Trasversales
José Errejón

¿Dónde va Podemos?

Revista Trasversales número 38 octubre 2016 (web)



Desde el 26J PODEMOS parece haber entrado en un período de cierta confusión política. Tal parece que una parte de sus jóvenes dirigentes se hubiera enfadado con el electorado por no haberle dado el apoyo que esperaban para “el asalto a los cielos”. De pronto toda esa dimensión hegemónica, capaz de atraer a sectores muy amplios de la sociedad para la labor constructiva de crear un nuevo “sentido común”, se ha abandonado en beneficio de una actitud forzadamente belicosa, en un tiempo en el que el estado de animo de la gente de abajo no está precisamente en esa longitud de onda.

La hipótesis más fuerte del 15 M, su “hipótesis constituyente”, es que existían en el seno de la sociedad española fuerzas sociales y culturales capaces de transformar la adversa realidad social que padecíamos y que el régimen del 78 y sus partidos eran incapaces de representar (“no nos representan”).

Haciendo suya esta hipótesis PODEMOS asumió desde el principio, como principal y estratégica, la tarea de dar voz y expresión a esas fuerzas inmanentes, convirtiendo sus valores en hegemónicos y construyéndose de forma autónoma de las obsoletas instituciones del régimen del 78 (“construyendo pueblo”).

Es verdad que la realización de esta tarea se vio muy condicionada desde el principio por la necesidad de concurrir a los sucesivos eventos de un largo ciclo electoral. Y que eso condicionó en exceso el proceso de construcción de PODEMOS, acentuando su dimensión de maquinaria electoral, lo que acaso dificultó una relación más “osmótica” con los sectores sociales de intención constituyente.

Habría, así, dos tareas principales para PODEMOS. La primera, también en importancia, era continuar el proceso de construcción de hegemonía cultural que le permitiera dirigir antes que gobernar. Esa tarea exigía disponer de dos recursos de los que PODEMOS ha sido deficitario. Una vasta red de operadores políticos que fuera capaz de enlazar los cabos sueltos del 15M y convertirlos en líneas de trabajo para la construcción de espacios contra hegemónicos en el seno de la sociedad civil. Y el otro era un margen temporal suficiente para llevar a cabo tan ingente tarea.

La segunda tarea era llevar a las instituciones esa dinámica constituyente de manera que la agenda política incorporara los problemas y las demandas sociales que los partidos del régimen habían ignorado.

La ejecución simultanea de ambas tareas supondría un reto para cualquier actor político, máxime con la lógica experiencia que cabía atribuir a jóvenes dirigentes y cuadros de PODEMOS.

La concentración de eventos electorales, además, y la apuesta por alcanzar objetivos estratégicos en la primera ocasión que se presentara, pueden haber conducido a una excesiva valoración de los resultados electorales y, por ahí, a cierta tendencia a programas “atrapa-lo-todo”.

Pero creo que hay que resaltar la importancia de la dimensión temporal y la ansiedad inducida en los cuadros de PODEMOS por alcanzar “a la primera” los objetivos estratégicos. Ansiedad que si no se veía retribuida podía generar cierta frustración expresada en el enfado que hemos señalado al comienzo de este comentario.

Esa ansiedad y frustración creo que se ha manifestado de forma muy explícita en las relaciones con el PSOE. A estas alturas parecen evidentes las dificultades de este partido, no ya para impulsar, sino tan siquiera para tener un papel destacado en los procesos de cambio por los que, en uno u otro sentido, va a pasar la sociedad española. Su crisis (lo hemos repetido en varias ocasiones) coincide y expresa la del régimen que ha vertebrado. Y es comprensible que las direcciones políticas que se han sucedido desde el 2010 hayan creído que su mejor opción era aferrarse al papel que desempeñaban en las instituciones del régimen. Pero, como también hemos reiterado, su funcionalidad para las mismas declinaba ya en esas fechas y no ha hecho sino acentuarse. Casi ninguno de sus dirigentes ha sido capaz de leer este cambio de época y ello explica que hayan vivido los acontecimientos recientes como si correspondieran a uno de los periodos ordinarios que han protagonizado.

Con este cuadro de situación del PSOE, parece claro que la táctica de PODEMOS debiera haber ido dirigida a facilitar en lo posible que sectores los más amplios posibles fueran capaces de entender ese cambio de época y esa indispensable lectura desde la que pensar su papel en la nueva época. Tarea ciertamente difícil porque la dirección socialista solo vió en PODEMOS un rival intruso al que había que ningunear, incluso cuando su apoyo les abría el camino hacia el gobierno. Pero tarea imprescindible si se quería atraer al electorado socialista al campo constituyente. Porque suponer que con la mera presentación de sus propuesta este electorado iba a abandonar su lealtad tradicional para pasarse a la del nuevo partid carecía de fundamento en la experiencia de la historia electoral reciente.

Cuando el 26J mostro que no sólo no se sumaban los votos procedentes de IU, sino que tampoco se incorporaban nuevos apoyos del electorado socialista, la parte de la dirección de PODEMOS agrupada en torno a Iglesias hizo una lectura errónea de estos resultados, como se pudo ver en la escenificación del acto del Reina Sofía, con el canto puño en alto de la vieja canción “el pueblo unido, jamás será vencido”.

Errónea y enfadada. Enfadada con los electores que no habían estado a la altura de sus pretensiones y con aquellos que, según ellos, habían edulcorado demasiado el discurso para ampliar el apoyo electoral.

A partir de ahí se desata la caza contra el “enemigo interno”, de resonancias inequívocamente stalinianas. En vez de analizar con rigor los resultados y sus causas para explorar qué tendencias se señalaban entre el electorado, se decreta un inesperado bandazo que empieza aludiendo a los diferentes modos de dos dirigentes y acaba, por el momento, llamando a “crear poder popular”.

Se trata en mi opinión de una pseudo radicalización que pretende vestir un proceso de cambio actual con viejas vestiduras; vestir al 15M y a PODEMOS con ropajes que ni siquiera fueron mayoritarios en su momento allá por los primeros años 70 del pasado siglo, no me parece una contribución muy eficaz al cambio de la España del 2016.

El cambio que la España actual necesita tiene mucho en común con el de otros países de nuestro entorno. Está relacionado con el agotamiento de un modelo civilizatorio que, además de generar pobreza y exclusión social de masas, amenaza las bases mismas de la existencia en el planeta. Son esos los graves problemas a los que, como otras, se enfrenta la sociedad española y a los que los gobernantes no tienen respuesta alguna, que no sea la de prolongar su presencia más allá de cualquier extremo razonable.

El cambio que precisamos es de índole más cualitativa que cuantitativa; no se trata solo (con ser ello importante) de crecer para generar empleos y rentas, se trata de diseñar entre todos una arquitectura de relaciones sociales que no excluya a nadie, que encuentre una respuesta para cada necesidad al tiempo que asegura la pervivencia de los sistemas naturales y los procesos ecológicos esenciales.

Ese cambio precisa el concurso de todos, exige el protagonismo de las mayorías tomando el destino colectivo en sus manos. La combatividad y el arrojo que necesitamos son los del diálogo, los acuerdos amplios para convertir en sentido común los valores de la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo.

Este es el camino de la construcción democrática de un pueblo libre. Enfrente hay otro camino, el de la regresión en las condiciones de vida y en los derechos, el de la servidumbre. En ese camino se afanan los poderosos y para recorrerlo cuentan con la sumisión y el miedo de los de abajo.

No podemos contribuir, de ninguna manera, a alimentar el miedo de nuestra gente, sino su confianza en sus propias fuerzas y en la razón que nos asiste para construir el futuro.

La oligarquía ha encargado la operación de clausura de ese futuro al gobierno del PP, con el apoyo pasivo de la dirección provisional del PSOE, que intenta así comprar un lugar, aunque sea subalterno, en el régimen de regresión de derechos que se ha venido urdiendo desde mayo del 2010. En absoluto puede interpretarse este apoyo como un signo de fortaleza del declinante régimen del 78 sino, por el contrario, de debilidad. Con tan vergonzosa actitud, justificada con el pretexto de la gobernabilidad, la dirección provisional del PSOE abandona cualquier pretensión de ofrecer alguna alternativa al gobierno de los recortes para los de abajo y favores para los de arriba y los corruptos. Y con esta renuncia,secciona el “alma social” del régimen y las instituciones del Estado son, aún más, capturadas por los poderosos que las convierten un poco más en su propiedad privada.

La única fuerza que sustenta a los partidos del régimen viene de nuestra incapacidad para formar un gobierno democrático comprometido con la suerte de las mayorías sociales. De parte del PSOE se ha consumado un paso que pudiera ser irreversible para el viejo partido de Pablo Iglesias, lo que aumenta la responsabilidad objetiva de PODEMOS de cara a los más de once millones de electores de izquierda.

Este es el tiempo de trabajar en los mimbres para el gran acuerdo social que debe ser la base de un proyecto de renovación histórica como país. A la invocación de gobernabilidad oponemos la democracia, el compromiso ciudadano para encarar un presente y un futuro difíciles desde las coordenadas de la solidaridad, la cooperación y la justicia social.


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