“Es más difícil reeducar a un
pueblo en el amor a la libertad que
conquistarla”
Babeuf, 1794
“¿Qué es el socialismo? ¿Puede
haber socialismo sin libertad, sin igualdad
y sin internacionalismo?
G. Orwell. “¿Qué es el socialismo?”
(Manchester Evening, 31 de enero de
1946)
El próximo 21 de enero se cumplirán
setenta años de la muerte de Orwell. He
querido rendir homenaje a una de las
personalidades más importantes del siglo XX.
Símbolo de la lucha antifascista, enemigo de
todo tipo de totalitarismos; Orwell representó
a lo largo de su vida los valores de un
socialismo democrático y transformador que fue
aplastado por el nazismo y por el estalinismo.
Orwell forma parte de ese pequeño grupo de
luchadores y escritores que mantuvieron a lo
largo de toda su vida una integridad
intelectual sin sospecha, alejado del poder y
de los lujos, su pluma se revolvió contra toda
injusticia, denunciando tanto a los gobiernos
occidentales como a la dictadura burocrática
en la que había degenerado la revolución rusa.
Eric Arthur Blair, más conocido como
George Orwell, nació en 1903 y murió a los 47
años, víctima de una tuberculosis crónica. La
mayor parte de su vida la dedicó al activismo
político o social, así como a escribir para
diferentes revistas y periódicos. Se afilió al
ILP que era un partido marxista, alternativo
tanto al laborismo como al Partido comunista.
Al estallar la guerra civil en España, se
enrola en el POUM por consejo de sus
compañeros del ILP. Una vez en Barcelona, es
destinado al frente de Aragón donde combatió
como miliciano en las columnas del POUM, junto
a las de la CNT. En 1937 vive con desgarro las
jornadas de mayo en Barcelona, donde se
enfrentarán en las calles los militantes del
POUM, la CNT, contra los guardias de asalto de
la Generalitat y el PSUC. Tras estos hechos,
el asesinato de Andreu Nin, la ilegalización
del POUM y la persecución a los poumistas y
anarquistas por parte del Gobierno republicano
y del PSUC; Orwell, decide salir de España. En
Inglaterra escribirá sobre la revolución
española y defenderá al POUM de los ataques de
la prensa internacional y de las calumnias de
los partidos comunistas oficiales que actuaban
como portavoces de Stalin.
Con el estallido en 1939 de la
segunda guerra mundial, Orwell toma partido
por el bando de los aliados y se convierte en
un ferviente luchador contra el nazismo; para
esta tarea colaborará con diversos medios de
comunicación, escribirá numerosos ensayos y
artículos, e incluso trabajará en la radio al
servicio de la BBC. Orwell, muy enfermo por
una tuberculosis, fallecerá el 21 de enero de
1950, dejando obras universales que,
generación tras generación, no han dejado de
leerse, incluso algunas de ellas llevadas al
cine. Ese es el caso de 1984, Rebelión en la
Granja, Homenaje a Cataluña (versión de K.
Loach en “Tierra y Libertad”) y cientos de
ensayos sobre política, literatura, arte, etc,
etc.
En este artículo más que desarrollar
aspectos de su vida o de su obra cultural, he
tratado de situar al personaje y sus ideas, en
un contexto de quiebra generalizada de los
valores de la civilización occidental; así
como la guerra y la barbarie que se desatará
entre 1939 y 1945. La mayor crisis del mundo
moderno, el hundimiento de las “democracias
liberales” y la aparición de las dictaduras
fascistas o burocráticas (mal llamadas
socialistas).
I.- Orwell se sentía “un humanista
socialista o un socialista humanista”: “La
base del socialismo es el humanismo”,
decía en el ensayo citado en la introducción
de este artículo. Creo que su pensamiento está
influenciado por la escuela pragmática
anglosajona ,por una parte, y por una
interpretación autodidacta del marxismo y del
socialismo (que pone el acento en lo que
deberían ser los valores de la humanidad
enfrentados con los poderes económicos y
políticos). El socialismo que defenderá toda
su vida está basado tanto en la libertad
colectiva como individual, en la igualdad de
todas las personas y en la fraternidad del
género humano. Esta concepción global de un
socialismo democrático es la que hará de la
figura del escritor un ejemplo de honestidad
intelectual y moral frente a las presiones de
todo tipo. Escribirá sobre lo que piensa y
pensará libremente. En ese sentido, es similar
a otros escritores de su época como Jack
London, Arthur Koestler, Ignazio Silone, o
incluso John Dos Passos y Hemingway. Algunos
de ellos comprometidos con la lucha
antifascista en la guerra civil española, a
los que él mismo pondrá como ejemplo, como fue
el caso principalmente de Athur Koestler y su
denuncia del totalitarismo burocrático (la
obra más conocida es “El cero y el infinito”,
donde narra una historia relacionada con la
represión estalinista).
En ese sentido, digamos que la
corriente ideológica o de pensamiento de
Orwell es la que trata de poner en el acento
de todo su análisis al sujeto individual y
colectivo. No tanto como reflexión filosófica
o existencialista al estilo de Sartre, sino
como actor del proceso histórico. Me parece
relevante por ejemplo la ausencia o las
escasas referencias en sus escritos a
conceptos marxistas clásicos como relaciones
sociales de producción, fuerzas productivas,
teoría del valor, etc. No hay análisis
teóricos sobre el capitalismo o la URSS, sino
principalmente denuncias que se alzan como
luces en la sombra de la larga noche que
llenará Europa y el mundo de destrucción y
barbarie.
Eso no quiere decir que Orwell no se
vea a sí mismo como un socialista, sino que
para el pensamiento y la obra del escritor el
centro de gravedad no son los mecanismos
económicos de un sistema, sino la forma en la
que se manifiesta la injusticia, la opresión o
la explotación del capitalismo y del Estado
burocrático. De ahí, una vez más, el valor que
éste concede al sujeto, ya sea el individuo o
una determinada clase social. Orwell no es un
humanista sin más, ni un socialista utópico,
ni un fabiano reformista; él cree que la
historia está hecha por hombres y mujeres de
carne y hueso que se construyen con sus
propias experiencias y organizaciones. Pero el
futuro de una sociedad mejor no puede estar
fundamentada en el terror, la violencia y la
guerra; éstas no dejan de ser productos de un
presente capitalista. El modelo al que debe
aspirar el ser humano es, como diría Marx, a
una plena realización de sus capacidades y a
satisfacer sus necesidades.
Orwell piensa –como Victor Serge- que
el fin no justifica los medios; que no puede
haber un fin justo si se obtiene por unos
medios inadecuados. En concreto, que el camino
hacia el socialismo no puede estar repleto de
cadáveres, represión y ausencia de libertades.
De ahí, una vez más, la importancia que Orwell
concede en toda su obra a los valores del ser
humano como factor determinante en la
construcción de la sociedad socialista basada
en la libertad, la igualdad y los derechos del
individuo. Orwell sabe que la historia no la
hace un extraño mecanismo de fuerzas objetivas
invisibles situadas por encima de las
sociedades, sino las mujeres y los hombres en
sus luchas:
“Si examinamos la genealogía de las
ideas que defienden escritores como Koestler
o Silone, descubrimos que se remontan
-pasando por soñadores utópicos como
Williams Morris y demócratas místicos como
Walt Whitman, por los cavadores y
niveladores ingleses, por las revueltas
campesinas de la Edad Media- hasta los
primeros cristianos y las rebeliones de
esclavos de
la antigüedad”.
“Los panfletos de Gerrard
Winstanley, el cavador de Wigan, cuyo
experimento de comunismo primitivo fue
aplastado por Cromwell, tiene en algunos
aspectos, un extraño parecido con los textos
de la izquierda modernos”. ¿Qué es el
Socialismo?”.
Esta tradición, en mi opinión
bastante anglosajona en cuanto al marxismo, se
inscribe en la corriente histórica que
posteriormente está en otros intelectuales o
escritores como E.P. Thompson, Eric Hobsbawn,
Christopher Hill, e incluso Raymond Williams o
el mismo Chomsky. De hecho, tanto Chomsky como
Thompson van a polemizar a lo largo de sus
vidas con las corrientes marxistas
estructuralistas o potsmodernistas como
Althusser o Foucault; incluso en el caso de
Thompson elevará el tiro acusando a una parte
del marxismo occidental de ideologicista,
economicista y determinista (ver por ejemplo
una exposición detallada de estas ideas en las
obras de Thompson: “Miseria de la teoría” y
“Particularidades de lo inglés”, donde éste
arremete contra el idealismo y reivindica la
tradición más empírica de Bacon o Vico, o la
visión de W. Morris sobre el socialismo
“Trabajo y Comunismo”).
Las afinidades van más allá de lo
político e ideológico para situarse también en
el terreno de lo cultural. Ambos (Orwell y
Thompson) consideraban a Jonathan Swift como
uno de sus escritores preferidos y manifiestan
su pasión juvenil por los “Viajes de
Gulliver”. La fantasía adquiere aquí un
sentido que va más allá del cuento. Hay una
frase atribuida a Orwell sobre Swift que dice:“Cuando
aparece en el mundo un auténtico genio, lo
reconoceréis porque todos los necios se
conjuran contra él”.
II.- Las opiniones de Orwell sobre la
guerra civil española se han reflejado en su
libro “Homenaje a Cataluña” y creo que las
mantuvo a lo largo de toda su vida. En un
artículo publicado en 1942, “Recuerdos de la
guerra en España”, decía:
“La columna vertebral de la
resistencia contra Franco fue la clase
obrera española, especialmente los miembros
de los sindicatos de las zonas urbanas. A la
larga -y es importante recordar que solo a
la larga- la clase obrera sigue siendo el
más sólido enemigo del fascismo, simplemente
porque es la que más gana con su
reconstrucción social como es debido. Al
contrario de las otras clases o categorías,
no puede ser sobornada permanentemente”.
“El odio que la República española
suscitó en los millonarios, duques,
cardenales, playboys, conservadores y no sé
cuántos otros bastaría para mostrar como son
las cosas en la realidad. En esencia se
trataba de una guerra de clases. De haber
triunfado, la causa de la gente común habría
salido fortalecida en todas partes. Pero se
perdió, y los que viven de sus rentas en el
mundo entero se frotaron las manos. Ese fue
el asunto de fondo y el resto es mero
parloteo”.
Su compromiso no fue solo con la
España obrera y revolucionaria de 1936, lo fue
con el conjunto de la humanidad: “no
entiendo un socialismo que no sea
internacionalista”; y lo
fu,e fundamentalmente, consigo mismo. En una
declaración muy personal de sus escritos
titulada “Por qué escribo” publicada
en 1946, dice lo siguiente:
“La guerra de España y otros
sucesos de 1936 y 1937 cambiaron la escala
de valores y me permitieron ver las cosas
con mayor claridad. Cada renglón que he
escrito en serio desde 1936 lo he creado,
directa o indirectamente, en contra del
totalitarismo y a favor de un socialismo
democrático, tal como yo lo entiendo. Me
parece una soberana estupidez, en una época
como la nuestra, pensar siquiera que se
puede evitar escribir sobre tales asuntos.
De un modo u otro, todos escribimos sobre
ellos. Soóo es cuestión de elegir el bando y
posición.”
“Mi libro acerca de la guerra civil
española (Homenaje a Cataluña), es una obra
de corte francamente político, por
descontado, pero en conjunto está escrito
con cierto desapego, y con cierta atención
por la forma. Intenté por todos los medios
escribir la verdad sin traicionar mi
instinto literario, pero entre otras cosas
incluye un largo capítulo lleno de citas
tomadas de los periódicos y demás, en las
que se defiende a los trotskistas que
estaban entonces acusados de haber tramado
un complot con Franco... Un crítico por el
que siento un gran respeto me dio una
lección en lo tocante a eso: ¿Por qué has
metido todo eso?, has convertido un buen
libro en mero periodismo. Lo que me dijo era
verdad, pero yo no supe hacerlo de otro
modo. No pude. Me enteré por casualidad de
algo que poca gente conocía en Inglaterra, y
no por no querer, sino porque no se les
permitió, y es que se estaba acusando
falsamente a hombres inocentes. Si aquello
no me hubiera indignado, jamás hubiera
escrito el libro.”
La opiniones de Orwell sobre España
son la punta de un iceberg mayor; hay una
línea muy clara que vertebra sus ensayos
políticos, que son los que se refieren a la
URSS como una dictadura burocrática, al
surgimiento de una nueva casta, a la
subversión de los valores con los que nació el
comunismo, al papel central del sujeto (clase
e individuo); y al intento de recuperación de
un socialismo basado en unos valores morales y
no en un sistema productivista donde el ser
humano está explotado y subordinado a un
Partido-Estado. La novela 1984 es su trabajo
más conocido, pero junto a ella tenemos
multitud de escritos, ensayos y artículos
periodísticos.
Las posiciones de Orwell, en esta
materia, coincidirán con otros revolucionarios
de su época como Victor Serge y muchos de los
opositores del partido bolchevique que serán
asesinados en los Procesos de Moscú o en las
prisiones y campos de concentración. Sin
embargo hay matices importantes entre Orwell y
Victor Serge, y muchos más entre Orwell y los
principales dirigentes de la Oposición de
Izquierdas. Mientras que Orwell sitúa la
burocratización de la revolución desde los
comienzos (bajo la dirección de Lenin y
Trotsky); Victor Serge entiende que hay una
ruptura a partir de 1928 cuando el grueso de
la oposición ha sido políticamente aniquilada.
Para Serge, las raíces de la burocratización
son el atraso de la sociedad rusa y el fracaso
de la revolución alemana. Eso le permite a
Victor Serge identificarse con esa generación
de revolucionarios rusos como Rakovsky, Radek,
Smirnov, Preobrazhensky,... y Trotsky; aunque
al mismo tiempo no deje de criticar la
represión de Kronstatd, la militarización de
los sindicatos, o la ilegalización de todas
las organizaciones socialistas.
Todos estos “matices” se reflejan con
claridad en la falta de identidad de Orwell
con el trotskismo pero al mismo tiempo, su
solidaridad y apoyo a la lucha contra el
totalitarismo y la libertad de todos los
comunistas presos siempre se hará presente.
Orwell es consciente que, por encima de todos
los errores de los “trotskistas”, son
víctimas, en esos momentos, de la dictadura
burocrática. Cuando Orwell está en Barcelona
en plena guerra civil, el estalinismo, llevará
a cabo la liquidación de toda la vieja guardia
del partido bolchevique. El historiador
francés, Pierre Broué, nos cuenta en su libro
“Comunistas contra Stalin”, que solamente en
lo que hace al número de “trotskistas” o
personas acusadas de pertenecer a la Oposicion
de Izquierdas en la URSS, asesinadas en los
años treinta ascendieron -por lo menos- a unos
diez mil. A eso hay que agregarle, otros miles
de oposicionistas zinovietistas, bujarinistas,
anarquistas, socialistas, nacionalistas... El
exterminio político se hizo al mismo que el
plan de colectivización forzosa, éste llevará
a la muerte por hambre o por las armas, a
varios millones de campesinos rusos.
La reflexión de Orwell, como la de
algunos de sus contemporáneos, no se limita a
la coyuntura internacional que se vive en esos
momentos. Intenta extraer lecciones sobre todo
lo que está pasando, sobre la degeneración
burocrática de la URSS y trata de buscar los
motivos de por qué ha pasado y cómo podría
haberse evitado. En el ensayo “¿Qué es el
socialismo?” escribe:
“Las revoluciones tiene que
producirse, no puede haber progreso moral
sin cambios económicos drásticos, y sin
embargo, el revolucionario desperdicia su
trabajo si pierde el contacto con la
decencia humana común. De algún modo debe
resolverse el dilema del fin y los medios.
Debemos ser capaces de actuar, incluso
emplear la violencia, y aun así, no dejarnos
corromper por la acción. En términos
políticos específicos, esto supone rechazar
el comunismo ruso por un lado y el
gradualismo fabiano por otro”.
III.- En sus obras más importantes,
1984, Rebelión en la Granja u Homenaje a
Cataluña, Orwell,no dejará de plasmar estas
ideas, ya sea a través de los “cerdos de la
granja”, “el gran hermano”, o las anécdotas
personales como miliciano en el frente. A
Orwell no se le debe pedir una obra acabada
donde se construya una teoría acerca del
totalitarismo o el capitalismo; Orwell es otra
cosa. Un extraordinario escritor, un novelista
a la altura de los más notables del siglo XX,
un periodista auténtico y una persona con unos
valores fuera de toda duda. Por eso, el
personaje irradia atracción por todos los
costados y sus libros siguen siendo leídos,
generación tras generación, por millones de
personas.
Fue consecuente entre su forma de
pensar y de actuar, no solo yendo como
voluntario a la guerra civil española, sino en
sus comportamientos personales. Creo que si
Orwell hubiera vivido más allá del año 50 del
siglo pasado, habría estado contra la guerra
de Vietnam; si hubiera presenciado la carrera
nuclear y el peligro de destrucción de la
civilización, hubiera sido un activista por el
desarme; si viviera en estos momentos no me
cabe la menor duda que estaría en las calles
con los jóvenes contra el cambio climático.
Unos meses antes de morir, en mayo de
1949 escribió para Partisan Review una breve
nota sobre la concesión a Ezra Pound del
premio Bollingen de poesía. A Orwell se le
pidió su opinión como a otros escritores, en
la medida que Pound había sido un colaborador
de Mussolini. Orwell mantuvo una postura que
reflejaba su manera de ver la relación entre
la literatura y el compromiso personal: “no
me opongo a que se le conceda el premio a
Pound, pero creo que deberíamos tener muy
presente que no porque haya ganado un premio
literario sus ideas se han vuelto
respetables”... “Los jueces han optado por
la postura del arte por el arte, es decir,
la de afirmar que la integridad estética y
la simple decencia son cosas distintas...
pero las opiniones que ha intentado propagar
en sus obras son malvadas, y creo que los
jueces deberían haberlo dicho…”
En otro de sus artículos sobre los
escritores y el compromiso con unos valores
determinados, que él mismo solía llamar con la
mayor naturalidad del mundo “decencia”, deja
traslucir un cierto desencanto con todo lo que
le ha tocado vivir y con cierta manera de
hacer política:
“Además la mayoría de nosotros
albergamos la creencia de que toda elección,
incluso toda elección política, lo es entre
el bien y el mal, y que si es algo
necesario, entonces es correcto. Debemos
deshacernos de esta creencia infantil. En
política uno nunca puede hacer nada excepto
juzgar cuál de los males es el menor, y hay
ciertas situaciones de las que uno solo
puede escapar actuando como un lunático o
como un demonio. La guerra por ejemplo puede
ser necesaria, pero no cabe duda de que no
es correcta ni sensata. Incluso unas
elecciones generales no son exactamente un
espectáculo placentero o edificante. Si
debes participar en tales cosas -y creo que
en efecto debes, a menos que estés
insensibilizado por la vejez, por la
estupidez o por la hipocresía-, entonces
debes mantener una parte de ti mismo
inviolada”.
“Los
escritores y el Leviatán", Politics
and
Letters, verano de 1948.
¿Cuántas veces no habremos pensado
muchos de nosotros cosas muy similares?