Trasversales
José M. Roca

RTVE: la voz de su amo padece afonía

Revista Trasversales número 34, febrero 2015 web

Textos del autor
en Trasversales



Los medios de comunicación de masas actúan como sistema de transmisión de mensajes y símbolos para el ciudadano medio. Su función es divertir, entretener e informar, así como inculcar a los individuos los valores, creencias y códigos de conducta que les harán integrarse en las estructuras institucionales de la sociedad. En un mundo en el que la riqueza está concentrada y en el que existen conflictos de intereses de clase, cumplir tal papel requiere una propaganda sistemática.

N. Chomsky & E. S. Herman: Los guardianes de la libertad.


Despotismo y propaganda

Mientras estuvo en la oposición, el Partido Popular utilizó con bastante éxito las técnicas habituales de agit-prop (1) -la denuncia persistente de hechos y supuestas intenciones, la advertencia sobre inminentes peligros para España y la crítica despiadada a todo lo hecho por Zapatero- y de la senso-propaganda, porque trataba de desgastar lo antes posible al ejecutivo socialista, dificultar la labor de gobernar con la crispación en las cámaras y mantener enardecidos a sus seguidores, pero llegado al gobierno intentó reducir el desgaste provocado por las medidas de austeridad, esconder sus intenciones con eufemismos y proteger al presidente de las inevitables críticas de la oposición utilizando abundantes dosis de propaganda, en el sentido utilizado por K. Young [La opinión pública y la propaganda, Méjico, Paidós, 1986, p. 201]: “Podemos definir la propaganda como el uso más o menos deliberado, planeado y sistemático de símbolos, principalmente mediante la sugestión y otras técnicas psicológicas conexas, con el propósito, en primer lugar, de alterar y controlar opiniones, ideas y valores, y en último término de modificar la acción manifiesta según ciertas líneas predeterminadas. La propaganda puede ser abierta y su propósito confesado, o bien puede ocultar sus intenciones”.

La explicación está en que, a pesar de la intención de Rajoy, cuando estaba en la oposición, de decir siempre la verdad y llamar a las cosas por su nombre: al pan, pan y al vino, vino, el hecho de aplicar el verdadero programa del Partido, no el aireado en la campaña electoral, exige no llamar a las cosas por su nombre, porque las cosas que hace este Gobierno tienen nombres muy feos.

Cuando estaban en la oposición y seguían las malas mañas [Roca, J. M.; Sáenz, L. M.; Vera, J.M.; Del Olmo, E.: La derecha furiosa, Madrid, SEPHA, 2005] del aznarian style, los dirigentes "populares" saturaban el espacio público abroncando al Ejecutivo de Zapatero, azuzando a sus agitadores y sacando a sus partidarios a las calles; después, desde el Gobierno, estando obligados a dar cuenta de sus decisiones, cultivan la opacidad, la tergiversación y el "relleno" informativo, y prefieren el silencio presidencial. Son estilos distintos para lograr el mismo fin, que es no informar; Aznar lo hacía con bronca y chulería, y Rajoy con disimulo y desdén, aunque no por eso renuncien a estar presentes en lo que Habermas llama, en Historia y crítica de la opinión pública (1981), la notoriedad pública. Ambos casos revelan un comportamiento despótico y deslustrado que estima que informar no es una obligación del gobernante sino una concesión graciosa de quienes mandan, que, de vez en cuando, se dignan ofrecer explicaciones a gente que no las merece. Y si la ciudadanía no merece explicaciones, es mejor no informar, pero esa óptima situación no se puede mantener mucho tiempo, porque algo hay que contar para conservar un atisbo de democracia y acallar a la oposición. Entonces lo adecuado es contar poco y mentir mucho. El resultado ha sido instaurar un régimen de propaganda, en el que los medios de información públicos y muchos de los privados cumplen una función instrumental no sólo al servicio del entramado económico-institucional, sino al servicio directo del Gobierno.

En este modelo, los medios de información se consideran servidores del poder político más que entidades independientes que ejercen una función mediadora entre el Go­bierno y los ciudadanos, una labor necesaria entre la obligación del gobierno representativo de informar y el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz por cualquier medio de difusión, como reconoce el artículo 20 de la Constitución, teóricamente vigente.

Pero observando el trato que el Gobierno y otros dirigentes del Partido Popular dispensan a los periodistas, se obtiene la impresión de que los consideran empleados suyos, simples recaderos de sus mensajes o apéndices de la Oficina del ministro portavoz del Gobierno (cargo que desempeñó Ra­joy entre 2002 y 2003, durante el cual tuvo que informar sobre el naufragio del Pres­tige y sobre la invasión de Iraq), que están a su disposición, sin reservas ni condiciones, para trasladar al público lo que gusten disponer. Sirvan como ejemplos: Jo­sé María Aznar se negó a contestar a una pregunta de la periodista Marta Nebot sobre ETA metiéndole un bolígrafo en el escote (El País 18-11-2006). Federico Trillo entregó un euro a una periodista de la SER cuando le preguntó por las armas de destrucción masiva (El Mundo, 16-2-2004). El vicealcalde de Valencia, Alfonso Grau, convocó a la prensa para desmentir su imputación en el caso Noos y su dimisión. A la pregunta de un periodista: Si no está imputado, ¿por qué esta rueda de prensa?, el edil contestó: Porque me da la gana (El País, 10-11-2014).

Este trato descortés y utilitario se ha visto favorecido por la crítica situación que atraviesa el sector de la información para adaptarse a los avances tecnológicos mediante reajustes y concentración de empresas, también por la reorientación ideológica de los grandes medios, que sufren una crisis de identidad (3), y por la crisis financiera de la prensa escrita, que ha provocado el cierre de numerosas cabeceras, reducción de plantillas y el reemplazo de periodistas veteranos por jóvenes licenciados y becarios, sujetos por contratos leoninos.

El elevado índice de paro en el sector y el empleo precario han colocado a los periodistas en una situación de indefensión ante las presiones de las empresas en que prestan sus servicios y ante los poderes políticos y económicos sobre los que deben informar. A esta situación hay que añadir un factor de tipo histórico.

Es cosa admitida, incluso por sus más ardientes defensores, que las reformas de la Transición respetaron o apenas se detuvieron en aparatos fundamentales del Estado como la judicatura [La oxidada Transición, La linterna sorda, 2013], las fuerzas armadas o los cuerpos de seguridad, pero también evitaron una ruptura con el aparato de información y propaganda del régimen franquista, que fue utilizado con indudable provecho por Adolfo Suárez, que había sido director general de RTVE, para sacar adelante el proyecto de reforma política y asegurar para UCD el primer gobierno de la etapa democrática.

El aparato de información oficial, que no impedía una función similar del aparato ofi­cioso de medios privados, estaba formado por las agencias de noticias EFE y Py­re­sa, Radio Nacional de España y Te­levisión Española, que se reservaban el mo­nopolio de la información, por la Ca­dena de Prensa del Movimiento, con 45 diarios y 90 revistas (4), el diario de los sindicatos Pueblo, la Cadena Azul de Ra­diodifusión, la Red de Emisoras del Mo­vimiento y la Cadena de Emisoras Sin­dicales, que, con más de 100 emisoras, aseguraban la cobertura en todo el territorio nacional.

Desde el punto de vista de la profesión, al no haber existido ruptura con el pasado que hubiera implicado la exigencia y depuración de responsabilidades al menos en los ni­­veles más altos del aparato de propaganda de la dictadura, lo que se produjo fue la mez­cla, tan usual en este país, entre continuidad y renovación; la profesión se renovó lentamente por la adición de generaciones y la coexistencia de periodistas de ta­lante democrático y pro­­fe­sionales procedentes de la dictadura, mu­chos de los cuales adoptaron el "oficialismo" como una forma de sobrevivir profesionalmente sin renunciar del todo a sus i­deas, y otros seguirían siendo franquistas e imprimiendo ese sello ideológico allá don­de estuvieren, bien en medios de comu­ni­ca­­ción de titularidad pública o privada o di­rigiendo medios o agencias de su propiedad.

Esta ambivalencia dio paso a un modelo de comunicación en el que coexisten dos tipos de periodismo no exentos de concomitancias: uno que hace gala, al menos formalmente, de independencia frente al poder político (aunque no tanta frente al poder económico), que busca la objetividad, al menos, como meta, y en el que priman la información, el análisis y el relato coherente de la actualidad, y por otra parte, un periodismo muy politizado, polarizado, en el que prevalece la opinión, en general poco fundada; un periodismo sin información [Félix Ortega (Coord.): Periodismo sin información, Madrid, Tecnos, 2006].

Es un periodismo que viene de la misma tradición que la derecha a la que sirve, responde a los mismos estímulos y padece los mismos vicios, entre ellos el predominio del estilo jerárquico, una posición de autoridad y de hallarse en posesión de la verdad y, por lo tanto, dado el exceso, a la opinión dogmática y sectaria, a un acusado clientelismo y a la persistencia de cerrados círculos de afinidad, burbujas en las que emisores y receptores se realimentan con un discurso redundante; es un periodismo sin normas, fabulador, en el que impera la confusión entre opinión e información, entre los hechos y la fantasía, y en el que la verdad se sacrifica en favor de lo verosímil y de la crónica novelada; un periodismo en el que todo vale, pero en el que todo se justifica en nombre de una libertad de expresión ejercida sin límites ni responsabilidad.

Es un tipo de periodismo belicoso y partidista, orientado ideológicamente por la derecha y la Iglesia, políticamente "amarillento" o claramente "azul", por su pasado falangista o por su adhesión a los colores y valores del PP; un periodismo plagado de "calumnistas" y chafarderos, en el que destacan los lenguaraces opinadores, que José María Izquierdo ha bautizado como cornetas del apocalipsis [Izquierdo, J. M.: Los cornetas del Apocalipsis, Madrid, La hoja del monte, 2010], que actúan para el PP como el poeta nazi Gerhard Schuman decía que actuaban los literatos del III Reich: Somos el puño del Fuhrer.

Así es como ese Partido cuenta con una nutrida gavilla de espadachines que fungen de periodistas sin serlo realmente, pero no hay que extrañarse por ello, ya que también le acompañan historiadores que no lo son, sino escribidores de una historia amarilla, que no es ni historia ni periodismo [García Tojar, L.: "Ni historia, ni periodismo. A la conquista de la desmemoria", Trasversales nº 5, invierno 2006-2007], emprendedores que no lo son, tesoreros que no lo son, un presidente que no lo parece y hasta empresarios que no son tales; es un partido nutrido y apoyado por simuladores.

Además de contar con periódicos y canales de radio y televisión privados y políticamente afines -los medios serviles-, el Gobierno va consiguiendo poner sordina a las voces críticas y aconsejar prudencia a los medios de información más alejados de sus posiciones -hasta El País, según la vicepresidenta, se ha sumado al coro monofónico- para llegar a la situación ideal, que es imponer un mensaje único, emitido desde Moncloa y reproducido fielmente a todo el país.

El Partido Popular también cuenta con el apoyo de medios de comunicación de carácter local y emisoras públicas de televisión con cobertura regional, que tan buenos resultados han dado como órganos de propaganda de los gobiernos autonómicos (neoliberalismo de taifa) como antológicos han sido sus fracasos económicos, mostrando lo difícil que es engañar y a la vez ganar dinero. Pero hacía falta un medio de comunicación potente y con cobertura na­cional para obtener la máxima eficacia en la imprescindible labor de configurar la realidad según las necesidades del Gobier­no, y ahí estaba Radio Televisión Española como pieza codiciada.


La okupación de RTVE

Derogada la normativa de Rodríguez Zapatero, que exigía el acuerdo de dos tercios de los votos del Congreso para elegir al presidente de RTVE, y reemplazada por otra que permite elegirlo en segunda vuelta sólo con mayoría absoluta, quedaba expedito el camino para colocar en la dirección del Ente a una persona dócil a los propósitos del Gobierno de Rajoy.

El respaldo de la bancada "popular" entregó el cargo a Leopoldo González Eche­nique, que lo ejerció desde junio de 2012 hasta su dimisión en septiembre de 2014, a causa de una petición de aumentar la financiación denegada por el Gobierno. Fue sustituido al poco tiempo por José Antonio Sánchez, con el apoyo del Partido Popular pero con la oposición de 1500 profesionales de la Casa, que entregaron en el Co­n­gre­so un comunicado de protesta contra la manipulación de la información perpetrada por la Dirección, en el que defendían un modelo de televisión pública de calidad, plural e independiente del poder político.

La Empresa y en particular los servicios informativos se pusieron a disposición de personas que ya habían desempeñado funciones directivas durante el mandato Aznar y de otras llegadas de Telemadrid, canal público de información regional llevado a la ruina, incluyendo el despido de 861 empleados, por asumir la servil condición de rendir pleitesía a la presidenta del gobierno autonómico de Madrid, Espe­ranza Aguirre, también muy neoliberal pero autoritaria, como exigen sus títulos de nobleza.

La nueva dirección de RTVE respondió a las exigencias del Gobierno creando una redacción paralela, formada por incondicionales y mediocres profesionales, que en poco tiempo ha desvirtuado los logros de la etapa anterior que habían sido reconocidos con la subida de los índices de audiencia y con la concesión de premios nacionales e internacionales a los servicios informativos (5). Hasta ahora, debido a la cuantía de sus recursos materiales y humanos (más de 6000 empleados, 65 unidades informativas y casi 20 corresponsales en el extranjero), el elemento distintivo de TVE eran los programas de información y en particular los telediarios, que por su calidad y amplia cobertura le otorgaban ventaja sobre los demás canales públicos y privados. La buena información, además de merecer premios, como ya se ha dicho, hacía crecer la audiencia y el prestigio a la Casa. Pero eso se acabó.

Desde que desembarcaron los "genoveses", TVE ha cedido su puesto a las cadenas competidoras en los programas informativos del día y de la noche, y la reacción ha sido la esperada en una Dirección mediocre, que cree que los espectadores son tan mediocres como ella dejándose convencer por unos retoques estéticos. Se han cambiado programas y presentadores, en parte para reemplazar algunas bajas, y en Torrespaña se ha cambiado el plató del Telediario con la adquisición de nuevos equipos que han costado 833.650 euros, un dispendio que no ha mejorado la información ofrecida ni la cifra de seguidores, que es de lo que se trata, porque la audiencia no sube sólo con una operación de maquillaje. Nueva estética, pero vieja ética; nuevo escenario y nuevas caras, pero viejos contenidos y viejas prácticas, más propias de una dictadura que de un sistema de información liberal democrático, como ha venido denunciando el Consejo de Informa­tivos, que en varias ocasiones ha acusado a la Dirección de manipular y censurar las piezas, contratar personas de modo discrecional y ceder la confección de programas a productoras externas (vieja práctica de la Casa).

En julio de 2014, este Consejo denunciaba en un comunicado el tratamiento dado a las noticias, que resumimos en los verbos que encabezaban cada una de las denuncias: eliminar, ocultar, desplazar, valorar mal, omitir, camuflar y minimizar la información. Y en fecha más reciente ha vuelto a insistir en lo mismo [Comunicado del Consejo de Informativos, 1-7-2014. "Los trabajadores de RTVE contra la caza de brujas en los Informativos", Infolibre, 20-2-2015]. Un diagnóstico que muestra la gravedad del enfermo.

Hay programas que provocan sonrojo, como "La mañana de la 1", en el que Mariló Montero exhibe su falta de empatía, su vasta incultura y también su audacia con invitados presuntamente rompedores (6), o el ya finiquitado "Entre todos" de Toñi Moreno. Un programa solidario para paliar los desaguisados del Gobierno, al que acudían personas desesperadas en busca de ayuda, del que salían convertidas en improvisados y con frecuencia efímeros emprendedores. Pero donde más se nota la manipulación es en los programas informativos. "Informe semanal", un señero programa de producción propia, oportunamente "pulido" ha sido desplazado a medianoche y otro tanto ha ocurrido con producciones similares.

Los telediarios parecen inspirados en el NO-DO, dado el tratamiento que recibe el Gobierno, que se lleva la parte del león en deferencia y minutaje, mientras la información sobre los partidos de la oposición pasa a segundo plano, cuando no va metida en un bocadillo -una opinión del PP antes y otra después, por muy banal que sea, con tal de decir la última palabra- o es citada sólo en el sumario y despachada en el minuto veinte con un simple comentario, así nadie puede decir que hay vetos; no hay veto, hay sólo alusión y tendenciosa.

Una porción importante de los telediarios se dedica a difundir buenas noticias, que tienen que ver con la propia labor del Gobierno o con los valores de la derecha y de la Iglesia. Como sucedía antes, las malas noticias vienen de fuera, Spain is different, pero dentro tranquilidad y la buena nueva sobre la recuperación. El costumbrismo, los sucesos y el deporte, mucho deporte, ayudan a rellenar los telediarios. Por supuesto, lo que ocurre dentro de la Casa no es noticia; las desavenencias del presidente dimisionario con el Gobierno, los plantes en la redacción, las dificultades financieras y el destino del gasto, la confección de listas con personas desafectas con la nueva dirección, la contratación de altos cargos o el deficiente servicio de comedor prestado por la empresa de Arturo Fernández, presidente de la patronal madrileña (CEIM), no deben ser conocidos por quienes sufragan la Corporación con sus impuestos.

No son noticia o merecen edulcoradas y escuetas menciones las respuestas ciudadanas a los recortes gubernamentales, ni lo son los efectos provocados por ellos en los grupos sociales más débiles, ni tampoco las tensiones internas del Partido Popular, del que se cuentan oportunamente sus convenciones, con profusión de imágenes que pretenden dar fe de la unidad y sana camaradería que imperan entre los "genoveses".

Tampoco fue un evento digno de ser cubierto el resultado de "Podemos" en las elecciones europeas, ni lo es la evolución seguida desde entonces por una organización que ha alterado profundamente el espectro político del país, al devenir, de momento, en una fuerza capaz de acabar con el bipartidismo hasta ahora vigente. En este tema, RTVE se ha sumado al coro monofónico que ha convertido el veto y la crítica a Podemos en epidemia nacional. Como ejemplo de lo dicho hay que añadir que el día 31 de enero, la BBC británica abría sus informativos con imágenes de la gran manifestación de apoyo a Podemos celebrada en Madrid, mientras TVE relegaba la noticia al cuarto puesto: la primera era el tiempo (el temporal de lluvia y nieve, asunto extraordinario en invierno); la segunda, un insulso mitin de Rajoy; la tercera una declaración de Pedro Sánchez, con parecida falta de sustancia, y la cuarta, y con poco tiempo, la marcha de Madrid.

Antaño, después de una larga ración de deporte, los telediarios concluían con la información sobre el tiempo; ahora terminan con la cátedra de meteorología, donde se imparte cada día una clase magistral sobre la situación de la atmósfera. Pero más valdría que parte del tiempo dedicado al tiempo se empleara en explicar a los espectadores, con el mismo detalle y despliegue de recursos, el origen de la borrasca de la crisis, las isobaras de la corrupción, el nú­cleo tormentoso de la deuda, el anticiclón del crédito y el frente gélido procedente de Alemania, que hace descender los salarios.

El resultado de la okupación genovesa de RTVE ha sido perder verosimilitud en poco tiempo, como lo refleja la caída vertiginosa de la audiencia, y llegar a una situación fi­nanciera difícil de mantener, que ha provocado la dimisión del anterior presidente y presagia el despido de 3000 trabajadores (de una plantilla de 6400 empleados) para reducir costes, que es el remedio habitual de los malos gestores. También se ha propuesto eliminar la onda corta, Radio Cuatro y Radio Clásica. La Corporación RTVE ha sido conducida a una situación óptima para poder justificar que el aumento de su grado de privatización es la solución a sus problemas [CCOO La hoja nº 1.028, 27-1-2015, y UGT Al abismo, 23-1-2015], como acaba de hacer en Murcia el gobierno del PP con el canal de televisión autonómico.

La sustitución de Julio Somoano (que por ahora sigue empleado en la Casa) en la dirección de los servicios informativos por un comisario político más duro o más sumiso, José Antonio Álvarez Gundín, que procede del diario La Razón dirigido por el nefasto Francisco Marhuenda, confirma el carácter sectario que el Gobierno insiste en imprimir a la radio y a la televisión públicas. CiU ha apoyado el nombramiento de Gundín porque en Cataluña hace el mismo uso partidista de la televisión autonómica. Decía Goya que el sueño de la razón produce monstruos, pero se quedaba corto; ahora son monstruos los que producen La Razón. Queda por ver lo que producirán en la pequeña pantalla. Llega Poltergeist.


Notas

1. Agit-prop, abreviatura de agitación y propaganda, es un término de la literatura revolucionaria rusa referido a las actividades destinadas a educar y movilizar a la población que, desde la III Internacional, se impusieron como una de las tareas principales de los partidos comunistas.

2. Según S. Tchakotin, la ratio-propaganda utiliza la persuasión y el razonamiento, mientras la senso-propaganda actúa por sugestión sobre las emociones y los sentimientos. ("El secreto de Hitler: la violencia psíquica" en Sociología de la comunicación de masas (III). Propaganda política y opinión de masas, M. de Moragas (ed.), Barcelona, G. Gili, 1986, pp. 154-191).

3. Miguel Álvarez indica que la mayoría de los medios de información han dejado su función democrática para devenir en instrumentos de lobby, por lo cual sufren una crisis deontológica ("La crisis estructural del periodismo en España", El viejo topo nº 322, nov. 2014).

4. Patrimonio formado por 45 diarios repartidos por toda la geografía nacional, con una tirada media conjunta de más de un millón de ejemplares, y 90 publicaciones periódicas no diarias, que empleaba a 6.000 personas. Chueca, T.: El fascismo en los comienzos del régimen de Franco. Un estudio sobre FET-JONS, Madrid, CIS, 1983.

5. En 2009, el telediario de la segunda cadena, TD-2, fue considerado el mejor informativo del mundo, por delante de la BBC británica; en 2010, quedó en segundo lugar.

6. http://bit.ly/16TGj4u




Trasversales