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José M. Roca

El líder ausente

Revista Trasversales número 32, octubre 2014 web

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Como en la dictadura lo fue José Antonio Primo de Rivera, Rajoy ha devenido en el gran ausente de nuestros días, bien porque está de viaje por esos mundos llevando la buena nueva de la “Marca España” (a veces bien visible debajo del brazo) y aceptando los encargos que le quieran encomendar, o bien porque permanece recluido en La Moncloa, concentrado en leer la prensa deportiva esperando encontrar en el futbol como portador de valores eternos, las tácticas para no dejarse meter goles por una oposición sin delantera ni banquillo.

A Rajoy no le gusta informar en el Congreso ni dar cuentas de sus actos de gobierno; envía comunicados, evita las ruedas de prensa huyendo por la puerta de atrás o las concede sin preguntas -¡qué se han creído estos becarios!-, comparece ante los periodistas por televisión, disimula cuando le preguntan y cuando habla es peor, porque utiliza una retórica sin sustancia, repite tópicos y frases manidas, así que deja la obligada información del Gobierno como una labor residual a sus primeros espadas: la vicepresidenta, la marisabidilla de la comedia que marca el orden del día, respaldada por Cospedal, que va en vanguardia de lo hecho y sobre todo de los deshecho en su laboratorio manchego, seguida por González Pons y Floriano, el nuevo dúo sacapuntas que glosa a su modo el argumentario que sale de la sede de Génova, y por el comentario de algún que otro espontáneo o espontánea (Aguirre, Botella, Mato, Pujalte) para que la atención del estragado público no decaiga.

Mientras tanto, Rajoy, en lontananza, se esconde y gobierna desde lejos, y pone en práctica un estilo de liderazgo indolente y distante. Ante el caudillaje gritón y autoritario de Aznar, imbuido de estilo militar pero al frente de la tropa, Rajoy asume el modelo del telelíder desde retaguardia. Frente al modelo castrense de Aznar, el suyo es un liderazgo con talante episcopal. Y esa es la razón de su éxito.

Aparenta que no dirige el país ni el Partido, que flota sobre las revueltas aguas internacionales y sobre las intrigas de sus compinches, adulando a unos y a otros -Matas, Camps, Fabra, Bárcenas, Baltar, Rato- o alejándose discretamente de compañías hoy molestas y ayer necesarias, mimetizado con el escenario como un camaleón administrativo y dejando que pase el tiempo y se imponga la inercia de las cosas. Simula que no gobierna el país, que permite actuar a los ministros y que obedece a Merkel.

Ha decidido utilizar de forma extrema el tópico del gallego: de Rajoy no se sabe si sube o si baja; si va o si vuelve; da la impresión de que no se mueve, pero él sabe a dónde va y a donde nos quiere llevar.



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