Trasversales
Luis M. Sáenz

Otorgan a Rajoy. ¿Por qué quieren que el PSOE se abstenga?

Revista Trasversales número 38 septiembre 2016 (web)

Textos del autor en Trasversales


¿Cómo?

La nueva gestora del PSOE está dando un espectáculo bochornoso. Durante el golpe contra Sánchez, perjuraron que su acción no tenía nada que ver con la investidura de Rajoy, una mentira descarada. A partir de ahí, esa gestora es una máquina cuyo único objetivo es asegurar la investidura de Rajoy. De vez en cuando, alguno de sus miembros dice que son neutrales, que no toman posición, que decidirá el comité federal, pero en sus diversas declaraciones a la prensa o a la televisión queda clarísimo que no sólo son partidarios de la abstención sino que están trabajando para ello, no entre las bases del partido, ya que tienen firme decisión de bloquear una consulta a ellas, sino, en primer lugar, entre el aparato del partido, miles y miles de personas cuyos ingresos dependen de su lugar en el PSOE, sector que es en todo partido el más sensible a rápidos cambios de opinión acordes a los cambios en el grupo dirigente que "corta el bacalao"; pero, en segundo lugar, también está moviéndose rápidamente, de forma abierta o en la intimidad, para lanzar al PP, a la Casa Real y a los poderes económicos el mensaje de que están cumpliendo la tarea que González y Cebrían les encargaron.

Sus declaraciones no pueden interpretarse de otra manera, todo son "podemos abstenernos...", anuncios de desastres si hay terceras elecciones, injurias cada vez más subidas de tono contra cualquier fuerza parlamentaria que pudiera apoyar un gobierno del PSOE, etc. Como personas están en pleno derecho de dar su opinión, sea la que sea, de la misma forma que, tal y como indica la Constitución, las y los diputados del PSOE están en pleno derecho de votar en conciencia en el Congreso (ya sea para abstenerse si la posición es el NO, ya para votar NO si la posición es abstenerse). Pero hay un problema: Javier Fernández y sus colegas de la gestora no están siendo entrevistados en tanto que personas individuales, sino en tanto que gestora. Javier Fernández está ocupando una situación análoga a secretario general. Y resulta que la posición actual del PSOE, votada en su comité federal, es el NO a Rajoy. Que el presidente de la gestora siempre hable poniendo en cuestión esa decisión es realmente irregular. No porque no se pueda cambiar de opinión, pero como toda decisión puede ser revisada nos encontraríamos con que siempre los máximos dirigentes de un partido como el PSOE, en vez de defender la política aprobada, podrían pasarse el día diciendo que son neutrales pero insinuando que lo aprobado hay que cambiarlo. Lo lógico es que un secretario general o un presidente de gestora que está muy en desacuerdo con la política aprobada dimita o no se ofrezca para el cargo. Cuando Fernández asumió encabezar la gestora debía saber que una de sus obligaciones era defender el NO a Rajoy votado por el Comité Federal, trabajar para llevarlo a cabo en las mejores condiciones, no boicotearlo.

Esto nos lleva de nuevo a los días del golpe de mano. Todo el mundo sabía que lo que estaba en juego era la investidura de Rajoy, por lo tanto la manera transparente y democrática de actuar era haber abierto ese debate, en el comité federal pero también en las bases e incluso entre los votantes del PSOE: si gana la abstención, perfecto, Sánchez se va y a Fernández le hacen presidente de una gestora o le nombran secretario general o lo que quieran. Pero lo que han hecho ha sido una pura operación de aparato para imponer a partir de él una opción no querida por la afiliación ni por los votantes del PSOE. Esa es la realidad. Todo esto ha sido un golpe orquestado por la "oligarquía" del partido, aunque muy facilitado por la postura imposible de Sánchez, "NO a Rajoy, pero no pacto con quienes podrían darme la investidura", mantenido hasta cuando ya era demasiado tarde.


¿Para qué?

Sin embargo, conviene preguntarse para qué han puesto en marcha a su peculiar "acorazada" en una operación de altísimo riesgo para el PSOE. Por el "bien de España" no ha sido desde luego. En realidad, tras el golpe sus valedores han renunciado a ese discurso ("España está antes del partido") y han pasado a un discurso derrotista, dirigido a minar la moral de la base y de las y los votantes del PSOE, cuyo único eje es que si hay terceras elecciones el PSOE va a perder muchos escaños, es decir, se han pasado al discurso sectario "el partido es lo primero".

Eso no quiere decir que lo estén haciendo por el bien del partido, claro. Lo que han hecho hay que situarlo en el contexto de todo lo que está haciendo la socialdemocracia europea y en el contexto de las razones que llevaron a Zapatero a empezar la oleada de recortes en mayo de 2010 y a terminar 2011 regalándole a Rajoy y, más que a él, a las élites económicas de España y Europa, el alevoso cambio de la Constitución española a través de un pacto de "unión sagrada" entre PP y PSOE. Tengo mis dudas de que ese cambio tuviera grandes consecuencias prácticas, pues creo que sin ese cambio constitucional Rajoy habría intentado hacer lo mismo que ha hecho, pero el PSOE entregó, casi como acto de relevo, un enorme "capital simbólico" a Rajoy: con esa contrareforma constitucional, el PSOE, sus dirigentes para ser más precisos, dijo a la sociedad que el "partido de alternativa" al PP no era en realidad tal alternativa, que efectivamente los derechos sociales de las personas debían subordinarse a los intereses de los grandes grupos capitalistas y que eso no era algo coyuntural, "para salir de la crisis", sino algo que requería rango constitucional, y ya sabemos que para el PSOE y el PP la Constitución es una especie de "antiguo testamento" que debe quedar inalterado durante décadas y décadas.

La abstención del PSOE ante la investidura de Rajoy, que en los hechos implica votar a favor de esa investidura, sería una ratificación, una actualización, de ese pacto sagrado entre las cúpulas de PP y PSOE sobre la "Biblia" de los intereses de la oligarquía. ¿Y por qué es necesaria esa "confirmación" aunque el PSOE se deje la media alma que le quedaba en ello?

Es necesaria porque se viene encima una segunda oleada de ataques feroces contra la democracia y contra el bienestar social, en el marco de una Unión Europea que sufre una rápida descomposión reaccionaria y que cada vez se sesga más hacia el ultranacionalismo de rasgos fascistas, lo que de momento no preocupa a los gobiernos, sicarios de las élites económicas que de hecho están siguiendo, un paso por detrás, la misma ruta racista y populista que marca la extrema derecha, en la que ven un útil instrumento de división de las clases populares y una potencial fuerza de choque contra las luchas sociales. En esa operación está la derecha tradicional europea pero también la socialdemocracia. Recordemos que cuando Merkel trató de recordar que la UE había adquirido unos compromisos de acogida de refugiados, el primero en contestarla con extrema violencia fue el "socialista" francés Valls. Se equivocan totalmente los que intepretan la situación como un choque entre Alemania y Europa del Sur, lo que hay es conflicto social, lucha de clases, a escala europea.

En el caso español, el propio Guindos ha reconocido ya que aplicarán recortes por 5500 millones de euros, y lo ha reconocido antes de que Rajoy sea investido, así que piensan en mucho más. Además, durante esta legislatura el PP ha creado las condiciones para poder contar que el sistema de pensiones es insostenible y poner en marcha el proyecto desmantelador y privatizador con el que sueña todo el capital financiero desde hace muchos años. Y, por último, muchos analistas pronostican una recesión mundial para 2017, lo que implicaría una aceleración brutal de los planes de desposesión, inseguridad, precariedad y empobrecimiento social. En esas condiciones de antagonismo abierto entre los intereses sociales y los de los ricos, hay que decir claramente que desde 1914 la socialdemocracia ha llevado un continuado proceso de vinculación con la "alta sociedad" que hace que, cuando la situación alcanza una extrema tensión, se coloque del lado de la oligarquía capitalista, aunque durante las fases de relativa prosperidad sus políticas puedan ser más proclives a ciertos logros sociales que la derecha tradicional, entre otras cosas porque en esas fases la sociedad tiene una mayor capacidad reivindicativa y la socialdemocracia se reduce a nada cuando pierde el vínculo simbólico con amplios sectores populares. Pero cuando el antogonismo social se extrema, cuando la oligarquía dominante no está dispuesta a dar un paso atrás y cuando el desempleo y la pobreza hacen estragos en la capacidad de resistencia popular, entonces las cumbres de la socialdemocracia no vacilan en comprometerse con los intereses de los ricos y poderosos, esa "alta sociedad" que también han frecuentado casi todos los principales dirigentes de la socialdemocracia europea, con algunas honrosas excepciones.

Por eso la abstención será mucho más que una abstención. Con ella, el aparato del PSOE le dirá al PP "gobierna tú lo que se viene encima, te criticaré y me mostraré como oposición, pero ya sabes que en los momentos decisivos podrás contar conmigo". No es casualidad que Felipe González tomase el mando del golpe contra Sánchez: nadie mejor que él representa en estos momentos y en España a esa casta de (ex) socialistas uña y carne con la oligarquía.

Cabe preguntarse, entonces, porque la socialdemocracia ha mantenido durante tanto tiempo una influencia social considerable entre quienes sí quieren más libertad y justicia. Es un problema al que aún no hemos dado respuesta, pero desde luego creo que una de las causas de ello es que las principales "alternativas" existentes siempre, de una manera u otra, han simpatizado con regímenes políticos totalitarios y reaccionarios, regímenes de partido único bajo los que no cabía ni cabe siquiera construir sindicatos independientes del Estado-patrón. ¿Quién, si no tenía una enfermedad ideológica, podría preferir vivir en la URSS que en Suecia, quién va a preferir hoy vivir en China que en Suecia? Pero esto no cambia el carácter de las cúpulas de la socialdemocracia, entendiendo que por ese nombre me refiero a aquellas organizaciones a las que hoy se considera tales, aunque yo pueda pensar que Valls o González tienen tan poco de socialdemócratas como Stalin, Mao o Castro pudieran tener de comunistas, pero las palabras toman significado en la vida real por muchos matices académicos que queramos hacer.


Podemos y PSOE: relaciones peligrosas... e ineludibles

He dicho lo que pienso con toda claridad, pero no quiero que nadie suponga que he dicho lo que no he dicho. No estoy diciendo que el PP y el PSOE son iguales; no estoy diciendo que tanto da que gobierne Rajoy como que gobierne Sánchez. No digo PPSOE ni digo "dos orillas" ni me gustaría que en el Congreso sólo se hiciese oposición desde los 71 escaños de Unid@s Podemos. De hecho, desde la noche del 20 de diciembre de 2015 he defendido que, a la vista de los resultados electorales, la mejor salida institucional era un gobierno del PSOE, sobre la base de un acuerdo de investidura con Podemos en torno a medidas de urgencia social y democrática,y buscado apoyos en partidos vascos y catalanes junto a la abstención de Ciudadanos, pero quedando Podemos en la oposición. Y he dicho que la actitud de los dirigentes de Podemos no ayudó a llevar al PSOE hacia ese camino. Pero quien ha renunciado abiertamente a un gobierno PSOE es el PSOE, tanto Sánchez, que cerró la vía con su claudicación ante Ciudadanos, como quienes, al ver que Pedro Sánchez se podía inclinar a la búsqueda de un gobierno alternativo, decidieron ignorar lo que ellos mismos habían votado en el comité federal, dar un golpe y proclamar abiertamente su fidelidad a las élites económicas, dinásticas y políticas del país.

Pero no, el PP y el PSOE no son iguales, y plantear la misma política hacia cosas diferentes es un grave error. En el actual debate que hay en Podemos Madrid de cara a su asamblea ciudadana, he observado que dos de los tres proyectos más influyentes que se presentan, al menos en los encuentros en que he estado y a través de las personas que los representaron, dan como definitivo que Cifuentes gobernará Madrid hasta 2019 y rechazan con mucha intensidad la posibilidad de que Podemos trabaje en la sociedad y en la Asamblea de Madrid por una moción de censura constructiva cuyo candidato, hoy por hoy, tendría que ser Ángel Gabilondo. Lo rechazó incluso un proyecto cuyo documento, en abstracto, dice lo mismo que propongo yo, que es más eficaz que Podemos apoye investiduras haya donde el PSOE esté por delante de Podemos (y viceversa), pero quedando en la oposición; pero, por lo que visto, cuando esa declaración se baja a lugares concretos, como el gobierno de España o el de Madrid, sólo impera la idea del no acuerdo.

El argumento principal que dieron para rechazar trabajar por una moción de censura es que en este momento no era realista, que está claro que el PSOE no quiere acuerdos con Podemos y que Podemos no puede dar gobiernos a PSOE cuando éste da el gobierno de España a Rajoy, y que lo toca es prepararse para tener mayoría absoluta en Madrid para 2019, que por cierto es el mismo argumento con el que algunos dirigentes de Podemos Madrid se negaron a hablar sobre ese tipo de acuerdos ante las elecciones de 2015, ya que, según ellos, Podemos ganaría por mayoría suficiente, cosa que sólo podían pensar personas totalmente alejadas de la realidad y bien politicastros retóricos a los que no les importa decir lo que no creen.

Ese tipo de argumentación repite el iluso error cometido desde Vistalegre hasta las primeras elecciones generales y por su irrealismo no merece ser rebatida, pero refleja también una visión determinada de las relaciones entre los partidos. Creo que entienden que la relación entre PSOE y Podemos es una relación entre PSOE y Podemos, es decir, una relación entre partidos. Yo, por el contrario, creo que Podemos, al relacionarse con otros partidos, debe pensar esa relación como un aspecto parcial de la relación de Podemos con la sociedad. Cuando se propone algo al PSOE, o cuando se decide no proponérselo, debe entenderse que estamos proponiendo o no proponiendo ante la sociedad y, de hecho, a la propia sociedad. Ese algo a proponer debe ser algo que si se hiciese fuese positivo para la gente y debe ser realista en el sentido de que una amplia parte de la sociedad, incluyendo una franja muy significativa de votantes y miembros del PSOE, entiendan que hacer eso sería positivo. Lo que no puede ser es que algo que puede proponerse al PSOE, que sería positivo y que entenderían las bases del PSOE no se proponga porque como "politólogos" hemos decidido que el PSOE no lo va aceptar; ese tipo de razonamiento es una forma de dependencia respecto al PSOE, como son dependientes de los gobiernos de EEUU quienes determinan su postura ante acontecimientos internacionales en función invertida de lo creen que quieren esos gobiernos.

Hay cosas que deben hacerse aunque la probabilidad de obtener un determinado objetivo sea baja, no por un imperativo dogmático "hay que proponer lo correcto aunque sea imposible", sino porque aunque no se logre el objetivo las consecuencia de haberlo planteado son positivas; y también porque cuando se es capaz de establecer diálogo con mucha gente, las cosas pueden cambiar y lo poco probable hacerse realidad. Excluir de la acción autónoma de Podemos una presión política específica sobre el PSOE es, en definitiva, anclarse en un "resistencialismo" sin perspectiva de cambio político, o bien una especie de cretinismo parlamentario que viene a decir "como la única solución es que gobierne Podemos y no lo hemos logrado, ahora toca esperar a las siguientes elecciones a ver si lo conseguimos".

La clave de todo está en la gente, nuestra gente. PSOE y PP no son lo mismo, sobre todo, por sus gentes, sus miembros, sus votantes. Sí, hay de casi todo en todos los sitios, bueno y malo, pero en líneas generales el sector de la población vinculado de alguna manera al PSOE tiene mayor sensibilidad social y democrática que el que sostiene al PP, sin que esto deba entenderse como que hay que demonizar e ignorar a quienes votan PP. Pero sí, entre la base social de Podemos y la PSOE hay bagajes comunes o muy cercanos, ignorar esa realidad sería suicida, incluso diría que ya lo está siendo.

Además, esas bases tienen un poco más de capacidad de influir en el partido que los votantes del PP. El PP se vincula directamente con los intereses de la oligarquía, para entendernos, en España es su partido orgánico, al margen de que tal o cual oligarca se sienta o presuma de ser "sociata"; las convulsiones internas no suelen ser muy grandes en el PP, porque tiene una referencia social clara: los intereses de los más ricos, lo que no le impide obtener millones de votos en sectores medios o incluso muy modestos de la población. El PSOE es otra cosa, porque el no representa directamente a la oligarquía, sino que es un mediador entre ella y sectores de la población con una visión crítica de la sociedad. El PSOE ha tenido un papel fundamental en el régimen vigente por tener esa capacidad, una capacidad que, para mantenerse, requiere combinar un apoyo esencial al sistema oligárquico con medidas que sean bien acogidas por su propia gente. Cierto es que esa capacidad de mediación se está deteriorando mucho y que entre la gente más joven muy poca lo ve como "mi partido", incluso aunque le vote, por eso salió lo de PPSOE, justo en cuanto repudio a una común política de recortes pero no eficaz como caracterización política. También es cierto que su apoyo a Rajoy va a acelerar ese desgaste. Pero el PSOE aún no es el PASOK, ni es idéntico al PP, pese a que muchos de sus dirigentes puedan ser intercamblable; el PSOE tiene una fuerza, tiene un núcleo fiel posiblemente bastante mayor al de Podemos, que ha crecido a gran velocidad pero que si comete muchos errores puede desinflarse aún más deprisa. La idea de que de aquí a 2019 Podemos puede convertirse en la "casa común" que cobije al 40% de la población o del electorado, con un PSOE marginal, es muy poco verósimil y, en todo caso, no se puede actuar como si ya fuese una realidad y decir "no hay más oposición que yo", porque hay que ser esa oposición pero también hay que batallar públicamente para que el PSOE lo sea en alguna medida frente a un gobierno del PP, aunque desde luego no va a ser oposición al régimen o al sistema. No estoy negando la posibilidad de un derrumbe del PSOE, lo que estoy diciendo es que si se diera ese derrumbe Podemos no está en condiciones de dar asilo a la totalidad de quienes salgan de esa supuesta casa en ruinas, y ahora lo está menos que en los momentos en que Podemos gozó de más simpatía popular, que desde luego no son éstos.

Y hay algo más: en realidad, los gobiernos del PSOE no son, en líneas generales, iguales a los gobiernos del PP. No son lo que querríamos que fueran, de una forma un tanto ilusa quizá, pero no son iguales a los del PP. Un breve recurrido por la legislación que podemos considerar más progresista entre la que tenemos nos haría ver que la mayor parte de lo que podamos considerar logros o mejoras en España o en comunidades tiene que ver con gobiernos del PSOE. Pese a que hemos entrado en una fase de derechización del PSOE, que puede agravarse si no hay rebelión social, estoy casi seguro de que un gobierno del PSOE en Madrid, condicionado por Podemos desde la oposición, tendría que hacer algunas cosas positivas en ámbitos como la sanidad, la educación, las prestaciones sociales, las políticas de igualdad... Lejos de lo necesario, sí, por eso habría que estar en la oposición, en las calles, aspirando a ganar las siguientes elecciones, pero cosas positivas para la vida de la gente. Desde luego, no sería peor que un gobierno del PP hasta 2019... y ya veríamos luego. En definitiva, lo que ocurre es que exigir a un gobierno algo que estaba en su programa electoral y gustaba a sus votantes es más fácil que exigírsilo a un gobierno que nunca lo prometió y cuyos votantes no lo quieren o no lo consideran prioritaria. La pregunta no debe ser nunca cuál será el gobierno perfecto, sino cuál, entre los gobiernos posibles, es aquel contra el que lucharemos mejor. Y quien en esto piense que "cuanto peor, mejor" se equivoca mucho. Sin Ley Mordaza lucharíamos mejor que con Ley Mordaza.

Salvando las distancias, que son muchas, creo que nos vendría bien una (re)lectura de los escritos de Trotsky respecto a la actitud de la socialdemocracia y del estalinismo alemanes ante el ascenso del nazismo. En mi opinión, lo más certero y profundo salido de esa mente prodigiosa, aunque limitada por cierto dogmatismo y cierta nostalgia; pero en cuanto al tema del que estoy hablando, fue una lección insuperable de realismo, de compresión de lo que estaba ocurriendo y de puesta en primer plano de los intereses sociales más inmediatos por encima de cualquier prejuicio y de cualquier interés partidista.