Trasversales
Consejo editorial de Trasversales

El mundo de Trump y Putin

Revista Trasversales número 40, febrero 2017



En el año 2016 se pusieron de manifiesto de una forma espectacular las fracturas del sistema mundial y sus tendencias más regresivas y amenazantes. Acon­tecimientos singulares como la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la emergente dictadura de Erdogan en Turquía, la caída de la ciudad siria de Alepo o el triunfo del brexit en Reino Unido, son algunos de los hechos más significativos que contribuyen a dibujar el contorno de un mundo peor, donde las posibilidades más siniestras se imponen con cierta regularidad mientras los síntomas de descomposición del orden económico, ecológico y social se agudizan.

La victoria de Trump es uno de esos acontecimientos que no se puede infravalorar. Un presidente fascista en la Casa Blanca (con todas las singularidades que queramos tomar en consideración sobre ese fascismo "a la americana") es una amenaza directa a los derechos de millones de norteamericanos, y muy específicamente a las conquistas de las mujeres, de los ciudadanos afroamericanos o las expectativas de los inmigrantes de las últimas décadas. También están en peligro las conquistas sociales que han resistido la ofensiva neoliberal de las últimas décadas. Pero, también, es un experimento para el resto del mundo sobre la combinación entre neoliberalismo nacional y extrema derecha.

Además, la sintonía entre lo que representan Trump y el presidente ruso Putin abre una etapa muy preocupante en la evolución del marco internacional. La caída de Alepo merece una consideración singular. La ofensiva militar rusa en apoyo del dictador Al Assad ha contado con el silencio cómplice de la comunidad internacional. Aunque la guerra siria aún no ha terminado, la prioridad manifiesta de Putin es la lucha contra las milicias que representan la resistencia civil contra la dictadura, milicias nacidas del impulso de la revolución democrática siria, y no contra el fascismo de Isis, lo cual refleja, claramente, su proyecto de imponer un orden autoritario en la zona. El movimiento democrático kurdo se convierte en un objetivo directo no sólo del régimen dictatorial turco de Erdogan sino también de la alianza entre Putin y los restos de la dictadura baasista.

Mientras todo esto ocurre en Siria, la izquierda europea, en crisis terminal, es incapaz tanto de alentar un movimiento de apoyo a los refugiados sirios como de asumir lo que significa la criminal ofensiva de Putin.

Stop Trump, Stop Putin

El deterioro de la Unión Europea se acelera en todos los frentes. El triunfo del brexit es una poderosa sacudida. El ascenso de la extrema derecha en muchos países no es un accidente, sino la consecuencia de la degradación del proyecto europeo en lo social y en lo político. Las instituciones europeas llevan casi una década dedicadas a fomentar las políticas de austeridad y el neoliberalismo laboral que ha empobrecido a tantos millones de europeos. Las oligarquías económicas y políticas se han desentendido de la construcción de Europa sin que desde la ciudadanía se haya podido desarrollar un movimiento social suficientemente fuerte para representar una esperanza frente a esta situación.

En ese vacío se alimenta la xenofobia y el fascismo. Todos estos son algunos de los síntomas de un mundo que ha emprendido una ruta decidida hacia la descomposición. En el mundo dominado por las élites capitalistas, el mundo de Trump y de Putin, sólo puede acelerarse la degradación de la civilización social y su base ecológica.

Muy sintéticamente, cuatro grandes tendencias marcan la sociedad y la política del siglo XXI y sus riesgos intrínsecos:

- La aceleración del crecimiento de la desigualdad social. La concentración de la renta y la riqueza alcanza niveles desconocidos desde hace un siglo. Las condiciones de vida de la mayoría de la población están amenazadas en todos los lugares del mundo

- La crisis ecológica se agrava en todos los frentes. El calentamiento global advierte de que las condiciones de un equilibrio ecológico son incompatibles con el modelo ultraproductivista del capitalismo mundial.

- Las democracias electorales han entrado en crisis galopante. La emergencia de liderazgos de extrema derecha con fuerte apoyo popular está a la orden del día mientras crece el descrédito de un modelo político oligárquico incapaz de regenerarse.

- Los movimientos reaccionarios emergentes por diversos lugares del mundo atacan algunos de los avances más importantes de las últimas décadas, en particular, el lugar social de las mujeres y las conquistas de igualdad entre personas de distinto origen o color. Un nuevo machismo y un nuevo racismo forman parte del ataque reaccionario.

En el mundo de Trump y de Putin todas esas tendencias pueden agravarse.

Frente a cada uno de esos riesgos históricos se necesita un poderoso movimiento social de resistencia que se enfrente a los proyectos reaccionarios y aporte las bases de un nuevo orden social. En esa perspectiva, por ejemplo, tienen una singular importancia las poderosas movilizaciones de mujeres en diversos lugares del mundo, incluida la gran jornada anti-Trump de enero, que expresan la posibilidad de una resistencia victoriosa al nuevo fascismo y al nuevo machismo.

Sin embargo, el desencadenamiento de los movimientos sociales no depende de los deseos, es un producto histórico imprevisible en gran medida, aunque la multiplicación del protagonismo de la gente, a través de las iniciativas sociales y de las luchas populares, puede hacer más probable su emergencia.

De la resistencia contra la degradación a la construcción de una nueva sociedad hay un largo y complejo camino. Pero los retos para la humanidad nunca han sido tan perentorios como en este momento histórico.

Somos conscientes de lo lejos que estamos de la posibilidad de una reconstrucción de la sociedad mundial capaz de armonizar todos las necesidades de la época. Sabemos que si la lucha por un mundo menos desigual se hiciera en nombre del productivismo económico eso sólo podría acelerar la crisis ecológica o que un nuevo igualitarismo no necesariamente tiene que ser radicalmente democrático. Pero, sobre todo, sabemos que sin un poderoso movimiento igualitario, ecológico y democrático el futuro de la civilización humana será, con toda probabilidad, catastrófico.