Trasversales
José M. Roca

Atrápalo todo (como puedas)

Revista Trasversales número 38, junio 2016 web

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De manera habitual, para situar ideológicamente a los partidos políticos y a sus seguidores se traza una imaginaria línea horizontal, como una regla de diez centímetros, pongo por caso, cuyo centro sería el número 5 y los extremos el 0 y el 10. Los partidos y sus seguidores ubican sus preferencias señalando su posición en la regla. Las posiciones cercanas al 0, al 1 y al 2, corresponden a la extrema izquierda, las posiciones, opuestas, del 8 al 10, señalan la extrema derecha; siguiendo en sentido numéricamente descendente vendrían las posiciones de izquierda (3-4), por un lado, y de derecha por el opuesto (6-7), hasta llegar al centro puro, que, en política realmente no existe, que sería el 5.

En los extremos se sitúan los partidos con programas duros, finalistas o revolucionarios, reacios a negociar, pues aspiran a aplicar íntegramente su programa transformador, mientras en torno al centro se sitúan los partidos con programas reformistas y propensos al diálogo y a la transacción; son los partidos de los medios, puesto que comparten el modelo económico y social, que desean conservar. Salvo situaciones excepcionales, no suele haber acuerdo entre los partidos de los extremos (el pacto a la griega), sino entre los partidos cercanos al centro.

En torno al centro -centro izquierda y centro derecha- es donde se suele hallar el mayor número de votantes, de ahí que tanto los partidos de izquierda como de derecha moderen sus mensajes para captar parte de este electorado. Esta es la causa por la que, buscando el favor de estos votantes, los programas de la socialdemocracia europea y de la derecha liberal se hayan aproximado tanto, que son difíciles de distinguir en muchos aspectos, pues las diferencias suelen de ser grado o de cadencia temporal, pero similares en sus objetivos.

El quid del asunto está en guardar el equilibrio entre las posiciones típicas del partido (por ejemplo, el programa básico de la socialdemocracia) para conservar al electorado fiel y las “ofertas” hechas a electores que no son socialdemócratas, pero que podrían aceptar algunos supuestos del programa. Por el lado de la derecha sucede lo mismo: mantener la identidad (religión, familia, orden, mercado) para los votantes fieles y al mismo tiempo tratar de crecer a expensas del voto de otros, “voto prestado”, con ofertas de su interés.

En torno al centro, es decir a los espacios de confluencia, se forman los gobiernos de coalición, pero puede suceder también que un partido aspire a gobernar en solitario ocupando el máximo espacio del espectro político con un programa tan extenso que sea atractivo para votantes de centro izquierda y de centro derecha.

En los años sesenta, Otto Kirchheimer definió este tipo de partido de amplio espectro con el nombre de catch all party, el partido “atrapalotodo, una especie de partido bazar con una oferta programática capaz de seducir a electores muy diversos. Este modelo de partido se impuso después de la II Guerra mundial en Europa; es apropiado a países desarrollados, con un régimen de derechos civiles (estado democrático), programa asistencial (Estado del bienestar), sin grandes diferencias sociales y con un sistema de comunicación desarrollado, pues el modelo requiere el uso de los medios de comunicación de masas para dirigirse a un público tan amplio. En esta situación pierden importancia los partidos de clase (de ricos y notables, de trabajadores o de agricultores) y se extiende el modelo de partido para todos, popular, que representa las aspiraciones e intereses de muchos estratos sociales. Estos partidos presentan, por tanto, un perfil ideológico muy bajo, poco definido, ambiguo.

Modestamente, creo que Podemos se halla en una encrucijada y debe definir su camino: salir de su ambigüedad ideológica o acentuarla y convertirla en una seña de su identidad; aspirar a llegar al gobierno sumando todo lo que sea susceptible de ser sumado, a costa de dejarse pelos en la gatera como partido atrápalotodo, o preparar el asalto al cielo con los más radicales de sus fieles; o expresado en otros términos de su estrategia: adaptarse a la ideología hoy dominante o intentar arrebatar la hegemonía a la derecha.



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