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Riesgos y desafíos tras el ciclo electoral

Revista Trasversales número 47 junio 2019

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Concluido el apretado ciclo electoral, hay varios aspectos referidos al contexto político que merecen aludirse brevemente, aunque aún no hemos podido evaluar con rigor lo ocurrido en las elecciones europeas, municipales y regionales del 26 de mayo ni conocemos los acuerdos que configurarán en breve los gobiernos municipales y regionales.

El primero de ellos es recordar que las del 28 de abril han sido las terceras elecciones legislativas que se han celebrado en poco más de tres años. El segundo, que han sido el precipitado colofón de la breve legislatura del PSOE tras la moción de censura. El tercero es la influencia del “Procés” catalán, de la respuesta del Estado y del juicio que tiene lugar en el Tribunal Supremo. El cuarto es la derechización de la derecha y la emergencia de un partido de extrema derecha, con confluencia ideológica pero división orgánica.

Sin olvidar el sesgo mayoritario de la ley electoral, la sobrerrepresentación de la España rural y las dificultades para ejercer el “voto robado”, los resultados de las elecciones generales muestran, en primer lugar, alta participación ciudadana (75,75% en 2019, frente al 66,48% en 2016 y al 73,20% en 2015), a pesar de la repetición de elecciones legislativas en poco tiempo y de la concentración de cinco consultas en menos de un mes. La participación en las elecciones municipales parece haber rondado un 65%, como en 2015. En las elecciones europeas ha habido un fuerte aumento de la participación respecto a las anteriores, pero parece debido al efecto arrastre del voto local y regional.

En segundo lugar, que respecto a las elecciones de 2015 y 2016, donde los resultados revelaron cierto equilibrio de fuerzas, en abril ha habido ganadores y perdedores, sobre todo un claro ganador (PSOE), aunque lejos de la mayoría absoluta, fuerzas que avanzan (Cs, ERC y Vox) y dos fuerzas que retroceden mucho, PP y UP. No obstante, las elecciones del 26 de mayo, favorables sin duda al PSOE, han tenido consecuencias más complejas, pues han dado aire al PP y podrían dar a la tríada reaccionaria algunas alcal­días significativas y gobiernos regionales que no tenían si finalmente pactan entre ellas. Los resultados de UP han sido muy malos, arrastrando a las "desconfluencias"; sólo en Cádiz se mantiene un "ayuntamiento del cambio" que ha demostrado un enorme vínculo social, aunque Ada Colau ha obtenido un resultado notable. Errejón obtuvo en las elecciones a la Comunidad de Madrid un resultado también notable dadas las circunstancias.

En tercer lugar, se percibe un desplazamiento de votos desde UP al PSOE, del PP a Cs y Vox y desde JxCat a ERC, y un ligero cambio en la correlación de fuerzas a favor de la izquierda, entendida de la forma habitual, especialmente en el Congreso y el Senado.

La novedad ha sido la entrada de Vox en el Congreso con 24 diputados. Su tosco mensaje ha arrastrado a Cs y al PP a su terreno, trayecto que han intentado corregir al saber los resultados girando su retórica hacia posiciones menos estridentes.
La situación de la derecha es complicada, no sólo porque PP y Cs necesitan el apoyo de Vox y al mismo tiempo le disputan su electorado, sino por la lucha entre ambos por ver quien hegemonizará la oposición al futuro Gobierno de Sánchez. Tras las elecciones de mayo el PP parece haber ganado, por el momento, esta partida, aunque con tensiones respecto a la conveniencia de acoger a su hermano díscolo, Abascal.

La evolución de Cs hacia la derecha, la experiencia de Andalucía y las llamadas de Casado a restablecer la unión de las derechas con un gobierno de ley, orden y pocos impuestos a las rentas altas, para reforzar la disciplina sobre la población trabajadora y meter en cintura a los nacionalistas catalanes encendieron las alarmas de los votantes de izquierda, que el 28A acudieron masivamente a las urnas para frenar la deriva hacia una España más tópica y excluyente, autoritaria y clerical, además de centralista, ultraliberal y trumpiana, pero que en mayo redujeron ese impulso, especialmente en los barrios populares.

La ventaja en votos y escaños obtenida por el PSOE sobre el resto de partidos hace imposible la investidura de cualquier candidato que no sea Pedro Sánchez. No obstante, los 123 escaños del PSOE no la garantizan, pues requiere ineludiblemente un acuerdo con Unidas Podemos, de un tipo u otro, y que ERC no se oponga a ella, pues de hacerlo, la investidura sería aritméticamente posible pero políticamente complicada de establecer. Un mínimo de sensatez en PSOE, UP y ERC llevaría a la investidura de Pedro Sánchez, pues, de no ser factible, una repetición de las elecciones, como sucedió en 2016, sería un segundo tropezón en la misma piedra, con efectos muy dañinos para la población, ya que PP, Cs y Vox aprovecharían una segunda oportunidad para llegar al Gobierno con una alianza de derechas. Pero también tendría un coste muy alto para las fuerzas políticas que, por falta de entendimiento, aparecieran como responsables de lo ocurrido. En todo caso, aún no podemos dar por hecho lo que pueda ocurrir y no vamos a pronosticar sobre algo que quizá ya se sepa cuando se publique esta revista.

De cara a acometer las necesarias reformas sociales y las evidentes “demandas” del propio planeta, sería deseable un Gobierno dotado de la estabilidad y la consistencia suficiente para resistir las múltiples presiones que habrá de soportar y no apartarse del objetivo inmediato de revertir los peores efectos de la crisis y las medidas de austeridad sobre las clases populares, pero también para abordar reformas de tipo estructural y avanzar en la igualdad entre mujeres y hombres. Un escenario con una mayoría (plural y compleja), progresista, en el Congreso y en el Senado sería más favorable para la mayoría de la población que uno dominado por la alianza de fuerzas reaccionarias, como de hecho se comprobó con las insuficientes y tardías, pero positivas, medidas sociales adoptadas por el Gobierno de Sánchez en los últimos meses de su corto mandato, impensables con un gobierno de la derecha.

Ese escenario podría adoptar tonos diferentes. Pero en todo caso entramos en una etapa en la que el centro de la acción social y política, así como de los acuerdos que se alcancen, se debe poner en atender los problemas principales de la población para revertir los peores efectos de la crisis y de los recortes en gasto público sobre las clases populares, para avanzar en la igualdad entre mujeres y hombres y en respuestas decididas para la habitabilidad en nuestro planeta, el único y compartido hábitat de que disponemos, pero también para acumular las fuerzas sociales necesarias para consolidar y mantener esos avances y cambios estructurales profundos, ante la ofensiva de las derechas populistas en España y en Europa, bajo la hegemonía del actual inquilino de la Casa Blanca.

Por ello, es necesario repetir una y otra vez, superando ilusiones estériles, que no se trata en confiar en lo que harán tales o cuales partidos, siempre incontrolables desde la base social salvo en momentos excepcionales, sino de fomentar la autónoma iniciativa ciudadana y la participación popular para perseguir, gobierne quien gobierne, dichos objetivos.




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