Trasversales
Enrique Bienzobas

Un marginado más


Revista Trasversales número 50 abril 2020


Textos del autor en Trasversales




En este confinamiento –cuarentena, encierro o como se quiera llamar–, he descubierto un pequeño gran tesoro guardado en una estantería. Una novela corta llamada Baby Spot de Isabel Alba. Una extraordinaria historia de un chaval de barrio. Y cuando digo de barrio, me refiero a un barrio marginal, pobre, donde “las cosas de la vida no son como las de las películas”, esas películas que hemos visto en los cines de barrio, algo que desgraciadamente ya no existe, en las que el chico –el bueno– se enfrenta al malo, le infla a hostias y se casa con la chica. Y es que en el cine las cosas ocurren según lo previsto, de manera que si una teja cae y mata a un menda, cosas que se le ocurren a Tomás, ese tipo se lo tenía merecido. En cambio las tejas de la realidad pueden matar, si es que matan, a alguien de manera imprevista. Y es que lo ocurrido en esta historia, en la que todo pasó de manera fortuita. Por eso Tomás quiere contar cómo pasaron. ¡Y cómo lo cuenta!
Para ello Tomás, un golfillo de 12 años, se estruja la cabeza pues los hechos no se le presentan tal y como fueron en la realidad. Tomás tiene un problema –tiene otros tal vez más gordos, y sin tal vez, pero de momento nos vamos a ocupar de éste problema–, y es que “a mi –nos dice en el primer párrafo– nunca me ha gustado escribir. Me parecía que andar rompiéndome la cabeza para hacer bien las letras no me iba a valer de nada”. Pero sí valía, sí. Al menos para el lector, el que sí se rompe la cabeza muy satisfactoriamente leyendo el relato. Y también para “la Ana”, la madre del “pobre Lucas”. Al final Tomás confiesa que tal vez hubiera sido mejor “contar lo que pasó ese día, el que se llevaron al Zurdo, desde el principio, a lo mejor de ese modo, las cosas habrían ido saliendo unas detrás de otras, bien puestas sobre el papel, y ahora se entenderían”. El lector agradece profundamente que se rompiera la cabeza, el lector –para emplear la misma construcción que Isabel Alba–.
Tomás, por obra y gracia de Isabel Alba, llega a utilizar el recurso de la digresión de manera ejemplar. Tanto que nos recuerda a Laurence Sterne y su Tristan Shandy, tal vez el autor que más manejó esta figura retórica en la historia de la literatura. Y lo hace porque, como nos dice, su cabeza está hecha un lío y no es capaz de continuar con una idea, una imagen, una situación..., hasta desarrollarla completamente. Y es así como leemos Baby Spot, como en un estudio cinematográfico en donde emplean diferentes pequeños focos con iluminación incandescente (los Baby Spots). Y es así porque el cine está metido en Tomás, quien está continuamente hablándonos de las películas, de los buenos y de los malos, de las muertes, y las compara con esa muerte que a él le pesa tanto, que nubla su cabeza. El lector debe saber que no solo en el narrador el cine es importante, también lo es en la autora de la novela, que ha trabajado de guionista en radio y televisión[¡Ah que maravilla de programa para niños y niñas despiertas, y padres atentos que fue La Bola de Cristal!] y que, por lo tanto, conoce el lenguaje cinematográfico tanto como el lenguaje literario, de ahí que en la historia que Tomás nos cuenta, haya referencias continuas al cine, a la literatura y a sus diferentes modos de expresión, sobre todo para Tomás, el cual insiste una y otra vez en que “las cosas de verdad no son tan fáciles de explicar como las que ocurren en las películas”.
El universo de esta historia está localizado en un barrio marginal, pobre, donde los vecinos y las vecinas están condenados a un destino que todos conocen, casi como en el naturalismo del XIX, cuando quisieron aplicar a la literatura un positivismo determinista. Pero casi porque se aleja de él. Hay una esperanza que Tomás la intuye con claridad. El chaval mira, y aprecia, a Gerardo, el del bar, que se ha tirado media vida en la cárcel, salió cuando los de arriba hicieron una amnistía, y “ve las cosas de manera diferente a todo el mundo”; y en la figura de Ana, la madre del pobre Lucas, la que le dijo que “la lectura sirve para no ser como Germán”. Solamente eso distancia a Tomás, y a Gerardo, y a Lucas. Y a Ana del determinismo, aunque todos lleven la tragedia consigo mismos. Un barrio en el que la esperanza está en la tele donde se ven las pelis sin sonido. Tal vez la voz la ponen los espectadores. Tal vez la imaginación vuela por encima de la pobreza. Tal vez esté en Campanilla, en la magia de Peter Pan, al que Tomás conoció de más niño a través de la gran pantalla. O tal vez lo único que no es así es cuando Gerardo pone el sonido al fútbol. Tal vez.
El universo del barrio está configurado por sus personajes. Hombres marginales, delincuentes casi todos ellos, mujeres que sufren el acoso de los machos. Todos acosados por un sistema a todas luces injusto. Personajes como Andrés, al que llaman el Zurdo, el duro del barrio, ligón, delincuente, y que se hace respetar violentamente; Lucas, al que conocemos nada más empezar el relato colgando de un andamio de la obra, que tiene un tamagotchi y unos walkman, de los que no se separa nunca; Martín, hermano de el Zurdo, el mejor amigo de Tomás; Antonio, policía y con negocios con el Zurdo y Germán; Germán, que ocupó el lugar del padre de Tomás cuando este se fue a vivir a Barcelona, chamarilero  que no mira dónde encuentra los cacharros para su venta; Pili, que llora por todo y que pronto se olvida, solo ve culebrones en la tele y revistas del corazón; Rosa, la mujer de Antonio, es panadera y odia a todo el mundo; Pili, madre de Tomás, maltradada por Germán; Ana, la madre del pobre Lucas, al que quiere con locura y lo lleva de paseo los domingos, le compra cosas, le quiere y llora de verdad sin olvidar; Germán, callado y observador...
Todos ellos nos llevan a un lugar que normalmente no vemos porque no queremos, pero que existe. Y que existe porque hay otros lugares donde sobran los coches, los barcos, los aviones..., los lujos.
Un pequeño gran tesoro. Todo un lujo para el confinamiento –cuarentena, encierro o como se quiera llamar–, o aplicación universal de la ley mordaza como ya se empieza a sentir y algunos rincones.

Abril 2020



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