Trasversales
Ernesto García y Carolina Pulido

Candidaturas de unidad popular: recorridos, desafíos y complejidades

Revista Trasversales número 35 julio 2015




El 24 de mayo pudimos asistir al fin de un ciclo y, quizá, al comienzo de otra etapa política. Fin de una era: la que va desde la Transición y Constitución del 78, pasando por la construcción (limitada y fragmentada) de un Estado del Bienestar durante los años ochenta y noventa, al mismo tiempo que el despliegue del ethos neoliberal debidamente asimilado tanto por la socialdemocracia española así como por las distintas facciones neoconservadoras que inoculan el Partido Popular y su placenta (asociaciones pro-vida, iglesia católica, colegios concertados, asociaciones de víctimas del terrorismo, gran patronal, medios de comunicación afines, redes clientelares locales y regionales). En esta etapa, más allá de algunas episódicas huelgas generales y la resistencia tenaz de los movimientos sociales durante los años dos mil (antiglobalización, autonomía y autogestión, feminismo, ecologismo, estudiantes anti-Bolonia), lo que nos vamos a encontrar en términos generales será una paulatina desregulación laboral, un deterioro de las rentas del trabajo, un aumento del "capitalismo popular" vía expansión del crédito y financiariación de la vida, el empuje de un modelo de desarrollo basado en dos monocultivos totalizantes, la construcción y el turismo, una fuerte proletarización de servicios consecuente con el tránsito acelerado hacia una sociedad postindustrial y un achicamiento de los imaginarios políticos como traducción de la jaula invisible del bipartidismo. Esta sucesión de procesos sociales y económicos va a configurar modelos de ciudad-marca, fuertemente dualizadas, insostenibles desde un punto de vista medioambiental y energético, competitivas entre sí con el único objetivo de conseguir que los capitales financieros se posen en sus territorios al precio que sea, con una nula planificación de la trama urbana al servicio de la habitabilidad comunitaria, débil en sus dimensiones de participación, incapaz de sostener los cuidados que la reproducción social comporta, crecientemente desiguales en términos de justicia y reparto de valor y riqueza, cada vez más militarizadas a través de un aumento progresivo de las lógicas securitarias y donde el espacio público queda subalternizado respecto de los intereses privados.

Sin embargo, el 15 de mayo de 2011 ese universo desfondado tras una acelerada "acumulación por desposesión" (que diría David Harvey) estalla, y de las plazas y ciudades se levanta un movimiento que proyecta nuevas posibilidades de subjetivación política. Lo que vino después es de sobra conocido: acampadas, asambleas barriales, mareas, aumento de experiencias e iniciativas de okupación y autogestión, sindicalismo social, movimiento antidesahucios, movilización en la calle. Todo un desborde "por abajo" que descose los trajes de la realidad y propulsa un ciclo de protesta y diálogo ciudadano que podemos dividir en dos grandes periodos: de mayo de 2011 al invierno de 2013, con una fortísima expansión de la protesta social y el protagonismo de la "multitud" en términos negrinistas, y 2014-2015 con un cierto reflujo de la movilización (como resultado de un cierre institucional, el aumento de la represión por arriba y un paulatino desfonde por abajo). Esta segunda etapa deviene, a su vez, en un momento de rearticulación y tanteo de nuevas alternativas de intervención política en cuyo seno amanecen intentonas de reflexión-acción que se irán a­briendo paso. Ahí estarán experiencias como la Asamblea de las Descalzas (dentro del 15-M), Alternativas desde Abajo o Mo­vimiento por la Democracia que buscarán la intercomunicación entre la política de movimiento y el asalto institucional. Pero todo cambió con la irrupción de Podemos más allá de los juicios de valor que hagamos sobre su génesis y primer despliegue, así como sobre las hipótesis que defendieron y que, en síntesis, se resumen en estas tres críticas a la izquierda tradicional: 1) la importancia de los liderazgos y la comunicación política (mass media); 2) el rechazo de la tesis movimentista por la cual el asalto al poder pasa, ineludiblemente, por una lenta y previa acumulación de fuerzas por abajo, de tal modo que la apuesta pasaría del "vamos lentos porque vamos lejos" (del 15-M) a "el cielo se toma por asalto, no por consenso" (de Vistalegre), siguiendo las perspectivas laclaunianas de una articulación de poder nacional-popular por arriba utilizando como aglutinante identitario la esfera electoral (tal y como pasó en las pasadas elecciones europeas); y 3) el desborde de las categorías izquierda-derecha, transmutadas por otras narrativas (casta-pueblo, élite-mayorías sociales, el 99%, etc.) con mayor capacidad de penetración transversal.

Es en este "laberinto de pasiones" donde van a ir surgiendo distintas iniciativas pegadas al "municipalismo democrático", en el entendimiento que la arena institucional local ofrecía enormes posibilidades de articulación política al mismo tiempo que atesoraba la escala idónea para emprender nuevas fórmulas de agregación y experimentación ciudadana. En el caso que mejor conocemos, Madrid, la sumatoria del debate inicial entre Alternativas desde Abajo y Movimiento por la Democracia (EnRed) dio lugar a la convocatoria de un primer espacio de encuentro denominado Muni­cipalia, que tras su éxito acabó configurado como Ganemos Madrid (entendido como espacio de confluencia ciudadano donde convivían lógicas de partidos, movimientos sociales y personas no alineadas con ninguna estructura específica). Finalmente, tras un largo y tenso periodo de negociación con Podemos, se gestó Ahora Madrid, piedra de toque de esta candidatura de unidad popular que acaba de obtener un resultado histórico y que se dispone a gobernar la capital de España.

Llegan entonces las preguntas inevitables pasados los fastos electorales… ¿Y ahora qué? ¿Cuáles van a ser algunos de los desa­fíos y complejidades que nos vamos a encontrar? No es nuestra intención realizar un ejercicio de política ficción, incluso somos bastante reacios y reacias a prefigurar escenarios de futuro, sin embargo creemos que delante de nosotros y nosotras se están desplegando ya diferentes "líneas de fuga" que van a influir en las decisiones que como candidatura tocará abordar en los próximos meses. Queremos compartir sólo algunas de ellas con el objetivo de profundizar en el diálogo

- Nueva institucionalidad y desborde ciudadano. A nadie se le escapa que estas candidaturas tienen por delante un triple desa­fío que, no siempre, encaja en tiempos, ritmos, metodologías y horizontes. Por un lado, como es obvio, se encuentra la necesidad de la gestión municipal, la gobernanza de los ayuntamientos, la conformación de equipos de gobierno solventes, astutos y audaces capaces de levantar un modo-otro de construir institucionalidad. Una parte de la ciudadanía evaluará con rigor hasta qué punto estas candidaturas son capaces de llevar a la práctica muchas de las cosas que han prometido durante la campaña (transparencia, programa de rescate ciudadano, rendición de cuentas, aumento de la participación, auditoría ciudadana de la deuda, etc.). Por otro lado se encontrarán ante eso que Ada Colau ha denominado "desobediencia institucional", es decir, la necesidad de no obedecer leyes que sean injustas y materialicen el despliegue neoliberal en el plano local. Aquí toparán con resistencias, problemas internos, inercias burocráticas, intereses creados. Pero al mismo tiempo que se tratará de desplegar esta nueva institucionalidad, en el ADN de muchas de estas candidaturas encontramos el pulso de las plazas, del autogobierno, del desborde por abajo, dispuesto a no ser un mero actor pasivo, sino más bien una realidad de contrapoderes con capacidad para incidir y co-construir la agenda política local. De la sabiduría y el equilibrio que seamos capaces de componer en esta díada interconectada entre institucionalidad y desborde dependerá la hondura de este nuevo experimento de unidad popular.

- Autonomía de los equipos de gobierno y mantenimiento del control ciudadano sobre esos mismos equipos. A nadie se le escapa que gobernar ciudades como Ma­drid, Barcelona, Valencia, Cádiz, Zaragoza, Coruña, Santiago, va a exigir enormes do­sis de creatividad y generosidad. Muchas de las personas que se verán implicadas (desde papeles técnicos y políticos) en la conformación de los equipos de gobierno van a necesitar cierto grado de autonomía, de tranquilidad, de capacidad de maniobra en contextos muy sensibles de negociación con otros actores y operadores socioeconómicos. Pero no es menos cierto que esa autonomía no puede convertirse en un cheque en blanco y mucho menos en una disección del cuerpo político del que proceden. Uno de los retos de las candidaturas de unidad popular será buscar mecanismos "virtuosos" de complementariedad entre eficacia y eficiencia, al mismo tiempo que de estrictos controles políticos por abajo. Por ejemplo, en Ahora Madrid, el equipo de gobierno (orientado a la propia labor de la gestión) tendrá que establecer un diálogo y adecuada relación con las estructuras integrantes de la candidatura (Ganemos y Podemos), así como el propio compromiso con el conjunto de la ciudadanía mediante nuevas fórmulas de participación. No será fácil afinar el instrumento de interacción, pero buena parte de su posible éxito o fracaso dependerá de ello.

- Nuevos modelos de desarrollo y negociación con los actores económicos hegemónicos de la ciudad. Nuestras ciudades están pobladas por numerosos intereses que observan con temor y recelo el advenimiento de estas candidaturas. La ilusión despertada entre una parte significativa de la ciudadanía es inversamente proporcional a la desconfianza alimentada en sectores específicos del desarrollo industrial, turístico, urbanístico y financiero. Las candidaturas de unidad popular tendrán el difícil reto de impulsar políticas redistributivas, nuevos modelos de hacer ciudad, al mismo tiempo que lidiar, contener y convencer a ciertos poderes de la inviabilidad del proyecto neoliberal. Mucho nos tememos que esto será imposible sin asumir un grado importante de conflicto. Es decir, más allá de la "seducción" a la que apelaba Manuela Carmena durante su discurso la noche electoral en la Cuesta de Moyano, el despliegue de ciertas medidas tendrá como contrapartida o bien una negociación exigente o bien la escenificación de tensiones con determinados aparatos de poder. Obviar esta dimensión conflictiva municipal supone, creemos, pecar de ingenuidad.

- La cooperación intermunicipal frente a las lógicas de competencia territorial. Uno de los rasgos más interesantes (por ejemplo en el caso de Madrid y Barcelona) ha sido la traducción de las dimensiones metropolitanas en un cordón de candidaturas de unidad popular que han poblado los corredores de las grandes ciudades. En el caso de Madrid el polo centro-sur (tanto distrital como intermunicipal) ha canalizado buena parte del descontento electoral, y ha dejado como resultado todo un entramado de potenciales gobiernos de cambio que sentarán las bases para una nueva morfología regional. Con este panorama, parece especialmente pertinente superar los modelos de ciudad neoliberal basados en la competencia entre territorios, para pasar a una lógica de cooperación y establecimiento de sinergias que permitan el desarrollo de economías de escala, apropiación social del valor, estrategias de reequilibrio y redistribución, uso compartido de recursos e infraestructuras, así como la generación de un cierto frente pan-municipalista con capacidad para incidir de manera potente en las políticas regionales (en caso de quedar gestionadas por la alianza Partido Popular-Ciudadanos)

- La tensión entre vieja y nueva política. El mapa electoral se parece mucho a esa sentencia gramsciana por la cual "lo viejo no se termina de ir y lo nuevo no termina de llegar", de tal suerte que en muchas ciudades las candidaturas de unidad popular (ya sea gobernando en minoría, ya sea mediante pactos de legislatura) se van a ver obligadas a dialogar, discutir y negociar con los aparatos políticos tradicionales. Esa interacción puede tener efectos múltiples. Puede ser que las viejas formaciones políticas se vean en la obligación de introducir cambios substantivos en sus arquitecturas organizacionales, pero no es menos cierto que otro eje de influencia puede ser una cierta contaminación de las propias candidaturas por las dinámicas tacticistas y/o de oportunidad política clásica. Una vez más, la inteligencia e imaginación que se despliegue será clave para seguir avanzando en una dirección de transformación o no.


Estas líneas de fuga apuntan desafíos, contradicciones, tensiones y complejidades. Ha­brá muchas más. Nada está escrito. Todo está por venir. Nuestro papel consistirá en ser testigos, contribuir a resolver (en la medida de nuestras posibilidades) esos nudos gordianos y seguir adelante, siempre adelante. Incluso en el hipotético caso de que fracasemos, de que no consigamos resolver los numerosos problemas que la historia depara, sigamos la máxima de Samuel Beckett: "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".


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