Vivimos tiempos de confusión. La acumulación de
datos contradictorios hace que todo análisis sea
complejo y condicionado.
Aumenta la desigualdad social entre las élites y las
clases trabajadoras (86 a 1 es la diferencia
salarial entre un consejero del IBEX y un trabajador
medio). Sin embargo la economía crece a un ritmo más
fuerte que en la UE, que pronostica un crecimiento
alrededor del 3%. La reforma laboral, los recortes y
la enorme destrucción de capital ha dado confianza a
los Mercados para invertir en España; ello ha ido
generando un subempleo precario, una mayor
contratación y un aumento de los beneficios de las
empresas que se verifica en el consumo. Es la
economía liberal en estado casi puro.
El gobierno de Rajoy vive una situación de
equilibrio inestable. Por un lado ha logrado sacar
adelante los presupuestos, pero sufre el mayor
descrédito por la corrupción política tras el
estallido de los últimos escándalos. Como diría
Pablo Iglesias, gobierna el PP pero su muleta son
Ciudadanos. Podríamos hablar –perfectamente- del
gobierno de la “coalición neoliberal”.
La crisis catalana está a punto de vivir un momento
decisivo tras la convocatoria el 1 de octubre del
referéndum. Se trata de un factor con enorme
potencial desestabilizador en un conflicto político
entre el Estado centralista y los nacionalistas
catalanes. El problema para estos últimos es que no
tendrán el apoyo de la Unión Europea y que, a medida
que pasa el tiempo, disminuye el apoyo social a la
independencia. Tampoco el gobierno central lo tendrá
fácil. Debe enfrentarse al mayor reto expresado en
una crisis institucional sin precedentes.
Tras su congreso, en el PSOE asistimos a un giro a
la izquierda de la mano de Pedro Sánchez. Esto
agrega mayor inestabilidad a la situación ya que
condicionará más aún al gobierno corrupto y
debilitado del PP. Sin embargo, la suma de PSOE y
Podemos no da para formar alternativa de gobierno ni
siquiera con los votos de Bildu y ERC. Hacen falta
otros socios. Los nacionalismos burgueses catalán y
vasco no están por la labor. Mucho menos los de
Ciudadanos (incompatibles con Podemos, Bildu o ERC).
En síntesis: estamos en un escenario complejo con
fuertes corrientes contrarias pero intercomunicadas
a través de vasos comunicantes. Unas y otras no
paran de soltar agua y reabsorberla, sin que se
produzca, de momento, un hecho definitivo. Pero las
crisis tienen fecha en el calendario.
En este momento no hay una alternativa de gobierno a
Rajoy. Se equivoca Pedro Sánchez volviendo a
intentar de nuevo una coalición entre PSOE, Podemos
y Ciudadanos. La verdadera coalición es la que ya
forman PP, Ciudadanos y PNV. Aquella que ha sacado
adelante los Presupuestos Generales del Estado; la
que aplica los planes de austeridad y los recortes.
La que niega voz a la ciudadanía catalana. Esta
coalición está apoyada por un crisol de grupos
sociales que van desde las élites financieras a los
sectores más conservadores de las clases medias,
pasando por los aparatos del Estado y las empresas
que controlan los medios de comunicación. Es el
bloque histórico que domina; que mantiene la
fortaleza del discurso en amplios territorios y
entre los mayores de sesenta años.
Para derrotarla no caben atajos como la propuesta de
Pedro Sánchez hacia Podemos y Ciudadanos. Un
gobierno tripartito sería contraproducente en el
terreno social y para Cataluña; desarmaría el
discurso de la izquierda y crearía un foso entre
Podemos y las clases trabajadoras. Debemos partir
desde más abajo. Es necesario articular los
movimientos de resistencia; apoyar las luchas de los
estibadores y en la negociación de los convenios;
los movimientos contra la corrupción y a favor de
los servicios públicos (sanidad y educación). Hay
que construir una alternativa pero desde abajo.
Aprendamos también de la reciente experiencia en el
Reino Unido con la campaña del Laborismo y su líder
Jeremy Corbyn. Ellos supieron enlazar con las
reivindicaciones de las clases trabajadoras y de los
más jóvenes: la nacionalización de sectores
estratégicos de la economía y de los servicios
esenciales o la supresión de las tasas
universitarias para los estudiantes. Un ejemplo de
audacia política que no se han visto en los
programas electorales de Podemos ni mucho menos del
PSOE.
Es ahí donde una izquierda política puede arrasar a
las derechas liberales. A través de unas prácticas
coherentes pero sobre todo, mediante la propuesta de
cambios políticos y sociales de fondo. Los desafíos
al menos son cuatro: vivienda, empleo, corrupción y
Cataluña. Para estos grandes problemas… soluciones.
Vivienda pública y barata para los más jóvenes.
Redistribución de la renta nacional desde las élites
económicas hacia las clases trabajadoras
asalariadas. Transparencia en la gestión pública y
democracia para que Cataluña decida. He aquí cuatro
premisas para un cambio social y político.