Trasversales
Marta Tycner

La lección del Brexit visto desde Europa del Este (y viceversa)


Revista Trasversales número 38, junio 2016 web

Marta Tycner es historiadora y miembro del partido polaco Razem (Juntos)

Traducción de Trasversales a partir de la versión en italiano de Vane Bix publicada en dinamopress.it bajo licencia Creative Commons BY-NC-SA (Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual).

Versión en inglés en Political Critique



Hay una tendencia dominante a considerar que la emersión de la derecha en el Este de Europa es una especie de "fenómeno natural", pero que ahora, cuando este problema se vuelve más y más concreto y real incluso en el Oeste, llega la hora de alzar el telón y buscar razones económicas y sociales concretas que expliquen su aparición...

Hasta hace poco sólo había sucedido en lugares remotos: Hungría, Polonia, Eslovaquia. Locos xenófobos de derechas llegaban al poder, ganaban elecciones presidenciales, creaban gobiernos. Si alguien en Occidente dedicaba un poco de atención a estos episodios, siempre estaba lista una explicación reconfortante: ¿acaso esos lugares no han estado habitados por tétricos fascistas? ¿acaso no es ésa la verdadera naturaleza de estos orientales? ¿acaso no ha salido a la luz algo que siempre hemos sospechado que estaba latente tras la superficial modernización de los países post-comunistas? Un buen eufemismo para describir este fenómeno ha sido el de "electorados inmaduros", al parecer primitivos y fáciles de manejar, a diferencia de los occidentales, genuinamente democráticos. Algo tan pertubador que, para el público occidental, no podía tener nada que ver con lo que que ocurría en su agradable mundo civilizado.

En ese mundo la derecha también crecía, en Francia, Alemania o Gran Bretaña, nadie lo negaba, pero lo cierto es que esto se veía como algo completamente diferente. Un problema, por supuesto, una preocupación, pero no algo vinculado al carácter nacional francés, alemán o inglés. Éstas eran sociedades abiertas y progresistas, que siempre habían logrado contener y dominar a la derecha. A diferencia de los europeos del Este, no tenían primeros ministros de derechas, gobiernos abiertamente nacionalistas o presidentes xenófobos.

Las cosas se complicaron un poco más con las recientes elecciones presidenciales en Austria, pero luego Austria fue salvada por varios miles de votos, demostrando su compromiso con los valores europeos. Y para explicar el estrecho margen del resultado siempre se podía argumentar que Austria está situada en el Este.

Y entonces llegó el referéndum sobre el Brexit. Lo que parecía ser el corazón del mundo democrático occidental, el Reino Unido, ha sido infectado por la locura xenófoba. No se ha producido ninguna liberación o salvación milagrosa justo antes de que sonase la campana: en Gran Bretaña se ha votado por abandonar la Unión Europea, en primer lugar porque fueron seducidos por la retórica de la derecha sobre el orgullo nacional, el odio y la ira. Si no tenemos suerte, algo similar podría ocurrir pronto en las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Debe quedar claro que tanto Este como Oeste vamos montados en la misma barca.Y ya es hora de cambiar la forma en que hablamos de estos hechos.

El problema más urgente es conseguir dejar de hablar del ascenso de la derecha en términos de carácter nacional. Afortunadamente, en el Reino Unido algunos comentaristas están tratando de encontrar explicaciones matizadas a lo ocurrido. Intentar ir más allá de la explicación simplista en torno a los "británicos racistas". Se están analizando las estadísticas del referéndum y explorando los hechos económicos y sociales que condujeron al resultado final. Nos hablan de la exclusión social, la ira y la frustración de la gente abandonada por el sistema. Nos hablan del fracaso de la izquierda, que traicionó al escoger la "tercera vía" y comprometerse con las grandes empresas. De la discrepancia entre la retórica del éxito y la realidad de la vida cotidiana en los tiempos del neoliberalismo tardío. De la frustración y la desesperación que pueden ser fácilmente transformadas en odio contra los inmigrantes. De la incapacidad del lenguaje seco y tecnocrático de los liberales para convencer al electorado y de la falta de un potente relato de izquierda que pueda competir con el relato de la derecha.

La izquierda de Europa central y oriental ha experimentado desde hace más tiempo esta imagen y este diagnóstico explicativo del ascenso de la derecha en la región. En Europa del Este, el desfile triunfal de la derecha comenzó antes, así como los daños sociales y económicos, mucho más agudos que en Gran Bretaña. El neoliberalismo aplicado en los países post-comunistas era un neoliberalismo dopado con esteroides. La izquierda no podía competir con los líderes de la derecha, ya que su desarrollo ha sido bloqueado por el recuerdo aún fresco del comunismo, por la asociación de toda forma de política social con un régimen autoritario y con los aún caminantes zombies de los partidos poscomunistas . De hecho, la izquierda en la región debe ser reconstruida desde cero. Sin duda sería beneficioso que el referéndum sobre el Brexit diese a conocer todo esto y en toda su complejidad a la opinión pública occidental.

Pero el referéndum sobre Brexit puede y debe ser también una lección para la izquierda en Europa del Este, que, en cierta medida, también ha percibido la evolución del Este como algo distinto a la experiencia occidental.

Se consideró que la fuente de todos los males fue la dolorosa transición de los primeros años 90 desde las economías centralmente planificadas hasta el libre mercado capitalista. Sin lugar a dudas, este paso fue un ejemplo emblemático de la doctrina de la "economía del shock", y causó la exclusión social, económica y política de gran parte de la sociedad. Pero, como el referéndum británico ha demostrado, la frustración y la rabia social pueden surgir de forma independiente a esa experiencia histórica, y pueden conducir igualmente a un rechazo vehemente del status quo. Por supuesto, Gran Bretaña tiene su propia historia de depravación social y de proyectos de vida robados por la política neoliberal, pero objetivamente el nivel de vida y la seguridad social en el Reino Unido son mucho más altos que en Polonia, Rumanía o Bulgaria. Lo que parece importar más no es la profundidad de la crisis económica o la historia individual de fracaso, sino la sensación subjetiva de ser ignorados y abandonados por los políticos, la impotencia frente al mundo globalizado y la sensación de ser expropiados de su propia capacidad de actuar políticamente.

De hecho, los principales relatos político son cada vez más similares en muchas partes del mundo y se escuchan tres corrientes principales.

Una corresponde a la dominante corriente liberal, que nos vende una historia de progreso constante aunque moderado, de racionalidad, de competencia tecnocrática y de paz social. Evita el lenguaje de la confrontación y afirma que hay una manera de satisfacer a todos. Ahora está claro que este relato de pacificación es un fraude y, de hecho, promueve los intereses de una pequeña élite política y económica contra los intereses de la gente común.

Como alternativa a esa corriente, hay otros dos diferentes relatos emotivos que no evitan el lenguaje de la confrontación y del conflicto y que quieren abolir el status quo: el relato negativo de la derecha, basado en la hostilidad y la exclusión, y el relato positivo de la izquierda, de lucha y esperanza.

Las proporciones y equilibrios entre los tres polos de la escena política son diferentes dependiendo de las singularidades locales y de las tradiciones políticas. Por lo general, la tendencia del escenario político hacia un equilibrio más bipolar que tripolar introduce confusión, de una manera u otra, en este modelo. Pero todavía puede sostenerse que este modelo es válido para lugares tan diversos como Polonia, España, Reino Unido, Estados Unidos y Túnez.

La buena noticia es que comúnmente cada una de estas tres fuerzas políticas compiten con las otras dos. La mala noticia es que, por el momento, no parece que la izquierda tenga mucho éxito y que está perdiendo su electorado, sobre todo en favor de la derecha. Este es un hecho importante, ya que, especialmente en Europa Occidental, es una novedad. La izquierda occidental está acostumbrado a luchar contra el neoliberalismo, a oponerse a la élite capitalista y a las grandes empresas, pero no lo está a domar el nacionalismo, la xenofobia y la retórica del orgullo y de la exclusión nacional. Y en eso la experiencia de Europa del Este puede ser útil. Nos enseña que, por muy peligrosa que parezca la derecha y por mucho éxito que tenga, es suicida para la izquierda girar hacia el centro y formar un frente común con los liberales. Durante años, ésa ha sido la estrategia de la izquierda en Europa del Este y sólo ha hecho más poderosa a la derecha y ha convertido a la izquierda en una ridícula variante del proyecto liberal.

La izquierda tiene la tarea de ser tan radical y emotiva como la derecha, pero ofreciendo a las personas soluciones reales a su situación de miseria y de espezanzas rotas, no soluciones falsas. También es nuestro deber ser tan efectivos como la derecha. No vamos a derrotar el simplista mensaje de odio y xenofobia con mantras sobre la democracia y la transparencia, o con complejas teorías sobre las desigualdades y sobre la tasa Tobin. Para romper con eficacia el relato de "musulmanes iros a vuestra casa" o de "primero, Gran Bretaña", debemos ser lo más prácticos que sea posible.

La izquierda debe echar sus cuentas, pensar y organizar su agenda alrededor de algo sencillo, pero que en realidad pueda cambiar la vida cotidiana de las personas. En vez de un vago "salario mínimo por hora" habría que decir "8,5 euros por hora de trabajo" (como en Alemania). En vez de la vaga idea de una "renta básica incondicional" hay que hablar de "550 euros al mes para todos" (como en Finlandia).

Esta podría ser la mejor estrategia para vencer a la derecha. Pero si seguimos pensando que la gente vota a la derecha porque está hecha así por naturaleza, la derecha será imparable. Nuestra tarea es identificar las razones, encontrar los problemas específicos y encontrar respuestas mejores a las de la derecha.