Trasversales
José Errejón

No defraudar a nuestra gente

Revista Trasversales número 39 noviembre 2016 (web)




PODEMOS necesita serenidad y templanza ante los acontecimientos, indispensables para elegir el mejor camino para las aspiraciones populares al menor precio posible. Serenidad y templanza que nacen de la firmeza en las convicciones que no precisan ser expuestas continuamente porque se manifiestan en actos, en esa disposición callada en ampliar continuamente el campo popular. Y que sabe que el pueblo se manifiesta tal y como es, no como querríamos que fuera. Y que su protagonismo histórico requiere de una asunción profunda de las posibilidades del cambio, una asunción que no se saca de los libros ni de los discursos por encendidos que sean sino de la verificación de que es posible otra vida, que no hay maldición y fatalidad alguna que justifiquen la injusticia y la pobreza sino la voluntad egoísta y despiadada de quienes se benefician de ella.

Es verdad que la situación política se ha complicado tanto que hace imposible soluciones sencillas para las aspiraciones populares. La salida de Pedro Sánchez de la Secretaría General del PSOE parece cerrar las posibilidades de un cambio sustancial en el rumbo político del país. No es que Sánchez representara un proyecto claro de ruptura con la línea de continuidad que va de González a Susana pasando por Rubalcaba; se trataba más bien del intento de conquistar una posición propia de quien llegó a la Secretaría General por ausencia de alternativas más sólidas.

Pero no es menos cierto que, aunque fuera por estas razones, el PSOE de Sánchez ofrecía una oportunidad para evitar la continuidad de las políticas austeritarias aplicadas por el PP. Es claro que Sánchez buscaba aminorar el papel de PODEMOS en lo que él llamó “Gobierno del cambio”; pero incluso con esas limitaciones representaba un obstáculo para la continuidad del Gobierno del PP y una oportunidad, por remota que fuere, para abrir una perspectiva de cambio. Sus declaraciones en la entrevista de Evole el pasado 30 de octubre revelan que está dispuesto a dar la batalla y es posible que los movimientos en la base socialista y de personalidades como Borrell en favor de un Congreso Extraordinario revelen que el viejo PSOE no ha traspasado el umbral que le situaría en el campo de la oligarquía.

No creo abusar de frases hechas si digo que vivimos una encrucijada histórica. Un tiempo constituyente lo venimos denominando algunos para significar las posibilidades que se abren en esta encrucijada. Un tiempo para aguzar el oído, para observar con toda atención las señales que viene de nuestro pueblo. No es tiempo de frivolidades. Es un tiempo para la comunicación y la cooperación para el trabajo paciente de construcción de un pueblo.

Un amigo me ha dicho “tenemos que hace algo porque las élites de este país van a acabar con el sistema democrático”. Es verdad, dejadas a su libre albedrío y sin contrapeso institucional por la torpeza y falta de visión de quienes estaban llamados a renovar la actividad política o social por la vacante del 15M aún pendiente de cubrir, estas élites profundamente corrompidas en su quehacer cotidiano conducen al país a una suerte de régimen político y económico profundamente oligárquico

La construcción de un pueblo es una tarea histórica en la que deben comprometerse las más amplias y diversas fuerzas sociales y culturales. La construcción de los pueblos de España está animada por fuerzas de procedencia muy diversa, desde la izquierda tradicional a los amplísimos sectores sociales que aspiran al autogobierno en Galicia, Euskadi y Catalunya. Pero estas fuerzas serían insuficientes si no se sumasen los amplios sectores sociales que han sostenido al régimen del 78 en estas cuatro décadas; sin su concurso no se alcanzarán las mayorías sociales precisas para descabalar el proyecto de desdemocratización que alientan las oligarquías y las élites de este país.

Los lazos que les vinculaban con las instituciones del régimen se han deteriorado mucho. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria y el escándalo del rescate a las entidades de crédito han quebrado buena parte de la legitimidad que la propiedad de la vivienda había desarrollado entre las clases populares.

Los recortes en sanidad y educación todavía no han alcanzado ese punto crítico pero la difícil situación financiera de las CCAA podría colocar a estos servicios en situación también de erosionar legitimidad.

El fuerte desempleo estructural parece haberse asumido como parte del paisaje social en España, pero a condición de que las pensiones públicas no sean alcanzadas por esta dinámica de incertidumbre: ante la mera posibilidad de agotamiento del Fondo de Reserva, puede expandirse en el cuerpo social un temor generalizado preludio de una crisis institucional extremadamente grave.

Con este panorama, la investidura de Rajoy aporta una tranquilidad sólo relativa a las oligarquías. El apoyo social de las derechas es sólido, pero no suficiente para afrontar una legislatura tan difícil como la que viene. Y como ya hemos visto no parece que pueda descartarse movimientos al interior del PSOE que amenazaran la estabilidad gubernamental. No es un escenario muy favorable para consolidar el proyecto de regresión histórica de la oligarquía con un nivel significativo de legitimidad social.

En este contexto no se entiende muy bien la posición de una parte de la dirección de PODEMOS. En vez de aprovechar el debate de la investidura para exponer un programa de gobierno alternativo al de Rajoy orientado hacia el rescate de la población más desfavorecida, por la solución del problema territorial del Estado y por la “democratización de la democracia”, esta parte de PODEMOS parece empeñada en una infantil actitud de “afilar los colmillos” en la pretensión de asustar a las oligarquías y las elites del Estado. Y sus colmillos se afilan también para con los de dentro, recuperando la triste tradición de la caza y captura del “enemigo interno”, aunque sólo exista en su imaginación. Es pueril atribuir superioridad moral y política a un gesto sobre otro, a no ser que se trate de una cuidadosamente planificada estrategia para acelerar el enfrentamiento y la depuración de las ideas “enemigas”. Sea como fuere parece que PODEMOS no discutirá la forma más adecuada para llevar a término las aspiraciones populares que le han llevado donde está, discutirá de símbolos, de tonos y tonalidades, del color de las camisas y de otras fruslerías por el estilo.

Una señal de madurez que el electorado no dejaría de valorar sería asumir las responsabilidades colectivas ante el relativo fracaso del 26J; ello mostraría un valor imprescindible para quienes aspiran a gobernar un país, la capacidad de asumir y enmendar los propios errores. Dirigir es ser capaz de asumir responsabilidades también y diría sobre todo por los errores cometidos. Sorprende en este sentido la noticia de que Iglesias ha registrado como partido político el nombre de Unidos Podemos. Es verdad que se trata de un derecho constitucional que cualquier ciudadano pueda participar en la constitución de un partido político pero llama la atención que quien es secretario general de otro, PODEMOS, lo haga sin comunicación previa cuanto menos a la gente con quien conparte las funciones directivas, no digamos con el conjunto de la militancia, por aquello de la nueva política. Pero no lo es menos que Iglesias nos tiene acostumbrado ya estas operaciones en la sombra, su especialidad son los acuerdos cupulares. No obstante, insisto, sorprende la dirección tomada por Iglesias y su círculo de allegados. Cuando la descomposición del PSOE deja un amplio espacio en el que intervenir a favor de un proyecto de regeneración democrática y ahora que hasta la UE parece decir adiós a las políticas austeritarias, entonces el secretario general se pone a promover otra iniciativa política que, para el común de los mortales, no es sino la tabla de salvación, en sentido político y financiero, para los exhaustos cuadros del PCE/IU. Lo que revela, dicho sea de paso y al margen de cierta tendencia al caudillismo, un hecho que me parece de la mayor relevancia política. Y tiene que ver con lo que creo es el designio de Iglesias desde hace años, reconstruir el PCE/ IU.

Desde su temprano ofrecimiento a los entonces dirigentes para encabezar su lista para las elecciones europeas de 2014, sin cuyo rechazo probablemente no habría acometido la iniciativa de PODEMOS, con el paréntesis en el que desdeñaba a la izquierda enfada y con vocación de protesta e indignación, para llegar a la cabriola de Unidos Podemos, parece clara la voluntad decidida constante en el admirador de Carrillo y Anguita de refundar IU para sorpassar al PSOE, la obsesión histórica de los dirigentes comunistas españoles. Todos estamos en nuestro derecho de acometer las operaciones políticas que estimemos oportunas pero ese derecho no puede desconocer el de los demás a protagonizar su propia historia sin tener que repetir otra no especialmente venturosa.

Esta operación de revival histórico se pretende acompañar de una puesta en escena de épicas destinada a galvanizar los espíritus de las “masas adormecidas”. Quienes asimismo se consideran “vanguardias” tienden a desdeñar con facilidad la actitud para ellos escasamente combativa de las “masas” y a creer que son ellos quienes deben ponerse al frente de las mismas para dirigirlas a los objetivos señalados… por ellos.

Ante las dificultades de una situación política compleja como la que vivimos no es conveniente dejarse llevar por impulsos épicos (“luchar, crear poder popular”) que en absoluto corresponden al estado de ánimo de las clases populares. No es épica sino política lo que están necesitando los sectores populares. Política, es decir, diálogo, acuerdos con quienes no piensan lo mismo para encontrar las razones y los materiales para la construcción de una normalidad distinta de la que separa el desmesurado disfrute del poder y la riqueza por unos, de la cotidianidad de la adversidad y la incertidumbre de la mayoría.

La parte de la población más castigada por las políticas del PP, después de haber perdido una parte de sus condiciones de vida y enfrentar el futuro en condiciones muy adversas, tiene en muy alto aprecio la protección contra la incertidumbre. Hasta que no entendamos que el valor seguridad es altamente apreciado por quienes sufren su carencia, estaremos condenados al rincón izquierdo del tablero al que algunos parecen tener mucha prisa por volver. Y entonces, como la vieja izquierda, nos convertiremos en una pieza de museo que de forma nostálgica e impotente repite las viejas consignas y los viejos gestos encantados de habernos conocido pero inútiles para la gente de abajo que nos volverá la espalda.

Los símbolos están recibiendo una atención desmesurada que creo debiera estar siendo dedicada a cosas más serias. En los tiempos de la lucha contra la dictadura se llamaba folclóricos a quienes anteponían los gestos y símbolos radicales a los contenidos que podían hacer avanzar y ampliar el campo de la resistencia. ¿De verdad que alguien se cree que el “luchar, crear poder popular” es la consigna que puede hoy movilizar a los millones de personas que han sufrido los rigores de las políticas austeritarias? ¿Es la gramática que los trabajadores precarios, los parados, los dependientes, los desahuciados pueden entender?

Una experiencia política dilatada hace temer que estas manifestaciones correspondan a un movimiento de repliegue con precedentes significativos en la historia, cuando una formación de la izquierda ha sufrido un cierto revés político o electoral. ¿Es este el caso de PODEMOS? Creo que el 26J ha sido una señal de que la confianza depositada en PODEMOS no podía considerarse extensible a la vieja IU. Pero, con todo, PODEMOS ha obtenido un gran apoyo popular situándose como un actor decisivo en la compleja situación política española. Es verdad que se trata de un capital político de compleja administración. Primero porque se nos ha prestado para ponerlo a trabajar de manera inmediata, obteniendo resultados que frenen el deterioro en las condiciones de vida de las clases populares. Y segundo porque uno de sus principales activos consiste en un histórico entendimiento con fuerzas que reclaman el derecho a decidir, lo que nos compromete de manera inmediata.

Pero eso no puede ser el motivo para replegarse en el confort de las viejas e inútiles consignas. Solo los tibios retroceden ante la complejidad de los retos que su propia dotación de fuerzas le plantean. En octubre de 1917 Lenin no entendió aspiraciones populares a la paz, el pan y la tierra como inconvenientes sino como activos de su proyecto de insurrección. El arte de la revolución consiste en tomar las aspiraciones populares tal y como se manifiestan para convertirlas en la condición de posibilidad del acontecimiento de cambio.

Asegurar hoy empleos dignos, sanidad y educación universal, asistencia los dependientes y ayudas para conservar la vivienda tienen hoy ese carácter de condiciones del cambio porque las élites del régimen preparan una salida de su crisis en las que serán imposible. Pero hacer posible esas condiciones exigen poner por delante su consecución a cualesquiera otras consideraciones de partido, en la convicción de que una victoria de las mismas puede robustecer el campo popular preparándole en condiciones favorables para nuevas contiendas con objetivos más ambiciosos.

Dicho de otra manera, es imprescindible que nuestra gente obtenga victorias para fortalecer la confianza en su movilización electoral (quien dijo que esto no es movilización) en nuestro apoyo. Los 71 escaños no son resultados victoriosos para las clases populares, son condiciones para obtenerlos. Nuestros concejales y parlamentarios están en las instituciones, pero nuestra gente aún no ha visto cambios significativos en sus condiciones de vida derivados de nuestro trabajo político. Es preciso abandonar la tentación del repliegue que tantas veces ha bloqueado la proximidad de la vieja izquierda con las clases populares y acercarnos a los problemas reales y a su solución. Sin esperar el “gran día” con la gente real con sus posibilidades y limitaciones, poniendo en valor ese caudal de apoyo y esperanza que nos han otorgado.

No los podemos defraudar, Sí SE PUEDE


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