Trasversales
Angel Rebollar López

En memoria del 11M. Madrid ciudad abierta

Revista Trasversales número 40, marzo 2017 web

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Se levantó la mañana,

gris de invierno triste, trabajadora

todavía dormida, obligada

empujada por el esfuerzo del deber,

jueves, con la semana avanzada.

A la estación llego el destino,

casual, con cotidiana rutina

y colmo su estancia y camino

por las líneas de acero no encontradas,

de idéntico punto de partida y arribo,

paralelas, como el acechante futuro, próximo, 

silencioso, acogedor de sueños y ensueños,

que en las cajitas encadenadas se dejan ir.

Cuerpos tapados, tan cercanos como distantes,

intercambios de miradas,

trufadas de recuerdos, deseos,

solo el constante e impropio discurrir,

estimula el desordenado instante,

cambiando el lugar con su monótono traqueteo,

aproximando el cobarde momento,

ajeno, decidido de antemano, premeditado.

Fuera, la lluvia mojaba los cristales

que dentro las respiraciones empañaban,

seguía marzo inexorable, avanzando, inconsciente,

7,36 en Madrid se abría el día, 

y se apoderó el horror premeditado,

Atocha, El Pozo del Tío Raimundo,

Santa Eugenia y más Atocha.

Instante demoledor, vértigo de la locura

sueños rotos, deseos rotos, momentos rotos,

futuros rotos, cuerpos rotos, vidas rotas,

por vómitos de ira y odios equivocados

irreparables, el fin de los instantes.

Después llego la miseria

a hombros de los Cobos y las Esperanzas 

cargando contra la dignidad,

de los las Pilares Manjón.

El 11 de marzo de 2004, a tempranas horas de la mañana, un terrible estruendo despertó a los cercanos y lejanos, de los lugares de las hecatombes, salpicándonos de horror, a todos los habitantes de Madrid. Después un tremendo silencio, no se oía ni las pisadas de los cinco millones de madrileños, los coches rodaban con zapatillas de andar por casa, con sus motores afónicos, solo los ecos cercanos y lejanos de las sirenas de los distintos sistemas de emergencia, ambulancias, policía y bomberos, gritaban por las calles el dolor de un pueblo herido como nunca. Los vivos noqueados, con los rostros desencajados, cruzábamos miradas incomprensibles, húmedas, compasivas, llenas de espanto pero sin odio. Las radios nos contaban la locura en la que nos había metido en integrismo, en este caso islámico, como consecuencia y en venganza por las decisiones, también dementes, del mandatario que nos mintió y lo sigue haciendo, José María Aznar, que nos llevo a una guerra sin sentido, contra un enemigo, que no lo era y por unas justificaciones que nunca se demostraron. Las televisiones vomitaban la irracionalidad física de lo acontecido, el espanto más absoluto, la expresión de un Dante magnificado, lo que la imaginación no alcanza a concebir.

Cuando lo lógico, parece ser el desfallecimiento, el abandono del musculo, este pueblo, como lo hizo contra el invasor absolutista francesa, allá por el 1808, de forma espontanea, sin la identidad nacionalista, que parece necesaria, con las manos desnudas se enfrento, en un éxtasis incomprensible, al ejercito napoleónico que hacia estremecerse de pavor al mundo de la época, o cuando el fascismo, lo sitio al principio de la guerra civil, durante tres largos años de penuria, de hambre, de bombarderos constantes, con los corazones rotos y comidos por los piojos, resistieron lo que nadie creía posible, con una entrega y un coraje que no obedece, a ningún parámetro social, sin la identidad homogénea que parece ser necesaria, una sociedad mixta, heterogénea, sin ninguna identidad de clan. Nuevamente en comunión, unidos por lazos invisibles puso manos a la obra, siguiendo la llamada interior, que impulsa al hecho a la acción, esta vez, la lucha era la desgracia, la adversidad, la necesidad de remangarse y cada cual, sin mandato, supo su sitio. Los médicos y enfermeras a recomponer y dar alivio, los taxista trasportando, sin interés, heridos, familiares, a hospitales y a donde se iban acumulando los cadáveres, los medios de auxilio a lo suyo, los transeúntes cambiaban sus rutas, entregados a aliviar el despropósito, sin preguntarse y sin saber, el riego posible de más explosiones, los heridos despreocupándose de su hecho y pidiendo a sus socorristas, que buscaran mas graves, héroes sin nombre por doquier.

Por la tarde y hasta altas horas de la madrugada, miles de personas, ya sí, gritando y pidiendo explicaciones al gobierno responsables de la provocación, que iban tejiendo sus mentiras increíbles. Pero ni un grito, a diferencia de lo sucedido en EEUU, también un 11 pero de septiembre, donde se despertó la persecución, el odio y la venganza, pidiendo cabezas de inocentes. Otra vez la nobleza de esas gentes, de ese Madrid, que tanto hastío y amor genera, envuelto en sus contradicciones, pero fiel a su diversidad, donde a nadie se le pregunta su procedencia, con un gran corazón hecho de trocitos de otros muchos, ejemplo de solidaridad, hijo de ese pueblo que durante el franquismo, manifestaba en mayor o menor cuantía, su apoyo a las distintas luchas de los otros lugares de España. Que no cambie, ahora lleno de colores raciales, de culturas extra peninsulares, más heterogéneo y diverso que nunca, que no cambie... a pesar de estar gobernado por la infame y cutre tropa de Rajoy, más contradicciones, así es, nadie es perfecto.