Trasversales
Luis M. Sáenz

Estados Unidos y el fascismo de Trump


Revista Trasversales número 39 noviembre 2016 (web)

Textos del autor en Trasversales



Trump es un millonario fascista. Está colocando a fascistas en puestos clave de la administración estadounidense o de su gabinete. Gran parte de los activistas de su campaña son fascistas, machistas y racistas. Quienes le han votado, han votado a un fascista, aunque eso no quiere decir que todos ellos sean irremediablemente fascistas. Todas las propuestas de Trump son reaccionarias, incluso su manera "proteccionista" de estar contra el maldito TTIP, que debe ser combatido pero no desde el "proteccionismo nacional-capitalista" sino desde la defensa de los derechos sociales y la alianza transnacional entre los pueblos contra las élites capitalistas.

Insultar a quienes le han votado no sirve para nada, como no sirve en España insultar a quienes votan PP. Sin duda, las fuerzas de la libertad y la igualdad en EEUU deberán intentar cambiar la opinión de muchas de las personas que han votado a Trump, sin adaptarse a esa opinión. No debe esperarse obtener grandes éxitos con los que simpatizan con el Ku Klux Klan y con los que se enardecen con los insultos contra las mujeres, pero no debe despreciarse a sectores populares blancos a quienes un continuado estancamiento o empobrecimiento pueda haber llevado a votar a Trump contra sus intereses, sector que creo no es tan amplio como se está dando a entender pero que efectivamente ha existido.

No obstante, tampoco cabe embellecer ese voto y explicarlo como un "voto de clase" de pobres y trabajadores frente a los abusos capitalistas, lo que sirve para nada y es falso. El voto a Trump no es un "voto de clase", como ha llegado a decir algún profesor universitario en España, ni ha sido el voto mayoritario entre la población más pobre, ni entre la más joven, ni entre las mujeres, ni entre la clase obrera tradicional ni entre la nueva clase obrera precaria. Trump se ha sostenido sobre una clase media blanca, rural o urbana, y franjas de población trabajadora, que ha buscado un "cesarismo", un tirano, que desde arriba pare mágicamente su decadencia a costa de expoliar más a las y los más pobres, sin entender que sus males responden a la lógica de la expansión del capitalismo y no a los sistemas de protección social, por otra parte muy débiles en Estados Unidos. Aún así, Trump no ha logrado cuantitativamente más audiencia que la que obtuvo el partido republicano en 2008 y 2012: su triunfo se ha basado en una caída del Partido Demócrata no absorbida por el Partido Republicano.

En lo que sigue, comentaré algunas cosas que me han llamado la atención, con la advertencia de que los datos manejados se refieren a un recuento de votos que aún no está completado o a sondeos que pueden tener márgenes de error significativo. La dificultad para saber los votos reales de Hillary y Trump en EEUU o en cada Estado y condado, y por tanto para hacer afirmaciones cuantitativas sólidas, reside en que, con frecuencia, una vez que se puede asegurar que en tal Estado ha ganado tal candidato se produce un parón en el ritmo del conteo, que puede durar un mes o más. Por ejemplo, en los datos iniciales que se dieron cuando se anunció la victoria de Trump faltaban por contar algunos millones de votos de California, aunque ya se sabía que allí ganaba Hillary.


1. Trump ha ganado la presidencia, pero no la votación: según New York Times, Hillary tiene 668 mil votos populares más que Trump (61 millones frente a casi 60,4), o 573.364 según Wikipedia (60,8 millones frente a casi 60,3). La proyección del atlas electoral de Dave Leip eleva esa diferencia a 1,7 millones (63,6 millones contra 61,9) [a 28 de noviembre esa diferencia es ya de más de dos millones de votos, 64,7 millones frente a 62,4], diferencia más contundente pero menor que la que sacó Obama a Romney en 2012, casi cinco millones de votos . Sin embargo, la victoria presidencial de Trump, material, tiene más consecuencias que su derrota en votos, simbólica, de forma que lo ocurrido fortalece a las tendencias más reaccionarias, incluidas las extremas derechas europeas, como las fortaleció el Brexit.


Esto ya ocurrió en 2000, cuando Al Gore obtuvo más votos que Bush pero éste ganó la presidencia tras un muy turbio recuento en Florida, ya que la Corte Suprema Federal impidió que se contasen todos los votos cuando todo apuntaba que Al Gore iba a superar a Bush. El sistema indirecto de elección en un colegio electoral formado por delegados de los Estados niega el criterio de "una persona, un voto", ya que, salvo en Maine y Nebraska, todos los votos electorales asignados a un Estado van a parar al candidato más votado en ese Estado, aunque haya ganado por muy poco; cambiar esto es muy difícil, ya que lo decide cada Estado y es muy difícil que el partido mayoritario en uno de ellos renuncie a acumular todos los votos mientras siga siendo el mayoritario. Además, el sistema favorece a los electores de los Estados pequeños, más bien rurales, sobre los Estados grandes, de forma que el voto de un habitante de Wyoming "vale" casi cuatro veces el voto de un habitante de California, en el sentido de habitantes por delegado asignado al Estado. El privilegio dado a los Estados pequeños ha sido clave para el triunfo de Trump. De hecho, el sistema electoral está hecho para garantizar una sobrerepresentación de los territorios más conservadores.


2. Trump no ha mejorado, o no lo ha hecho significativamente, los resultados en votos de los candidatos republicanos perdedores en 2008 y 2012. De hecho, por ahora ha sacado unos 600 mil votos menos que Romney en 2012, según Wikipedia, aunque las proyecciones de Dave Leip le asignan unos 900 mil más (pero con un 46,6% frente a un 47,2% de Romney en 2012). No obstante, Trump sí ha logrado generar un activismo ultrareaccionario masivo, lo que plantea la incógnita si ese activismo, una vez acabada la campaña electoral, llegará a cuajar como movimiento de masas fascista.

No ha habido un marcado flujo adicional positivo de votos hacia el candidato del Partido Republicano (PR), aunque parece que ha crecido el abstencionismo entre la población negra y la juventud, franjas que han votado mayoritariamente a Hillary pero con menor margen que en 2008 y 2012, mientras que puede haber aumentado la participación de población rural blanca, compensando votos republicanos moderados urbanos que hayan huido de Trump. Según un sondeo, un 9% de afiliados al PD votaron al PR y un 7% de afiliados al PR votaron al PD.

En todo caso no parece que pueda decirse que la sociedad haya girado de forma significativa hacia el PR o su candidato Trump. Lo que determina el "cambio de ciclo" político es el retroceso del Partido Demócrata: Hillary ha retrocedido unos tres puntos porcentuales respecto a Obama en 2012 (del 51% al 48%, más o menos). Los "terceros partidos" siguen quedando muy lejos de PD y PR pero sus votos han crecido considerablemente.

Es pronto para saber si el activismo electoral por Trump se consolidará como un movimiento fascista, plebeyo, esencialmente de clases medias rurales o urbanas estancadas pero no pobres (Trump obtiene su mayor ventaja sobre Hillary en el tramo de ingresos entre 50.000 y 100.000 dólares al año), pero también con algunas franjas de clase trabajadora blanca que haya perdido la esperanza en mejorar su suerte por sus propios medios, con sus propias fuerzas y la de sus organizaciones, o si tenderá a disolverse como tal movimiento y Trump ejercerá su labor presidencial ultrareaccionaria a través de los mecanismos políticos habituales de dominación: es preciso diferenciar el talante fascista individual de lo que es un movimiento o un régimen fascista, el que Trump sea fascista no implica que Estados Unidos adopte un régimen fascista, aunque sí asegura una política ultrareaccionaria. De consolidarse un movimiento fascista de masas, actuará como fuerza de choque contra las y los pobres, contra las mujeres, contra la población negra, contra la población "sin papeles", contra la libertad de expresión y el libre pensamiento. Y, si eso pasa, sería muy posible que quienes se oponen a ese camino al desastre tengan que acogerse a la segunda enmienda para organizar su autodefensa, aprendiendo de anteriores experiencias como Black Panther o Union Defense Guard. Pero aún es pronto para hacer pronósticos, al menos desde mi ignorancia.


3. El retroceso del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales -ratificado en las elecciones parciales al Congreso y el Senado- es pues la causa electoral del éxito de Trump, dado que éste no ha mejorado respecto a sus predecesores republicanos. Y la causa social es más la decepción que la derechización.

Atribuir ese retroceso al carácter elitista de Hillary es una explicación demasiado personalizada, coyuntural y cortoplacista. Tanto el Partido Demócrata como el Republicano son partidos vinculados a las élites, aunque sumen casi todos los votos (98% en 2012, 95% en 2016). Trump no es menos elitista que Hillary o que el ex-actor Reagan o que los Bush, ni desprecia menos a la gente común, a la que habla cómo si fueran una banda de imbéciles. De hecho, la desprecia mucho más, como se demostró cuando dijo que hiciera lo que hiciera le iban a seguir votando. La derrota de Hillary se fraguó, en gran medida, durante años anteriores, años de decepción, en los que hubo logros positivos parciales como el Obamacare (Ley de Protección a Pacientes y de los Cuidados de Salud Asequibles)) o el DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), pero pequeños frente al "sueño" de mayor igualdad prometido por la "era Obama". Lo ocurrido no ha sido el resultado de un duelo a dos, sino de las limitaciones de las transformaciones de la "era Obama", siendo Hillary parte de esa decepción.

Siendo cierto que en varios estados se adoptaron medidas que dificultaron el voto de los más pobres, como la disminución del número de colegios electorales o requisitos especiales de identificación, lo principal es la decepción. ¿Cómo no iba a disminuir el voto negro a favor del PD si en las calles de EEUU la policía mata impunemente a jóvenes negros con una alta frecuencia sin que el gobierno federal parezca hacer nada? ¿Si la tasa de paro y la tasa de pobreza entre la población negra dobla la de la población blanca? ¿Si las cárceles están llenas de afroamericanos, que constituyen el 40% de los presos, siendo otro 20% latino? ¿Cómo no iba a disminuir el voto obrero tradicional al PD si no habido una respuesta adecuada a la crisis industrial? ¿Cómo no iba a disminuir el voto joven al PD si su tasa de paro y precariedad es muy elevada? Cualquier candidato del establishment del PD habría obtenido resultados similares a los de Hillary, salvo, quizá, el socialista democrático Sanders, que no pertenece a ese establishment y es mejor visto por la juventud y la gente trabajadora. De hecho algunos sondeos dicen ahora que habría sacado el 56% de los votos, pero hay que tener cuidado con esas encuestas a toro pasado. Sí se sabe que algunos miles de votantes escribieron en su papeleta el nombre de Sanders, unas 18 mil en Vermont, utilizando el método denominado "write-in", que permite escribir nombres que no figuran en la papeleta oficial; de hecho, Sannders, sin presentarse, quedó tercero en Vermont, con un 6% de los votos. En New Hampshire obtuvo 4500 votos. Pero en todo caso hay que entender que el aparato del PD prefería Hillary a Trump, pero habría preferido a Trump frente a Sanders. No es un "error" del aparato del PD no haber apoyado a Sanders, es una opción consciente, "de clase".


4. Los sectores más pobres y castigados de la sociedad que han votado lo han hecho mayoritariamente a Hillary. Según los gráficos publicados en The New York Times, Hillary ha obtenido unos 12 puntos de ventaja sobre Trump en la población con ingresos anuales inferiores a 30.000 dólares y unos 8 puntos más en la población con ingresos entre 30.000 y 50.000 dólares, ganando Trump a partir de ese nivel de ingresos. No es cierto que Trump lidere el voto popular y que Hillary lidere el voto de las élites. La población más desfavorecida que vota sigue votando más al PD que al PR, aunque con menor diferencia que en 2012.

En estos días se ha hablado mucho de Michigan, donde el PD había ganado todas las elecciones presidenciales desde 1992, pero en 2016 Trump ha superado a Hillary por algo menos de 12 mil votos,. En Michigan se encuentran algunas de las más conocidas zonas industriales de EEUU, algunas en crisis. Pero el 35% del territorio del Estado corresponde a granjas, con un voto rural muy fiel al PR y muy influenciado por las iglesias cristianas, entre cuyos seguidores Trump ha obtenido fuertes apoyos; por ejemplo, hay un sondeo que dice que el 81% de los evangelistas votaron a Trump. Ese electorado rural o de ciudades semirurales no había sido desde hace mucho tiempo lo bastante numeroso para compensar al "Michigan urbano", pero el descenso del voto PD en éste ha permitido la muy ajustada victoria de Trump.

Respecto a los resultados de 2012 Hillary ha perdido en Michigan casi 300.000 votos, pero Trump sólo subió unos 12 mil votos. No ha habido un trasvase de votos significativo, lo que ha habido, sobre todo, es una retirada de votantes del PD hacia la abstención o hacia "terceros partidos" (entre el partido libertario y el partido verde han subido allí más de 200.000 votos respecto a 2012), pese a lo cual Hillary ha ganado por bastante diferencia en los condados donde están enclavados los principales centros industriales y urbanos. En el distrito de Wayne, donde están Detroit y Dearborn, Hillary obtuvo el 67% de los votos frente a un 29% de Trump; sin embargo, la candidata del PD perdió 78 mil votos respecto a 2012, mientras que Trump subía 15 mil votos, que le dieron la victoria en el Estado. En el condado de Oakland, donde está Pontiac, Hillary ha obtenido un 52% frente al 44% de Trump. Y en el condado de Genesee, al que pertenece la ciudad de Flint, Hillary ha obtenido un 52% frente a un 42% de Trump. En esos tres condados la población blanca está en torno al 75%. Un caso interesante a considerar es el de la ciudad de Detroit, de gran mayoría negra (en torno al 84%), ya que sale citada, sin fundamento, en muchos de los ejemplos que se ponen sobre un supuesto éxito de Trump en las zonas industriales. En ella, Hillary ha obtenido 234.328 votos y Trump 7662 (sí, menos de ocho mil votos, el voto PD ha multiplicado por más de 30 al voto PR). Ha habido un castigo de la clase obrera tradicional, pero ha sido por la vía de la fuga, no del seguimiento a Trump: Hillary bajó 47 mil votos respecto a 2012, y Trump subió sólo unos dos mil.

Pensilvania es otro de los Estados "perdidos" por Hillary. Sin embargo, en los distritos de mayor peso urbano e industrial o de servicios siguió ganando el PD. En el condado de Filadelfia Hillary ha obtenido más del 82% de los votos, y en el de Allegheny, donde se encuentra Pittsburgh, la "ciudad del acero" en otros tiempos, un 56%. En la zona de Silicon Valley (California) hay una nueva clase trabajadora "no tradicional", ligada a la industria tecnológica: en uno de los condados de esa zona, San Mateo, Hillary multiplica por cuatro los votos de Trump, y por 3,5 en el de Santa Clara. En el Estado de Milwaukee ha ganado Trump (47,9% a 46,9%), pero en el más urbano condado de Milwaukee Hillary ha sacado el 66,4%.

Podrían darse muchos ejemplos más. Todo parece confirmar que la mayor parte del voto de la población más pobre, de las y los trabajadores urbanos, de las mujeres y de la juventud ha sido para Hillary, pero con un significativo retroceso respecto a 2012. Esto tampoco hace que el voto al PD sea un "voto de clase", ya que el PD es un partido oligárquico, como el PR, pero sigue apareciendo como el "mal menor" para gran parte de los grupos más castigados por la desigualdad social. Y no es sólo un "espejismo", pues en efecto hay diferencias entre los gobiernos de unos y los de otros, dentro del marco de un sistema de dominación oligárquico-capitalista.

No obstante, no pretendo minusvalorar el riesgo de atracción del fascismo sobre parte de la clase obrera tradicional, los "blue-collar" de EEUU, al modo de la mucha mayor influencia del Front National en Francia sobre la vieja clase obrera; en otros lugares de EEUU los datos son aún más inquietantes, ya que el abandono del voto PD también ha tenido una significativa componente de voto a Trump. Por ejemplo, en el condado Mahoning, estado de Ohio, donde se encuentra la ciudad Younstown, Hillary ha ganado por 3300 votos a Trump, pero perdiendo 18 mil votos respecto a 2012, mientras que Trump ha ganado 11 mil.


5. Como ya pasó en elecciones anteriores, hay una diferencia significativa entre el voto negro, el voto latino y el voto blanco. En 2016 la diferencia entre los porcentajes obtenidos por Trump y Hillary entre la población blanca no latina ha sido prácticamente la misma que hubo en 2012 entre Romney y Obama, en torno a 20 puntos a favor de la candidatura del Partido Republicano. Hillary mantiene ventajas muy significativas en el voto de la población negra (en torno a 80 puntos porcentuales de ventaja) y, algo menor pero grande, en la población latina, en la que se incluye a la de origen cubano y puertorriqueño, cuya situación es bastante diferente a la de la mexicana, guatemalteca, colombiana, etc. Pero esa ventaja del PD en la población negra y latina ha disminuido, por las mismas razones que ha disminuido en la población más pobre, aunque parece que el apoyo de las iglesias cristianas a Trump también ha tenido cierta influencia en el voto latino.

He querido separar claramente los datos de voto según ingreso y clase de los datos de voto según "colores" y origen, aunque hay una relación obvia: la población negra es, en términos generales, la más empobrecida, la población blanca no latina es la más acomodada. Se está produciendo un desplazamiento del "discurso", en el que los datos de ingresos y de clase pasan a jugar un nivel subordinado a la cuestión "racial", como si hubiera que partir siempre de la división blanco (no latino), latino y negro para luego ver en cada una de esas categorías el comportamiento según ingresos, niveles de estudios, etc. Vemos muchísimos titulares hablando de "blancos", "blancos empobrecidos", "obreros blancos" (referidos sólo a blancos no latinos), pero muy pocos hablando de "pobres" u "obreros" en general, salvo cuando se usa así para referirse en realidad sólo a "pobres blancos no latinos" u "obreros blancos no latinos". Por mi parte he preferido otro enfoque: tratar primero la situación de la población más pobre y de la clase trabajadora, para luego tomar en consideración que la pobreza es mucho mayor entre la población negra que entre la blanca no latina. Esto es necesario para desmarcarse de la operación reaccionaria que cuando habla de pobres o trabajadores quiere hacernos pensar en personas blancas, colocando a la población negra o latina en una "categoría especial", para la que la situación social sería algo accidental. Una de las razones por las que los resultados de Trump entre los blancos peor remunerados son mejores que entre los negros peor remunerados es que aquellos están "menos mal" remunerados que éstos en términos generales. Aunque sin duda también tiene consecuencias una larga historia de discriminación y segregación.


6. Tal vez la tensión más extrema y lo más preocupante de la irrupción exitosa de Trump sea el machismo militante de éste y de gran parte de sus seguidores, con una clara voluntad de "poner de nuevo a las mujeres en su sitio", es decir, en reforzar la condición de subordinación de las mujeres que preconiza la alianza reaccionaria constituida en torno a Trump. Insisto: me parece lo más relevante, aunque lo comente intencionadamente al final.

Esa tensión ha tenido clara expresión en las urnas: mientras que Trump ha superado a Hillary en unos 12 puntos entre los hombres, Hillary ha superado a Trump en unos doce puntos entre las mujeres. Lo más peligroso de todo esto es que Trump, a la vista de muchos de sus seguidores hombres, ha "legitimado" decir y hacer todo aquello que ellos mismos pensaban pero que debían controlar hasta cierto punto por el rechazo social que provocaba. Esta ofensiva agudizada contra las mujeres no es un hecho localizado en Estados Unidos sino que es una de las mayores amenazas que despuntan en la situación mundial, ya que, como indica Beatriz Gimeno, "Se está librando una guerra contra las mujeres". Mientras que las promesas "socioeconómicas" hechas por Trump pueden mostrar su carácter ilusorio y demagógico en corto plazo, su sueño masculinista puede tener una influencia duradera, pues se asienta sobre privilegios efectivos, materiales y simbólicos de los hombres de todas las clases y orígenes sobre las mujeres y que muchos quieren defender, más aún cuando en otras esferas de la vida social el suelo de seguridad de hunde bajo sus pies, en términos descritos por Beatriz Gimeno como "compensación subjetiva para los sujetos masculinos a los que se les ha privado de todo, incluido su sentido fuerte de la masculinidad".

Se ha querido minusvalorar esta brecha entre el voto de los hombres y el voto de las mujeres alegando que entre las mujeres blancas ha ganado Trump, al que se atribuye el voto del 53% de las que votaron. En cierta forma se está intentando decir que las mujeres negras no votaron a Hillary por mujeres sino por negras y que por tanto no es significativo su voto respecto al enfoque de género, lo que es falso.

Los resultados de Hillary fueron significativamente mejores entre las mujeres que entre los hombres tanto en la población negra como en la población blanca, según los sondeos que conozco. En cuanto al voto de las mujeres blancas a Trump creo que debería tomarse en cuenta que en la rural "América profunda" abundan modelos de familia en los que es casi impensable que la esposa pueda votar diferente del esposo. Según uno de los sondeos públicados, la ventaja de Trump sobre Hillary entre los hombres blancos no latinos fue de 32 puntos, pero sólo de 9 entre las mujeres blancas no latinas; la ventaja de Hillary entre los hombres negros fue de 67 puntos y de 89 puntos entre las mujeres negras; la ventaja de Hillary entre los hombres latinos fue de 29 puntos, pero de 42 puntos entre las mujeres latinas. Dada la disparidad que hay entre diversos sondeos lo importante aquí es quedarse con la diferencia entre el voto  de hombres y mujeres, confirmada en todos ellos.

Esta feminización del voto presidencial al PD no es algo nuevo. Desde 1980 las candidaturas presidenciales del PD obtienen mejores resultados entre las mujeres que entre los hombres y en 2016 la ventaja porcentual obtenida por Hillary entre las mujeres se ha mantenido similar a las que obtuvo Obama en 2008 y 2012 (lo que no ha ocurrido con las ventajas obtenidas entre la población con bajos ingresos o entre la juventud, que han disminuido), mientras que la ventaja de Trump entre los hombres es la mayor obtenida por candidatos republicanos desde la algo mayor obtenida por Bush en 1988, lo que ha dado lugar a la mayor brecha entre el signo de los votos de las mujeres y los votos de los hombres, al menos desde las elecciones de 1972, que son las primeras de las que he encontrado ese dato estimado.


7. La victoria de Trump es el mal peor y es irresponsable alegrarse de ella salvo que se comparta su ideología racista, machista y de capitalismo salvaje. No puede esperarse nada bueno de él y de su "movimiento". El que algunos de los autores de los progromos nazis contra la población de origen judío pudieran ser "arios" pobres o en paro no cambia para nada el significado de esos progromos, del nazismo y del antisemitismo. Trump aumenta los riesgos que se ciernen sobre la humanidad: el reforzamiento patriarcal, la desposesión social en beneficio de oligarquías, el cambio climático, el nacionalismo y el racismo, las guerras...

Es bastante evidente que ciertos sectores de la izquierda, sobre todo entre la de tradición estalinista y regida por la lógica de bloques, la misma que simpatiza más o menos abiertamente con al-Assad o Putin, se han acogido con satisfacción a la victoria de Trump. En realidad, parece muy paradójico que sectores de la izquierda que han tenido siempre como brújula un automatismo "antiyanquí" irreflexivo y que han considerado idénticos a un gobierno de Obama que a un gobierno de Bush, de repente celebren, abierta o disimuladamente, la llegada a la presidencia de EEUU de un millonario fascista, machista, racista, un enemigo de toda forma de organización de la clase trabajadora que llevó a cabo todo tipo de intimidaciones en su intento de impedir la formación de un sindicato en sus empresas, un partidario de bajar los impuestos a los ricos como él, etc., sin embargo eso es explicable desde una comprensión del significado real del estalinismo como corriente política reaccionaria y autoritaria. Respecto a la propuesta de Trump de bajar impuestos, según informe del Tax Policy Center, la reforma fiscal de Trump supondría un aumento del 14% de la renta neta del 1% de población con mayores ingresos y sólo un aumento del 0,8% para el 20% de menor renta entre quienes pagan impuestos, que sería absorbido completamente por la previsible degradación de  los servicios públicos y las prestaciones sociales.

Otros han expresado un acuerdo parcial con algunas de las propuestas de Trump, sin avalar todo su proyecto; por ejemplo, Jorge Verstrynge ha declarado que "Yo soy proteccionista y partidario de regular la inmigración, por lo que hay cosas que dice Trump con las que estoy de acuerdo". Esa es un vía que conduce a un callejón sin salida. Por un lado, sin entrar ahora en el debate sobre la "regulación" de la inmigración (no comparto la visión de Verstrynge al respecto) en general, no podemos olvidar que Trump ha propuesto una manera concreta y determinada de regular la inmigración, y esa es una manera brutal que no respeta los más elementales derechos humanos. Por otro lado, el proteccionismo a lo Trump, que podría quedarse sólo en mera demagogia pre-votaciones, es un proteccionismo reaccionario y, en gran medida, imposible de poner en marcha sin perturbar gravemente la economía de Estados Unidos. Es un proteccionismo reaccionario porque no es protector de los derechos sociales sino de los intereses parciales de algunos sectores empresariales estadounidenses anquilosados y se basa en una lógica que impide cualquier forma de coalición entre las gentes trabajadoras del mundo, cuando ésta es la única solución para hacer frente a la dinámica del capital transnacional: apoyar las luchas de las y los trabajadores de China por subidas salariales es algo mucho más efectivo que poner aranceles a los productos procedentes de China. Y es un proteccionismo utópico porque en el estado actual del capitalismo es ilusoria la pretensión de que algunas decisiones políticas nacionales, como la imposición de aranceles, puede evitar que los bienes y servicios producidos en condiciones de mayor "productividad" (productividad capitalista, claro está) desplacen a los producidos con menor productividad o al menos los fuercen a ser vendidos con menor tasa de ganancia. En ese sentido, el rechazo de Trump al TTIP -y aún está por ver si lo mantiene- no es un rechazo progresivo, sino reaccionario, ya que sus razones para rechazar el TTIP, la oposición al libre comercio y la defensa de intereses empresariales de ciertos sectores retrasados del capital estadounidense, no son las buenas razones que hay para rechazarle y combatirle, que son la defensa de los derechos sociales de todas las y los trabajadores -ya sean los trabajadores industriales chinos, los jornaleros temporeros latinos en EEUU o los obreros del sector del automóvil-, la defensa de los servicios públicos frente a la tiranía de "tribunales" privados hechos a imagen y semejanza de los grandes grupos capitalistas, etc.

8. Creo que para la población empobrecida de EEUU, haya votado a quien haya votado, para las mujeres, para la población "sin papeles" latina, para la juventud, para las y los trabajadores no queda otro camino que el iniciado con las protestas pos-electorales contra Trump, plenamente legítimas, en primer lugar porque ninguna votación legitima la barbarie social de sus propuestas y en segundo lugar porque ni siquiera ha sido el candidato más votado, pero pasando necesariamente por un proceso más largo y quizá menos espectacular pero más profundo de organización y cooperación social, de creación de instituciones populares, de espacios políticos y sociales independientes de los partidos oligárquicos.

La propia estructura activista surgida durante la campaña de Sanders para las primarias del PD podría jugar un papel en ello si es capaz de adaptarse a una actividad social, ya no electoral, como podrán jugarlo otras redes existentes. Estados Unidos tiene sus propias experiencias históricas en las que enraizar nuevas prácticas e inventar nuevos proyectos de las clases subalternas, de las mujeres, de las gentes que aspiran a mayor igualdad, mayor libertad, mayor bienestar. El derecho y el deber de resistir frente a Trump en la mayor unidad de acción posible es un punto de partida para, desde ahí, crear una nueva alianza social no supeditada a las élites políticas y económicas. De esa forma, además, podría atraerse a una parte de los votantes de Trump, a aquella que no le ha votado por machismo u odio racial sino deslumbrada por su palabrería sobre la salvación de empleos y cosas similares ajenas a sus verdaderas intenciones.