Desde el jueves 28 de
diciembre, alrededor de 20 ciudades iraníes han sido
escenario de manifestaciones, en la mayor ola de
protestas desde el Movimiento Verde de 2009
organizado en torno a la reforma del sistema
político islamista autoritario de Irán.
En 2009 las mayores
manifestaciones tuvieron lugar en Teherán; en
2017-2018 las manifestaciones han alcanzado todo el
país. Es una tremenda revuelta de personas durante
mucho tiempo sido aplastadas y explotadas, mientras
que un régimen corrupto se enriqueció e impulsó su
propio poder político.
Es posible que las
protestas fueran vistas inicialmente con buenos ojos
por los partidarios de la línea dura deseosos de
movilizarse contra el presidente Hassan Rouhaní, a
quien se culpa de no haber usado en beneficio de los
iraníes comunes la reducción de las sanciones
económicas internacionales contra Irán. La presión
sobre el gobierno se está intensificando ya que
Trump amenaza con no ratificar el acuerdo
nuclear
de 2015 que levantó las sanciones. Ahora bien,
las protestas están vinculadas a diversos agravios
económicos y políticos, lo que no es sorprendente en
un país donde el 80% de la economía es propiedad o
está bajo control de sectores del gobierno o del
Estado.
Las dianas de las quejas
han sido el centrista Rouhaní, el líder supremo
Ayatollah Alí Jamenei y Qasem Soleimani, al mando de
los "Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica"
y responsable de las intervenciones militares
extraterritoriales de Irán.
Los manifestantes han
pedido al gobierno iraní que preste menos atención a
sus ambiciones regionales y más preocupación por los
iraníes comunes.
Otro elemento del
contexto de estas movilizaciones es una
creciente
incidencia de huelgas en todo Irán en los
últimos 18 meses. Las huelgas y las protestas de los
trabajadores han incluido a empresas en las que los
trabajores llevan mucho tiempo organizados, como la
plantación de caña de azúcar Haft Tapeh, pero
también han participado pensionistas y, muy
importante, ha habido una protesta respaldando la
petición del pago de salarios atrasados por los
trabajadores de los pozos de petróleo y gas en el
sur de Irán. Por lo tanto, en el último período se
han desarrollado redes de trabajadores más amplias,
que exigen el pago de salarios y prestaciones
impagadas, la anulación de despidos y el derecho a
organizarse.
El desempleo rondó el
12,4% por ciento en 2017, un 1,4% más que el año
anterior. Algunos informes sobre desempleo juvenil
lo cifran en 25%, otros llegan al 40%. Cerca de 3,2
millones de iraníes están desempleados, de una
población total de 80 millones. Los estudiantes se
han unido a las protestas; su queja particular es la
falta de trabajo para los graduados. La inflación se
sitúa en el 9%. El presupuesto del gobierno del mes
pasado recortó los subsidios a los bienes básicos y
aumentó los precios de los alimentos.
Los manifestantes tienen
razones adicionales para dirigir sus protestas hacia
el gobierno y la jerarquía clerical que lo respalda.
Casi todo el crecimiento económico de Irán proviene
de la producción de petróleo y gas y todos los
ingresos van directamente a las diversas alas del
Estado. Éste no sólo usa el dinero para apoyar
guerras en el exterior sino que también lo inyecta
en fundaciones clericales. Muchas de las protestas
han consistida en ocupaciones de oficinas
gubernamentales, al parecer buscado pruebas de la
corrupción.
También hay
movilizaciones por asuntos locales. Por ejemplo en
Kermanshah, donde causo consternación la respuesta
del gobierno al reciente terremoto. También se ha
pedido la libertad de los presos políticos.
Al escribir estas líneas
ya han sido detenidos cientos de manifestantes y 21
personas han sido asesinadas a tiros por las fuerzas
del Estado. Las redes sociales se han cerrado
parcialmente. La retórica del gobierno culpando a la
"interferencia externa" de Arabia Saudita se ha
intensificado. El gobierno también usará el apoyo de
Trump a los manifestantes para impulsar y justificar
su represión. Los socialistas deben mantenerse
firmes en solidaridad con los manifestantes y toda
la clase trabajadora en Oriente Medio contra todos
los gobiernos opresores de la región y contra los
matones de gran potencia al modo de Trump al frente
de Estados Unidos.
Dado el contexto
económico, la volátil mezcla de agravios y el nivel
de participación de la clase trabajadora, estas
protestas podrían desarrollarse de manera muy
diferente a las del Movimiento Verde en 2009. Por
ahora, las protestas parecen carecer de dirigentes,
pero las demandas que se han planteado, como la
"libertad de los presos políticos, son importantes
reivindicaciones democráticas alrededor de las
cuales podría desarrollarse un movimiento político
más coherente. Tales demandas deben ser
particularmente apoyadas y difundidas por los
socialistas de todo el mundo.
¡Contra el gobierno
clerical iraní, por la democracia y los derechos de
los trabajadores!