Trasversales
Jesús Jaén

Brexit y Lexit, comentarios a un artículo de Varoufakis

Revista Trasversales número 38 octubre 2016 (web)

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Jesús Jaén es miembro del Movimiento Asambleario de Trabajadoras y Trabajadores de la Sanidad (MATS)


Yanis Varoufakis ha escrito un artículo muy importante titulado “La izquierda europea tras el Brexit”. Aunque no comparta todas sus reflexiones me parece un excelente punto de partida para un debate serio y profundo sobre el futuro de la UE.

1.- Varoufakis hace una crítica sobre las dos grandes posiciones que, en estos momentos, se debaten en el seno de la izquierda europea. Por un lado la “reformista” que vienen apoyando la totalidad de los partidos socialdemócratas, y, por otra, la de los partidarios del “Lexit” (salida por la izquierda), a través del impulso de referéndum en todos los países miembros. Estos últimos firmaron un manifiesto “Democracia y soberanía popular en lugar de integración neoliberal y un fallido sistema de euro”; y entre sus autores figuran Tariq Ali, Costas Lapavitsas o Heiner Flassebeck, Stefano Fassina, etc, etc.

Entre estas dos posturas se sitúa Varoufakis y el movimiento internacional DiEM25, que propone una estrategia de confrontación con las políticas de la UE basadas en la desobediencia a los dictados de la Troika y la democratización de las instituciones. Una política que, el mismo Varoufakis reconoce, podrá llegar a la ruptura con la UE pero cargando el peso de tal desenlace a Bruselas y no a la izquierda. En ese punto discrepa abiertamente con los partidarios del Lexit.

2.- El impacto que está teniendo en toda Europa y Reino Unido el Brexit es muy grande, también entre la izquierda que hemos ido percibiendo dos grandes peligros. Por un lado, el ascenso de los partidos (UKIP) ultranacionalistas o xenófobos. Y, por otro, la consternación que nos produce el hecho de que sean una gran parte de las clases trabajadoras “blancas” las que incrementen sustancialmente los votos de estas opciones (como también viene ocurriendo en las elecciones presidenciales de EEUU con Donald Trump). Muchos de estos votantes en Gran Bretaña eran la base social del Laborismo.

Ante esto, el documento del Lexit firmado por Tariq Ali y otros, lejos de caer en el nacionalismo se mantiene dentro de una lógica internacionalista; pero la orientación que han definido, convocatoria de referéndum para salir del euro, es contradictoria con sus intenciones (“necesitamos un Lexit, una alternativa internacionalista basada en la soberanía popular…”). Otro de los partidarios del Lexit, Stathis Kouvelakis, lo plantea de un modo mucho más claro: “Por lo tanto, tenemos que jugar el juego del referéndum, para así bloquear a las fuerzas de la derecha xenófoba y nacionalista en su intento de ganar la hegemonía y desviar la revuelta popular”.

Esta postura ha sido contestada por Varoufakis en mi opinión de una forma muy correcta: “¿Realmente creen los partidarios del Lexit que, en la actualidad, la izquierda puede ganar la batalla por la hegemonía en contra de la xenofobía apoyando su propuesta de construcción de nuevas vallas y de finalización de la libre circulación?”.

Sin duda la reflexión de Varoufakis nos parece buena, aunque no se trate de imponer vallas, sino de defender proyectos nacionales basados en la concepción de un Estado nación más propia del siglo pasado. Hoy, no es viable una vuelta a la situación anterior al euro. Hay que plantear una estrategia internacional de confrontación y ruptura con la UE; una estrategia basada en la movilización social, la desobediencia a los dictados de la Troika o del Bundesbank, incluso, proponiendo que sean ellos los que carguen con todo el peso de la expulsión de un país de la zona euro como debiera haber sucedido en julio del 2015 con el gobierno de Syriza en Grecia. La decisión de Tsipras de capitular, como se está viendo ahora, fue además de una derrota estratégica, el mayor error político que cometiera la izquierda griega probablemente en muchas décadas.

Pero por otra parte, tampoco parece que la mejor propuesta para frenar a Bruselas sea la convocatoria de referéndum nacional para disputarle a los partidos o movimientos ultranacionalistas la hegemonía política, tanto entre los ciudadanos como entre los trabajadores. En este caso la experiencia del Brexít es muy clarificadora ya que hubo sectores de la izquierda que defendieron el Brexit pero quedaron diluidos y atrapados por la indiscutible hegemonía política del nacionalismo xenófobo. Al final quien capitaliza el referéndum no es la izquierda sino el ultranacionalismo xenófobo o incluso la extrema derecha.

3.- Entre los méritos que veo del artículo de Varoufakis también está el análisis que hace de las relaciones de poder entre Bruselas y el Bundesbank por un lado, y, los países a través de sus instituciones nacionales. Vicens Navarro había afirmado en un artículo de que todavía hay una importante autonomía de los gobiernos nacionales respecto a Bruselas; y para ello pone como ejemplo el gobierno de Cavaco Silva en Portugal. Varoufakis aclara que el gobierno portugués solo pudo retrasar algunas medidas, pero que su autonomía es limitada respecto al déficit público y los presupuestos. En este sentido podríamos aportar otras experiencias como lo ocurrido en Grecia en julio de 2015 con el gobierno de Syriza (Varorufakis era el ministro de finanzas), o los imperativos a los gobiernos de Zapatero y Rajoy en España (incluso llegando a tener que modificar el artículo 135 de la Constitución).

Creo que estos análisis sobre la UE y su relación con los estados nacionales son muy importantes. En mi opinión, es uno de los factores claves para plantear que no es posible articular estrategias nacionales desde el punto de vista de los valores de una izquierda transformadora. Varoufakis concreta su propuesta a través DiEM25 como un movimiento político de carácter paneuropeo y en defensa de la democracia. La idea central me parece muy buena, sobre todo, en lo que respecta a la necesidad de levantar una propuesta global y “transnacional”.

Sin embargo creo que su propuesta tiene unos cuantos puntos ambiguos y débiles. En primer lugar, cuando sitúa el concepto de la “democracia” como la idea fuerza de este movimiento. Creo que la democracia en abstracto no puede ser el eje vertebrador de dicho proyecto, más aún cuando el mismo Varoufakis había criticado a la socialdemocracia por centrarse en la alternativa de más Europa y más democracia. Al final la democracia termina convirtiéndose en un concepto “atrapalotodo” que sirve tanto para denunciar los déficits políticos como las desigualdades sociales.

En toda la propuesta de Varoufakis se echan de menos algunos aspectos claves como por ejemplo propuestas contra los planes de austeridad y los ajustes sociales; la defensa de los derechos de los trabajadores o qué hacer en caso que se llegue a una ruptura abierta con la UE (nacionalización del sistema bancario, plan de energías alternativas...). Esta ausencia política o programática no es cuestión menor. Llegados a este punto, uno se pregunta cómo va a luchar DiEM25 contra el ascenso de los nacionalismos y corrientes ultraderechistas que están ganando peso entre las clases trabajadoras y populares; cómo disputarles la hegemonía política a estos demagogos populistas, al liberalismo o a la socialdemocracia internacional. Creo que no hay otra alternativa que un programa anti-austeridad claro y contundente que contenga propuestas a favor de estas clases subalternas frente a los grandes depredadores de los mercados financieros y las multinacionales. Un programa que, también en lo político, establezca la lucha contra la desigualdad social y política por razones de raza y sexo, uniendo a trabajadores migrantes y autóctonos, a mujeres y hombres. Un programa en defensa del medio ambiente apostando claramente por los recursos naturales no contaminantes. Un programa que establezca una fuerte alianza entre la clase obrera, los desempleados y las grandes capas de clases medias golpeadas por la crisis.

En cualquier caso esta crítica al proyecto que defiende Varoufakis no debería despistarnos en cuanto al objetivo estratégico. Su propuesta es inteligente y seductora, especialmente como decíamos antes, en lo que respecta a la necesidad de dotarnos de una estrategia global a tres bandas: un movimiento político con vocación internacional (paneuropeo); un gran movimiento social contra la austeridad, el racismo y todas las vallas físicas o políticas; y, una alternativa al liberalismo económico y al ultranacionalismo político.



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