido niveles de protección social muy bajos”. Piensa que la pobreza es una decisión política y mantiene la tesis de que las políticas anticrisis han beneficiado a las clases más altas. Los datos sobre el aumento de los más ricos en España después de la crisis avalan estos datos y estas afirmaciones. Pero sus conclusiones finales verán la luz a mediados de este año, cuando acaba su mandato como relator, que asumió en 2014. En este tiempo ha visitado y ha evaluado dos países al año. Aquí ha acompañado las 20 páginas en las que ha expuesto sus conclusiones con datos que avalan sus palabras. “El impacto de las trasferencias sociales en la reducción de la pobreza es el sexto más bajo de la UE, y España invirtió significativamente menos que otros países de la Unión” en discapacidad, políticas de familia y vivienda. La pobreza y la precariedad están integradas en el sistema, es decir estancadas. Por ello, reclama medidas fiscales y que se ataje la crisis de la vivienda. Al tiempo, Alston describió un sistema educativo “segregado”, cada vez más anacrónico, una burocracia para solicitar ayudas más propia del siglo XIX que del XXI” e instó a regular los precios de los alquileres en las grandes ciudades. En su Informe señala que la población española se enfrenta “a precios de la vivienda que se disparan, a privatizaciones de bloques de apartamentos y a desahucios agresivos”.

Sin embargo, hay que decir que destacó algo también lo positivo. “No todo es malo. El sistema de salud es una joya, y el de pensiones salva a muchos mayores de la exclusión. Pero sí creo que el español promedio y, sobre todo los más vulnerables, lo están pasando muy mal y se les presta poca atención. Así ha sido en la última década. Sus condiciones se han deteriorado”, afirmó en la rueda de prensa. También recalcó las deficiencias de las rentas mínimas de inserción, la última red de protección para aquellos que se quedan sin ningún otro colchón al que agarrarse. Puso como ejemplo del mal funcionamiento del sistema a Madrid, donde el ingreso mínimo es de 400 euros, “insuficientes”, y donde el número de suspensiones se ha “doblado” en los últimos años. Le dio otra vez mucha importancia a las dramáticas condiciones en las que vive la población gitana que se enfrenta a elevadísimos niveles de pobreza y exclusión: “Todas las sociedades tienen un grupo al que tratan de manera abominable. Es así”, remató. Por último, se mostró “extremadamente preocupado” por la situación de de los niños extranjeros solos, un colectivo desesperado que “sigue siendo sometido a pruebas genitales invasivas y humillantes para determinar su edad”, una población vulnerable “que ha sido demonizada en el debate político”. Destacó la perspectiva de género, con las mujeres y las familias monomarentales con mayores niveles de desigualdad y exclusión. Algo a lo que también se enfrentan las personas con discapacidad. Ante todo ello, reclamó inversión sobre todo para que los niños que nazcan en pobreza no se vean abocados a ella. Para que el sistema “deje de estar fracturado”. Supongo que también ha sacado la conclusión de que la familia en España ha sido el gran colchón de seguridad, incluidas las pensiones de los abuelos.

Finalmente, ha señalado que la pobreza y la precariedad, estancadas, están integradas en el sistema. Por lo que si el gobierno quiere cambiar la situación-algo que ve positivo, dado que la coalición formada por el PSOE y Unidas Podemos se ha comprometido a luchar por la justicia social- tiene que acometer reformas porque los desafíos son grandes. “Si obtienes un 5% menos en ingresos fiscales, por debajo de la media europea, gastarás menos en protección social”, señaló Alston. Por lo que está claro que la prioridad ha de ser la fiscalidad: “Hace falta más redistribución, un sistema más progresivo y probablemente niveles más altos de impuestos”, piensa. En este sentido, “la vivienda es un verdadero reto. La vivienda social es un desastre (con un parque del 2,5%, frente al 30% de Holanda y unas cifras de desahucios que se han disparado esta década según el informe), y el mercado laboral no está funcionando para una gran parte de los españoles. Hacen falta muchas medidas y el ejecutivo es consciente de ello”. Pero, está claro, que el aumento de la desigualdad en España y otros países es consecuencia de las nuevas políticas fiscales que permiten a los ricos pagar cada vez menos impuestos. En España, concretamente, el relator, invitado por el mismo gobierno, ha marchado escandalizado al ver la desigualdad que provoca que haya dos Españas en una. Según el secretario general de los técnicos de Hacienda (Gestha), José María Mollinedo,, reducir la pobreza en España, que afecta al 26% de los ciudadanos, depende de recaudar los impuestos evadidos. Según él, la lucha contra el fraude solo descubre el 19% de la evasión fiscal. Y cree que el problema es la falta de efectivos. “En España hay un funcionario por cada 1350 activos”, señala, “menos de la mitad que en Europa, que hay un empleado público por cada 554 activos”. Solo una fiscalidad justa podrá unir, pues, a las dos Españas.

En relación a las medidas fiscales a tomar para intentar llegar a esa fiscalidad justa, hay que señalar que, en un encuentro del Institut d`Economía de Barcelona, el profesor Joel Slemrod, de la Universidad de Michigan, ha mostrado cómo la evasión fiscal es un fenómeno claramente de los ricos. Ha mencionado un estudio que indica que el 0,01% más rico de los países escandinavos evade el 30% de su renta y riqueza y el 95% de los tenedores de cuentas extranjeras fiscales no informan de sus depósitos. Por ello, la evasión fiscal es resultado de las ganancias de capital de las grandes fortunas. Y destaca que en EE.UU. las ganancias de capital representan el 60% de los ingresos brutos de las 400 personas más ricas. En su opinión la globalización abre muchas oportunidades para la evasión de las grandes corporaciones”. En consecuencia “la cooperación fiscal entre países es de vital importancia”. Pero esta cooperación avanza muy lentamente. Según Slemrod, ahora el debate está en cómo los países se reparten los impuestos de las multinacionales (pilar 1) y en el establecimiento de un tipo mínimo global de estas corporaciones (pilar 2). Pero las negociaciones, según José María Mollinedo, el secretario general de los técnicos de Hacienda (Gestha), se ven frenadas curiosamente, por Estados Unidos. Y volviendo a España, no hay que olvidar que, por ejemplo, las 134 multinacionales españolas pagaron, en 2016, un 12,6% de sus beneficios por el impuesto de sociedades, según datos de la Agencia Tributaria. Pero 49 solo pagaron el 3,6%. Por ello, el acuerdo PSOE-Unidas Podemos plantea una tributación mínima del 15% de las grandes empresas y del 18% para la banca.

Por último, como propuesta muy concreta, según Liliana Marcos, “Oxfam Intermón acaba de presentar una propuesta de renta garantizada que lograría que, con 6405 millones (una décima parte de lo que costó rescatar a la banca), casi 4 millones de personas salgan de la pobreza severa. Cantidad asumible para un país que siendo el cuarto más rico de la UE, tiene 4 puntos menos de presión fiscal que la media comunitaria y que beneficiaría a millones de personas”.

Libros

- José Morella, WEST END, Siruela Nuevos Tiempos, Madrid, 2020.
El último PREMIO DE NOVELA CAFÉ GIJÓN 2019 le ha correspondido a José Morella (Ibiza, 1972), un autor ya algo conocido porque ha publicado antes otras obras. Me estoy refiriendo a Asuntos propios (2008), semifinalista del Premio Herralde, y por la que recibió también el premio Qwerty como narrador revelación; y a otra obra suya, Como caminos de la niebla (2016), en la que había novelado la vida del psiquiatra alemán Otto Gross, discípulo anarquista de Sigmund Freud. Morella, licenciado en Teoría Literaria y Literatura Comparada, vive y trabaja en Barcelona, donde imparte cursos de narrativa y escritura creativa. En relación al galardón, el Jurado calificador del Premio, valoró, por mayoría, esta historia familiar y con recorrido por la posguerra, sobre todo en el momento en que se produce la emigración de andaluces a Ibiza y el cambio que sufrió la isla con la llegada del turismo masivo. Concluye que “el autor propone una trama muy bien construida, que entrevera las historias del narrador y del abuelo con una naturalidad muy convincente”. Estamos, pues, ante uno de los escritores más dotados de su generación por su prosa muy cuidada y por crear unas estructuras narrativas muy firmes, que, con esta novela de autoficción, alcanza más altos vuelos al mezclar muy bien elementos reales con personajes de ficción. También mezcla muy bien los dos tiempos: el tiempo en el que el abuelo trabajaba como inmigrante y el tiempo en que el narrador empieza a interesarse, con el apoyo de su madre, por el estado del abuelo. Hasta entonces le veía como un ser ensimismado y distante. Como ejemplo de ello se puede tomar, en esos saltos en el tiempo, la comparación que hace del servicio militar de su abuelo y el suyo. Nicomedes había tenido allí su primer brote psicótico por lo que “fue declarado inútil y le devolvieron a su casa” (página 65).

Morella rescata, pues, un fantasma familiar en la historia de su abuelo esquizofrénico en la Ibiza de los años 60, una Ibiza que pasó de ser una tierra de promisión para los inmigrantes procedentes sobre todo de Murcia, y Andalucía como es el caso que nos ocupa, a una isla invadida por el turismo. Sobre todo en el paisaje de San Antoni, una de las zonas más devastadas, que es dónde se desarrolla la novela. Una novela que está centrada en lo familiar, y especialmente en la figura de Nicomedes Miranda, su abuelo “loco”. Un inmigrante que arribó a Ibiza desde su Córdoba natal para buscarse la vida y la de su familia pero que sufrió la discriminación por ser un enfermo mental y por no ser del lugar. “Tu abuelo nunca estuvo bien en la isla. Se sentía un inútil. No se acostumbró nunca a vivir en ella”, le dice su madre al autor (página 213). Además, en el ámbito familiar nunca se hablaba de su enfermedad por lo que el autor la desconocía e incluso su madre y sus tíos le mostraban su ignorancia sobre el tema. En esa ignorancia familiar para Morella está precisamente la mayor discriminación. Pero esa ignorancia familiar es la que le provoca al autor la necesidad y el deseo de descubrir el misterio que siempre ha rodeado la figura de su abuelo. Por lo que “esta novela es el mejor rescate de un ser querido que se sale de los cánones de una familia y de una sociedad”, como señala, y con lo que estoy muy de acuerdo, Elena Paniatowska en la faja publicitaria del libro. También estoy de acuerdo con esta escritora en que Morella está dotado de una gran “sencillez poética y su antisolemnidad es una lección a seguir”, a lo que añado que escribe de una forma muy fluida y muy natural con la que es capaz de narrar cosas muy duras y profundas sin ser nunca pretencioso.

- Antonio Gamoneda, La pobreza, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2020.

Esta obra es el esperado segundo volumen de las memorias de Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931). El primero, muy alabado por la crítica, había sido Un armario lleno de sombra (2009). Ha tardado, pues, 10 años en escribir esta segunda entrega, vencidas las dudas que le han ido llevando a postergarlo: “hace dos años rompí los folios de un original avanzado. Me di cuenta de que los hechos relatados no aparecían con el valor pretendido. Ahora no tendrá otra ventaja que la experiencia de aquel fracaso”. Dudas e incertidumbres en un escritor siempre muy riguroso y con una larga trayectoria literaria a sus espaldas. Había empezado colaborando desde fuera en las revistas leonesas Espadaña, integrada por poetas mayores que él, y Claraboya, promovida por otros más jóvenes. En 1969 puso en marcha los servicios culturales de la Diputación Provincial de León (creó la colección <Provincia> y puso en marcha una sala de exposiciones). Fue gerente de la Fundación Sierra-Pambley, entidad creada en 1887 por los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza y consagrada a la educación de campesinos y obreros. Su poesía está recogida en Esta Luz que reúne todos los poemas escritos hasta la fecha. El primer volumen reproduce la edición original de 2004 en Galaxia Gutenberg con un texto nuevamente corregido y editado por su autor. El segundo recupera el Libro de los venenos, publicado originalmente en 1995, y recoge, fuertemente revisada y en algunos casos reescrita, toda su producción poética desde 2005, e incluye un conjunto inédito (Las venas comunales) y sus últimos poemas. Estamos, pues, además, ante un gran poeta muy premiado ya que ha recibido el Premio Castilla y León de las Letras (1985), el Nacional de Poesía por Edad en 1987, el Prix Européen de Littérature en 2005 y en 2006 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y también el Premio Cervantes.

La recepción de la obra de Gamoneda se había normalizado ya en la segunda mitad de los ochenta. Edad (1987) recogía su poesía hasta entonces. Luego, en 2004, Galaxia Gutenberg publicó una nueva edición de su poesía (Esta Luz), objeto en 2019 de una reedición corregida y ampliada en dos volúmenes. Gracias a estas publicaciones la figura y la obra de Gamoneda fue conocida y reconocida por un público más amplio que se salía del circuito provincial leonés en el que estaba anclada. Porque el poeta que había nacido en Oviedo en 1934 se trasladó a León con su madre después de morir su padre. Las dos figuras paterna y materna atraviesan su poesía ya que su padre llamado Antonio era, además de periodista, también poeta (en 1919 había publicado un único poemario, Otra más alta vida); y la madre es una presencia permanente del primero al último texto, núcleo esencial de los procesos afectivos y de conocimiento. Vivieron juntos en León en el extrarradio obrero, en el límite permeable del mundo urbano y del rural, en medio de grandes dificultades económicas, y siendo testigos de una sangrienta represión durante la Guerra Civil y la posguerra. De tal forma que, “autoexpulsado” del colegio de los agustinos, el poeta, no habiendo podido completar sus estudios, entró de recadero en el Banco Mercantil en el que siguió trabajando, en distintos puestos, durante 24 años. Todo esto es muy importante y hay que tenerlo en cuenta ya que la mayoría de los poetas españoles de esa época era de formación universitaria y extracción burguesa, no de condición obrera como Gamoneda, tanto en lo laboral como en la concienciación. Porque, el poeta, además de formación cultural y literaria autodidacta, fue militante antifranquista con un grupo de amigos muchos de los cuales desaparecieron (accidentes, suicidios, locura, envilecimiento. Todas estas experiencias nutren toda su obra y sus memorias sobre todo. Si el primer volumen (Un armario lleno de sombras) abarcaba sus memorias desde que estalló la guerra hasta cumplir 14 años, el segundo (La pobreza) es un retrato de la posguerra española y de la lucha antifranquista a la vez que una reflexión sobre la capacidad de la escritura para atrapar el pasado.

- Adeline Dieudonné, La vida verdadera, Traducción del francés de Pablo Martín Sánchez, Salamandra, Barcelona, 2020.

Adeline Dieudonné (Bruselas, 1982) es una actriz y escritora, que vive en la actualidad en Bruselas, y que en 2017 obtuvo el Gran premio de la Federación de Valonia y Bruselas con el cuento <Amarula>, incluido en el volumen recopilatorio Pousse-café. Ese mismo año publicó otras narraciones breves, como Lamiroy o Seul dans le noir, así como una obra de teatro, Bonobo Moussaka. Con esta novela que comento, su primera novela, consiguió en 2018 los premios FNAC de Novela, Renaudot des Lycéens, Filigranes y Victor Rossel, entre otros. En 20019 obtuvo el Gran premio de las Lectoras de Elle. Con Dieudonné, según el crítico Pierre Assouline, <ha aparecido una voz nueva con una energía formidable. Impresionante>. Estamos, pues, ante una primera novela que ha sido muy bien recibida por la crítica literaria francesa y que ha sido distinguida, tanto en Francia como en Bélgica, con los galardones más prestigiosos. Una primera novela que se convierte en un manual de supervivencia para las generaciones más jóvenes que se encuentran en un ambiente hostil. Sobre todo para las mujeres que padecen la violencia de género, y que será muy bien recibida en España el 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer. Porque estamos ante una obra muy valiente que aborda, con humor, a veces negro, y con mucha inteligencia, un asunto no siempre fácil de tratar. Por su temática tan directa y sincera, entre cuento infantil e historia de terror, nos toca emocionalmente, y nos sentimos atraídos también por la sorprendente madurez de la protagonista. ¿Cómo se puede escapar de un entorno tan cruel y salir indemne de tal determinismo educativo? Tengo que decir que esta novela, llena de magia y ternura, me ha atrapado desde la primera página por su fuerza narrativa y su frescura.

La acción de la novela se sitúa en los años 90 en una siniestra urbanización, la Demo, con <una cincuentena de chalets grises alineados como lápidas>. Una buena síntesis de un cementerio de seres vivientes. En ella reside con su familia una niña de once años, la narradora sin nombre de la historia. Allí vive en una casa de cuatro habitaciones: la suya, la de su hermanito Gilles, la de sus padres y <la de los cadáveres>, ocupada por los trofeos de caza de su déspota progenitor, que no deja la botella de whisky ni la televisión. Un ambiente muy opresivo en el que tiene que sobrevivir esta heroína, su hermano y la sufrida madre ya que sufren los ataques de ira del padre. El único apoyo afectivo de esta niña de imaginación desbordante, dotada de un talento innato para las matemáticas y la física, es el pequeño Gilles. Pero el mundo de ambos se derrumba el día en que el vendedor de helados muere destrozado ante sus ojos. Menos mal que la salva, aunque solo sea por momentos, la confianza en la ilusa magia de esa especie de hada que es Monica; y sobre todo las charlas con un profesor de física que la abrirá al mundo del conocimiento, especialmente de la física cuántica. En plena adolescencia, se ve también muy atraída por el <campeón>, un tipo bien dotado físicamente, que vive con su pareja en la casa en la que la niña hace servicios de canguro. En ese periodo de seis veranos- de los diez a los quince años- ve como su hermano es poseído por una terrible hiena, un trofeo de caza que se halla en la terrorífica sala de trofeos. Así la valiente heroína va observando como su hermano se vuelve parecido a su padre y ella va adoptando la actitud resignada de su madre. Al fin, la liberación llegará con la muerte del padre: <el terror desapareció>.

Arte

En la FUNDACIÓN MAPFRE, en sus salas del Paseo de Recoletos, se puede ver, hasta el 10 de mayo, una gran exposición, RODIN-GIACOMETTI, en la que se confrontan obras de dos de los grandes escultores de la escultura moderna. El francés August Rodin (1840-1917) y el suizo Alberto Giacometti (1901-1966) nunca llegaron a conocerse ya que el segundo se trasladó a París cinco años después de la muerte del primero. Sin embargo, las trayectorias creativas de los dos grandes artistas, de las dos grandes figuras de la escultura moderna, nos ofrecen notables paralelismos que son los que nos muestra esta muy importante exposición. También las sensibles diferencias, sin duda, para que podamos apreciar las convergencias y las divergencias en un ágil diálogo entre las obras de los dos escultores. Pese a su proximidad en el tiempo, ambos artistas vivieron en épocas muy diferentes por lo que sus aportaciones escultóricas hay que verlas en el marco temporal en el que vivieron. Porque Rodin vivió en la etapa de cambio de siglo que precedió a la Primera Guerra Mundial y fue uno de los primeros escultores a los que se consideró modernos por su capacidad para expresar conceptos universales como el miedo, el dolor, o, simplemente, la angustia que conlleva vivir en esos tiempos. Giacometti, sin embargo, vivió en el periodo de entreguerras y también la Segunda Guerra Mundial e Hiroshima y el periodo posterior a estos terribles sucesos. Quizá, por ello, sus esculturas, dotadas de una gran expresividad, reflejan esa complejidad de la existencia humana enfrentada tanto a las guerras como a la paz posterior al ascenso de los fascismos y de la Segunda Guerra en la que desembocaron.

Sus afinidades formales y expresivas se convierten, pues, en el objetivo fundamental de esta excelente exposición.

En esta exposición de más de doscientas obras de los dos grandes artistas puede apreciarse sobre todo el gusto de los dos por los grupos escultóricos, de distintos tamaños, ejemplificados, en el caso de Rodin, por la famosa escultura de Los burgueses de Calais, que, por cierto, influyó mucho en Giacometti. Este hizo La plaza o El claro en 1950. Si nos referimos a la representación de la figura humana posiblemente son los dos únicos artistas imprescindibles. Otro elemento común son las series que le permitían dar salida, a veces obsesivamente, a su afán perfeccionista en la corrección de las figuras que trabajaban sin parar. También el trabajo incesante de modelado y el uso de la deformación que a Rodin le permitió dominar el movimiento y a Giacometti dotar a sus figuras de una gran fragilidad. Giacometti, sin duda, admiró y también aprendió de Rodin porque fue discípulo de Antonio Bourdelle, quién durante quince años se había formado con Rodin. Este había abierto el camino a la escultura moderna sobre todo con la gestualidad y expresividad de sus rostros algo que rompía los esquemas de su tiempo. Giacometti hizo los dibujos de las esculturas de Rodin, en una obra de igual título, El hombre que camina, y siguió ese camino. Comparten ambos su afán por erguir sus figuras del suelo. Ambos copiaron y mucho esculturas y bajorrelieves griegos, romanos y egipcios. Ambos exploraron, además, las fotografías de los estudios. Y sobre todo, hicieron la revolución del pedestal y aceptaron el accidente y el fragmento. Algunas esculturas de Rodin se pusieron, en 2009, en calles de Madrid, con motivo del primer aniversario del CaixaForum. En 2018, el Museo Guggenheim de Bilbao dedicó a Giacometti una gran retrospectiva y, hace menos tiempo, en 2019, pudimos ver sus esculturas en el Museo del Prado en un ejercicio arriesgado de diálogo con su colección.

En el CÍRCULO BELLAS ARTES han coincidido dos importantes exposiciones. En la Sala Picasso, hasta el 17 de mayo de 2020, se ha mostrado August Sander. Fotografías de “Gente del siglo XX”. Esta exposición acoge la mayor panorámica realizada en España sobre este proyecto del fotógrafo alemán entre la década de 1910 y mediados de 1950. Un trabajo legendario, sin duda, que le ha dado una posición tutelar en la historia de la fotografía y la historia de la fotografía documental no se entiende sin el fotógrafo alemán. Tanto que su estilo, el estilo Sander, es reconocido, entre otras características, por la combinación de penetración e imparcialidad, de distanciamiento y captura del detalle. August Sander (Herdorf, 1876-Colonia, 1964) registró un vasto archivo de retratos que recogían una visión completa y compleja del tejido productivo de la sociedad alemana de la época, entre la República de Weimar y el fin del nazismo tras la Segunda Guerra Mundial. Ese archivo consta de 629 fotografías ordenadas en 7 capítulos y 45 carpetas. En total, 1461 personas retratadas (de las que el 60% son hombres y el 40% mujeres). A pesar de su enorme trabajo fotográfico, su reconocimiento, como señalan los comisarios de la exposición, Valentín Roma y Guillermo Zuabnabar, fue demasiado tardío. Y, curiosamente, la divulgación de Sander, señalan, corrió, más bien, a cargo de escritores y narradores de imágenes quienes, desde Kurt Tucholsky hasta John Berger, desde Susan Sontag hasta Adem Kirsch, desde Walter Benjamín hasta Roland Barthes, han leído sus fotografías de una manera acaso más libre o literaria. El orden y la selección de las imágenes de la exposición (196), con copias modernas de gran calidad realizadas a partir de los negativos de cristal originales en gelatina de plata, recrea, de manera exacta, el concebido por el propio Sander en su trabajo original. ¡Todo un acontecimiento fotográfico en Madrid!

La otra importante exposición del CBA, en su Sala Goya, es la de Antonio Saura. Mentira y sueño de Franco, que se podrá ver también hasta el 17 de mayo. Esta exposición consta de cuarenta y un dibujos reunidos bajo el título Mentira y sueño de Franco: una parábola moderna. Fueron realizados por Saura entre 1958 y 1962 pero permanecieron muchos años ocultos “por motivos obvios”, escribió Saura, y que “solamente algunos amigos los conocieron en su momento”. El artista nunca llegó a verlos expuestos (la serie se mostró parcialmente en el Musée d´Art Moderne de Toulouse, en noviembre de 2005). Esta muestra, organizada por el Círculo y la Fundación Archivo Saura (Ginebra), muestra, pues, los 41 dibujos como un único conjunto. Estos dibujos, que están realizados con técnicas mixtas, con predominio del aguado, la tinta china y la mina de plomo, hacen referencia a un acontecimiento, una anécdota o una persona vinculados directamente al franquismo, la Guerra Civil y la persona de Franco. Todos llevan un título escrito por Saura a mano en el anverso de la obra que se refiere específicamente al suceso ilustrado (“Multitudes”, “Acumulaciones”, “Señoritas y caballeros”, Retratos imaginarios de Goya”…). Esta serie se inscribe en la estela de Los desastres de la guerra”, de Goya, y de Sueño y mentira de Franco, de Picasso, que son, para el historiador Bartolomé Bennassar, ejemplos de la “tradición española del panfleto político”. Para Saura hay otro paralelismo que les une porque consideraba que su serie había perdido efectividad política al no haberse divulgado tras su creación: “Lo restringido de su difusión los hizo inoperantes. Un consuelo: ni los de Goya ni los de Picasso ayudaron efectivamente a la caída del despotismo”. Esta exposición se debe completar con la de la galería La Caja Negra que acoge FOTO-GRAFÍA 1962 y que presenta un conjunto de trabajos inéditos de Antonio Saura: una serie de superposiciones sobre fotografías intervenidas muy experimentales.

En las salas del CAIXAFORUM MADRID se ha presentado hasta el 7 de junio y en colaboración con La CINÉMATHÉQUE française, una interesante exposición, VAMPIROS. La evolución del mito, que nos propone un recorrido trasversal por la historia de esta figura, popularizada por el cine y más viva que nunca en la cultura popular. La muestra, coorganizada por la Institución cinematográfica francesa y “la Caixa”, nos propone así una mirada interdisciplinaria centrada en los vampiros cinematográficos, pero abarcando también el cómic, la televisión y las artes visuales, entre otras disciplinas. En ella se exhiben más de 360 0bras de una treintena de museos y colecciones privadas, entre fotografías, dibujos, vestuario de películas, manuscritos, libros, cómics, carteles, pinturas, grabados, documentos y objetos diversos. También se pueden ver 25 montajes audiovisuales con fragmentos de más de 60 películas y series. Está comisariada por Matthieu Orléan, asesor artístico de exposiciones temporales de La Cinémathèque française , comisario de la exposición, en colaboración con Florence Tissot. En colaboración con la institución francesa de París ya se habían presentado con anterioridad proyectos conjuntos como Georges Méliès. La magia del cine; Arte y cine. 120 años de intercambio y Cine y emociones. Un viaje a la infancia. Esta cuarta muestra analiza la fascinación de los cineastas por esta figura terrorífica- de Murnau a la saga Crepúsculo, de Dreyer a True Blood-, así como la huella del vampiro en cien años de cultura popular. Tras su exhibición en París en otoño de 2019, llega a Madrid en el que se supone su estreno en España, y, posteriormente, viajará a CaixaForum Barcelona, donde podrá verse a partir de julio. Entre las piezas que podrán verse, se incluye el guión de Bram Stoker para la primera adaptación de Drácula al teatro, vestuario para las películas Drácula de Francis Ford Coppola y Entrevista con el vampiro de Neil Jordan, grabados de Goya, obras de Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat o Cindy Sherman, o la máscara y otros objetos del rodaje del Nosferatu de Werner Herzog.

El mito del vampiro ha ido evolucionando de acuerdo con los tiempos y se ha ido metamorfoseando, sobre todo a través del cine y, en los últimos años, y de modo muy especial, en las series de televisivas, aunque los vampiros han invadido todos los ámbitos de la cultura, desde la literatura hasta el cómic, pasando por las artes visuales.

Los vampiros forman parte intrínseca de la mitología popular en sus múltiples facetas. Siempre terroríficos, seductores, manipuladores, malvados, apasionados, elegantes, inteligentes, repulsivos, sádicos, contradictorios,, melancólicos, hilarantes…En esta exposición multidisciplinaria se hace un recorrido a través de la leyenda de los vampiros, que se populariza sobre todo a partir de la publicación a finales del siglo XIX de la novela Drácula (1897), que introdujo a los vampiros en la época moderna, de Bram Stoker. Stoker nunca pisó el continente europeo, aunque acertó con su descripción de los bosques transilvanos. En 2003, el fotógrafo danés Joachim Koester fue invitado a visitar Rumanía, y decidió centrar su visita en Transilvana, y allí lo que encontró fueron los restos paisajísticos de una dictadura comunista, y una terrible deforestación. Donde en el libro se situaba el castillo del conde, se había levantado en 1982 el hotel Conde Drácula, un gris ejemplo de la edificación totalitaria en medio de ruinas de inversiones inmobiliarias capitalistas. Koesler lo reflejó en sus fotografías mostrando que no había nada mágico en la cuna de la leyenda. Pero será el cine, que se inventa en el mismo momento, el que aprovecha y desarrolla este mito y lo convierte en parte esencial de la historia del séptimo arte. En ese sentido, la pretensión de la muestra es que los visitantes se sumerjan en el mundo de los vampiros estableciendo conexiones entre distintos ámbitos de la cultura. Por ello, en el itinerario de la exposición-dividida en cinco ámbitos- esta historia vampírica se narra e ilustra en numerosos soportes.

Teatro

En la SALA CUARTA PARED se ha representado, desde el 16 de enero y hasta el 1 de febrero de 2020, una obra muy importante, Solo un metro de distancia, de un ya experimentado director escénico como es Antonio Castro Guijosa, con la novedad de que, en este caso, es también el autor de dicha obra. Guijosa ha debutado ahora, pues, como autor dramático y lo ha hecho por todo lo alto con esta pieza que versa sobre las secuelas del abuso sexual en personas ya adultas que lo han padecido. La verdad es que se ha documentado muy bien y eso se nota en el magnífico texto que ha construido. Un drama social, un auténtico melodrama contemporáneo, que no trata tanto del conflicto de una mujer con el entramado social, familiar y laboral, que le rodea sino del cómo se relaciona, de cómo son sus relaciones afectivas con los demás, muy doloridas por las secuelas que padece. Guijosa en su texto indaga novedosamente y con gran inteligencia en otros caminos textuales sin caer en lo que ya se ha visto antes y, además, lo lleva al escenario de una manera también muy original. De esta forma, plantea como conclusión la imposibilidad de ponerse en la piel de la persona que ha sufrido esos terribles traumas (“el lugar de otro siempre es de otro”). Siempre es un sufrimiento distinto y personal en cada uno. De ahí el título de la obra que mide muy bien este planteamiento psicológico y emocional de una gran veracidad dramática que alcanza, por momentos, una gran hondura. El concepto psicopatológico del que ha partido la pieza es el de la despersonalización: esa observación a “un metro de distancia” desde fuera de uno/una misma, que a su vez, son muchos/as a un tiempo, en un continuo juego de espejos.

Hay que señalar, en primer lugar, que las cuatro actrices del elenco (Beatriz Grimaldos, Ana Mayo, Muriel Sánchez y Camila Viyuela) tienen que hacer un meritorio y gran esfuerzo teatral de concentración para exponer este complejo texto en el escenario. Un escenario por lo demás muy limpio y austero (una ventana con una cortina y cuatro sillas de Ikea e instrumentos musicales como piano y violín)). Lo hacen con gran soltura y versatilidad intentando cuidar el ritmo que se puede atropellar y desbocar. A veces con acompañamiento musical que ayuda a crear atmósferas. Los espectadores, cada vez más habituados a espectáculos de entretenimiento, van a tener que hacer aquí un gran esfuerzo de concentración paralelo que intente estar a la altura de de este magnífico texto, de la buena dirección y de estas estupendas actrices. Sobre todo en una primera parte de la obra hasta que se centra ya en el abuso sexual. Tras la representación del viernes 31 tuvimos la suerte de participar en un coloquio con el director y con la ONG Plataforma de Infancia España, que nos complementó y aclaró tanto los puntos de vista del director como de las psicólogas de la ONG. Los datos son escalofriantes: “según datos del Ministerio del Interior 1 de cada dos denuncias por delitos contra la libertad sexual registradas en España en 2018 tuvieron como víctimas a niños, niñas o adolescentes. En 2018 crecieron un 15,2%”. Esa noche desde la Plataforma (Plataforma de Infancia. España.www.plataformade infancia.org/violencia) se defendió la urgente aprobación de una Ley orgánica de Protección Integral a la infancia y a la adolescencia frente a la violencia que implique a todas las administraciones. Por último, esta obra se merece, por el importante y grave tema que trata, y desde luego por su calidad, un gran recorrido teatral, y que esta sala, si puede, la programe más veces.

En la Sala Negra de los TEATROS DEL CANAL se pudo ver en enero la obra Días de vino y rosas, una pieza teatral basada en la conocida película estadounidense Días de vino y rosas (1962), todo un clásico cinematográfico dirigido por Blake Edwards y protagonizada nada menos que por Jack Lemon y Lee Remick. Antes en 1958 había sido estrenada en la pequeña pantalla y recibido una elogiosa crítica. David Serrano la ha adaptado al español, en un montaje que ha podido verse muy pocos días en Madrid. Hay que recordar la primera versión de 2009, de David Serrano, dirigida por Tamzin Townsend, con Carmelo Gómez y Silvia Abascal. De nuevo lo ha hecho a partir de la adaptación teatral de Owen McCafferty, y con el guión original de JP Miller, un notable guionista de la Edad de Oro de la televisión, también novelista y poeta. El montaje aquí en Madrid estuvo dirigido por el experimentado director José Luis Sáiz e interpretado por los ya conocidos actores Marcial Álvarez y Cristina Charro (pareja en la vida real), que se ocupan de poner voz y rostro a la pareja protagonista que vive un intenso romance empañado por el alcoholismo solitario que sufre ella y el alcoholismo social que sufre él. A pesar de estar ambientada en España- a diferencia del guión original-, los dos protagonistas (Sandra y Luis) se conocen en el aeropuerto en el que esperan un vuelo a Nueva York- el texto mantiene su mensaje intacto sobre la destrucción que pueden conllevar las relaciones afectivas. Este clásico se sigue utilizando en las terapias de Alcohólicos Anónimos. En Madrid este espectáculo muy bien resuelto ha sido muy bien acogido por un público que ha llenado la sala todos los días de su representación. Por último hay que destacar que esta obra ha regresado en marzo a los Teatros Luchana (todos los sábados de marzo a las 20,15h).

En la Sala Francisco Nieva del TEATRO VALLE-INCLÁN se podía ver hasta que se suspendió por el coronavirus Los días felices de Samuel Beckett, con traducción de Antonia Gago, que Pablo Messiez adaptaba y ponía en escena. Una semana antes se había podido ver, con muchos menos medios técnicos, otra digna versión de esta obra en el Teatro Lagrada. Messiez aclaraba en el Programa de mano que “Beckett llega al teatro desde la literatura. Tal vez por eso entiende que son dos cosas bien distintas. Que en el teatro la palabra solo adquiere teatralidad si se pone en relación con los otros lenguajes que entran en juego”. Me parece muy importante esta aclaración previa del director para poder acercarnos a su versión en la que la cuestión del espacio le interesa especialmente Como a Beckett porque “ese espacio concreto es de una potencia tal en Los días felices que nos interpela como un grito cuyos sentidos son múltiples e inagotables”. Por eso también son muy importantes los medios técnicos para modular las distintas intensidades lumínicas. El director también señala: “En esta obra Beckett deja escritas no solo las palabras sino también la partitura de las acciones y duraciones que las ritman. Ensayar esta obra es encontrarse con una partitura perfecta que demanda mucha atención y disciplina, y devuelve una experiencia teatral inquietante y reveladora. Habituado a dejar que las acciones nazcan de la repercusión del encuentro entre las palabras y los cuerpos, estos ensayos me han ayudado a comprobar que siempre hay otros modos de hacer, y que pueden ser tan poderosos y reveladores como aquellos que elegimos”. Sobre todo si se cuenta, bajo una buena batuta directora, con una gran actriz como es Fernanda Orazzi (Winnie), que es capaz de mantener la atención hasta del más aburrido. Francesco Carril (Willie) le sigue bien el ritmo. La escenografía de Elisa Sanz y el video y la luz de Carlos Marquerie ayudan mucho.

En el TEATRO DE LA COMEDIA se ha podido ver, hasta el 8 de marzo, Andanzas y entremeses de JUAN RANA, una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y de la compañía Ron Lalá. Esta obra, con versión y dramaturgia de Álvaro Tato y dirección de Yayo Cáceres, recoge textos de Calderón de la Barca, Agustín Moreto, Jerónimo de Cáncer y otros. Como se sabe Juan Rana, de nombre Cosme Pérez, fue el actor-batracio (dicen que murió en la calle de Cantarranas de Madrid), cómico farandulero, más importante y más disolvente del Siglo de Oro. Los más importantes autores de esta época escribieron entonces “para esta especie de antihéroe que a su vez rescataba y ponía de relieve, a través de los entremeses y demás obras breves, una serie de situaciones absurdas y profundamente humorísticas para el divertimento de la gente”. Este cómico iba más allá de hacer reír logrando una higiénica irreverencia contra cualquier inquisición. Sus entremeses y otras chanzas satirizaban la sociedad de aquel tiempo. No es de extrañar, pues, que su figura y obra haya atraído a la compañía más farandulera e irreverente del momento actual como es la de Ron Lalá. Esta magnífica compañía contrapone, en esta obra que recoge varias piezas breves en las que aparece el personaje de Juan Rana, el humor trasgresor de sus miembros frente a la inquisición teológica en un juicio público al humor y la risa. El argumento de la obra parte del episodio real del juicio a Cosme Pérez-verdadero nombre de Juan Rana-tras ser acusado de sodomía por la Inquisición. Pero quieren ir más allá de la mera recreación de esas piezas al realizar un trabajo de rescate e investigación de la mayoría de ellas y un homenaje a un actor casi olvidado en estos tiempos, para reflexionar sobre la risa tan necesaria en estos tiempos nuestros. “Sobre la corrección política y esta especie de ofensa social que flota en el aire en estos tiempos que corren”.

Esta propuesta teatral, cuyo eje dramático es el proceso en torno al cual se hilan los entremeses, se lleva a cabo, en un lugar muy adecuado como es este antiguo espacio, con los ingredientes ronlaleros acostumbrados e imprescindibles: cinco actores, música en directo, ritmo ajustado y un nuevo desafío artístico. Estamos, pues, ante un auténtico homenaje de la Compañía Ron Lalá a la figura del gran cómico Juan Rana, un cómico que supo y fue capaz de reírse hasta el final. Para llevarla a cabo cuentan, en primer lugar, en relación a dramaturgia y versiones, con la facilidad versificadora de Álvaro Tato, que se ha alejado de su condición de actor. La dirección de Yayo Cáceres imprime a la acción desnudez al tiempo que agilidad escénica. Además, de la dirección musical que corre a cargo de Miguel Magdalena, también actor, de la iluminación de Miguel A. Camacho, de la escenografía y atrezzo de Carolina González, del vestuario de Tatiana Sarabia y del sonido de Eduardo Gandulfo. Indudablemente todo esto ayuda mucho a crear un ambiente óptimo para la interpretación. Pero luego, también, lo que es fundamental, se necesitan unos intérpretes de lujo como son los de esta curtida compañía. En esta obra destacan la versatilidad creativa de Juan Cañas, doblando en esta ocasión a Calderón de la Barca y a Velázquez; la enorme capacidad de mimetización como Inquisidor 2 de Daniel Rovalher, que nos ayuda a imaginarnos como fue la vida de nuestro protagonista y sus andanzas y como fantástico personaje de La Bernarda; el malvado personaje inquisitorial, como alma también y como vejete, de Iñigo Echevarría; los variados y frescos papeles de de Fran García, recientemente fichado y bien integrado; Miguel Magdalena como Inquisidor 3 y Juan Rana. Por último decir que la risa está asegurada ya que, sin duda, es uno de los espectáculos más divertidos que han pasado por el Foro. El público que ha llenado el teatro todos los días ha disfrutado de lo lindo con su ingenio poético y su agudo sentido del humor.

Cine

Una película que parece que no ha sido bien recibida por toda la crítica especializada pero que a mí me ha gustado es Mi Gran pequeña Granja (2018). Una película dirigida y escrita por John Chester, un documentalista norteamericano que parte de una experiencia personal ya que este documentalista y su mujer, la chef Molly Chester, se establecieron, en 2011, en un terreno al norte de Los Ángeles con el propósito de convertir un espacio casi desierto en una granja rica en cultivos y animales domésticos. Así cumplían el sueño de toda su vida de abandonar la ciudad y construir una enorme granja para cosechar en armonía con la naturaleza. La granja pasaría a ser así metáfora del crecimiento y de la búsqueda de la felicidad. Su experiencia alternativa abarcaría un periodo de ocho años que serían los suficientes para crear un ecosistema que recobraba gran parte de la biodiversidad que tenía la zona en el pasado pero que había sido abandonada a su suerte. Para llevarla a cabo reclutarían a voluntarios de muchos países que acudirían a esta llamada ecológica. Se trataría no solo de reflexionar sobre la formar de abordar estas cuestiones y de llamar así a la acción, además de demostrar la rentabilidad económica de la granja. O sea que estamos ante una propuesta ecológica que tiene en cuenta la cultura tradicional y rechaza los monocultivos circundantes. Pero algunos pueden pensar, cínicamente, que aquí solo se está haciendo un argumento de venta para sus productos en la línea de marcas famosas. En un momento en que las noticias sobre el cambio climático, mejor emergencia climática, son casi siempre deprimentes estamos ante un documental sobre la naturaleza que logra con amor y trabajo acercarnos de nuevo a ella. Una llamada esperanzadora y muy oportuna ya que su estreno ha coincidido con los arrasadores incendios en Australia y California.

Esta película, mostrada en los Festivales de Sundance y Toronto, se convierte en un retrato reflexivo y, al tiempo muy conmovedor, de lo que significa la producción de alimentos conscientes en un sistema de vida ecológico. En una tierna reflexión a modo de fábula sobre la indomabilidad de la naturaleza, la superación personal a través del esfuerzo diario, la perseverancia y la búsqueda de la felicidad sabiendo que a veces hay vueltas atrás. Por ello, se trata de una auténtica utopía rural como guía práctica concreta para afrontar las dificultades de un proyecto ecológico y sostenible en un terreno de 200 acres en el que desarrollaron un proyecto con vacas, gallinas, cerdos, patos, ovejas y todo tipo de cultivos alimentados por una tierra trabajada y mantenida sin pesticidas ni químicos. El ritmo suave de este documental muy respetuoso con el medio ambiente no lo acercará al mundo de la televisión ya que es una historia de resistencia activa frente al destrozo del medio ambiente. Esta película debería ser vista por muchos espectadores para que así se pueda tomar conciencia sobre la situación actual de la agricultura en el mundo. Así se podrán apreciar las conexiones entre los canales de alimentación, las prácticas agrícolas y las fuerzas ambientales a través de sus magníficas imágenes de la naturaleza en plena acción, tanto a través de primeros planos como de imágenes aéreas de la granja y su entorno. Aquí se combinan técnica y mensaje para educarnos en el cuidado del medio ambiente mostrando también las dificultades que conlleva llevar a cabo esta propuesta alternativa. Sobre todo al comenzar una operación agrícola de gran biodiversidad en unas tierras que desde hacía mucho tiempo habían sido despojadas de nutrientes. Estamos ante una notable experiencia educativa sobre todo para aquellas personas que quieran volver a una vida básica frente al superconsumismo actual.

Una interesante y polémica película de esta temporada invernal es Reina de corazones (2019), el primer largometraje que se estrena en nuestras salas de la cineasta danesa de origen egipcio May el-Toukhy (Long Store Short, Algo en lo que creer, 2015). Estamos ante un incómodo thriller moral y erótico, con una audacia que no es muy usual en el último cine europeo, y que, quizá por ello, también ha atraído a veteranas estrellas del cine escandinavo que habían participado antes en un cine más atrevido. La protagonista de la película es la conocida y reconocida actriz Trine Dyrholm, que ha compaginado su carrera cinematográfica con la musical, y que ha protagonizado largometrajes tan importantes como Celebración (1998), Amor es todo lo que necesitas (2012), La comuna (2016) y Conociendo a Astrid (2019). En esta película hace el papel de Anne, una abogada de éxito que vive tranquilamente con su marido, otro importante actor escandinavo, Magnus Krepper (Peter), en el papel de médico, y sus dos hijas en una buena mansión de las afueras de la ciudad. Pero aparece por medio el hijo del primer matrimonio de Peter, Gustav Lindh (Gustav), adolescente expulsado del instituto, con el que la esposa acaba estableciendo una intensa relación erótica. Paradójicamente, ella, mujer madura, madre de familia de dos gemelas, se dedica a defender y asesorar, como abogada especializada, a jóvenes víctimas de acoso sexual. Pero, a pesar de ello y de su madurez, se siente muy atraída, en un impulso que parece incontrolable, por el chico. Encarnado por esta magnífica actriz que es Trine Dyrholm el personaje de la madre nos muestra así a un personaje más contradictorio de lo que parece que echa por tierra su idílica y confortable situación vital llevada por un desbocado deseo sexual.

En esta perturbadora producción danesa-sueca, que toca los temas del poder y del deseo, y que ya ha pasado bien por los Festivales de Sundance (Premio del público), Goteborg y Sevilla, se visibilizan, en crudas, sinceras y elegantes imágenes, temas familiares que son tabúes de nuestra sociedad. La película nos muestra así un juego prohibido con escabrosas imágenes de sexo explícito que pueden provocar susceptibilidades en cierto tipo de espectadores que no vayan advertidos de antemano. Sin tener miedo a hacer aflorar nuestros traumas, los secretos deseos que se esconden en las vidas de familias normales, incluso bastante armónicas aunque nos muestre algunos momentos de desentendimiento familiar. En la película se alude bastante a Alicia en el país de las maravillas, y el título incluso hace alusión al importante personaje del libro. El creciente deseo de Anne, la actriz lo da todo tanto física como emocionalmente, la conduce por una peligrosa madriguera, como la del Conejo Blanco. Un camino peligroso pero controlado, con gran inteligencia, sobre todo en su corrección, por parte de la directora, en el que Trine Dyrholm está increíblemente bien y demuestra, además de su gran talento actoral, su compromiso con un cine de alto riesgo. Un drama, pues, en el que se va fraguando un trágico secreto familiar con altas cotas de tensión cuyas consecuencias de arrogancia, lujuria y mentiras conspiran para crear un dilema inimaginable que mantiene absorto, a veces excitado, al espectador hasta el final. En un juego erótico, sin afecto, que para ella es una manera de enfrentar el paso del tiempo (escena clave en la que ella oye el disfrute sexual del chico con su novia en la habitación) mientras que para él es un juego de dominación, en el que, al final, ninguno sale bien parado. Por último, señalar que los secundarios no están bien aprovechados.

Otra interesante película que he visto ha sido THE GENTLEMEN. LOS SEÑORES DE LA MAFIA (EE.UU., 2019), una película dirigida por el director Guy Ritchie, un emulador del cine de Quentin Tarantino con quién se le ha comparado mucho. En este su undécimo largometraje regresa a los bajos fondos que definieron el carácter de sus primeras película. (Lock&Stock y Snatch: cerdos y diamantes), con el tema del tráfico de marihuana. Ahora nos presenta un thriller muy cómico sobre un capo de la droga de moda, es decir de la hierba (“la nueva fiebre del oro”). En esta película, en primer lugar, hay que destacar las magníficas y satíricas recreaciones de los personajes hechas por sus actores. En esta comedia de mucha acción el oscarizado y muy conocido actor Matthew McConaughey da vida a un gánster (Michael Pearson), un expatriado hombre de negocios, que ha triunfado en Londres gracias al tráfico de drogas. El mafioso ha creado un imperio con la connivencia de grandes y aristocráticas familias británicas, quienes a cambio de cash le prestan tierras y sótanos de grandes mansiones para cultivar la droga. En este intenso tráfico se mezclan y se cruzan organizaciones mafiosas rusas con mafias chinas, e incluso un pícaro periodista narrador de la historia (Hugh Grant, Fletcher, le va narrando la trama a Charlie Hunnam, Ray, la mano derecha del capo de la banda), a sueldo de un director de un tabloide, se convierte en un extorsionador. Todas estas mafias quieren robarle al capo todo su imperio a base de chantajes y sobornos.

El director con esta película parece que ha tratado de emular e imitar al famoso Quentin Tarantino, con quién se le compara mucho, e intenta hacer algo parecido a Ërase una vez en Hollywood (2019). Es decir, una película de inquietudes autorales y afanes de estilo de alguien que quiere mostrar su amor por el cine que le lleva a realizar aquello en lo que cree. Por ello, Guy Rictchie, después de Aladdin, ha vuelto, pues, a sus orígenes con esta historia con laberíntico desarrollo en el que se van exponiendo los diversos puntos de vista al tiempo que nos va dosificando la información que los espectadores tienen que ir hilando sin parar y sin descanso durante todo el metraje que no es que sea corto. Una película equipada con múltiples recursos estilísticos, con potencia narrativa, llena de sorpresas visuales y de gran ironía lingüística. En suma: estamos ante un montaje de calidad con un intríngulis argumental preñado de malabarismos lingüísticos en el que unos estupendos y muy buenos actores logran llevar adelante un acelerado barullo verbal y una enorme confusión visual. Entre ellos, curiosamente, destaca al final Colin Farell, Coach, en su vena más paródica e interpretando a un personaje más bien secundario. La película es divertida, y a veces muy divertida, pero siempre muy recargada y con un punto histérico que, a veces nos va resultando una droga difícil de asimilar. Sin embargo, hay momentos más equilibrados y tranquilos que son aquellos en los que se acierta con el debido tono. Por último, la acción tiene lugar en unos bajos fondos demasiado pulcros y elegantes. Sus personajes visten trajes y aderezos, gafas por ejemplo, muy caros. Así se visibiliza a los nuevos ricos de Londres que no tienen nada que ver con los que aparecían en las primeras películas del director.

Música: ciclo de Ibermúsica

El año 2020 ha comenzado fuerte y con cambios en la programación de Ibermúsica. La obligada cancelación de la actuación de la Orquesta de la Radio de Baviera tras la reciente muerte de su titular, el gran director letón Mariss Jansons, nos ha traído, en su sustitución, la visita sorpresiva de otra gran orquesta europea, la Filarmónica de San Petersburgo. Ha venido, claro está, sin muchos ensayos en sus dos conciertos, y con su eterno director Yuri Temirkanov. Y como solista único, el magnífico pianista uzbeko Behzod Abdaraimov (Tashkent, 1990), que se presentaba por primera vez en el ciclo. Esta formación y su director, que ocupa el puesto de Director Titular de la Orquesta desde 1988, ya nos habían visitado en 2016 y 2017. En el primer concierto (martes 21, Serie Arriaga), tocaron el famoso, y uno de los más aplaudidos en su género, Concierto para piano núm.1 en Si Bemol Menor, op 23 de P.I. Chaikovski (1840-1893). En el Programa de mano se nos contaba la anécdota de la escasa valoración primera de esta composición por parte de Nicolás Rubenstein, por otra parte un buen amigo del compositor, y su posterior rectificación. Por suerte y con valentía Chaikovski, confiando en su valor y su fuerza expresiva, no le hizo caso y lo llevó adelante. Así podemos hoy seguir apreciando su impresionante y largo comienzo y destacar la interpretación del pianista que hizo vibrar el piano con dominio instrumental, ayudado por la simbiosis de director y orquesta. Este mítico director usa partitura como si no supiese la obra y sus matices que domina. En la segunda parte tocaron la otoñal y crepuscular Sinfonía Núm. 4 en Mi Menor, Op. 98 de J. Brahms (1833-1897). Una sinfonía, caracterizada por una “escritura rigurosa y un aliento contemplativo, planificada en cuatro movimientos de igual importancia, que muchos musicólogos consideran la más clásica de sus sinfonías”.

En el segundo concierto (jueves 23, Serie Barbieri), pudimos escuchar, en la primera parte, el Concierto para piano y orquesta Núm.1, en Do Mayor, Op. 15, de L. van Beethoven (1770-1827). Estamos ante otro de los más célebres conciertos para piano y orquesta, y ha estado muy bien oír los dos conciertos porque así como el compositor ruso tuvo muchas reticencias hacia Brahms, o Listz, nunca las tuvo hacia el compositor de Bonn, a quién reconocía su autoridad musical e incluso pensaba que sus sinfonías también podían considerarse música de ballet. De nuevo pudimos admirar la sintonía del director y la orquesta que conoce al dedillo igual que la partitura, y del director con el solista. Abduraimov de nuevo, y sin partitura, nos deleitó con su virtuosismo técnico, y su capacidad de concentración musical, aunque, a veces, igual que en el primer concierto, sea un poco frío y maquinal y le falte cierta delicadeza y dulzura. Esta vez no concedió propina. En la segunda parte tocaron la Sinfonía Núm.4, en Fa Menor, Op. 36, de P.I. Chaikovski (1840-1893). En el programa de mano se deja patente el rechazo del compositor al modelo sinfónico de Brahms, que había empobrecido el modelo beethoveniano, según él, “con un contenido musical lamentable e insignificante”. Esta cuarta sinfonía había obtenido incluso el reproche de antiguos alumnos suyos por rebajarla a música de ballet. En definitiva, Chaikovski pretendía superar la tradición sinfónica centroeuropea, concretamente de Brahms y de Listz, con diseños melódicos más expansivos basados en canciones y danzas, y con su apertura hacia Rossini y otros operistas a los que admiraba. El público, que llenó el Auditorio, después de aplaudir mucho, salió muy contento de estos dos conciertos con propinas de Elgar.

Otro concierto muy esperado de este ciclo (jueves, 29 de enero) era el del conocido violinista griego Leónidas Kavakos (Atenas, 1967), integrado esta vez en un dúo con el pianista italiano Enrico Pace (Rímini, 1967), que ya se ha convertido en un dúo de referencia. Ambos ya habían estado antes juntos en este ciclo en abril de 2012 y en febrero de 2016. Esa noche interpretaron, en la primera parte del concierto, la Sonata para violín y piano Núm 8 en Sol Mayor, op. 30/3 de L. van Beethoven (1770-1827) y la Sonata para violín y piano Núm. 9 en La Mayor, Op 47, mundialmente conocida como “Kreutzer”, también del músico de Bonn. La octava es una de las más cortas de la colección pero contiene un encanto especial por su pureza que nos transmitieron los músicos en su diálogo entrañable de violín y piano. La novena, la “Kreutzer”, una de las más famosas y admiradas por ser también un arquetipo de diálogo entre dos instrumentos. Fue tocada por los grandes violinistas de todas las épocas, incluido Pablo Sarasate. En la segunda parte, tocaron la Sonata para violín y piano Núm 10, en Sol Mayor, op 96 de L. van Beethoven (1770-1827). Una sonata que en la colección beethoveniana queda descolgada en el tiempo, en su etapa de madurez, y que tiene muchas concomitancias con su octava sinfonía a la que había puesto fin un poco antes. Esta sonata fue su última obra escrita en este género ya que el músico irá prefiriendo al violín y al piano “el cuarteto como molde en que expresarse dentro de la música de cámara”. Ha sido una experiencia muy interesante que tocaran y pudiésemos oír estas sonatas porque no se tocaban, sobre todo la 8 (1981) y la 10 (1999), desde hacía bastante tiempo en este ciclo. La “Kreutzer había sido interpretada en abril de 2012, precisamente por estos dos grandes solistas. El público se lo pasó en grande y aplaudió a rabiar por lo que recibió dos estupendas propinas.

También nos visitó la Bamberger Symphoniker que dio dos conciertos en Madrid: en la Serie Barbieri (12 de febrero) y en la Serie Arriaga (13 de febrero). Esta veterana orquesta se fundó en 1946 y en ella podemos ver ahora, entremezclados, a mayores y a jóvenes. Esta orquesta había estado en Madrid, en el Ciclo de Ibermúsica, el 11 de noviembre de 2017, también con la batuta de Jakub Hrusa. Este director nacido en la República Checa es un invitado habitual de las mejores orquestas internacionales. En el primer concierto, que rinde homenaje a Beethoven con dos de los compositores que más tomaron prestado de su sabiduría musical, tocaron, en la primera parte, el Concierto para violín y orquesta Op 53 de A. Dvorák (1841-1904). La solista fue Julia Fisher, una de las más destacadas violinistas de la escena internacional, que es también pianista concertista, intérprete de música de cámara y profesora de violín. Julia Fisher, que no se había escuchado en Ibermúsica desde el 22 de marzo de 2012, era muy esperada esa noche. El director, con batuta ágil y pulso firme, muy cómplice de la solista de técnica privilegiada, que tenía que hacer frente a una exigente pieza, y con la ayuda de la experimentada orquesta, en especial la cuerda, hicieron un acompañamiento animoso y afín a Dvorak. Pero la verdadera aclamada de la noche fue la enorme violinista que es Julia Fisher, quién deslumbró al público en su concierto, e incluso lo acabó cautivando con la propina de un capricho de Paganini. En la segunda parte, tocaron la Sinfonía Núm.1 en Do Menor, Op 68 de J. Brahms (1833-1897), en una interpretación digna y equilibrada, aunque a veces irregular. Hrusa y la orquesta, muy aplaudidos, nos regalaron, al final, una propina.

En el segundo concierto, tocaron, en la primera parte, Egmont (Obertura) de L. van Beethoven (1770-1827) y, luego, el Concierto para violonchelo y orquesta número 1 en La Menor, Op 35 de C. Saint-Säens (1835-1921). Con la solista Sol Gabetta, profesora de la Academia de Música de Basilea desde 2005, quién se había presentado, anteriormente, en el ciclo de Ibermúsica el 15 de marzo de 2018. La pieza de Beethoven, que se compone de la obertura y nueve números musicales, está basada en el drama teatral que Goethe escribe en 1778 centrado en la figura del conde de Egmont. La obertura pasó al catálogo de muchas orquestas. En la segunda pieza, el concierto para violonchelo y orquesta de Saint-Säens, una bella pieza estructurada en tres movimientos que se interpretan sin solución de continuidad, le llegó el turno solista a la magnífica violonchelista argentina Sol Gabetta. Su sólida técnica le permitió salir airosa de la gran exigencia del conjunto y sobre todo de unos pasajes velocísimos. Se requería además de mucha finura orquestal para acompañarla y sobre todo muy alejada de cualquier grandilocuencia. Al final de su interpretación nos dio una bella propina que acompañó con su canto. En la segunda parte, tocaron la famosa Sinfonía Núm 7 en Re Menor, Op 70 de A. Dvorak (1841-1904), un músico con el que el nacionalismo musical checo alcanzó un lugar de privilegio internacional. De entre las nueve sinfonías del músico ocupa un lugar destacado, una verdadera cima, la número siete por su riqueza temática y su densa atmósfera. Batuta, sin partitura hay que decirlo, y orquesta se lucieron en su interpretación. Desde los tonos sombríos del Allegro maestoso inicial, a cargo de la cuerda grave, hasta el Allegro de carácter dramático final y su conclusión épica. Así lograron emocionar a un público que les ovacionó muy cálidamente. Recibió una propina a cambio igual que la noche anterior.

Música: ciclo de la Filarmónica

Este ciclo empezó el año (martes 28 de enero) con un conjunto alemán creado en 1929, la Orquesta Sinfónica de Radio Frankfurt, una de las instituciones más sólidas y más respetadas de toda Europa. Lo hizo bajo la dirección, su titular en los últimos cinco años, de Andrés Orozco Estrada, quién, nacido en Colombia y formado como director en Viena, por cierto, se hará cargo en breve de la Orquesta Sinfónica de Viena. Y con el ya reconocido solista japonés Fumiaki Miura (Tokio, 1993), niño prodigio apadrinado en su momento por Pinchas Zuckerman, y uno de los violinistas con más empuje del momento actual en el que brilla como una estrella emergente, y revelación después de obtener muchos premios. En la Temporada 2016-17, junto con la Orquesta de Frankfurt, Estrada ya nos había ofrecido una sorprendente versión de la Consagración de la Primavera, y nos había mostrado, además de su gran talento como director, su gran empatía y su enorme poder de comunicación. En este concierto de ahora, esta equilibrada y al tiempo elástica orquesta y su ágil batuta nos trajeron Una noche en el monte pelado (1867) de Mussorgski, el Concierto para violín, en re mayor, Op 35 de Chaikovski, y Don Juan, op 20, y El caballero de la rosa, ambas piezas de Richard Strauss. A destacar que, por primera vez, se ha presentado el Concierto para violín de Chaikovski, que el compositor escribió a orillas del lago Leman, una joya del repertorio, muy bien interpretada por Fumiaki Miura. Y, al final, el poema sinfónico Don Juan, op 20, una obra precoz del compositor con la que alcanzó su primer éxito internacional. Por último, el plato fuerte del repertorio, la suite de El caballero de la rosa, también de Strauss. Música sensual de valses, por otra parte forma anticuada del autor del libreto, Hugo von Hofmannsthal, en los que la bailarina batuta del director se siente a gusto.

En primer lugar tocaron el poema sinfónico de Modest Mussorgsky (1839-1881), en el arreglo de Rimski-Kórsakov, 1886, pieza que parece el resultado de una imaginación febril, desbocada en abordar el tema de la brujería. El compositor no tuvo la suerte de verlo estrenado en vida ya que incluso no fue bien recibido por parte de su círculo más próximo. Con el arreglo que le hizo Rimski, quién además de reorquestar la obra añadió pasajes en el espíritu de la “Totentanz” de Listz, logró alcanzar más trascendencia y popularidad. La interpretación de la orquesta y la precisión de la batuta lograron meternos en ese espíritu y alcanzar, con los metales en plena forma, el nocturno cierre de la vigilia de San Juan. En segundo lugar pudimos escuchar una potente recreación del concierto de violín de Piotr Chaikovski (1840-1893), que logró alcanzar ese “pathos”, versión romántica, que afecta al individuo, situado en medio del drama cósmico. En su interpretación, muy acompañado por la orquesta y la complicidad del director, pudo lucirse, con el bello sonido de su stradivarius del año 1704, este gran violinista que fue capaz de enfrentarse a esta partitura tan difícil y salir airoso. El público lo ovacionó con fuerza y recibió una hermosa propina. Por último, en la segunda parte del concierto, pudimos escuchar las dos piezas de Richard Strauss (¡860-1949), un gran virtuoso de la escritura sinfónica. Al final una velocísima polka de Johann Strauss, seguida con palmas, puso fin a este estupendo concierto y el público salió muy contento del Auditorio esa noche. Pero, ¿cómo solucionar las toses escandalosas del respetable? Otra cuestión muy importante, y que cada vez se nota más, es la ansiosa necesidad de aplaudir que tiene el público que no deja ni respirar a los músicos e incluso, lo que es más grave, ya aplaude entre los movimientos.

En este Ciclo también hemos podido escuchar (5 de marzo) a la Orquesta Sinfónica de la SWR Sttutgart, dirigida por el greco-ruso Teodor Currentzis (Atenas, 1972), un director que se había formado musicalmente en Rusia con el mítico Iliá Musin, y allí ha dirigido la Ópera de la localidad siberiana de Novosibirsk, e incluso, allí en 2004, fundó su propio grupo, Música Aeterna Ensemble (Orquesta Musicaeterna). Desde 2011 ocupa el foso de la de Ópera de Perm, también en Rusia. En 2004 con el objetivo de combinar su conocimiento y pasión por la música antigua con compositores contemporáneos y música actual, Currentzis había creado el Festival Territorio Modern Art, que en poco tiempo se ha convertido en el festival anual más prestigioso y avanzado de Moscú. Ahora es director titular de esta orquesta alemana resultado de la fusión de tres orquestas de radio (Stuttgart, Baden-Baden y Friburgo) en septiembre de 2016, pero, claro está, con más peso de la primera. Así se ha ido convirtiendo en el director revelación en el panorama de la dirección mundial y, desde luego en un director diferente de los demás que se sale de los cánones sobre todo en su estética gestual y expresiva. Por ello, además de uno de los directores más solicitados de su generación por la personal impronta que confiere a cada uno de sus trabajos, estamos ante una de las batutas más aclamadas y controvertidas de los últimos tiempos. De tal forma que no deja a nadie indiferente y ha logrado provocar dos bandos irreconciliables que discuten sobre su buen o mal quehacer musical. Esa noche, al Auditorio de Madrid, orquesta y director, nos trajeron dos obras de gran belleza, cada una en su estilo, y que nacieron casi al mismo tiempo, de dos compositores con los que el director y la sólida formación tienen una enorme afinidad. Nada menos que el poema sinfónico Muerte y transfiguración de Richard Strauss, de lento discurrir, y la Primera Sinfonía de Mahler. La de Mahler la había dirigido ya en el Teatro Real en 2012.

En la primera parte del concierto tocaron, pues, Muerte y transfiguración, Op 24 (1888-1889) de Richard Strauss (1864-1949). En ella, el compositor trataba de trasmitir la hora de la muerte de un hombre que había aspirado a las más altas metas: “Hace sesenta años compuse ese momento… No me equivocaba…A sí es la muerte...), murmuraba, en una residencia de Garmish, moribundo, el anciano Richard Strauss. La Orquesta y el director, con partitura y sin batuta, y con manos y posturas corporales siempre muy gesticulantes, también lograron esa noche trasmitirnos con gran intensidad, de principio a fin, ese momento de agonía. El director, que domina los recursos sonoros de la orquesta y sabe graduar bien las texturas y las tensiones, supo administrar el clímax de la pieza hasta la serena y lenta apoteosis final. Un final que corona “el sufrimiento del alma en la lucha con sus demonios interiores y su liberación en el seno del arte”. La interpretación resultó en suma muy convincente. En la segunda parte del concierto tocaron la Sinfonía núm. 1, en Re Mayor (1884-1888, Titán) de Gustav Mahler (1860-1911). En esta pieza heterodoxa, cuya denominación sinfónica no estaba nada clara, plasma una victoria sobre la vida. Su plasmación esa noche logró una división de opiniones, desde indiferencia e incluso sueño hasta enfados o entusiasmos. Currentzis cumplió el protocolo de levantar a las trompas en el pasaje del último tiempo tal como el compositor quería. Así terminaba un vibrante concierto en el que al público parecía no importarle mucho las extravagancias gestuales del director. Al final, parte del público sí aplaudió incluso levantado, casi vitoreándole al estilo torero. Pero, a veces, también, esos aplausos impacientes y precipitados estropean buenos finales.