Las
gentes del MATS
estamos en período congresual. En plenos debates que
no pretendemos sean patrimonio de nuestra militancia
y afiliación, sino de todas aquellas personas que se
quieran acercar a unpProyecto sociolaboral
transformador, asambleario y de lucha. Un proyecto
que se amplía –cada día más- del ámbito de la
sanidad al de la salud; y de éste al de otros
colectivos obreros y del conjunto de la población.
Un proyecto, aún joven,
que además de abrise a los “nuevos proletarios” del
siglo XXI (esos millones de jóvenes o no jóvenes precarias y
precarios), que venden su fuerza de trabajo para
sobrevivir como enfermeros, celadoras,
electricistas, médicas y médicos contratados; también
quiere establecer vínculos de unión con otros
colectivos como las y los teleoperadores, las
kellys, los ferroviarios, las limpiadoras, las
trabajadoras y trabajadores de cafeterías
subcontratados; etc.
Un
proyecto que tiene la ambición e ilusión de abrirnos
a ese nuevo sindicalismo que se necesita y que se
conoce como sindicalismo social; y que no es otro
que la apertura de procesos múltiples de
coordinación y construcción de un amplio tejido
social con todos aquellos colectivos y organizaciones que
luchamos por el bien público, ya sea mediante la
defensa de la salud, la educación, la vivienda o la lucha contra la
pobreza. Un proyecto que, si quiere ser
auténticamente emancipador, tiene que estar
impregnado por la lucha de las mujeres y la defensa
del medio ambiente. Así entendemos el nuevo
sindicalismo: compromiso con las clases trabajadoras
y con toda la población; rechazo de toda
subordinación a un Estado corrupto y al poder
financiero que gobierna nuestras vidas.
Pero
nuestro congreso no se celebra en cualquier
escenario político. Hemos vivido tiempos convulsos.
Desde el 15M o las Mareas, el cuestionamiento del
bipartidismo o el nacimiento del Procés en
Catalunya. Durante los últimos siete años el
carácter del conflicto ha ido mutando. Primero fue
el conflicto social que dio lugar al 15M y las
Mareas, era la lucha de una mayoría social contra
las oligarquías políticas o económicas. Después
vimos nacer un gran movimiento político que acabó en
la formación de Podemos y la apertura de grandes
ilusiones de cambio tanto en el plano político como
municipal. Finalmente, hemos visto un enfrentamiento
insólito entre amplísimos sectores de la sociedad
catalana contra un Estado dirigido por una clase
política y económica inmovilista, retrógrada y
autoritaria.
No
estamos seguros del desenlace de todos estos
procesos, pero nos inclinamos a pensar que el nuevo
Régimen (mucho más amplio y transformado que las
viejas fuerzas políticas y sociales del 78) está
ganándonos la batalla. Esa es al menos la percepción
en las calles y esa es la deriva autoritaria de un
Estado que no solo cuenta con un amplio consenso de
las clases dominantes, partidos y sindicatos
sistémicos, sino también de sectores muy amplios de
la población (arrastrados por la ola reaccionaria
que sacude a los países de nuestro entorno).
Frente
a
esta situación sectores de la “izquierda política” y
muchos activistas sociales que participaron en el
ascenso social de los años de la crisis se
encuentran en estado de shock. Algunos de éstos,
esperando las milagrosas movilizaciones sociales que
nos devuelvan el 15M o las Mareas. Otros, confiando
en que las encuestas políticas de opinión sean una
burda maniobra y no se materialice una victoria
electoral de las fuerzas sociales más reaccionarias.
No han comprendido que la solución ya no pasa por
esperar grandes movimientos de gentes, ni grandes
cambios políticos electorales -¡ójala no tarden en
llegar!-, sino en la lucha del día a día.-¿Cómo
hacerles bajar de los cielos que no supimos o no
pudimos asaltar?
¡Cavar
trincheras!
Esa es para mí la labor que está haciendo a una
pequeñísima escala el MATS. Consiste en informar,
concienciar, organizar y preparar a las trabajadoras
y trabajadores y a la población para hacer más
difícil, si no imposible, que el enemigo siga
ocupando nuestros territorios, nuestros espacios
comunes y nos siga robando derechos sociales o
libertades democráticas como lo viene haciendo.
Cavar trincheras es ir colocando nuestras líneas de
defensa. Haciendo que cada una de ellas, ya sea un
hospital o una residencia de ancianos, una
reclamación de la jornada laboral o un enésimo
esfuerzo por detener un desahucio, se convierta en
una resistencia feroz e implacable, una pelea a cara
de perro, hasta que el adversario eche marcha atrás.
Cavar trincheras es, siempre que se pueda, pasar a
la ofensiva para reclamar un centro de salud, una
boca de metro en un poblado que la necesita o la
atención inmediata a pacientes en peligro de
exclusión social.
Pero
afortunadamente no estamos solas las gentes del
MATS. Los murcianos están demostrando (alrededor de
su lucha por el soterramiento de las vías del AVE)
que su trinchera es amplia y profunda. Las mujeres
también se están movilizando contra la violencia de
género y el machismo asesino que se cobra una vida
tras otra ante la hipócrita reacción del PP. Más
aún, si descendemos a la letra pequeña de los
diarios, veremos que cada día un barrio, un pueblo,
un colectivo obrero, cava su propia trinchera y
lucha con una dignidad encomiable por lo que
verdaderamente le pertenece. Esas son las
“elecciones” que tenemos que ganar, cada día y no
solo cada cuatro años.
¡Salta
a
la vista lo que se necesita! Mantener la lucha y
unificar todas esas trincheras ya abiertas, para que
juntas puedan ser -al menos- igual de fuertes que
nuestros enemigos. Estamos muy lejos de conseguirlo
pero no existe otro camino. No es la línea de menor
resistencia, lo sabemos, pero es la única posible.
Lo demás es seguir viviendo en el pasado.