Trasversales
Enrique del Olmo

Cambio: lo hecho y lo que tiene que venir

Revista Trasversales número 36 bis diciembre 2015

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Se me solicitó desde Debate Público una contribución al mismo sobre los cambios que podía producir el 20-D, tomando como base una magnifico documento de Jose Luis de Zárraga (1). Le remití una contestación con el límite estipulado, pero había preparado un documento mas largo que es el que ahora publico en mi blog A Contracorriente , alojado en Irispress.

Nadie puede negar que vivimos en una época de incertidumbres apasionante. De la misma forma que nos damos cuenta de que no estamos acostumbrados a gestionar la incertidumbre, mil veces se dan por cerrados procesos que se vuelven a reabrir y de alguna manera es por el miedo a la duda que se cierne tanto en la sociedad y por ende en los actores políticos y sociales.

Es un tiempo donde las decisiones de unos y otros inciden en tiempo real en el panorama político. A la pregunta tan repetida de qué va a suceder el 20-D y en los tiempos posteriores, cada uno de noso­tros dibuja escenarios donde incorporamos el análisis, la racionalidad, el conocimiento pero también el deseo. Y todo ello nos afecta al estado de ánimo cotidiano. Por poner un simple ejemplo, antes del 1 de noviembre el ánimo de los seguidores de Podemos estaba bastante bajo y en tres días una encuesta más favorable, una canción de Pablo Iglesias en El Hormiguero y los fichajes del ex JEMAD Rodríguez volvieron a disparar la pulsión positiva hacia la formación morada, para a los pocos días las bajas de otros fichajes moverse en la dirección depresiva. De esto tenemos ejemplo continuamente.

Aún mas, hechos de transcendencia europea y mundial como la crisis de los refugiados o los atentados de París, pueden cambiar la dinámica de la política española antes del 20-D. Jose Luis de Zárraga plantea excepcionalmente bien los cruces de cambios ante los que estamos: cambios sistémicos, cambios intrasistema, cambios económicos, cambios políticos, cambios de actores, cambios en los límites, fuera de los límites. Y ante cada uno de ellos las alianzas y el cómo son diferentes; es decir, desde mi punto de vista no hay una única estrategia de cambio omnicompresiva (y es un grave error pretenderla).

Cada cambio tiene su afán, sus relaciones de fuerzas y su tensión entre deseo y realidad y a medida que descendemos a la arena de la concreto también se van formulando nuevas relaciones de cambio. El ciclo de movilizaciones sociales y de cambios políticos que comenzó en 2011 no ha concluido Aunque tengamos picos y valles como no puede ser de otra manera, no estamos ante la revolución permanente pero como mínimo sí ante la convulsión permanente. Ante las tendencias pesimistas que afloran en los momentos valle y de forma especial en las gentes de izquierdas, hay que afirmar que ya mucho cambio se ha producido y que nuestra realidad hoy es muy diferente a la de 2011 en todas las esferas.

Sólo dos referencias de cambio: se acabó la autopista de la corrupción y el capitalismo de colegas (como sistema de gobierno) que ha imperado en los últimos 15 años aunque con mucha menos gente en la cárcel de la que había opositado a ello y el bipartidismo se ha quebrado. Aunque el PP ganase y el PSOE se mantuviese cualquier encuesta nos habla de no menos de seis millones de votantes que les abandonan, por no hablar de la pérdida de poder institucional. Pero además simbolicamente la desaparición de personajes como Barbera, Cospedal, Teófila, León de la Riva, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Camps… es, aparte de un respiro para las gentes de bien, un símbolo del fin de una época.


¿Qué cambio?

La demanda social de cambio y que logran expresar de alguna forma diversas fuerzas políticas afecta a dos grandes ámbitos: a) el cambio de las políticas económicas y la recuperación de los derechos sociales; b) la reforma del sistema político e institucional que debe llevar consigo una reforma constitucional o proceso constituyente (este debate, que a veces tiene mucho de nominal, no debe ocultar el problema de fondo: ¿ qué cambios imprescindibles deben producirse?).

En política económica y social, hay una primera referencia: ¿qué política va a tener el futuro gobierno español en relación a la UE y su austericidio? ¿Nos vamos a colocar junto a los que plantean una ruptura de esta política suicida para la UE e intentando sumar a los tibios (Hollande, Renzi) que intentan simplemente una moderación de la misma? Sabemos fehacientemente que PP y C's están en la continuidad; Podemos por un cambio y el PSOE entre dos aguas pero defendiendo el tronco de la política Schäuble-Merkel.

El segundo gran tema es la defensa de los derechos sociales y del Estado del Bienestar donde el encuentro entre Podemos y PSOE puede ser mayor mientras C's puede aceptar cosas pero que no afecten al negocio de sus mentores.

El tercer rubro es la política fiscal, desde el PP continuidad de la política para continuar con la transferencia de rentas a las clases más altas, política que es acompañada sin ambigüedad por C´s con la demagógica bajada de impuestos; por su parte elementos de reforma tibios por parte del PSOE y apuesta por el incremento de impuestos a los que más tienen por parte de Po­de­mos pero con la debilidad de no apostar por destinar el incremento fiscal a la inversión y no al gasto corriente.

El segundo bloque que va a recorrer los próximos años es la reforma constitucional o el proceso constituyente. La Constitución de 1978 hace aguas tanto por incumplimiento como por exceso de manoseo a través del Tribunal Constitucional en función de intereses políticos genuinamente conservadores; la sentencia del TC sobre el Estatut y la reforma-express del articulo 135 impulsada por ZP y utilizada hasta la saciedad por Rajoy han sido golpes de gracia a su función integradora y a su propia legitimización. Prácticamente todas las fuerzas que concurren a las elecciones llevan en su propuesta la reforma constitucional, salvo el PP, cuyo entusiasmo constitucionalista es tan grande como lo fue su oposición a la constitución en 1978. Hoy la Cons­titución le sirve exclusivamente de escudo para defender su inmovilismo y su freno a cualquier avance del sistema político.

Hay cuatro grandes piezas legislativas que tienen que ver con la reforma del sistema político e institucional.

El sistema electoral para acercar la representación a la ciudadanía y para lograr que el voto de todas las personas valga lo mismo. Estamos ante una demanda generalizada de la sociedad, y los partidos o se resisten como el PP y el PSOE en gran medida o la plantean con poca profundidad como C's. La asociación cívica +Democracia ha presentado una propuesta a todos los partidos que tomando como referencia el modelo alemán responde a los principales retos del cambio de sistema (2).

La inclusión y el blindaje de los derechos fundamentales a la sanidad y educación pública, a la vivienda y a la seguridad y protección social. Es decir, situar a nuestra democracia en la vanguardia a la que nos acercamos con la Ley de Dependencia, que el PSOE no acabó de rematar y cuyo desarrollo fue impedido por el PP. Ahora tanto el PSOE como Podemos vuelven a plantearlo con fuerza.

Una nueva Ley de Partidos y de su financiación, que haga entrar plenamente los derechos democráticos en una de las organizaciones centrales del sistema democrático y que actualmente son una de las instituciones peor valoradas por los ciudadanos, por dos lacras sustanciales: la burocratización antidemocrática (que niega derechos que en la sociedad existen) y la corrupción que han desarrollado internamente y en las instituciones.

La articulación territorial del Estado. Obviamente Cataluña y la demanda del derecho a decidir y la potente voz independentista han situado el tema en los lugares preminentes de la agenda política, y hace de la reformar constitucional una de las pocas piezas para reconducir al terreno del dialogo el actual conflicto.


¿Quiénes?

Quien ha puesto sobre el tapete un cambio profundo ha sido sin lugar a dudas la movilización ciudadana en sus diversas formas. Particularmente el primer acto fue el 15-M, pero a continuación las potentísimas mareas de todos los colores que lograron lo que las instituciones no conseguían: doblar el brazo a las mayorías absolutas del PP y junto a ello algunas reivindicaciones sectoriales con las Plataformas Anti Desahucios o globales (Marchas de la Dignidad), o las movilizaciones de mujeres contra la ley del aborto de Gallardón y contra el machismo criminal como se manifestó el 7-N. Y por supuesto no podemos olvidar en la ruptura del escenario político la enorme y continuada movilización de los catalanes en defensa de su derecho a decidir.

La suma de todo ello ha generado un importante cambio en la conciencia de los ciudadanos (hacia muchísimo tiempo que no había este nivel de politización) y ha aparecido una alta conciencia de protagonismo en el diseño del rumbo del país. La manifestación política de este sentir social se ha reflejado en la irrupción de Podemos en las elecciones europea del 2014 y posteriormente en las diversas autonómicas, en la configuración de candidaturas del cambio en las elecciones locales, en la misma aparición de Ciudadanos.

Sin duda la formación que acumula más elementos para ser un vector de un cambio en profundidad que altere el statu quo económico, institucional y político es Podemos. Como consecuencia de la atemperación de la crisis y de la moderación de las agresiones del gobierno, por un lado, y de su proceso de conversión en organización, de los errores de una dirección que ha dedicado más energías a los te­mas internos y los acuerdos non natos sin ser capaz de ser el instrumento inclusivo que ellos mismos habían declarado, sus expectativas electorales se han moderado sustancialmente, a la vez que la irrupción de Ciudadanos les ha quitado el copyright exclusivo del cambio. A pesar de todo ello no se puede dejar de reconocer que las líneas más profundas de cambio viene desde la formación morada.

Junto a Podemos lo que ha aparecido como una importante herramienta de cambio son las candidaturas que lograron el gran éxito del 24-M al ganar las grandes ciudades de nuestro país. Los referentes locales y autonómicos, ahora alcaldes o gobernantes regionales son también valores evidentes, más allá de su presencia o no en la campaña de las generales. Las Ada Colau, Xulio Ferreiro, Pedro Santisteban, Manuela Carmena, Oscar Puente, Mónica Oltra, Uxue Barkos… son símbolos inequívocos del cambio. Quien ha entendido esto con mayor claridad, después del fiasco de Catalunya si es Pot, ha sido Ada Colau poniendo su fuerza y su prestigio al servicio de una candidatura ambiciosa para las elecciones del 20-D.

El tortuoso camino de estos meses pasados en búsqueda de la confluencia de la izquierda; IU, Ahora en Común, convergencias, confluencias, foros etc., han supuesto un desgaste cuyo resultado estaba cantado, una vez que la posición de Podemos fue clara y al final el resultado ha sido una sigla diferente para cubrir a IU, a pesar de los esfuerzos de Alberto Garzón para que fuese otra cosa, aunque con la enorme duda de si el PCE y el aparato de IU estaba por permitirlo. Da la impresión de que las salidas de otros componentes en los últimos días muestra que se prefería repartir la miseria a que la bonanza la repartiesen otros. Desde el punto de vista de propuesta no hay duda de que forman parte del bloque del cambio con los límites que su resultado electoral determine.

Y el PSOE, ¿dónde lo colocamos, en el cambio, en el recambio, en la reforma tibia?… Desde el punto de vista de su base social y de una parte de su militancia se inscribe en el cambio. No hay duda que sus millones de votantes apuestan por un cambio tanto de política económica como por una profunda reforma del sistema político. Desde el punto de vista de su dirección actual y los principales cuadros regionales, la opción es sin duda el acuerdo con Ciudadanos y dispuestos a ceder los elementos más drásticos de cambio para acordar con Rivera, pero eso no su­pone que, en un escenario donde las fuerzas más implicadas en el cambio sean decisivas, Sánchez no esté dispuesto a acuerdos y a llegar más allá de donde sus mentores (Felipe, Sevilla, Almunia) quieren, con tal de poder distribuir poder como fórmula de sobrevivencia, como ya sucedió el 24-M donde perdiendo 700.000 votos sin embargo se consolidó en el liderazgo coyuntural de los socialistas. El PSOE va a estar sometido a muchas tensiones políticas y organizativas y su ubicación no va a ser definitiva pues depende de fuerzas externas al mismo.


¿Cómo?

El cambio, sea de la intensidad que sea, tiene una primera premisa: la derrota del PP, sin ella todo será mucho más difícil y de menor alcance. Y esto es algo que desde la izquierda del PSOE (Podemos, IU, Ahora en Común) no se ha entendido con claridad. El tiempo y la energía perdidas en cuitas internas ha situado en el foco del escenario las di­fe­rencias con la dirección de Podemos, o la distancia irrecuperable con el PSOE, debilitando así la acumulación de fuerzas para derrotar a la derechona y frenar el ascenso irrefrenable de Rivera y Cía.

Estamos sin embargo ante un hecho histórico desde los tiempos de la UCD: la derecha española está dividida. Es un error situar a Ciudadanos como la marca blanca del PP, el partido de Rivera es un partido claramente de derechas (ver sus últimos comportamientos no eliminando los vestigios del franquismo, o avalando las operaciones fraudulentas del PP con la vivienda social), pero no es el PP. Ni por sus lazos históricos, ni por su composición generacional, ni por asumir la corrupción como un componente estructural de la acción política, ni por su vinculación con la Iglesia, ni por su inscripción en el pensamiento más reaccionario en Europa. Rivera es una alternativa de derechas a la crisis del PP, pero no es un PP bis, eso afecta muy seriamente al juego político futuro. Por ejemplo, es muy posible que no se esté de acuerdo en la reforma del sistema electoral que hay que hacer, pero si se puede acordar en reformar el sistema electoral.

El resultado será consecuencia de la correlación de fuerzas existente. El ¿cómo será el cambio? pasa por la fuerza que tengan las candidaturas que quieren el doble cambio en 20D: sistémico y de política. Eso nos dirá los límites del mismo, sin perder de vista en ningún momento la escena europea y aún más cómo esos límites puedan ser ampliados, mediante la movilización, la acción social, la acción política y la acción institucional.

Pero a la vez el cambio tiene que mostrarse al llegar a los gobiernos, y no solo con gestos (salarios, bustos, celebraciones, palco), que están muy bien para desacralizar el poder, sino con hechos gestores. Desde el 24M el po­der no es monocolor; municipios y autonomías están mayoritariamente en manos de opciones de cambio; pero todavía tienen que mostrar que son capaces de romper las trampas aparentemente legales y burocráticas que el PP ha tejido durante décadas para instituciones al servicio de unos pocos.

Los nuevos gobernantes no pueden decir "aunque queremos no podemos hacer esto porque la ordenanza, la ley o el interventor nos lo impide". Han sido elegidos para cambiar y eso obliga a cambiar leyes, ordenanzas y modelos de gestión y esto va a servir también para la administración del Estado, donde ya ZP acabó chocando con el aparato de Estado. Entre Soraya y Montoro han convertido la Admi­nistración en algo lento, burocrático, ineficaz y organizado para impedir el gasto público. Vamos a un periodo donde las fórmulas de acción van a ser diversas y los instrumentos también, donde las decisiones que se tomen van a tener un impacto real, un periodo donde las simplificaciones van a ser peligrosas y donde alianzas, acuerdos y conflictos van a estar al orden del día.

Una época donde la propaganda y la retórica servirán de poco ante una ciudadanía cada vez más exigente e implicada.



Notas

1. http://www.espacio-publico.com/20-d-oportunidad-de-cambio

2. http://www.mas-democracia.org/ley_electoral


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