Trasversales
Luis M. Sáenz

Si das la mano al PP, te la morderá. La capitulación del PSOE y el desconcierto de Podemos

Revista Trasversales número 38 octubre 2016 (web)

Textos del autor en Trasversales



Tras la toma del poder del PSOE por una gestora con métodos bastantes sucios nos hemos encontrado con dos cambios de discurso bastante significativos.

Por un lado, en el PP. Mientras Pedro Sánchez fue el secretario general, Rajoy y otros dirigentes del PP le habían ofrecido casi cualquier fórmula que permitiera que él, don Mariano en funciones, siguiese siendo presidente en funciones: gobierno de coalición, pacto de medidas políticas, mero apoyo del PSOE a la investidura, cualquier cosa. Pues bien, ahora, tras el "golpe de fuerza" de baronesas, barones y dinosaurios, con la fuerza del PSOE aún más agotada, el PP dice que no, que eso no es suficiente, que necesita que el PSOE se comprometa a apoyar a su gobierno, no sólo a su investidura, con un compromiso de votar a favor de los presupuestos que presente durante los próximos cuatro años, etc. Es decir, que se convierta en una fuerza totalmente subalterna respecto al PP. De esa forma, la oligarquía española le está diciendo al PSOE algo así como que si quiere que le den de comer ya no basta su sumisión sino que debe aceptar ser esclavo. Por descontado, esa jugada tiene riesgos para el PP y el régimen, por lo que no niego que finalmente el PP suavice el discurso y en un gesto de "patriotismo" le diga a lo que quede del PSOE "vale, seré generoso, acepto tu voto para mi investidura aunque no me apoyes los presupuestos, pero no me seas rebelde con cosas como el techo de gasto, el TTIP y otras similares". No lo sé, es evidente que hoy Rajoy no tiene miedo a unas terceras elecciones, pero también lo es que el espectáculo de provocarlas él directamente rechazando un apoyo de investidura del PSOE podría crear confusión entre una parte de sus filas. Pero el discurso ha cambiado.

Por otro lado, el ala del PSOE partidaria de apoyar a PP y de eludir cualquier tipo de acuerdo con Podemos de cara a la formación del Gobierno de España también ha cambiado de discurso, de forma complementaria al cambio en el discurso del PP. Antes, su argumento principal era que España era más importante que el partido (idea con la que coincido si por "España" se entiende a la inmensa mayoría de sus gentes, la que vive o intenta vivir de su trabajo y de su esfuerzo, aunque esa no es la idea de España de Susana Díaz o Felipe González, para quienes España es el conjunto de sus élites), que un país no podía pasar tanto tiempo con un gobierno en funciones (lo que en parte es cierto, sobre todo siendo el gobierno que es, aunque creo que la alternativa en estos casos debería ser la toma del poder ejecutivo directamente por el parlamento) y que unas terceras elecciones serían una tomadura de pelo a la ciudadanía (con lo que estoy de acuerdo, las segundas ya lo fueron, aunque más tomadura de pelo sería que el PSOE apoye al PP). Una vez forzada la dimisión de Sánchez, de lo que él tiene gran parte de la culpa sin duda alguna, cambio radical de discurso: ahora el partido es más importante que España. Efectivamente: incapaces de asumir una defensa política de una intención que saben repugna a gran parte de sus votantes, ahora sólo repiten una idea: hay que dejar que gobierne Rajoy porque si hay terceras elecciones el PSOE sacará resultados horrorosos, muchos menos escaños que los 85 actuales. Puro "patriotismo" de aparato, por un puñado de escaños dejemos España en manos de un partido atravesado por fuertes corrientes de corrupción, por un partido que ha demostrado que cree que hay que hacer sufrir aún más a la población más empobrecida, a un partido que pisotea la democracia y trató de usar las instituciones del Estado contra sus rivales políticos, etc. Antes decían algo como "malo es el PP, pero peor es que no tenga gobierno España", ahora dicen algo así como "malo es el PP, pero peor es que el PSOE pierda más escaños".

Durante los días de la asonada, los insurrectos insistían en que lo que estaban haciendo no tenía nada que ver con el debate sobre si había que apoyar al PP por medio de la abstención o intentar formar un gobierno alternativo; como pasa en estas cosas, pudieron encontrar dos o tres personajes, entre los que se consideraban maltratados por Sánchez en uno u otro momento, que hicieron el papelito de ratificar eso explicando que ellos estaban por el NO a Rajoy y que sin embargo apoyaban la operación impulsada Felipe González, sectores del PSOE y destacados personajes de la "alta sociedad" (algún medio de comunicación, como Radio Internacional, ha hablado de una reunión privada en Colombia entre Felipe González, Cebrián, Juan Carlos I y John Kerry, secretario de Estado de EEUU, pero no puedo confirmarla).

Pero en cuanto han logrado "asaltar los cielos" (un cielo bastante en decadencia), varios de los pilares de la operación, incluido el presidente de la gestora, han dedicado bastante tiempo a hablar de este asunto, supuestamente ajeno a su operación previa. Y lo han hecho con dos ideas: por un lado, que había que evitar las terceras elecciones para no sacar malos resultados y que no iban a explorar ningún gobierno alternativo, es decir, que habría que abstenerse; por otro lado, que no pensaban consultar a la base del PSOE al respecto. Y esto resulta bastante curioso dado que su "golpe de mano" fue acompañado de la consigna "todo el poder al comité federal" y que la posición aprobada por el comité federal, mientras no la cambie, es NO a Rajoy. Por descontado, defiendo la libre expresión de cualquier persona, sea cual sea la postura de su partido, pero que hablando en tanto que presidente de una gestora, es decir, como una especie de secretario general en funciones, use parte de su intervención para defender de forma implícita una postura contraria a la aprobada por el comité federal resulta bastante escandaloso.

Este problema del PSOE es un problema de la sociedad, claro está. Y también un problema de Podemos, porque una vez rotas las absurdas ilusiones en que Podemos podría lograr mayoría absoluta en unas elecciones, el problema de las relaciones con el PSOE no es eludible, salvo que se considere que debe sernos indiferente la perspectiva de gobiernos del PP los próximos ocho o doce años. Esas relaciones tienen que ser necesariamente tensas con la cúpula del PSOE, y más ahora, a la vez que lo más estrechas posibles con sus bases y militantes. Pero relaciones tensas no quita que tiene que haber relaciones y que, para que la presencia institucional de Podemos sea lo más útil posible a nuestras gentes, se va a plantear una y otra vez la necesidad de acuerdos para el gobierno de España, de las comunidades y de los ayuntamientos, pues sin ellos todo quedará de nuevo en manos del PP, como prácticamente ocurría antes de las elecciones locales y regionales de mayo de 2015. Tener una estrategia que permita tales acuerdos sin que Podemos renuncie por ello a aquellas propuestas y planes que corresponden a las necesidades de la sociedad frente a los intereses de la oligarquía no es fácil, pero es imprescindible. Pactar sin someterse es un arte difícil, que requiere a la vez flexibilidad y firmeza, pragmatismo y convicciones sólidas. Izquierda Unida no logró manejar bien ese desafío y me temo que Podemos está chocando con la misma piedra.

En particular, creo que se están cometiendo errores.

- Limitar los acuerdos institucionales que permitan desalojar al PP  a la forma de cogobierno, de gobierno de coalición. Eso no ocurrió tras las elecciones municipales y regionales de 2015, donde en líneas generales se tendió más a dar o recibir apoyo mutuo de investidura sin coalición de gobierno, sin que eso abriera un gran debate, lo que me sorprendió y preocupó, pese a estar de acuerdo con la solución encontrada. Pero tras las elecciones del 20D, Podemos se ha enrocado en la fórmula de gobierno de coalición precisamente para la institución donde es más difícil y peligroso formarlo, el gobierno de España. Creo que al hacer eso, y no tomar en cuenta posibles formas de acuerdo de investidura, Podemos ha contribuido a bloquear la situación, a facilitar que el PSOE eluda sus responsabilidades y se meta en operaciones reaccionarias (como el pacto con Ciudadanos o la posible abstención ante la investidura de Rajoy) y a deteriorar mucho el vínculo social de Podemos, que está en franco retroceso desde inicios de 2016.

- Empezar a tontear con la idea de ruptura de los acuerdos que permitieron a PSOE gobernar varias comunidades y ayuntamientos, justo en el momento más inoportuno para ello, pues está haciendo el juego a los planes de quienes han tomado el poder en el PSOE. En este juego, más propio de ultraizquierdistas o de quienes toman la política como una competición entre partidos y no como un reto social, se están metiendo muchas patas. La primera, que en ningún caso se está partiendo de los intereses sociales, de las consecuencias para las poblaciones afectadas, todo se queda en "si el PSOE hace esto para el Gobierno de España, entonces yo le piso en Castilla La Mancha o Aragón", rabieta escolar. En segundo lugar, porque da la impresión de que los acuerdos de investidura comprometieron a Podemos a algo más, a apoyar todo lo que hicieran los gobiernos del PSOE, lo que creo que no fue así y que desde luego no debería ser así, ya que es imprescindible mantener la independencia política: por descontado que Podemos no está obligado a aprobar los presupuestos de Aragón que presente el PSOE, eso dependerá de sus contenidos, pero si se vota en contra debería ser por sus contenidos, no como "castigo" porque no se impulse un "gobierno de España". En tercer lugar, porque esa forma de amenazar con dejar caer gobiernos del PSOE (¿dejando paso a gobiernos del PP?) puede conllevar una actitud recíproca que derrumbe a todos o casi todos los "ayuntamientos del cambio", lo que sería una grave frustración política y social, pese a que en muchos casos, al menos en Madrid, está ya creciendo la decepción ante la incapacidad de cumplir promesas como la de convertir la ciudad en una ciudad limpia, desde una actitud de excesivo "legalismo" y de temor a la reacción de los oligarcas que se reparten los grandes negocios de la ciudad.

Y, por último, aunque pertenece a otro ámbito de cosas, me asombra la facilidad de una parte de los dirigentes de Podemos de meterse en todos los charcos en los que quienes nos son hostiles quieren que nos metamos. Así, por ejemplo, la muy correcta idea de abandonar el eje "izquierda / derecha" y trabajar en una estrategia "arriba / abajo", que no significaba atribuirnos como seña de identidad el no ser ni izquierda, ni derecha, sino pasar de ese enfoque y centrarnos en el conflicto social, ha dado lugar a numerosas disquisiciones orales o escritas sobre porque "no somos" izquierda ni derecha, cuando la estrategia original consistía en colocarnos en otro plano, más cercano a la gente y no en el que los polemistas (de derecha o izquierda) querían colocarnos. Y recientemente se ha dicho, por parte de Pablo Iglesias (con el riesgo imitador que eso implica), que lo que hay que discutir en Podemos es si tenemos que seguir siendo populistas o dejar de serlo, cuando precisamente "populista" es la acusación central que nos ha sido lanzada, la misma con la que denominan a los nuevos fascismos europeos, haciendo así una amalgama entre unos neonazis a los que embellecen y fuerzas democráticas como Podemos a las que envilecen con esa etiqueta. Porque, se piense lo que se piense de la estrategia nacional-popular propuesta con más rigor por Íñigo Errejón (yo no la comparto, aunque sí algunas de sus derivaciones tácticas, y menos comparto los métodos organizativos utilizados conjuntamente por toda la dirección de Podemos salida de Vistalegre), en el terreno de la política es preciso entender que "populismo" no es en Europa un significante vacío, sino un significante con carga negativa, por lo que meterse en ese saco o proponer salir de ese saco es un gravísimo error: la tarea de Podemos no es discutir, con los hostiles o internamente, si somos o no somos populistas, sino diseñar y describir nuestras tareas desde las necesidad de la gente y en los términos de la gente, no en los de los debates académicos.

Podemos no sólo se ha quedado a la expectativa sino que se está alejando del entorno social que nos recibió con simpatía o, al menos respeto. Hemos dejado de hablar su lenguaje y de hablar de sus problemas. Hablamos de nosotros y hablamos de los otros partidos. Eso no lleva a ningún sitio, salvo a un fracaso histórico. Toca cambio de rumbo. Y hay herramientas para ello, aunque con la paciencia y persistencia necesaria para ir recuperando el terreno social perdido (tras lo mucho ganado y lo bastante conservado). La combinación de un uso adecuado de los muchos espacios institucionales ganados con una actividad social orientada a las gentes y nuestros comunes problemas, a partir de unos círculos debilitados pero que podrían recuperar parte de lo mejor perdido si demuestran utilidad social y ser parte orgánica de las vidas cotidianas de nuestros barrios y pueblos, no un extraño cuerpo aparte, puede ser muy poderosa. Se va a poner a prueba en los tiempos que vienen, que van a ser duros, muy duros. Se va a poner a prueba en las colas del paro o en las listas de espera sanitarias o para obtener cita en los centros de servicios sociales, o en unos barrios populares cada vez más degradados y más sucios, o en lo que están preparando para dinamitar el sistema de pensiones, o en la lucha contra la violencia de género y la desigualdad, o en el Mar Mediterráneo y las fronteras de Europa. Lo demás son insignificancias vacías, juegos de rol. Dejemos para otros la retórica.