Trasversales
José Errejón

PODEMOS debe comparecer

Revista Trasversales número 38 agosto 2016 (web)



A modo de avance  de lo que se desarrollará luego, la hipótesis es que en este intenso ciclo político iniciado en mayo de 2014 (elecciones europeas),  los agentes y actores políticos del régimen, conocedores en distinto grado de su crisis, han tratado de ocultar y difuminar los contornos de la misma, intentando reconducirla a modalidades diversas de “crisis políticas “, crisis en el régimen, no crisis del régimen.

El bloqueo de la situación no deriva de la torpeza de las direcciones políticas. Se trata de hurtar la “ocasión constituyente”;  los medios la han sacado de la agenda. Desde mayo de 2014 una alarma ha corrido por los consejos de administración de los Bancos y las grandes corporaciones eléctricas  y de la construcción, por el entramado socioeconómico e institucional que llamamos régimen del 78: el aliento popular y ciudadano del 15M, que a esas alturas parecía en trance de extinción, encontraba en la aparición de PODEMOS una oportunidad para expresar su voluntad impugnatoria del  orden del 78, para entonces perdidas sus componente democráticos y sociales que constituyeron puentes de legitimación.

Las respuestas a esa alarma han sido diversas, tantas como agentes socioeconómicos y actores políticos podían verse afectados por ella. Aquí y por mor de la brevedad y los propósitos de este texto se enumeraran solamente tres.

- En la derecha política del régimen, la emergencia de PODEMOS fue contemplada  con cierto desdén, no exento de interés en algunos sectores por cuanto podía representar de factor de debilitamiento del PSOE. La actitud general  fue dejarle la pelea contra PODEMOS al PSOE, en tanto que defensa del régimen del 78 y su papel histórico en el mismo, lo que ahorraría al PP  los costes de una posición excesivamente beligerante.

- En el PSOE, con el temor que inspiraban los demoledores efectos del ascenso de Syriza sobre el PASOK, se intentó despachar el asunto con la descalificación de “populismo” pero rehuyendo cualquier tipo de debate esclarecedor para el electorado de izquierda. En la actitud del PSOE y su electorado está la clave o condición de posibilidad del proceso constituyente en nuestro país. Aunque más adelante se desarrolle este punto hay que avanzar aquí que las direcciones del PSOE, sin duda muy presionadas por Felipe González y PRISA, se niegan a aceptar el agotamiento del ciclo histórico del 78 y su ordenamiento constitucional.

- La respuesta más ágil y eficaz no ha venido de ningún actor político sino de los sectores oligárquicos que efectivamente dominan la vida pública española  y que han salido indemnes de la crisis del 2009-2010. Una vez comprobadas las limitaciones de Rosa Diez y UPyD, encontraron en ese pequeño partido construido para combatir el gobierno tripartito en Catalunya la herramienta necesaria para arrebatar a PODEMOS –y con ello reducir su capacidad de influencia social- una parte de su discurso renovador, la parte más regeneracionista. Y se levantó potenciando aún más el think tank de las grandes corporaciones FEDEA y a su intelectual de referencia, el PODEMOS  de derecha con la equivoca figura de un joven dirigente con un marcado ADN de derechas pero que, con el adecuado soporte mercadotécnico (inestimable la labor de PRISA) podía ser presentado como la cara amable del cambio (Se utiliza esta expresión por mor de la brevedad, admitiendo de entrada la imprecisión de los términos que la conforman). La negociación para el apoyo de Cs  a la investidura de Rajoy ha venido a confirmar la relevancia de este producto mercadotécnico. El cara a cara Iglesias- Rivera en presencia de Évole creo que fue decisivo al respecto. Otras alternativas habrían sido más ventajosas para PODEMOS.

De la agenda política han desaparecido todos aquellos contenidos  que dan cuenta del carácter constituyente del momento histórico. Los que han sido objeto de la negociación, han sido abordados con un enfoque tecnocrático de forma que el electorado pueda entender que su concurso era innecesario.

Creo que aquí reside, una vez más y como otras tantas en la historia de España, la clave para entender el momento político.  Una vez más se quiere hurtar al pueblo teóricamente soberano el efectivo ejercicio de la soberanía.

De modo que la distribución de la carga fiscal para que sea más justa y asegure la cobertura de los servicios públicos;  o el futuro de las pensiones amenazados  por una composición del empleo precaria y de mala calidad; o la situación de emergencia en que viven miles de familias, millones de parados y dependientes; o los derechos democráticos de Catalunya y Euskal Herría , si fueran abordados (es claro que los dos últimos grupos no lo van a ser), quedarían desprovistos de las radicales existencias sociales y democráticas que les caracterizan.

¿De verdad se pueden discutir las condiciones para la investidura de un Presidente del Gobierno en España  sin tomar en consideración estas exigencias? Creo que estamos otra vez ante un cierre en falso de una ocasión histórica para acometer el proceso de renovación democrática que necesitamos para abrir una perspectiva de autoconstrucción como pueblo libre y soberano.

Si ellos quieren cerrar nosotros tenemos que abrirlo.

Están constituidos el Congreso y el Senado, las Cortes donde reside la soberanía; ¿Qué esperan para abordar los problemas de la ciudadanía? La idea de que la ausencia  de Gobierno priva al sistema democrático de la herramienta que lo pone en marcha es una perversión asociada al predominio de los ejecutivos en el desarrollo de los Estados contemporáneos, cada vez más alejados del hecho democrático.

¿Por qué no podría desarrollarse un debate parlamentario sobre algunos de los problemas incluidos en la agenda política, incluso priorizada de acuerdo con los criterios sistémicos? Tomándole  la palabra a los voceros de la derecha que todos los días advierten de los males derivados de no tener aprobado el Techo de Gasto y los Presupuestos Generales del Estado, ¿sería tan difícil que los servicios del Ministerio de Hacienda ofrecieran un cuadro con los diferente escenarios posibles derivados de  la aprobación de uno u otro techo de gasto haciendo así posible el posicionamiento de los diferentes grupos parlamentarios?

En materia presupuestaria la mayor parte de los créditos son el resultado de aplicar un incremento políticamente decidido; ¿por qué no abordar ahora este debate?

Es verdad que hay cosas que decidir de forma precisa y que tales decisiones tienen efectos que retroactúan sobre las finanzas públicas; claramente aquellas que pueden influir sobre la rentabilidad exigida a la deuda pública. Se advierte entonces que las restricciones a las posibilidades de decisión democrática tienen más que ver con intereses corporativos particulares que con los intereses generales de la Nación.

Pero la cuestión de fondo que pretende abordar es la aparente incapacidad de nuestros representantes públicos para abordar de inmediato la discusión  de los problemas de los que nos hablaron en la campaña electoral. Su imagen es la de un grupo bastante inútil de personas que, solo con la iniciativa venida de las sedes administrativas es capaz de ponerse en marcha y terminar adoptando, no sé si con mucho conocimiento de causa, las decisiones pertinentes. Es ese sin duda el resultado, me temo que esperado, de una historia política que ha atrofiado las capacidades parlamentarias para orientar la acción política pública.

Pero estamos ahora en un momento crítico. Uno de los indicadores de esta criticidad son los evidentes cambios sufridos en la composición política del electorado que van mucho más allá desde luego  del fin del bipartidismo. Pero es solo un indicador y no de los más finos. La sociedad española[1]  ha cambiado mucho y un sector muy importante de ella ya no se conforma con la modalidad de democracia que se consagró en la Constitución del 78 y mucho menos con su actual degradación.

En nombre de la democracia y desde el Estado se ha pretendido meter en cintura a la democracia y a sus excesos. Más aún, se ha pretendido culpar a estos excesos  (ya se sabe, vivir por encima de nuestras posibilidades) de la crisis que padecemos y sus secuelas.

Pero después del 15M existe la posibilidad de salvar a la democracia desde la democracia y con más democracia, la cuestión está en hacerlo posible. Es para eso que hay que dejar abierto los procesos no cerrarlos.

La oligarquía pretende cerrar el momento de “incertidumbre democrática” en nombre de algún fundamento de orden superior en este caso la necesidad de recuperar la confianza de los mercados y las instituciones comunitarias. Un fundamento antagónico con el ejercicio de la democracia.

La fertilidad del momento estriba en las posibilidades de una nueva constitución de lo social que contiene el ejercicio mismo de la democracia.

No existe “necesidad histórica” alguna que legitime el cierre del proceso democrático, solo la voluntad de los poderosos que desean reanudar intensificada la normalidad de la explotación y la exclusión social en su beneficio.

Está pendiente de articular otra voluntad colectiva y hacerlo con pretensiones de hegemonía; no ha bastado para ello la manifestada a lo largo de este ciclo electoral. Es preciso hacerlo presente en todas las dimensiones de la vida colectiva de este lado de acá no  basta con lo conseguido con ser ello muy importante

A estas alturas parece muy difícil el entendimiento entre las dos primeras fuerzas que debieran impulsar un acuerdo constituyente como el que postulamos. La antipatía desarrollada entre sus respectivos dirigentes y la convicción en cada una de esas formaciones de que la hoja de ruta de la otra pasa, alguna manera, por su postración política alimenta los argumentos para el desacuerdo. En las filas del PSOE por el rechazo a perder la hegemonía de la izquierda a manos de esa mezcla de universitarios listillos y comunistas disfrazados; en PODEMOS por la herencia de un proyecto político fracasado hace dos décadas que pretende ser ensayado de nuevo.

Unos y otros inconscientes de la naturaleza y alcance de los desafíos que tenemos por delante. El PSOE aferrándose a su papel en un régimen agotado y que está siendo desmontado y sustituido por la derecha gobernante. PODEMOS, que en teoría postulaba un proceso constituyente, es incapaz de articularlo en la condiciones concretas que ha deparado el 20D y el 26J; especialmente ciego ante la necesidad de atraer al electorado socialista a la causa del proyecto constituyente.

Ambas direcciones parecen incapaces de leer las necesidades de la mayoría social subordinándolas a sus intereses de aparato, disfrazada de un concepto de hegemonía antagónico al gramsciano. Diría más, creo que ninguna de las dos direcciones, tampoco la de PODEMOS, está a la altura de los desafíos que representa el movimiento político actual.

No puede ser que el ciclo iniciado el 15M del 2011 vaya a ser cerrado por esta lampedusiana operación de las derechas, bendecida por la oligarquía financiera. No quiero exagerar el alcance transformador del 15M, creo que dio de sí lo más que se podía esperar de una sociedad que como la española, haba sido sumergida en la atmósfera ficticia de prosperidad del boom inmobiliario. Pero es cuanto hemos tenido en términos de protagonismo popular más o menos directo y no podemos asistir impávido a la liquidación de sus efectos galvanizadores sobre una sociedad previamente anestesiada por el consenso consumista.

La democracia es, en buena medida, una ocasión que aparece en los momentos fuertes de la historia de los pueblos y el compromiso ciudadano que la hace posible ni es homogéneo ni, desde luego, continuo. Este compromiso –hay que reconocerlo- después del 20D y el 26J, va decreciendo de forma bien perceptible. Va cundiendo de nuevo en el seno de la sociedad española una generalizada actitud de cansancio y hartazgo de la política, el aumento de la abstención entre la primera y la segunda cita electoral es solo el más explícito de sus indicadores.

Es esta la situación ideal para la operación de intensificación desdemocratizadora de la vida pública, a su vez condición necesario para el éxito de la ofensiva de regresión social y oligarquización en la que están empeñados los poderes económicos y la derecha política.

Por eso hay que reaccionar, mientras que el recuerdo del protagonismo social con el 15M y la ilusión despertada por PODEMOS vive en la memoria de la generación que la ha protagonizado

El valor simbólico del 15M está asociado a su potencia fundante: quienes lo vivimos experimentamos la sensación de libertad y, como decía Raimon, “quien ha vivido la libertad no la olvida jamás”.

La tarea pendiente, urgente, no es reactivar los círculos de PODEMOS, el reto para una política democrática es recuperar el protagonismo popular, abriendo nuestra propia agenda política hay que sacudirse esta parálisis instalada en la otrora activa dinámica de debate ciudadano.

¿Cómo es posible que tales debates sean hoy muy inferiores a los que había cuando la práctica totalidad de los municipios eran gobernados por el PP? ¿Por qué no ponemos a disposición de los ciudadanos la información y evaluación de los problemas de las que disponen los ayuntamientos del cambio? Esa es la tarea de PODEMOS y de sus círculos y es la forma misma de reactivarlos, no meternos en una dinámica administrativa que pareciera orientada a controlarlos de cara a futuros eventos congresuales.

No es posible continuar en esta pasividad mientras las derechas diseñan el futuro. ¿Dónde ha estado la dirección de PODEMOS todo este tiempo, no tenía nada que decir mientras el PP y Cs urdían esta operación histórica de cierre? Tal parece que PODEMOS hubiera sido el principal damnificado por los resultados del 26J, su desaparición de la escena llama la atención, solo un rosario de anécdotas no muy favorables aprovechadas por la prensa de derechas dan fe de su existencia (a estas alturas “prensa de derechas”, con las muy contadas excepciones, va pareciendo cada vez más una redundancia).

Solo una suicida estrategia de “cuanto peor mejor”, reiteradamente probada como catastrófica para los intereses populares pueden explicar esta espera. Apostar por el desgaste del rival en la izquierda pone de manifiesto  un espíritu de aparato impropio de las nuevas formas de hacer política de las que nos reclamamos. Solo quienes están anclados en visiones sectarias y antidemocráticas de la política, en la que los ciudadanos son contemplados como mero objeto de maniobras, pueden quedar indiferentes a las apremiantes necesidades de nuestra gente.

Hacer política democrática es poner a la gente en el centro de la actividad política como protagonista, con sus necesidades de hoy, con sus aspiraciones y sus compromisos Si antes hemos rechazado cualquier fundamento trascedente a los antagonismos reales, ahora lo hacemos igualmente a las estrategias basada en pretendidas razones históricas que hacen abstracción de las necesidades reales de la gente.

Nuestra concepción de la democracia es una apertura ilimitada a las posibilidades de construcción colectiva que implica la política. No entendemos la política como algo posible y distinto de la acción democrática, de la acción contra todas las modalidades de la subordinación y el dominio.

Hemos nacido como un brote de la democracia, no nos iremos sin hacerlo posible.


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