Trasversales
Rolando Astarita

La caída de la bolsa de valores en China

Revista Trasversales número35 julio 2015 (web)

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Esta obra de Rolando Astarita está bajo una licencia Creative Commons (bienes comunes creativos) Atribución-No Comercial-Compartir Derivadas Igual 3.0 Unported License. Rolando Astarita es profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y en la Universidad de Buenos Aires.




Ayer, 8 de julio, el Índice Compuesto Shangai se derrumbó un 5,9%. Esto significa que desde el pico alcanzado el 12 de junio pasado la caída es del 32%. Representa una pérdida de capitalización bursátil de 3,5 billones de dólares. Sin embargo, aún se trata de una fracción de lo que ha subido el mercado en el último año: desde julio de 2014 al máximo alcanzado en junio, los precios se incrementaron un 150%. El objetivo de esta nota es ubicar estas oscilaciones en el contexto en que se está desarrollando la economía china.

Sobrecapacidad, caída de rentabilidad y burbuja crediticia

En una nota que publiqué en agosto del año pasado apuntaba que la economía china se había venido desacelerando desde 2011 y que la alta acumulación había desembocado en sobreacumulación y caída de la rentabilidad de las empresas. “Desde 1992 a 2010 el consumo agregado en China bajó del 62% del PBI al 47%, a pesar de que estuvo creciendo a una tasa promedio del 8% anual. De manera que la declinación del ratio se explica por el crecimiento aún mayor del PBI y de la inversión. La formación de capital fijo bruto creció al 12% anual durante dos décadas y su participación en el PBI se elevó del 38% al 48% en 2010 (…) Un proceso que llevó a la sobreinversión y caída de rentabilidad. Las ramas con mayores problemas de sobrecapacidad hoy serían acero, construcción de barcos, paneles solares, aluminio, cemento y carbón (según Moody Investment Service); y muchas fuentes hablan de sobreinversión en construcción, tanto residencial como pública”.

La sobreinversión estuvo, a su vez, en la base de la caída de la rentabilidad de las empresas: “… una alta tasa de crecimiento del PBI no siempre es sinónimo de alta tasa de rentabilidad del capital. De acuerdo a datos del Ministerio de Industria y Tecnología de la Información, el margen promedio del sector industrial chino bajó del 7,6% en 2010 al 6,1% en 2012, y al 5,4% en la primera mitad de 2013 (Xinhua, 28/11/13). A fines de 2012, The Wall Street Journal (12/11/12) anotaba que los beneficios de las 2500 empresas que cotizaban en bolsa permanecían achatados, a pesar del alto crecimiento de la economía. La sobrecapacidad determina altos costos fijos, a lo que se suma una alta razón de inventarios, debido a ventas más débiles”.

Y por último, la sobreacumulación de capital y la caída de la tasa de beneficios se combinaron con una creciente inflación crediticia, problemas de deuda, burbuja inmobiliaria y alta especulación. “El endeudamiento… está saliéndose de todo control. En este punto, el capitalismo de Estado no parece constituir una valla para la alta especulación y negociados de todo tipo. A lo largo de estos años, la deuda ha sido tomada no solo por empresas estatales y privadas, sino también, y de forma más importante, por municipalidades y otros gobiernos locales que buscaron desarrollar proyectos inmobiliarios y obras de infraestructura”. La deuda combinada del Estado, las empresas y los hogares alcanzaba, a mediados de 2014, el 280% del PBI.

Precios de las acciones y valor

Como adelantamos, a mediados de 2014 se dispara el crecimiento de los precios bursátiles, estimulado en buena medida por el gobierno chino. Es que este apostó a que el mercado de capitales fuera una fuente de financiamiento para las empresas endeudadas y alimentara el crecimiento. Sin embargo, en un contexto de “fundamentos” (realización de los valores y rentabilidad) débiles, aumentaron los precios de las acciones sin que hubiera recuperación económica, ni se superara el endeudamiento. Lo cual generó las condiciones de la caída de estos días.

A fin de que se comprenda esta cuestión –medular en la teoría del valor de Marx- hay que recordar que el sustento último de los activos financieros, y por lo tanto, de los precios de las acciones, es el trabajo que genera plusvalía, o sea, el trabajo productivo. En este punto, nos encontramos con una relación entre contenido –trabajo productivo- y forma –precio de las acciones o de los bonos- que no es mecánica, sino dialéctica. Es que por un lado los precios están vinculados a la producción y realización de plusvalías, y por lo tanto, a la tasa de ganancia de las empresas; por eso, tendencialmente, los precios de las acciones suben cuando aumentan las ganancias, y viceversa. Pero esta relación no es directa, ya que el precio de la acción es una forma cosificada bajo la que aparece el derecho a la plusvalía. Por eso, esa forma puede, durante un tiempo, autonomizarse con respecto al contenido (la generación y realización de plusvalía) y adquirir una dinámica propia. Lo cual significa que el precio bursátil puede subir (a veces bajar) sin guardar correspondencia con el valor subyacente. Por eso también, es una de las formas que adopta el capital ficticio. Sin embargo, la disociación entre forma y contenido no puede prolongarse indefinidamente. Finalmente, la unidad se restablece violentamente; es lo que explica el crack cuando hay sobrevaloración.

En términos cuantitativos, el índice precio/ganancia es un indicador aproximado de la sobrevaloración de las acciones. Como su nombre lo indica, establece la relación entre el precio bursátil de la empresa y las ganancias de esta; en otros términos, nos dice cuántos años con las ganancias actuales son necesarios para pagar lo que el mercado bursátil dice que vale la empresa. Pues bien, el índice precio/ganancia promedio en la bolsa de Shangai, incluso después de la reciente caída, es tres veces más alto que el promedio de los índices en las 10 bolsas más importantes del mundo (dato proporcionado por Bloomberg).

Capitalismo de Estado, burbuja y derrumbe

A lo largo del último año el gobierno chino trató de alimentar el alza bursátil. Por un lado, animó a amplios sectores de las clases medias acomodadas a invertir en acciones, con el resultado de que hoy hay unos 90 millones de inversores. Por otra parte, alivió las reglas para los préstamos respaldados por acciones (aclaración: el inversor toma un préstamo dando como garantía acciones, u otros activos, y con el dinero del préstamo, descontado un recorte que hace el prestamista, compra más acciones). El gobierno llegó a permitir que los inversores utilicen sus viviendas como colaterales para tomar dinero prestado. Es una bicicleta financiera “clásica”, que permite generar ganancias mediante el apalancamiento. Pero se trata de una inflación de capital ficticio y de ganancias ficticias; por eso, no se puede prolongar indefinidamente.

También con el objetivo de sostener los precios cuando las cosas empezaban a ponerse feas, el Banco del Pueblo de China bajó los encajes de liquidez de los bancos: 0,5% en febrero de este año, y 1% más en abril. Y disminuyó la tasa de interés 0,25 puntos porcentuales a fines de febrero. Luego, cuando empezó la caída libre, el BPC dio apoyo financiero a 21 grandes corredores bursátiles, quienes se comprometieron a comprar acciones por un valor de 19.300 millones de dólares, y retenerlas por un año. Y por último, prohibió a grandes tenedores de acciones (aquellos que poseen más del 5% del paquete de una empresa) y ejecutivos de las corporaciones vender sus tenencias durante seis meses. Pero ninguna de estas medidas puede torcer las tendencias de fondo, ni solucionar las dificultades subyacentes: el endeudamiento elevado y la sobreacumulación no se suprimen a voluntad, y menos tratando de sostener artificialmente los precios de activos financieros inflados.

En conclusión, la “revolución de los valores”, de la que hablaba Marx para significar las desvalorizaciones abruptas, es inherente a toda crisis capitalista, incluso si ésta ocurre en China. Es que el capitalismo de Estado no está por fuera de las generales de la ley. Contra lo que sostienen los adoradores del estatismo burgués, el partido Comunista de China no ha inventado una forma de capitalismo que pueda eludir las contradicciones inherentes a un modo de producción que se articula en torno a la valorización de los valores a partir de la explotación del trabajo. El mismo Estado –a través de los gobiernos locales, del gobierno central o las empresas que controla- ha alimentado el sobreendeudamiento e incluso la aparición de formas financieras similares a las que llevaron a la crisis de 2007-2009 en EE.UU. (para una explicación más a fondo, remito de nuevo a la nota citada). Pero el crédito, así como es palanca de la acumulación, también potencia la sobreacumulación, que desemboca en las desvalorizaciones masivas de capitales.

Por último, es evidente que los problemas de la economía china contribuirán al escenario de semi-estancamiento y debilidad de largo plazo que parece haberse instalado en la economía mundial (ver aquí  y siguientes).




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