Trasversales
José M. Roca

Cuando Spain era bastante different

Revista Trasversales número 35, agosto 2015 web

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Se ignora si la composición del maestro Algueró así titulada -"Eres diferente"-, interpretada por el conjunto vocal argentino "Los 5 latinos" en el Festival de la Canción de Benidorm del año 1961, fue del agrado del nuevo ministro de Información y Turismo del régimen franquista, Manuel Fraga Iribarne, que ocupó el cargo desde 1962 a 1969, pero, dada la popularidad de los intérpretes y el éxito que la canción obtuvo en radio y televisión, bien pudo haber servido de inspiración a quienes idearon el lema "Spain is different", que presidió la campaña de publicidad con que el flamante ministro quiso difundir una imagen agradable de España en el extranjero.

Fue algo así como la “Marca España”, la campaña que hoy promueve Rajoy para vender el país a precio de saldo, pero realizada con más calidad y con un objetivo más concreto, ya que pretendía atraer turistas a nuestro país, en particular hacia las costas. Pero no trataba sólo de captar divisas y aumentar los ingresos del Estado para equilibrar la balanza de pagos, sino también de atraer personas para ayudar a romper el cerco internacional que el régimen de Franco había sufrido hasta fechas recientes por sus vínculos con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini.

Los primeros gobiernos en otorgar respaldo diplomático a la dictadura y sacarla de su aislamiento fueron el Vaticano, en agosto de 1953, y el de Eisenhower, en septiembre de ese año. Aquellos apoyos nos legaron el Concordato con la Santa Sede, renovado en 1979 y aún vigente, y los acuerdos de defensa con el gobierno norteamericano (Pacto de Madrid), que dejaron las bases militares de Morón, Zaragoza, Rota y Torrejón de Ardoz y Radio Liberty en Pals (Gerona), y de rebote, una película genial -"Bienvenido mister Marsahll"- sobre la esperada ayuda económica de los yanquis ("¡que son indios!", decía uno de los personajes de la película de Berlanga).

Gracias a este apoyo de curas y militares foráneos, que coincidía con los usos de la patria, España fue admitida en la ONU en 1955 y el régimen de Franco obtuvo el reconocimiento internacional que andaba buscando.

"Ma non troppo", porque su camaleónica adaptación al orden marcado por las decadentes democracias occidentales, que es como Franco calificaba a los países democráticos, no podía disimular que seguía siendo una dictadura, si bien atemperada, pues, según algunos politólogos, ya no era un régimen totalitario como los de Hitler, Mussolini o Stalin, sino solo autoritario, con un pluralismo político limitado (limitado a las llamadas “familias” del Régimen, claro está).

Era este un maquillaje retórico para convertir a un viejo enemigo en un nuevo aliado, poco presentable, eso sí, pero necesario en los años de la guerra fría. Así que el visceralmente anticomunista general Franco, en su nuevo menester de centinela por cuenta de Occidente, debía a la odiada Rusia soviética la supervivencia de su régimen, aunque para ello hubiese tenido que cambiar de bando. Eres diferente, diferente…

En una década en que despegaba la actividad publicitaria acompañando al desarrollo económico suscitado por los planes de López Rodó, el nuevo ministro de Información y Turismo, que figuraba entre los llamados aperturistas del Régimen, puso en marcha varias campañas de propaganda que no tenían el acusado color azul de la Falange ni perseguían el inmediato y fascistoide adoctrinamiento de la población, sino consolidar el régimen dándole una apariencia constitucional y modernizar el país en algunos aspectos.

Manuel Fraga fue un ministro activo: impulsó la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, que reemplazó a la de Serrano Suñer de 1938. La nueva ley suprimía la censura previa, pero la sustituía por la “consulta voluntaria”, y prescribía otras limitaciones al derecho a ofrecer y recibir información que alejaban España de la libertad de opinión de los países de Europa en que nos mirábamos. Numerosas publicaciones comprobaron con multas y el secuestro de sus ejemplares los angostos vericuetos por los que discurrían en España opinión e información.

Fraga puso en marcha la campaña de propaganda que celebraba las bodas de plata del Régimen -25 años de paz- y la campaña a favor del Sí en el referéndum de 1966 sobre la Ley Orgánica del Estado, con que culminaba la institucionalización del Régimen treinta años después de haberse instaurado, por la fuerza, eso sí. La Ley, que se presentó como un plebiscito -Franco, sí- o como un refrendo sobre el régimen -Por un futuro de paz y progreso, vota Sí-, creaba entre otras cosas la figura del Presidente del Gobierno, que recaería, por poco tiempo, en otro militar, el almirante Carrero Blanco, y dejaba el camino preparado para la designación, en 1969, del príncipe Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco con el título de rey, pero para después de que se produjera el “hecho sucesorio”, que es como se aludía en términos metafóricos a la muerte del Generalísimo, pues, mientras vivió, el Caudillo no quiso que un rey le pudiera hacer sombra.

Hubo otras campañas institucionales que tuvieron eco popular, como la que fomentaba la lectura con el utilitario lema Un libro ayuda a triunfar, o la que solicitaba la colaboración ciudadana para mantener aseado el espacio público -Mantenga limpia España-, que hoy día convendría recuperar en sentido literal y hasta metafórico.

La campaña publicitaria para atraer turismo foráneo fue una de las más persistentes y cuidadas desde el punto de vista estético, pues el tema se prestaba al uso de documentales, cartelería y fotografía paisajística, pero el lema "Spain is different" devino en tópico, porque tópicos eran lo que difundía. Las diferencias con el resto de Europa estaban en el clima, el paisaje y en las peculiares costumbres de la tierra y no en las negruras del franquismo, que la campaña publicitaria trataba de atenuar.

La campaña estaba pensada para suscitar la curiosidad de los extranjeros y animarles a visitar un país de múltiples paisajes y exóticas costumbres -toros, fiesta, siesta-, a dejarse seducir por una tierra llena de color y de contrastes, poblada por gentes joviales -el genio alegre de los Quintero brothers- y hospitalarias; invitaba a disfrutar del sol y de sus playas, de bellos rincones naturales y de su gastronomía -tapas, sangría, paella, pescaíto frito-.

A los ojos de los turistas, España se presentaba como una tierra pródiga en bailaoras, guitarristas y cantaores flamencos, toreros y reinas de la copla con peineta y bata de cola; como la tierra del toro bravo, de las corridas y los encierros; tierra de hombres valientes y de bellas mujeres (la herencia árabe de la lozana andaluza), todo muy typical spanish, pero también como un país oscuro, triste y doliente, y con frecuencia fanático, como era perceptible en las tenebrosas expresiones de idolatría sacra y en los rituales litúrgicos del ancestral fervor de la Semana Santa, con los que culminaba una larga cuaresma sin alivio del carnaval, que estaba prohibido.

En realidad, con la autoritaria y confesional concepción del poder que el Caudillo tenía, salvando la Navidad, la cuaresma ocupaba todo el año. Eres diferente, diferente…

Pero con los turistas llegaron otras costumbres, otros modos y otras modas; gentes muy blancas y muy modernas buscando tostarse al sol y, claro está, llegaron las rubias chicas nórdicas, las míticas suecas (partidarias del amor libre, decían los entendidos, esperando pasar del pecado al milagro de un ligue estival) y con ellas los bikinis. Por un lado, en el cine; en la gran pantalla, la pionera en lucirlos fue Elke Sommer en la película Bahía de palma, y, por otro lado, en la temporal invasión de mujeres de carne y hueso ataviadas con poca tela para desesperación de curas y obispos, que no querían que nuestras playas fueran como las calles de Babilonia, y también para disfrute de los muchos “landas” que en el país había. Eres diferente, diferente…

La campaña publicitaria que ponía el acento en las diferencias obtuvo los resultados apetecidos y señaló el inicio de un dinámico sector económico que ha hecho de España una potencia turística, pero nos ha situado como país de servicios. Fraga marcó el camino de la especialización en el sector terciario con que, veinte años después, en 1986, España sería admitida en el Mercado Común Europeo. Y ahí seguimos.

El turismo -un gran invento, según otra película de la época- nos puso en contacto con gentes de culturas muy diferentes y, junto con el cine, la música y la literatura, que, debidamente filtrados por ojos atentos a defender nuestra moral, llegaban desde el exterior, sirvió para poner como platos nuestros ojos provincianos y para abrir a otras ideas nuestras mentes adoctrinadas por el dogma católico y la plúmbea Formación del Espíritu Nacional, que no se perdieron del todo.

La modestia de tales aperturas mostraba que en otros muchos aspectos España era muy diferente de aquellos países que nos enviaban temporalmente a sus ciudadanos para disfrutar de sol y playa, pues el modelo desarrollista, impulsado por los ministros tecnócratas y aperturistas, combinaba crecimiento económico y falta de libertades civiles, incipiente consumo y orden público, y en el tema que nos ocupa, la cara amable del Estado para el turismo, con la hosca para la represión interior.

Para muchos ciudadanos el quid del asunto no estaba en ser diferentes para atraer a los de fuera, sino en ser como los de fuera, como los otros, como los franceses, los ingleses o los italianos que nos visitaban, porque lo realmente diferente era la dictadura, el insólito enclave en Europa occidental de un sistema de gobierno autoritario y clerical, superviviente de los regímenes fascistas derrotados en la Segunda Guerra mundial.

La diferencia estaba en que el régimen político español no era homologable con los de su entorno inmediato, con la excepción de países como Portugal y Grecia, que, ¡pobrecillos!, padecían gobiernos similares.

Spain was different, porque era un asilo de dictadores y sujetos indeseables, un país oprimido por la represión y la censura, tierra castigada por la ignorancia y la superstición, donde los vencedores de la guerra civil seguían recordando a los vencidos su derrota y los privilegios obtenidos con la victoria.

Lo que hacía a España espantosamente different era la permanencia de aquel régimen, mitad sacristía, mitad cuartel, que representaba la hegemonía de una clase social proveniente del Antiguo Régimen, que, asistida por la Iglesia, había resistido con éxito los intentos reformadores de los gobiernos progresistas de la monarquía y de las dos breves repúblicas. En definitiva, lo que hacía a España realmente different era una derecha política, heredera de Trento, de Balmes, de Donoso Cortés, de De Maistre y Menéndez Pelayo, difícilmente homologable con la derecha europea coetánea, excepción hecha del régimen salazarista de Portugal, cortado por parecido y católico patrón, y de la dictadura de los coroneles griegos.

La ominosa muerte del comunista Julián Grimau, en 1962, la ejecución de los anarquistas Granados y Delgado en 1963, la expulsión de profesores de la universidad, las ilegales huelgas de trabajadores y de estudiantes, seguidas de la habitual represión policíaca, y el crecimiento de la resistencia clandestina daban cuenta de esas diferencias y caracterizaron una década, en la que, además del publicitado “milagro económico español” y la llegada de miles de turistas, sus últimos años mostrarían señales inequívocas del imparable declive del Régimen, que tendría su ocaso a mediados de la década siguiente, con la muerte del dictador.

Todo eso es historia, pero no está muy lejano, pues no hemos logrado librarnos por completo de aquellas vituperables diferencias. Spain sigue siendo different en bastantes aspectos, y es de temer que sigamos un camino, que, en vez de alejarnos de aquellas indeseadas distinciones, nos acerque a ellas, pues Spain es, cada día que pasa, más different de lo que no hace tanto tiempo había decidido ser. Y se nota.

Se percibe en el ambiente, en el tufo a aire viciado de cenáculos y sacristías, en el tono crispado y chulesco, pero lúgubre, de la derecha gobernante, en el pertinaz autoritarismo y en el gubernamental desprecio a los derechos civiles y laborales, en el abandono de los débiles, en la osadía de los fuertes, en la manipulación del derecho y de la justicia, en la opacidad de la administración, en la burla de la actividad democrática, en la mortecina vida parlamentaria, en el deterioro de las instituciones, en la mediocridad instalada de los niveles más altos de la gestión pública, en el clientelismo, en el nepotismo, en la inacabable y descarada corrupción, en el cabildeo y la mangancia…

Demasiados signos indican que volvemos atrás, que regresamos a la fuente nutricia, al origen; al manantial de ideas, usos y abusos del poder, que fue el franquismo, conducidos por los neoliberales herederos de la dictadura.

Eres diferente, diferente…




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