Trasversales
Lois Valsa

INVIERNO CULTURAL MADRILEÑO 2018



Revista Trasversales número 43, febrero 2018 web

Otros textos del autor en Trasversales



Admitamos que nuestras creencias nos están matando

Bill Rees, ecólogo


LIBROS

Baltasar Garzón, La indignación activa, Planeta, Barcelona, 2018

Este último libro del magistrado Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 1959) que tiene como subtítulo “Una mirada personal para cambiar la realidad”, es un auténtico alegato contra la falsa realidad que hemos aceptado y frente a la indiferencia ciudadana. O como bien señala en el prólogo E. R. Zaffaroni, uno de los juristas más importantes de la actualidad y Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires, “frente al avance del totalitarismo corporativo que emplea todos los medios a su alcance-legales e ilegales, mafiosos y criminales- para ocupar el lugar de la política y, en especial, su debilitamiento por vía de corrupción”. O sea, un alegato a favor de “la acción que haga frente a los ataques que sufrimos, buscando y exigiendo respuestas, pero contribuyendo también, en forma responsable, a su elaboración. Pasar de la queja a la responsabilidad; del conformismo a la participación crítica, aunque ello comporte riesgos para cada uno de nosotros. No es suficiente mostrar la herida o el daño. Es necesario contribuir a su sanación”, como señala el autor en la introducción. Este es el principio de Indignación Activa como compendio de su pensamiento y su proyección de futuro sobre los problemas globales que nos rodean. Y nadie mejor que este juez para hablar de riesgos ya que, en 2012, el Tribunal Supremo lo condenó a once años de inhabilitación por haber interceptado las comunicaciones de los máximos responsables de la red corrupta Gürtel para evitar que continuaran con su blanqueo de dinero. Además, a lo largo de su carrera judicial ha intervenido en la investigación de delitos muy relevantes en relación a crímenes contra la humanidad, terrorismo y terrorismo de Estado, narcotráfico, corrupción política o delincuencia económica. Sin olvidar el caso Pinochet.

El libro se divide en dos partes: “De la impotencia a la esperanza” y “Derechos y víctimas”, y está compuesto de siete capítulos. En el primer capítulo, “Política y ética”, el autor analiza la crisis económica, la situación política, los partidos, la corrupción, crimen autorizado, la ética, la impotencia y el tedio de los ciudadanos, sin olvidar los nuevos populismos y fundamentalismos o el conflicto catalán. Frente a la desidia que preside la política la Indignación Activa debe llevar a organizarnos, a coordinar la respuesta. En el segundo capítulo, “La dignidad humana”, el autor se declara coincidente con quienes piensan que vivimos los tiempos de la vergüenza y del miedo colectivo que paraliza. Frente a ello pone el foco en la educación, en la defensa de los Derechos Humanos y en la erradicación de la impunidad. En el tercer capítulo, “Terror, paz y libertad”, el autor se opuso a la guerra inútil de Irak. En el cuarto capítulo, “La justicia”, analiza el papel cambiante de la misma en nuestra sociedad. También analiza la labor de la Corte penal Internacional y de la Jurisdicción Universal frente a la impunidad de los crímenes trasnacionales y la defensa por parte de las víctimas. La segunda parte del libro se abre con el capítulo de “Los Derechos Humanos”, una preocupación constante en la carrera del autor, que los ve como “un desarrollo práctico y una construcción humana participativa en la dinámica de actuación de los movimientos sociales”: le presta especial atención a la violencia de género. Otro capítulo está dedicado a “Las víctimas”. Y en el último capítulo, “Los defensores”, hace un homenaje al abogado Carlos Slepoy defensor de las víctimas.

Felipe Benítez Reyes, El novio del mundo, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2018.

La Fundación José Manuel Lara ha recuperado este libro de Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960) publicado en 1998, hace veinte años nada menos, que, al poco de su aparición, se convirtió en un libro de culto. Con la novedad de un epílogo del autor quién, además, ha diseñado e ilustrado la cubierta del libro. Precisamente, este epílogo inédito cuenta, fundamentalmente, algunas anécdotas referidas al proceso de escritura y otras relativas a algunas cosas curiosas a que dio pie en su día entre algunos lectores, “como aquella persona que me escribió varias cartas identificándose como Walter Arias y achacándome que hubiera contado su vida sin su permiso”. El protagonista de esta novela es Walter Arias, precursor del movimiento filosófico llamado walterismo, una de las corrientes espirituales menos espirituales de cuantas conoció el pasado milenio. Un personaje burlón y despiadado, visionario y reflexivo. Un personaje que hizo mella en los lectores que llegaron a hablar de él como de un amigo común, como si sus frases y lances correspondiesen a una persona real. Tanto que le preguntaban por él en la calle. Un antihéroe de ficción que algunos lectores convirtieron casi en una persona. Y que desde luego marcó la trayectoria literaria y profesional del autor. Un autor no solo de novelas sino también de poesía, de libros de relatos y de libros de ensayos. Un autor que ha obtenido también muchos premios como el Premio Nadal, el Premio de la Crítica, el Premio Ateneo de Sevilla de Novela, el premio Fundación Loewe de Poesía y el premio Nacional de Literatura, entre otros. Además, ha traducido a T.S. Elliot, a Francis Scott Fitzgerald y a Vladimir Nabokov.

Esta obra tiene “su dosis de picaresca, su medida de humor y contrapuntos a veces terribles, y su cuota de parodia”, señala el autor en una entrevista. En la órbita de Lawrence Sterne y su frase de “lo que turba a los hombres no son las cosas en sí, sino las opiniones sobre tales cosas”. Por eso Walter Arias es una mezcla de filósofo surrealista y de psicoanalista antifreudiano, de romántico y de obseso sexual, de arlequín y de monstruo, de moralista y delincuente. Todo ello, junto a las hilarantes escenas que protagoniza, dio lugar a una obra que tuvo una excelente acogida entre la crítica y los lectores. Otros escritores la pusieron por las nubes. Juan Bonilla la consideraba “una de las pocas grandes novelas que ha producido la narrativa española en los últimos 30 años. Su protagonista es uno de esos seres que consiguen el milagro de salirse de los libros y clavársenos en la memoria”. F.B.R. ha conseguido lo que muy pocos escritores logran; una manera de mirar el mundo: el walterismo, que es una mezcla extraordinaria de inteligencia, desencanto y humor. En la tradición de la gran narrativa picaresca, “El novio del mundo es una de las mejores novelas españolas de finales del siglo XX”, reconocía Carlos Marzal. O recibía los elogios del crítico Carlos Pardo que decía “F.B.R. en estado de gracia: humorístico, pesimista, elegiaco, imaginativo, macarra. Una de las mejores (y más raras) novelas españolas del último cuarto de siglo”. Con un personaje también muy raro cuya manera de pensar oscila entre la de Descartes y la del barón de Münchausen, según su propio protagonista.

Pedro A. González Moreno, La mujer de la escalera, Siruela, Madrid, 2018

Esta novela ha sido la novela ganadora de la 67º edición del Premio Café Gijón de Novela 2017. Su autor, Pedro González Moreno (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1960) es licenciado en Filología Hispánica y profesor de lengua y literatura, y ya ha publicado seis libros de poesía, entre ellos Calendario de sombras (Premio Tiflos, 2005), Anaqueles sin dueño (Premio Alfonso el Magnánimo, 2010) y El ruido de la savia (Premio José Hierro, 2013). En prosa, es autor de Los puentes rotos (IX Premio Río Manzanares de Novela, 2007), el libro de viajes Más allá de la llanura (2009 y 2013), la novela juvenil La estatua de lava (2014) y el ensayo La musa a la deriva (Premio Fray Luis de León de Ensayo, 2016). Para el jurado del premio (compuesto por Mercedes Monmany, Antonio Colinas, Marcos Giralt Torrente, Rosa Regás y José María Guelbenzu, en calidad de presidente), “la protagonista se verá inmersa en un cruce de intrigas que el autor desarrolla hábilmente y con un excelente despliegue de recursos narrativos”. Estamos, pues, según dicho jurado, ante una novela apasionante llena de intriga, de ambiciones y rencores, de amor y desamor, de frustraciones y deseos, una novela policíaca, que se inaugura con dos muertes y la búsqueda de unas supuestas obras de teatro anteriores a la aparición de “La Celestina” ambientada en el mundo universitario.

El autor que procede de un pueblo manchego, que precisamente es el mismo del que procede el conocido y famoso director de cine Pedro Almodóvar, en la presentación del Premio, en el Café Gijón de Madrid, puso de manifiesto sus raíces manchegas y que tenían que ver con sus creaciones. Al mismo tiempo, señaló que pensaba que las películas de Almodóvar más potentes tenían que ver, claramente, con esas raíces pero que el director de cine las había perdido. Vida y literatura se entremezclan, pues, en esta novela. Sin embargo, esta novela se desarrolla principalmente entre Madrid y Sigüenza. El tema arranca con un grupo teatral universitario que decide montar “La Celestina” en un espacio teatral. “El teatro se convierte en vida y la vida constantemente está formando escenas teatrales”, señaló Mercedes Monmany en una estupenda disección analítica de la novela. El autor aclaró que “el ritmo de las investigaciones no se sigue en primer término, permanece tras el telón, de modo que no se trata de una novela policíaca convencional”. Y es que a pesar de ubicarse como “thriller” teatral dentro de un ámbito académico, esta novela no cumple los hábitos del género aunque cumple con dos requisitos esenciales al haber dos muertos y una investigación llevada por el comisario Tena, quién es el personaje central de la obra y que está por cierto muy logrado. De tal manera que esta novela nos atrapa desde el primer momento y nos mete en su intriga.

Andrés Barba, República luminosa, Anagrama, Barcelona, 2017.

Esta novela de Andrés Barba (Madrid, 1975) ha sido la ganadora del 35º Premio Herralde de Novela. Este autor se había dado a conocer en 2001 con “La hermana de Katia” (finalista del premio Herralde y llevada a la gran pantalla por Mijke de Jong). La editorial Anagrama también ha publicado dos excelentes libros de “nouvelles”: “La recta intención” y “Ha dejado de llover” (Premio Nord-Sud), y cinco novelas más, que le confirmaron como uno de los escritores más importantes de su generación en España (a saber, “Ahora tocad música de baile”, “Versiones de Teresa” (Premio Torrente Ballester), “Las manos pequeñas”, “Agosto, octubre” y “En presencia de un payaso”. Esta última novela ya tuvo bastante buena recepción crítica. También es el autor de “Muerte de un caballo” (Premio Juan March), de los ensayos “Caminar en un mundo de espejos”, “La ceremonia del porno” (escrito junto a Javier Montes y ganador del Premio Anagrama de Ensayo) y “La risa caníbal”. También es autor del libro de poemas “Crónica natural” y, en colaboración con el pintor Pablo Angulo, “Libro de las caídas” y “Lista de desaparecidos”. Como traductor ha publicado versiones de autores como H. Melville, Henri James, Joseph Conrad y Thomas de Quincey, entre otros. Barba fue elegido por la revista “Granta” como uno de los mejores narradores jóvenes españoles. Su obra ha sido traducida a 17 idiomas por algunas de las editoriales más prestigiosas del mundo. Por último, hay que decir que esta última novela, en la que el autor da un importante salto respecto a sus libros anteriores, ha tenido un reconocimiento muy unánime de la crítica española.

En esta obra, narrada en primera persona, un joven funcionario de Asuntos Sociales de Estepa, al que acaban de ascender, llega a la ciudad de San Cristóbal. Dos años antes había desarrollado en Estepí un programa de de integración de comunidades indígenas que consistía en favorecer que los indígenas tuvieran la exclusividad en el cultivo de ciertos productos, en este caso naranjas, para abastecer a casi 5000 personas. Tan exitoso había sido aquel programa que le ofrecieron reproducirlo en la comunidad ñee de 3000 habitantes de San Cristóbal. Para ello, el 13 de abril de 1993, el protagonista llega a esa ciudad, que se halla en una selva subtropical, con su mujer Maia y la hija de esta (“la niña”). Nunca había visto una tierra de un rojo tan brillante ni un río de un color tan marrón como el Eré: “Tras el color verde de la selva, tras el color marrón del río, tras el color rojo de la tierra, está siempre la sangre, una sangre que se desliza y completa las cosas” (página 18). Tras esta contundente y precisa descripción de esa atmósfera, la de ese marco territorial en el que se sitúa esa ciudad provinciana de 200.000 habitantes, asoma una premonición de tragedia. Veintidós años después el narrador rememora y analiza los hechos ocurridos en ese momento tratando de hallarles una explicación. Los sucesos desencadenados a partir de la aparición de unos niños “violentos”, de procedencia desconocida y cuya presencia había alterado por completo la vida de la ciudad. ¿De dónde salieron los niños? ¿Por qué tenían todos entre nueve y trece años? El caso es que rompieron la vida reglada de los habitantes de la ciudad: “Si hay algo que caracteriza a las ciudades pequeñas es que se parecen como chinches: unas junto a otras reproducen los mismos mecanismos de perpetuación en el poder, los mismos circuitos de legitimación y amiguismo, las mismas dinámicas” (página 22). Una violenta historia, lúcida y al tiempo trágica, es la que narra, con un desarrollo que te va atrapando hasta el final porque está muy bien dosificado, esta novela que logra, además, hacer reflexionar al lector. Con una enorme capacidad de síntesis, Barba construye un sugestivo escenario físico y social con un lenguaje intenso y muy depurado.


ARTE: EXPOSICIONES

En la Fundación Mapfre se han podido ver dos importantes exposiciones. En la SALA RECOLETOS se exhibe hasta el 6 de mayo más de 200 obras de la muy recomendable exposición Derain/Balthus/Giacometti. Una amistad entre artistas. Esta exposición explora por primera vez la relación personal entre tres grandes artistas del siglo XX: André Derain (1880-1954), Balthus (1908-2001), y Alberto Giacometti (1901-1966). En ella se intenta analizar esta relación para poder sacar otra lectura sobre la historia del arte, su evolución y modernidad y ver cómo ésta no sigue una línea continua sino que tiene ramificaciones y momentos de ruptura. Concretamente, la fuerte influencia que Derain, el mayor de los tres, ejerció sobre los otros dos, pero esa influencia no suscitó un lenguaje común ya que cada uno posee un estilo propio, aunque en sus obras sí encontramos un complejo cruce de problemas, un permanente diálogo. Los tres comparten el amor por el arte del pasado, que combinan con el mundo moderno en el que viven, al tiempo que tratan de prestar atención a esa realidad maravillosa y desconocida que tienen ante sí. En esta muestra concebida por el Musée d'Art Moderne de la Ville de París y coproducida por Mapfre, concretamente se señala ese papel del segundo Derain, el que dejó atrás su revolución cromática juvenil para replantearse los códigos de la tradición figurativa. Así también abrió puertas al campo a otros artistas empezando por sus amigos que aquí se estudian también. A lo largo de la exposición se ofrece, como puerta de acceso a la modernidad, otra vía alternativa a la abstracción, como es la desarrollada por estos tres artistas a los que luego siguieron otros. Merece la pena detenerse en las obras para lograr entender y penetrar las distintas capas significativas que aquí se solapan.

En la Sala Bárbara de Braganza de Fotografía se muestra hasta el 20 de mayo un original montaje de una extensa retrospectiva del fotógrafo holandés Ed van der Elsken (Ámsterdam, 1925-Edam, 1990). Una figura única en la fotografía y el cine documental de los Paises Bajos, cuyo trabajo experimental, expresivo y socialmente comprometido, logra captar el estado de ánimo de las cuatro décadas posteriores a la Segunda Guerra mundial. Al tiempo una figura original al mostrar su interés por la cultura juvenil, una temática que aún no había atraído el interés de la fotografía. Esta exposición ofrece una nueva reflexión sobre su trabajo y por ello muestra sus diferentes facetas como fotógrafo, cineasta y autor de libros. Además de una amplia selección de sus fotografías, la muestra incluye maquetas de sus publicaciones, hojas de contacto y bocetos que permiten comprender mejor su método de trabajo. Asimismo, los fragmentos seleccionados de sus películas y las presentaciones de diapositivas, en blanco y negro o en color, como es el caso de “Eye Love You” y “Tokio Simphony”, entre otras, ponen de relieve su labor como cineasta y permiten entender la estrecha relación que en la obra de Elsken existe entre la práctica cinematográfica y la fotografía. En la cultura visual contemporánea del selfie y la mezcla de disciplinas, su trabajo sigue gozando de una actualidad innegable. Fue un fotógrafo que desarrolló buena parte de su trabajo en las calles de distintas ciudades de todo el mundo desde su ciudad natal hasta París, Hong Kong o Tokio, buscando lo que él llamaba “su” gente, gentes auténticas y genuinas con las que en muchos casos se identificaba. La modernidad y la autenticidad visual de sus imágenes están en consonancia con su espíritu aventurero y, a la vez, con el estilo de vida inconformista de las personas cuya vida cotidiana compartía.

En el Museo Reina Sofía se puede ve hasta el 7 de mayo una importante exposición, Pessoa. Todo arte es una forma de literatura, que pretende descubrir al público la vigorosa, pero escasamente conocida, “escena vanguardista portuguesa” que se desarrolló en la primera mitad del siglo XX y en la que el poeta Fernando Pessoa (1888-1935)- hilo argumental de la muestra- intervino activamente a través de sus escritos y de sus versátiles propuestas artísticas. En esta amplia muestra se han reunido más de 160 obras de arte (pintura, dibujos y fotografía) de unos 20 artistas como José de Almada Negreiros, Amadeo de Souza- Cardoso, Eduardo Viana, Sarah Affonso, Júlio o Sonia y Robert Delaunay, por citar algunos, así como abundante documentación original (manifiestos, libros y revistas, correspondencia, etc), todo ello procedente de diversas colecciones privadas e instituciones como la Fundación Calouste Gulbenkian- que presta 56 obras-, la Biblioteca Nacional de Portugal o el Centro Georges Pompidou, entre otras. Con este amplio conjunto de obras la exposición narra cómo Pessoa y los artistas visuales coterráneos de aquella época, al contrario de lo que ocurrió en otros contextos periféricos, nunca fueron miméticos seguidores de las innovaciones surgidas en los centros neurálgicos como París, capital de los nuevos lenguajes artísticos desde el siglo XIX. Movimientos por entonces de referencia en Europa como el futurismo, el cubismo o el orfismo fueron analizados con interés tanto por Pessoa como por los más destacados artistas del momento en Portugal, si bien todos ellos buscaron una senda propia sin adherirse a ninguna de las corrientes predominantes.

Así, numerosas obras que pueden contemplarse en las salas reflejan un gusto por lo popular y por la idiosincrasia portuguesa que está presente tanto en el trabajo de aquellos artistas lusos que viajaron a parís, introduciendo a su vuelta las nuevas corrientes, como en los artistas extranjeros que decidieron pasar una temporada en el país (como el matrimonio Delaunay). En el caso concreto de Pessoa, esta especificad lusa le llevó incluso a crear y contraponer de forma sucesiva sus propias corrientes dentro de de la teoría poética, a la que denominó paulismo, interseccionismo y sensacionismo. Estos tres ismos, que vertebran el recorrido visual de la exposición, no solo aglutinaron su producción textual y la de otros poetas de vanguardia, sino también obras plásticas y escénicas que a menudo incorporó en sus iniciativas. Por esto, la muestra también presta especial atención a las revistas en las que escribió Pessoa, como “A Águia”, “Orpheu”, “K4 Quadrado Azul”, “Portugal Futurista” o “Presença”, y que actuaron como caja de resonancia de estas ideas de vanguardia, ejerciendo una gran influencia en la intelectualidad portuguesa de la primera mitad del siglo XX. Esta exposición se centra, pues, en esta particular escena para analizar la riqueza y peculiaridad de una de las etapas más relevantes de la historia del arte reciente de Portugal y sus intersecciones en el panorama internacional. Desde su entrada está presidida por un gran retrato de Pessoa realizado por José de Almada Negreiros en 1964 y arranca con un espacio dedicado al pensamiento y figura del poeta en su calidad de motor intelectual de la época. Pessoa y sus famosos heterónimos (autores ficticios creados por él como Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Bernardo Soares, etc.).

En la Sala de Arte Santander, en Boadilla del Monte (Madrid), se puede ver hasta el 10 de junio la importante exposición Visiones de la tierra/ El mundo planeado. Colección Luís Paulo Montenegro, que se exhibirá por primera vez mundialmente en esta Sala. Esta enorme muestra reúne 217 obras de 106 artistas modernos y contemporáneos que dan a conocer una visión de la historia del arte brasileño. Forma parte del proyecto expositivo que Fundación Banco de Santander inició en 2010 consistente en mostrar grandes colecciones internacionales de arte contemporáneo coincidentes con la Feria de Arte, Arco, que se celebra en Madrid por estas fechas. La de este año es la primera exposición pública de la colección que el brasileño Luis Paulo Montenegro ha reunido durante los últimos 20 años. Hoy en día, cuenta con una de las colecciones más importantes de arte moderno y contemporáneo de Brasil. El título de esta muestra se refiere a los dos principales núcleos de obras de la Colección: “Visiones de la tierra” alude a las obras del modernismo brasileño e iberoamericano que Montenegro adquirió en un primer momento, y el mundo planeado” hace referencia a una serie de obras de las vanguardias neoconstructivistas brasileñas que se desdobla en un interés por el constructivismo a escala global. Estas dos tendencias conviven de manera armónica en esta exposición que acoge 217 obras de pintura, escultura y un video. Rodrigo Moura, comisario de la muestra, ha articulado la muestra en diez secciones- “Opinión”, “Modernismos”, “Indigenismos”, “Otros constructivistas”, “Paulistas y cariocas”, Precedentes y paralelismos”, “Formalismos”, “Contra-soportes”, “Experimental”, y “Contemporáneo”-, aunque advierte que el carácter abierto y vivo de la colección permite que sus relatos puedan ser siempre repensados.

El montaje de esta muestra ha sido pensado para aprovechar el sistema de paneles móviles de la Sala de Arte Santander creando en palabras del comisario, Rodrigo Moura, “segmentos que se interrelacionan y crean paralelismos con la manera en que Luis Paulo Montenegro organiza su colección en su residencia, sobre dos grandes paredes donde las vertientes modernistas y concretas se dividen pero están siempre una frente a la otra”. Por su parte, Montenegro, propietario de la Colección, explica que nunca antes había pensado en mostrar su colección, y menos que hubiera alguien interesado en ello, de modo que, por estar en su propio hogar esta muestra constituye una oportunidad única, y añade que “con la realización de esta exposición y la edición del catálogo no solo se celebra el arte sino que celebramos también la vida y todo lo que ésta tiene de bueno”. Define su instinto de coleccionista como “una mirada en plena transformación”. Montenegro, que es uno de los grandes empresarios de su país, comenzó interesándose por el modernismo brasileño, luego por el arte latinoamericano y el concretismo brasileño e internacional y, finalmente, por el arte contemporáneo. El arte brasileño es el núcleo de la exposición, no solo porque es el gran protagonista de la colección, sino también porque también ofrece los procesos históricos y los conceptos empleados para contar su historia. De entre los 106 artistas seleccionados destacan importantes nombres del arte brasileño como Alfredo Volpi, Lygia Clark, Lygia Pape, Wifredo Lam, Helio Oitiicica, Cildo Meireles; Ernesto Neto; pero también renombrados artistas internacionales como Alexander Calder, Andy Warhol, Willem de Kooning, Giacometti, Boetti; Torres García, entre otros. Su labor como coleccionista ha sido, por último, premiada este año por ARCO.

En la Sala Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid se ha presentado hasta el 29 de abril una exposición antológica sobre el fotógrafo Gabriel Cualladó, Cualladó esencial. Gabriel Cualladó. Fotógrafo (1925-2003). Está comisariada por Antonio Tabernero, quién entró muy joven en la Real Sociedad Fotográfica madrileña y conoció muy de cerca la persona y la obra fotográfica del maestro, y es desde luego un verdadero y auténtico homenaje a uno de los maestros de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX. Esta exposición está organizada junto a la Fundació Catalunya La Pedrera. Curiosamente, Cualladó, a pesar de desarrollar una de las producciones fotográficas más singulares de la fotografía, siempre se consideró un fotógrafo “amateur” y eso es lo que se reflejaba en su tarjeta. Una humildad de entrada que chocaba con la gran dimensión poética de su obra y la enorme libertad de expresión que la presidía; o que iba pareja con la natural sencillez con la que abordó su interpretación del mundo desde su formación autodidacta. Su aparente mirada realista escondía un alto vuelo poético-simbólico que reflejaba muy bien la época que le tocó vivir y de cuyos intensos latidos se hizo eco. “Cualladó demuestra cómo la fotografía sencilla y directa puede conformar un discurso estético lleno de delicadeza, configurando una aportación esencial a la historia de la fotografía en España”, señaló, en la presentación de la exposición, el actual consejero de Cultura, Turismo y Deportes, Jaime de los Santos. ¡Por fin podemos disfrutar de los textos de un, atípicamente culto, Consejero de Cultura!

Esta muestra es una importante revisión de la obra de uno de los grandes maestros de la fotografía española, y recorre, a lo largo de más de 140 obras, la trayectoria artística del fotógrafo, con especial hincapié en las décadas de los 50, 60 y 70.En esta muestra yo recomendaría empezar el recorrido expositivo por el interesante video que se halla en la parte alta de la Sala ya que nos puede dar muchas pistas a la hora de profundizar mejor en las obras de las otras salas. Además de gozar de ese poético espacio, muy acorde con esta poética muestra, muestra fotográfica de un fotógrafo poeta, escucharemos puntos de vista sobre el fotógrafo y su obra que nos ayudarán a contextualizar mejor su trabajo.

Un trabajo que cuenta con préstamos de importantes colecciones como el Museo Nacional Reina Sofía, el Museo Nacional Thyssen- Bornemisza o el Institut Valenciá d´Art Modern, así como de la colección de la familia Cualladó, a quién el consejero ha querido agradecer de manera especial su generosa participación. No hay que olvidar a lo largo del recorrido de la exposición que su época de mayor actividad fueron las décadas de los 50 a los 70, unos años que se reflejan en la muestra a partir de sus series fotográficas realizadas principalmente en Madrid, París y Asturias. En estas imágenes, Cualladó no busca temas ni personas relevantes, sino que ofreciendo su mirada más humanista, retrata escenas sencillas, desprovistas de artificios, para captar los instantes de su vida cotidiana. Así por estas fotos transitan familiares, amigos y personajes anónimos que conforman un mosaico cercano e intimista que nos lleva del Rastro madrileño a las calles parisinas. Al final, la pequeña serie de polaroids.


CINE: PELÍCULAS

Una de las películas más interesantes de la cartelera madrileña de este invierno ha sido The Florida Proyect, la sexta película de Sean Baker (Nueva Jersey, 1971), uno de los directores que más indaga en el mundo de la marginalidad, en este caso en el lado oscuro de Disney. La pobreza que rodea Disney World, la gran productora de sueños infantiles que esconde a su sombra, paradójicamente, cochambrosos hoteles baratos habitados por un lumpen abocado a la prostitución, a las drogas y alrededor de los cuales circulan pederastas. Retrata así una zona de Miami en la que pocas veces se han metido las cámaras de cine. O como dijo el director en una entrevista: “EE UU festeja la riqueza y esconde a los sin hogar”. El director reconocía al tiempo la puerta (“la puerta que ha abierto para el cine indie… y más si va de pobres en Florida”) que había abierto la película de Barry Jenkins ganadora del año pasado, Moonlight que ya se había atrevido a indagar en ese mundo. “Ambos somos muy respetuosos con los niños y yo, además, he apostado por poner la cámara a la altura de sus ojos. Ellos son mis protagonistas”, aclara. Necesita contar historias de gente que ama: “No estoy interesado en contar historias de gente que no ame de alguna manera”, señala. Un neorrealismo para estos tiempos del capitalismo tardío que ha generado vertederos y cloacas a lo ancho del mundo. En ese sentido, hay que destacar el trabajo del director de fotografía Alexis Zabé que logra ver belleza en medio de la miseria. Por su parte, Baker es uno de los cineastas auténticos en su reivindicación de la marginalidad ya que, sin hacer juicios morales, simplemente registra hechos sin buscar un eje narrativo. Pero, a pesar de ello, logra darle un sen verdadero sentido a la historia y mantener una mirada inocente a la hora de adentrarse en el mundo de la infancia.

En esta película hay un guiño a su anterior película Tangerine (2015) porque una secuencia se rodó con un iPhone (en aquella con tres). Baker se adentra en la crítica social y reconoce que se siente heredero del Neorrealismo italiano y del cine social británico de Ken Loach: “En EE UU hay una enorme división de clases”. Para mostrarla recurre a una historia de críos: “siempre supe que sería una historia de críos, ya que la infancia es universal. Los niños solo quieren ser niños y por ello juegan, imaginan”. Cuenta la vida de Moonee, una niña de seis años muy mal criada por la pasota de su madre Halley, personajes que a muchos espectadores les pueden resultar chirriantes. Pero que las magníficas no-actrices Brooklynn Prince (la niña) y Brian Vinaite (la madre) consiguen hacernos amables y creíbles a pesar de todos los pesares por su absoluta naturalidad interpretativa. Y no digamos la excelente interpretación del siempre villano Willem Dafoe como regente del motel y ángel de la guarda de estas crías y de sus madres a las que trata de ayudar en sus momentos de apuro que son continuos. La Academia de Hollywood, sin embargo, nominándole al Oscar, solo ha sido capaz de considerar digna de premio la interpretación de Dafoe como encargado del hotel Magic Castle, que es el hospedaje real en el que filmó Baker, a unos dos kilómetros del parque temático. Un territorio donde también se puede apreciar la solidaridad la comprensión e incluso la tolerancia entre esos seres desahuciados por las clases opulentas que no pisan esos lugares en su vida ni los conocen ni quieren saber de ellos. Por último, quienes vayan a ver también otra importantísima película de la cartelera, Tres anuncios en las afueras, podrán tener una visión demoledora del mundo americano, de sus luces y de sus sombras, de sus contradicciones en una palabra.

Otra interesante película ha sido Loving Vincent, la primera película de la historia del cine pintada íntegramente a mano fotograma a fotograma, con más de 65.000 fotogramas animados pintados a mano por artistas de todo el mundo. En los Estudios Loving Vincent de Polonia y Grecia. O sea la primera película realizada al óleo de la historia del cine, que, dirigida por Dorota Kobiela y Hug Welchman, da vida a los cuadros de Vincent Van Gogh y nos descubre la enigmática figura del pintor holandés a través de las cartas que escribió a su hermano desde Francia reconstruyendo su vida y su misteriosa muerte en una experiencia cinematográfica sin precedentes. La película fue inicialmente rodada con actores, en sets construidos con la apariencia real de los cuadros del pintor para después ser pintada a mano en lienzos, óleo a óleo, fotograma a fotograma, por pintores profesionales de todo el mundo. El proceso de animación posterior consigue que las interpretaciones de los actores se integran perfectamente en el cuadro, obteniendo una de las películas más sorprendentes de los últimos tiempos. 31 cuadros representados parcialmente y otros 94 con un aspecto muy cercano al original son la base de esta película, la historia de la vida y la muerte de uno de los pintores más importantes de todos los tiempos. No es de extrañar que haya sido ganadora del premio de Animación del año en los European Film Awards 2017 y de 10 Premios del Público en festivales internacionales como el de Annecy, Doha o Vancouver entre otros. Se ha estrenado ya en más de treinta teritorios a nivel mundial entusiasmando a crítica y público por igual.

La película se sitúa en Francia en el verano de 1891 en que el joven Armand recibe una carta de su padre, el cartero Joseph Roulin, para entregarla en mano en París al hermano de su amigo Vincent Van Gogh. Pero en París no hay rastro de Theo, del que cuentan que murió poco tiempo después de que su hermano Vincent se quitara la vida. Una película que va a indagar, en relación a las causas verdaderas de su desaparición y su estado de ánimo en sus últimos días, sobre todo en la misteriosa muerte del gran pintor, una figura trágica por excelencia. A pesar de que desarrolla una especulación sobre esos últimos días no es una película policíaca. Las pesquisas que lleva a cabo el sobrino de Roulin son una excusa para mostrarnos a los personajes que le rodearon y reproducir algunos de los paisajes e interiores que se nos aparecen como en un sueño que habíamos visto un montón de veces en sus cuadros. Una historia de cuadros vivientes con un estupendo fondo musical. Estamos, pues, ante una película visualmente fascinante y repleta de hallazgos plásticos que nos dejan deslumbrados como magnífica traducción plástica de la obra del genial pintor. Ante una brillante película de gran originalidad formal en la que la trama queda en un segundo lugar. En ella prima la emocionada admiración hacia la controvertida personalidad del incomprendido pintor, todo un universo Van Gogh, que teje su obra en la órbita postimpresionista. Es cierto que a algunos les puede cansar tanto movimiento de cámara pero no debemos desperdiciar esta inédita experiencia que, a mi manera de ver, llega a buen puerto. Se utiliza muy bien el blanco y negro pictórico para subrayar los flashbacks. La transformación de unas imágenes en otras está también muy lograda ¡Enhorabuena a estos debutantes!

Otra interesante película en la cartelera madrileña es la última del octogenario director Ridley Scott, Todo el dinero del mundo, una detallada disección sobre el capitalismo más salvaje a partir de la conocida figura del millonario petrolero John Paul Getty. Este hombre se hizo rico a partir, curiosamente, del petróleo que halló y explotó en los terrenos de los árabes El desarrollo de la película tiene la forma de un thriller, basado en un hecho real, que recrea el secuestro en 1973 de su nieto de 16 años, John Paul Getty III, en Roma, por parte de la mafia calabresa, la ´Ndrangheta. El magnate se negó en redondo a pagar el rescate de 17 millones de dólares que le pedían los secuestradores, en un despliegue público e internacional de tacañería o/y también de férreas convicciones. Posiblemente estemos ante la mejor película del “joven” y ya experimentado director desde Thelma y Louise. También un hombre comprometido con su época y sus problemas, tanto que incluso prescindió, moralmente, del actor Kevin Spacey al ser acusado en plena tormenta del movimiento feminista. En esta película-ensayo se ha adentrado en el intrincado mundo capitalista para mostrarnos sus codiciosas entrañas que son las mismas que las del avaro y perverso personaje principal, considerado en su momento el hombre más rico del mundo. Un tipo cínico dotado de gran capacidad de trabajo, además de pocos escrúpulos, al que le sobran la solidaridad desde luego, y también la familia, el amor y la amistad. Su ego lo abarca todo y tiene el poder de comprarlo todo. Ese es el tema clave: el poder del dinero.

El formato de thriller, estructurado como un verdadero reportaje periodístico, funciona muy bien en esta película ya que está muy bien dosificada la acción del desarrollo del secuestro y sus diferidas vías de solución. Las interpretaciones también son ejemplares tanto la del protagonista como la de la luchadora madre del muchacho, Gail Harris, interpretada por Michelle Williams. O las otras figuras de Fletcher Chase interpretado por Mark Wahlberg y la de John Paul Getty III interpretado por Charlie Plummer. No sabemos desde luego cómo sería la actuación de Spacey pero la verdad es que el enorme Christopher Plummer, quién podría conseguir su segundo Oscar, ha bordado el personaje. Hay que señalar que Plumier, tuvo que volver a rodar las escenas que había hecho Kevin Spacey. Así ha logra mostrarnos a fondo todos sus facetas, tanto su debilidad humana que le hace sentirse a veces triste e incomprendido como su refinada maldad que le lleva a ser despiadado con todos los que no entran en sus planes ¡El dinero lo puede comprar todo desde el arte hasta las personas! Incluso escribió un libro “Cómo ser rico” donde explicaba las claves para ser asquerosamente millonario. No para hacerse rico sino para serlo porque “cualquier idiota puede hacerse rico, el truco está en cómo mantenerse”. Un tema al que Scott sabe darle tales vueltas, graduando muy bien la tensión y manteniendo el suspense, que es capaz de atraparnos, a pesar de saber el final, en sus seductoras redes del principio al final de la película. Cuando la película termina se queda uno asombrado de la maestría de un director que no hace concesiones e incluso con su real corte de oreja provoca algún mareo en la sala

Otra película importante en la cartelera madrileña es la del director argentino Samuel Maoz, Foxtrot, un verdadero ejercicio de virtuosismo narrativo que puede alejar a aquellos espectadores que buscan narraciones lineales. Su anterior película, su ópera prima, Líbano, ya había sido ganadora del León de Oro en Venecia en 2009 como mejor película ¡Con un tanque como único escenario! ¡Y ha tardado ocho años en realizar su segunda película! Estamos, pues, ante un realizador que tiene mucho que contar, incluso recibiendo críticas en su país, Israel, de la ministra de Cultura que ha dicho que este filme debilita la moral del ejército. El cineasta ha utilizado parte de sus propias experiencias en el ejército, cuando participó en la Primera Guerra del Líbano como artillero en uno de los primeros tanques israelíes que entraron en ese país. En esta película “he buscado una historia que trasmitiera un mensaje local y, a la vez universal”, explica el director. Estamos ante “una narración sobre dos generaciones: la segunda que sobrevivió al Holocausto y la que le siguió. Cada una de ellas sufrió un trauma durante su servicio militar”. Su película, que ganó el Gran Premio del Jurado, León de Plata, en la 74 Edición del Festival de Venecia, optó, sin lograrla, a la nominación al Oscar representando a Israel. (la película, que había obtenido ocho premios de la academia de cine israelí, había sido prenominada al Oscar como Mejor Película de Habla No Inglesa). Se puede ver como un alegato antibelicista en un medio tan belicista como es el que rodea al ejército israelí. No es nada usual ver esa capacidad autocrítica de un israelí hacia Israel y su ejército. Además, el guión es consistente aunque parezca deslabazado. Los planos son deslumbrantes. Y las interpretaciones excelentes.

Foxtrot es un baile en el que des el paso que des, siempre acabas donde empezaste”, señala el protagonista de este drama titulado igual que el popular baile de salón. En ese sentido, señala su director, “la película es una narración que intenta reconstruir ese difuso concepto llamado destino a través de una historia de un padre y un hijo. He querido abordar en ella la brecha que existe entre las cosas que podemos dominar y aquellas que se escapan a nuestro control”. Para ello, Maoz, que describió la película como “un puzzle filosófico”, ha dividido la acción en tres episodios: la primera secuencia sería shock y sacudida, la segunda sería la de hipnosis y la tercera debería ser la del movimiento. En el primero de los actos, un matrimonio israelí poco convencional, interpretado por Lior Ashkenazi y Sara Adler, recibe la noticia de que su hijo (Yonaton Shiray) ha fallecido en el remoto control de carreteras en el que cumplía su servicio militar. Vemos sobre todo el sufrimiento del padre ya que la madre ha sido sedada por los militares que han acudido en ayuda y control de la familia. El segundo acto se ambienta en un indefinido punto fronterizo bastante kafkiano en su arbitrariedad de control de palestinos donde un destacamento, donde está su hijo, lleva a cabo controles rutinarios en una carretera por donde apenas pasan coches. El tercer acto nos devuelve al hogar familiar para seguir mostrando el dolor. Para finalizar con un epílogo en el que el espectador va a descubrir cómo han cerrado el duelo los padres. “Foxtrot” cambia, pues, de punto de vista en cada uno de los fragmentos que la componen como si estuviésemos viendo películas independientes. Para volver al punto de partida como los pasos de baile que bailan los soldados en la frontera. Maoz nos muestra las situaciones extremas que sufren sus personajes cuyas convicciones personales chocan con las normas y obligaciones establecidas en su Estado. Hay que valorar sobre todo en esta película el arriesgado ejercicio, tanto político-narrativo como formal a la hora de plantear un problema de la vida real en Israel.


TEATRO: OBRAS

En el Teatro de la Abadía, después del paso por esta sala de la mítica compañía Odín, se ha representado, hasta el 4 de marzo, Unamuno: venceréis pero no convenceréis, una obra a partir de textos de Miguel de Unamuno, que bajo la dirección de Carl Fillion y José Luis Gómez, ha interpretado José Luis Gómez. Para ello se han basado sobre todo en la poesía y en todos los textos de Unamuno a partir de los cuales tratan de darnos una visión humanista del personaje en el contexto de la Guerra incivil española; y de reflejar el sufrimiento de un pueblo atrapado en una espiral de furor y de odio. Desde el punto de vista de un actor contemporáneo, un punto de vista del Otro, que quiere o pretende guardar vivas las palabras del filósofo mediante la representación. Gómez confiesa que leyó a Unamunno intensamente entre el año 1957 y 1958 pero tras su trastierro voluntario, a su vuelta a España en el 70, tuvo la necesidad de poner en escena “La velada de Benicarló”, en cuyo programa ya incluyó el largo extracto de una carta de Unamuno a su amigo Quintín de Torre en la que daba cuenta del terror que asolaba a España. Una inmersión conmovida en la desgarrada memoria histórica de España que le llevó a poner en escena en el 88 “Azaña, una pasión española” y, más tarde, en el 2002, movido por el mismo impulso, a Cernuda, “Memoria de un olvido”. Ha sido ahora todo el lío del “procés” lo que le ha llevado a remover de nuevo la amnesia con esta obra. De todas formas, Gómez ya había hecho de Unamuno en la película de Manuel Menchón.

No es fácil para un actor, aunque sea uno de la talla de José Luis Gómez, primero entrar en una obra sin base dramática, y segundo, meterse en un personaje tan poliédrico como don Miguel de Unamuno. Un personaje tan contradictorio al que sus incluso continuas contradicciones llegaron a nublar su lucidez. Como se sabe, apoyó el sangriento Alzamiento Nacional convencido de que la Nueva España sería mejor que el bolchevismo Hay que señalar que detestaba a don Manuel Azaña, cuyo discurso se puede sintetizar en sus palabra de “Paz, piedad perdón”. Por eso, creo que Gómez ha elegido bien el contraste de los dos personajes (va a volver a representar a “Azaña” a partir del 8 de marzo y espero que “Unamuno” vuelva pronto). Pienso que es importante ver las dos representaciones, la de Azaña y la de Unamuno, porque así se podrá alcanzar una visión más amplia y profunda de ese negro periodo de la historia de España. La portada del programa de mano ya nos introduce en la negrura profunda de la Plaza Mayor de Salamanca en el aciago año de 1936. En la oscura Sala se lleva a cabo una ceremonia acorde con tal lugar, a través de una bella y moderna puesta en escena metateatral (“teatro dentro del teatro”). Una verdadera proeza dramática, gracias a las nuevas tecnologías, de juego de espejos entre actor y personaje. Los hologramas no son, sin embargo, necesarios. Además de la escena del Paraninfo, se recrean otros momentos de la vida de este heterodoxo imbuido de un sentimiento trágico de la vida pero con escasa visión política. Paradojas de la vida, para que no lo lincharan los fanáticos de Millán Astray, tuvo que salir amparado por el brazo de Carmen Polo y sufrir la humillación de que Franco recuperase su famosa frase de “salvar a la civilización occidental cristiana” ¡Qué maravilla escuchar las precisas palabras del gran actor!

En el Teatro Tribueñe se puede ver un gran espectáculo, Canela, que sería una pena que pasase desapercibido para el gran público madrileño. Este espectáculo es “Idea, dirección, libro, escenografía y vestuario” del genial Hugo de la Pica ya conocido y reconocido en el mundo teatral por anteriores trabajos suyos. Antes de nada, quiero recomendar la lectura del programa de mano antes de empezar el espectáculo para alcanzar una idea cabal de las pretensiones del que ha parido este monumento. Porque De la Pica lleva a cabo un auténtico y muy meritorio ejercicio de investigación para que el pueblo español no pierda sus rastros (“es una revista que da paso y mano a una generación que se permitió soñar y aún lo está purgando. Un nuevo sueño para redimir a nuestros muertos”, señala el programa de mano). Con este trabajo, se intenta, frente a la ignorancia voluntaria, preservar nuestro acervo cultural respetando las manifestaciones artísticas del pasado para poder “construir un discurso vigoroso con un cariño que pone en su sitio a modernidades insustanciales. Las raíces son estructurales y no se pueden teñir de ideología visceral”, aclara De la Pica. Por todo lo anterior, quiere que en esta revista, con temas y esquemas característicos del teatro musical español y con un repertorio escogido por su valor estético y sentimental, se fundan, aúnen sus fuerzas sin poner límites, la canción y lo flamenco. Estamos ante un espectáculo en el sentido más noble de la palabra: “Cuando la luz se apaga, se ilumina otra candelaria y comienza el conjuro, en su fragua, se ablandan los metales más duros de nuestra razón para penetrar en el subconsciente”.

El investigador, que ha asimilado bien la tradición, ha recogido más de treinta canciones del repertorio popular, con un pregón antiguo, entreverados con recitados, danzas y estampas teatrales. No hay argumento en esta representación a no ser el de las canciones agrupadas en bloques temáticos que nos dan cuenta de la gran riqueza musical y sentimental de lo vernáculo. Sobre todo lo que se muestra con este despliegue es el pasmoso dominio de tantísimos géneros que posee este demiurgo que se sitúa fuera de cualquier tendencia. Su virtuosismo en la puesta en escena es impresionante pendiente del más mínimo detalle. Todo el espectáculo rezuma poesía de tal manera que logra que las dos horas y media se pasen sin sentir. Declama sus poesías entre los números. Su estilo lo funde todo con la ayuda de una luz precisa en cada momento y de un trabajado vestuario. Sus intérpretes son mayúsculos destacando el arte de Carmen de la Pica, como siempre eje vertebral de todos los espectáculos de Hugo; y el arte de Candelaria de la Serena, jovencísima promesa, que domina el escenario. Pero también el duende de Elena Morales con gran encanto y empaque vocal; la delicadeza y la hondura del baile de Raquel Valencia ¡Qué maravilla, aunque quede un poco fuera de contexto pero a Hugo se le perdona todo, el poema “Negra sombra” de Rosalía de Castro, de Badía Bayati. La fuerza cantaora de Jesús Chozas emociona. El artista invitado, Juan Matas, bailaor del Ballet Nacional en la etapa primera de Antonio Gades, le imprime calado al espectáculo. El guitarrista acompañante es José M. Chamero y los pianistas Mikhail Studyonov y Tatiana Studyonov. ¡Qué gran arte! ¡No se la pierdan!

En el teatro Galileo se ha podido ver hasta el 4 de marzo una de las obras importantes de temporada, Una vida americana, un texto cuya autora es Lucia Carballal (1984). No deben preocuparse los que no hayan podido verla esta vez porque estoy seguro de que se va a reponer. Esta autora está considerada como uno de los talentos emergentes de la dramaturgia española que ya había estrenado “Los temporales”, texto nominado a los premios Max 2017, y a la que el Pavón Teatro Kamikaze otorgó su primera beca de dramaturgia contemporánea. Gracias a ella, Carballal ha escrito “La resistencia”, que dirigirá Israel Elekjalde la próxima temporada, junto a Antonio Rojano. Esta “falsa comedia” de ahora está producida por Lazona y está dirigida por el también autor Víctor Sánchez Rodríguez que la define como “dramedia” ya que funde el drama y la comedia. La obra funciona como una especie de “road trip”, de Tetuán de Madrid a Minnesota, un género que no suele verse por estos pagos. “Me gustaba plantear el sueño americano desde la perspectiva de una familia de Madrid. Yo recrié en el barrio de Tetuán en los 80 y la pareja de mi madre era americana, así entré en contacto con una cultura muy diferente a lo que se veía en el barrio. Supongo que algo de eso quedó en mí. Al final, siempre utilizo cosas que me han pasado para escribir”, precisa la autora. “El viaje a América de los Clarkson es el viaje a una Arcadia, al que nos pasó, al instante en que dejamos de ser aquellos que queríamos ser. Un viaje hacia la herida desde la fantasía y el humor”, profundiza en el programa de mano.

Para llevar a cabo este proyecto, que tiene el mérito de contar con una productora privada y comercial, se ha recurrido al equipo de la obra anterior incluido el director.

En primer lugar hay que señalar la potencia del texto (“un viaje hacia la herida” la de esta búsqueda de la identidad y del padre) de esta falsa comedia tan divertida como profunda lo cual no es siempre fácil de conjugar. Tampoco es fácil encontrar una naturalidad tan grande en los intérpretes, tanto en escritura como en interpretación. La autora aporta buenas razones a todas y los diálogos fluyen con soltura. Porque este inteligente discurso dramático cuyos personajes están muy bien escritos y cuyo ritmo está muy bien dosificado no tiene ninguna base arquetípica. Entre las interpretaciones habría que destacar la de la estupenda Cristina Marcos que compone el personaje de la madre y que ha recordado a algunos a la Beatriz Carvajal de sus mejores tiempos. Esther Isla, en el papel de Linda, la hija, más soñadora que la realista madre, tiene una gracia interpretativa natural. Vicky Luengo, como la contestataria y pensadora hermana pequeña Robin Rose, y en un papel “trans o queer”, se mantiene neutra en todos los sentidos. “Esa obsesión con la figura del padre..España no tiene padre..España no tiene género”, dice en un momento clave de la función. Total que Linda quiere ser americana. Levi (César Camino), el novio, es el judio errante. Robin Rose quiere volver a Tetuán, que al mismo tiempo detesta. Por último, solo queda alabar la la escenografía de Alessio Meloni y las bellas luces de Luis Perdiguero y la música de Luis Miguel Cobo.

También hasta el 4 de marzo en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español se ha presentado una obra, Juguetes rotos, de otra importante autora, Carolina Román. La autora, una argentina afincada en Madrid, que ya había demostrado su sensibilidad como dramaturga y directora con “En construcción”, que narraba las duras condiciones de dos inmigrantes porteños en nuestra ciudad; y con Adentro un duro drama familiar. La pieza de ahora, escrita y dirigida por Carolina Román, aborda a través de dos personajes la represión a los transexuales. Un drama sobre el rechazo a los diferentes. Está protagonizada por Nacho Guerreros (como Mario/Marion) y Kike Guaza (Dorin) ¿Quién soy? ¿De que género soy? ¿Qué no quiero ser? Son las preguntas que se plantean en este texto, un auténtico viaje a la represión franquista de los años sesenta y setenta que hacen dos personas que han vivido en circunstancias diversas su transexualidad. La autora debuta con este montaje en el Teatro Español: “No puedo decir que es un sueño alcanzado porque ni yo ni nadie lo soñé”. La obra, cuyo punto de partida fue un libro sobre el acoso escolar, “nace del derecho y el deber como artista de contar lo que pasa a nuestro alrededor. Quisimos ampliar la panorámica del “bullying y poner el acento en el colectivo de los transexuales, sobre el que hemos realizado una exhaustiva investigación con asociaciones y grupos LGTB”. Lo situó en el franquismo porque “quería que se viera la represión que sufrieron tantas personas en esos años por ser diferentes sexualmente, que les abocó en ocasiones al suicidio, y ver la evolución como contrapunto a la actualidad”. Señala que esos problemas aún los padecen hoy los miembros de esos colectivos. Esta obra rompe una lanza por la diferencia.

En esta obra hay que destacar en primer lugar su modestia y sabiduría en la que hay más preguntas que respuestas. La función se ancla en la Barcelona de los 60 y 70 en los barrios marginales en los que se mueven travestis y homosexuales. Resuenan muchos ecos de “Flor de Otoño” y de Rodríguez Méndez aunque sea una obra más íntima y menos politizada. Por encima de todo, brillan las interpretaciones. Nacho Guerreros, que interpreta a Mario, un funcionario de 45 años que recibe una llamada para comunicarle que su padre ha fallecido. Le hace rememorar su infancia en un pueblo de provincias donde se sentía una niña pero no estaba permitido en el mundo rural y en la España franquista. “Tenía tantas ganas de aprender, de volar, de vivir, de sentirme libre como las palomas”. Necesitó huir a Barcelona y allí el ámbito de las “varietés” supuso un soplo de aire fresco en esa sociedad opresiva. En su papel crece introspectivamente. En el escenario está acompañado del versátil Kike Guaza, conocido especialmente por la serie televisiva “La que se avecina”, que aquí hace los papeles de padre, de primo y de Dory. Los dos van dando vida a diversos personajes ficticios pero basados en relatos y experiencias de personas reales que han vivido la transexualidad. A la capacidad de dirección de actores de Román y a la estupenda labor de los intérpretes, ayuda mucho también el vestuario de Cristina Rodríguez, el espacio sonoro de Nelson Dante, la depurada iluminación de Picazo y la magnífica escenografía de palomar de Meloni. Está todo ensamblado muy bien para mostrarnos, lejos del panfleto en que podía haber caído, un retrato lleno de compasión hacia unos seres humanos reprimidos en una sociedad intolerante ¡Esperemos que esta obra tan sensible y tan emocionante regrese muy pronto a la cartelera madrileña!


MÁS QUE DANZA EN LOS TEATROS DEL CANAL

En los Teatros del Canal, como nuevo “Centro de Artes Escénicas Contemporáneas”, hemos podido asistir a todo un gran festival de danza, una auténtica explosión de creatividad proveniente de distintas partes del mundo, por el que han pasado estupendas compañías, pero siempre muy pocos días y para un escaso público Por cierto, ¿Cómo se soluciona lo del público? ¡He tenido que seleccionar espectáculos!

En enero (17 y 18) tuvimos la oportunidad de disfrutar de la potentísima danza de Marlene Monteiro Freitas, que con su pieza “Guintche” (el nombre de un pájaro de Cabo Verde) me ha dejado embobado ante su movimiento que, de la cadera a los pies, se entrega a una mecánica repetitiva del contoneo; y en su cara se puede observar una frenética sucesión de muecas, cual máscaras africanas, desligadas de cualquier emoción psicológica. ¡Asombrosa bailarina que no permite que te desenganches de su vistoso y frenético baile! Asistir a un espectáculo de Monteiro es entrar en un espacio abierto e ilimitado, donde la familiaridad y la extrañeza coexisten.

En febrero (9 y 10) también pasó por Madrid la veterana compañía Jan Lauwers/ Needcompany con una interesante pieza, “The Blind Poet”, una pieza que nació en 2015 cuando Lauwers se encontró con una mezquita encerrada dentro de una catedral y descubrió la riqueza cultural que escondía el Califato en comparación con el París de aquella época. La historia la escriben los vencedores y así se explicaba la chapuza que tenía ante sus ojos. Para reflejar todo esto en su espectáculo se fusiona el lenguaje de la danza con el teatro y las artes visuales. Con música de Seghers y diseños de Lot Lemm. Un pieza en la que participaban siete intérpretes de distintas nacionalidades y con una narración sobre todo musical que discurría a través de las vidas y los versos de Al Ma´darri (el poeta ciego) nacido en Siria en el 973, y de Wallada bint al Mustakfi, poeta cordobesa de la misma época. Una poética musical digna de encomio, hija de la impureza y el mestizaje y una reivindicación de la Europa multicultural.

También nos visitó en febrero (14 y 15) el famoso coreógrafo Jefta Van Dinther en colaboración, la tercera vez aunque vaya de gira con ellos siempre que pueda, con el Cullbergballetten (Ballet Cullberg) de Estocolmo. La pieza elegida, en la que ha puesto”la mente, el alma y las tripas”, es “Protagonist”, una gran producción escénica de 14 bailarines para la famosa Compañía Nacional de Danza de Suecia. Pide a los teatros siempre cinco semanas para trabajar porque “creamos los conceptos a partir de nuestra experiencia, nuestras sensaciones y emociones”, aclara Al coreógrafo le gusta controlar todo lo que pasa en escena y cuenta con sus colaboradores de sonido e iluminación que precisamente en esta pieza son fundamentales... En ella se pretende mostrar mediante la danza el instinto y la capacidad de resistencia frente a los roles establecidos. En general, las personas se agrupan y terminan asumiendo el papel que se les asigna. Surge así una dialéctica individuo/sociedad que se intenta reflejar en la pieza.

También esos mismos días estuvo en el Foro la ya importante Christiane Jatahy (adaptación, guión y montaje de la obra) con el trabajo “E se elas fossem para Moscou?” (una recreación escénica y cinematográfica basada en “Las tres hermanas” de Chéjov, un espectáculo de cine y de teatro que se puede ver seguido según elección de primero el teatro y luego el cine o al revés). En una parte de la obra teatral se intenta que el público participe directamente, comiendo, bebiendo y bailando, en las acciones de celebración del aniversario de una de las hermanas. Hay que recordar que Jatahy estudió en Barcelona con Sanchís Sinisterra y que con él se formó y trabajó en muchas ocasiones y de distintas formas. A ella le enseño a”advertir lo que no es evidente” y a “encontrar los huecos que son invisibles”. Para la autora de esta pieza Moscú es la utopía pero no solo es una ciudad sino también un deseo: cada personaje femenino se relaciona con un deseo. En la obra late el deseo de cambiar el mundo y Jatahy cree que en la obra resuena hoy una visión política.

En febrero también (21 y 22) pudimos ver una pieza muy curiosa, “La melancolie des dragons”, una obra de teatro experimental de Philippe Quesne quién diseñó escenarios durante diez años. De ahí que, después, ya en colaboración con la compañía Vivarium Studio, que integra a pintores con actores, bailarines y músicos, la parte plástica adquiera un gran protagonismo en esta pieza. Se recrea así un espacio entre los sueños y la materia donde todo se mezcla y se confunde. En ese territorio nevado en el que queda apresado un coche lleno de “heavys” la melancolía se convierte en un espacio de acción y en un espacio para la fantasía. Decíamos curiosa en el sentido de que es realmente curioso que en ese inhóspito lugar nevado esos heavys se dediquen a entretener a una mujer con sus propias creaciones como una máquina de humoo, o un gran hinchable o interpretando una versión del “Still loving You” de The Scorpions. En esta especie de ensoñación prima el aspecto visual que mantiene encandilado al espectador como si de un cuento de hadas se tratase.

Por último, el 25 de febrero, se pudo ver la pieza “Impulso” de la conocida Rocio Molina que cerró ese intenso mes de danza de lo más variado. Este proyecto de improvisación creado e interpretado por Molina contó con la colaboración especial de voz de la estupenda Silvia Pérez Cruz y de un nutrido grupo de músicos. Envuelto en el planteamiento artístico del ya veterano y experimentado Carlos Marquerie. Este es uno de los “Impulsos” basado en improvisaciones que comenzó en 2012 y que ha ido luego desarrollando en distintos espacios. Este último, “donde lo que ves es literalmente lo que es”, pone un fin, efímero ya que solo tiene sentido sobre la escena, en un espacio y un tiempo determinado, a una residencia de cuatro días durante este mes de febrero en Teatros del Canal a los que volverá en septiembre para mostrar el resultado de todo el proceso creativo. El compás y el texto son el impulso en el que se prescinde del flamenco como texto previo y posterior, como narración, y dotarlo de dimensiones más objetivas: distancia y serialidad.

MÚSICA: CICLOS

CICLO DE IBERMÚSICA

En este magnífico ciclo, que se puede seguir disfrutando en Madrid gracias al tesón de Alfonso Aijón y sus colaboradores, hemos podido asistir, el día 31 de enero y en su serie Barbieri, al estupendo concierto de una de las orquestas internacionales más renombradas, la London Philharmonic Orchestra. Estamos ante una gran orquesta muy elogiada tanto por su distinguida y extensa trayectoria como por su abierto espíritu vanguardista. Además de sus interpretaciones de conciertos de música clásica, graba bandas sonoras para películas y videojuegos. Su anterior visita al auditorio madrileño fue hace un año (07.03.2017), también dirigida por el ruso Vladimir Jurowski, uno de los más solicitados directores de la actualidad y valorados por su compromiso artístico y su dinamismo musical que le ha llevado a trabajar con las mejores orquestas. Por desgracia, cuando uno escucha un concierto con este nivel de calidad se da cuenta de cómo está, con maravillosas excepciones, la música en España. Por eso se agradecen las iniciativas de Ibermúsica y otros ciclos que son capaces de darnos una visión musical más amplia y de ponernos al día de lo que sucede en el mundo a nivel musical. Además, el concierto contó con un solista, Denis Kozhukhin (Nzhni Novgorod, Rusia, 1986), considerado como uno de los grandes pianistas de su generación que se presenta por primera vez en este ciclo. No siempre se presenta en el Foro la enorme oportunidad de contar con el plantel de lujo de esa noche, tan completo y de tanto nivel.

El programa, un programa desde luego muy ruso, constaba de una primera parte dedicada al misterioso Cuento de hadas, op 29 (1880) de Rimski-Korsakov (1844-1908), toda una sorpresa que logró despertar la imaginación del oyente gracias a la precisión y a la energía de sus intérpretes; y luego, el Concierto para piano y orquesta en la menor op.16 de E. Grieg (1843-1907), cuya versión del virtuoso solista y de la magnífica orquesta dirigida por su enérgico director, muy cómplice en todo momento del pianista, llegó con fuerza y claridad al público. Kozhukhin nos regaló, además, cambiando su potencia anterior a un marco sensible, una propina muy íntima de Grieg. En la segunda parte del concierto nos ofrecieron la Sinfonía núm. 6 en sí menor op. 74, más conocida como “patética”, de P.I. Chakovski (1840-1893). Como se sabe, el compositor la consideraba “sin duda la mejor de todas mis obras y sobre todo la más sincera. La amo como jamás he amado a ninguna de mis creaciones”. Un auténtico réquiem autobiográfico y muy desolador ya que Chaikovski moriría unos días después. Una gran partitura que la orquesta, bien dirigida desde el podio por su director, llevó a buen puerto a lo largo de sus cuatro movimientos, muy concentrados en el tercero y en su final, que puso de relieve el bien ganado prestigio de esta agrupación y de su batuta. Al final, el público, con sus calurosos aplausos, mostró su contento por esa noche tan maravillosa.

En este mismo ciclo, en su serie Arriaga, ha venido a Madrid, el 8 de febrero, la famosa y veterana Gürzenich Orchester de Colonia que ya hacía tiempo que no venía a la capital. Consultando el programa se puede apreciar que su última cita en Ibermúsica fue el 21.01.2002 con James Colom de titular. Estamos ante una de las orquestas de raigambre más tradicional (sus raíces se remontan al siglo XV), que goza de gran reputación en Alemania ya que ha logrado atraer a grandes directores y compositores de distintas épocas. Su director titular ahora es François-Xavier Roth (París, 1971), actualmente uno de los directores más carismáticos y emprendedores del panorama musical, quién desde 2015 ha sido Director musical de la ciudad de Colonia, tanto de esta orquesta como de la Ópera. Está llevando a cabo una programación de gran inventiva en nuevas formas y repertorios y es muy valorado en todo el mundo su compromiso con nuevos públicos y con la nueva música. Curiosamente, se presenta por primera vez en Ibermúsica y parece que también en Madrid aunque estuvo en Barcelona hace cuatro años al frente de la Sinfónica de la ciudad con el “Réquiem” de Brahms. Lo mismo que el joven talento solista, Benjamín Grosvenor, que es muy reconocido internacionalmente por sus actuaciones, y que también se ha presentado por primera vez en Ibermúsica. Da gusto ver como el impresionante ciclo de Ibermúsica trata de ampliar sus horizontes. Esa noche estuvo, pues, llena realmente de primicias, incluida la presencia en la formación del músico madrileño Guillermo Sánchez Lluch.

En la primera parte del concierto tocaron el Livre pour Cordes (1968) de Pierre Boulez (1925-2016). El director, con partitura y sin batuta, se mostró muy sutil a la hora de desarrollar minuciosamente esta pieza del compositor y supo equilibrar sus raras sonoridades ya que pasa de algunos momentos que pueden resultar chirriantes a otros momentos armoniosos. Estamos ante una potente expresión del serialismo; y luego, a continuación, tocaron el Concierto para piano y orquesta núm. 2 en Sí bemol mayor, op 19 de L. van Beethoven (1770-1827), una pieza en tres movimientos que claramente está al servicio del virtuosismo del intérprete. El director francés fue en todo momento cómplice del acompañamiento del joven pianista inglés Benjamín Grosvenor, quién, además, se entendió muy bien con la reducida orquesta con su sonido claro y nada enfático. Lo que mostró de nuevo en su propina, un conocido “coral” de Bach. En la segunda parte del concierto, con el Concierto para orquesta SZ.116 de Béla Bartók (1881-1945), es sobre todo dónde se concentró el homenaje a Javier Alfaya, un gesto de Ibermúsica agradecido por su viuda, Bárbara McShane, presente en la sala esa noche. Un espectro sonoro variado de instrumentos, no solo los clásicos, enriqueció esta pieza en sus cinco movimientos desde su introducción hasta el final. Aquí su director y su afán investigador y vanguardista tuvo un papel fundamental Y, además, finalmente, el director y la compacta formación nos regalaron una sorpresa, dedicada por Roth al auditorio en castellano, la “Danza eslava” de Dvorak. Hay que reconocer que con todos estos estupendos detalles se ganaron a un entusiasta público madrileño.

CICLO DE SCHERZO

En este ciclo se presentó en Madrid, el lunes 26 de febrero, nada menos que al genial pianista ruso Gregory Sokolov (San Petersburgo, 1950) al que el gran pianista James Rhodes considera “el pianista más grande del mundo”. Esta es su decimoctava actuación en este Ciclo de Grandes Intérpretes. La Fundación Scherzo y la revista Scherzo dedicaron este concierto a la memoria del recientemente fallecido Javier Alfaya con textos en el programa de mano de Arturo Reverter y de Santiago Martín Bermúdez. La sala como siempre en los conciertos de este pianista se mantiene en penumbra para que pueda concentrarse mejor. No necesita utilizar partitura pues ya debe saberse todo de memoria. Su técnica es endiablada y de un virtuosismo mayúsculo con una agilidad de sus dedos en los teclados que dejan al espectador sobre todo al más cercano con la boca abierta. ¡Qué soltura y qué expresividad. Quizá es un virtuoso frío que puede que no emocione a algunos pero cuyo talento musical encandila a todos. Supongo que desde los cinco años que comenzó sus estudios de música y sobre todo a los dieciséis cuando comenzó su gran carrera internacional tras ganar el Primer Premio en el Concurso Chaikovski de Moscú. Desde entonces ha trabajado con las mejores orquestas del mundo pero desde hace unos años decidió dedicarse su actividad completa a los recitales, para los que prepara un único programa por año. Todos sus conciertos son un buen ejemplo de refinamiento poético y de delicadeza en el toque.

Sokolov comenzó la primera parte de su concierto con las Sonatas de Haydn, concretamente tres hermosas “Sonatas” muy elaboradas y de gran profundidad siempre tocadas con su especial toque personal. Comenzó con la Sonata (Divertimento) nº 32 op. 53 nº 4 en Sol menor; luego, la Sonata nº 47 op. 14 nº 6 en Si menor; y por último, la Sonata nº 49 op. 30 nº 2 en Do sostenido menor. Todas fueron tocadas con maestría impecable y un virtuosismo fuera de lo común por este genial pianista de técnica sobrehumana y que busca siempre la máxima perfección en el sonido ejerciendo un control exhaustivo de la digitación. Tras el intermedio tocó los cuatro maravillosos Impromptus op. 142, D 935 de F. Schubert (1797-1828), obras de gran madurez y magnífico ejemplo del mundo poético schubertiano. Lo hizo con gran solvencia de nuevo y rozando siempre los límites de la maestría una vez más, de tal manera que uno se queda absorto en el ágil movimiento de sus dedos y completamente extasiado ante su música. Al final, Sokolov, como es habitual en sus conciertos, ofreció por la insistencia también del público entregado, seis variados bises que venían a corresponder a un tercio del programa ofrecido. Es sabida, sin embargo, la negativa del pianista a grabaciones y entrevistas. ¿Son sus propinas una compensación generosa a ello? De todas formas, ojalá que su concentración en su música, en la penumbra de la sala, le haya impedido oír las muchas y fuertes toses de bastantes irrespetuosos espectadores.

CICLO DE LA FILARMÓNICA

En este ciclo pudimos escuchar en Madrid, el día 14 de febrero, a la gran Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky, una de las formaciones musicales más antiguas de Rusia ya que se remonta a principios del siglo XVIII, que está dirigida desde 1988 por el conocido director artístico y general Valery Gergiev quién amplió su repertorio significativamente desde que presentó las óperas de Wagner. Le acompañó esa noche el Orfeo Pamplonés, una de las grandes instituciones de la vida musical española que, precisamente este año, celebra su 150 aniversario. Estamos ante uno de los grandes coros sinfónicos y uno de los más prestigiosos de la actualidad, que mantiene una estrecha relación musical con el maestro Gergiev, quién ha dirigido al coro un total de nueve ocasiones, y a quién se ha distinguido como Director de Honor. El director del Orfeón Pamplonés sigue siendo Igor Ijurra. Acompañaron el concierto la soprano rusa Anastasia Kalagina y la mezzoprano, también rusa, Yulia Matochkina. La mezzo hizo un canto concentrado e impecable en primer lugar, y luego actuó a dúo con la correcta soprano previamente, a la intervención del Orfeón. Hay que agradecer antes de nada el esfuerzo que se hace, en la primera hoja del programa de mano, por parte del equipo, con el “aviso importante” para tratar de evitar la interferencia de teléfonos móviles, de alarmas y de toses, sobre todo en un concierto tan especial como el de esa noche.

El concierto estuvo dedicado especialmente a la Sinfonía núm.2, “Resurrección” (1888-1894) de Gustav Mahler (1860-1911). Una sinfonía de gran formato que en su momento despertó encendidos elogios y también críticas feroces, incluidos insultos. Mahler fue un pionero y, al tiempo, un incomprendido, con una escritura de estilo detallista, casi camelístico. Como se sabe, sus tres primeros movimientos son instrumentales pero el cuarto incluye una cantante solista y el quinto otra cantante solista y el coro. En relación a su temática, en la composición mahleriana se plantean dos preguntas: ¿cuál es el sentido de la vida y cuál el sentido de la muerte? La obra intenta responder a estas dos cuestiones y puede que la respuesta sea la misma resurrección cristiana, que significa la inmortalidad. Mahler compuso música para los poemas que acompañan a los movimientos cuarto y quinto. En Madrid para acompañar el cuarto movimiento se cantó “Primera luz”, lied que conforma todo el movimiento, y que cantó la mezzo. En el quinto movimiento fue la oda “Resucitarás”, de F. G. Klopstock, que fue cantada por coro y soprano. En todo el concierto lo que sí se pudo comprobar esta vez desde luego fue la enorme compenetración de la formación rusa, en todas sus secciones de cuerdas, maderas, metales y percusión, y de su director en el podio. Al final, el director homenajeó especialmente a los vientos. El público, que se veía muy satisfecho, aplaudió con fuerza el desarrollo del concierto.