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La danza del sol es un texto poético. Un texto que, como ese sol que danza, duele si te atreves a mirarlo de frente. Un sol al que Mireia Moscardó, 11 años. 5º de Educación Primaria, extiende los brazos en la dramática y última página del libro.
Explicaba la autora en una entrevista la importancia que para ella tienen los títulos como elementos que acotan una idea y, añadía, "La danza del sol es un canto a la vida… al asombro de la vida". Y, claro, la persona que la entrevista señala que esa afirmación contrasta con la realidad de los personajes. Es el choque entre la realidad y el deseo. Una realidad que, para Isabel Alba, no es ajena a la acción interesada de aquellos que "manipulan el sufrimiento humano para arrojar al débil contra el más débil".

En el amplio muestrario de posibilidades humanas que muestra la novela también cabe la posibilidad de una elección ética. Somos presente y somos memoria. Somos un presente en el que se puede y se debe incidir. En palabras de Isabel Alba Rico, "porque nada es nunca definitivo. Porque todo se puede siempre trocar. Y ese cambio no hay que buscarlo en un futuro remoto. Ha de darse en el presente".
Elecciones éticas.

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