Trasversales
Marisol Sánchez Gómez

True detective

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Poemas de Adrienne Rich traducidos por Marisol Sánchez Gómez




TRUE DETECTIVE: último éxito de la cadena norteamericana HBO. Ecos de ese sur americano pegajoso y místico, brutal y lánguido de Capote, O’Connor, Faulkner y la genial McCullers con gotas de los cacúmenes de Poe y Ambrose Bierce. Nihilismo e imposibilidad à la Zodiac, una película que me impresiona no importa cuántas veces la vea.

Frente a las series españolas, herederas en su mayor parte del costumbrismo de los Alvarez Quintero, que en realidad perpetúan y se nutren de la cultura (o la ética) de la resignación, las series americanas se han convertido en el gran artefacto cultural del siglo XXI, con esos protagonistas cósmicamente aislados que habitan unos márgenes inhóspitos en los que en realidad nos encontramos todos: Tony Soprano, un cafre con ataques de ansiedad que se desmaya cuando ve patos que vienen volando a su piscina, capaz de traicionar por salvar su cuello y mantener a la vez extrañas fidelidades; Walter White, ese oscuro profesor de química metido a gángster que canta “A Horse with No Name” a gritos por el desierto de Nuevo México en un momento en que su cáncer de pulmón le da un respiro; Jesse Pinkman, un drogota majete, siempre viviendo en el filo pero capaz de mantener una posición ética en los momentos más duros; Rust Cohle, un personaje digno de admiración e infinita piedad, un habitante de su propia psicoesfera, desengañado y lúcido, abrumadoramente solitario, aislado y pesimista, que mantiene su independencia – a pesar de las presiones del sistema – por los brumosos pantanos de Louisiana. ¿No somos también ellos de alguna manera? ¿No hay algo profundamente humano en todos estos seres que deambulan por las series muy acompañados pero más solos que la una? ¿No estamos todos íntimamente solos en estos tiempos en que el lazo social está roto y la red se plantea como la gran alternativa-espejismo de relación y empatía con otros?

Los guionistas de estas series están impregnados de la cultura del momento en todas sus facetas y han mamado a Foucault, Derrida y Stuart-Mill, regurgitándolos de una manera mucho más eficaz y atractiva que la de nuestros cátedros de filosofía universitarios, quienes se esfuerzan inútilmente por mantener el paso ágil que les demanda la sociedad actual. Los chicos ya no leen; sólo ven series. Y es que las series acabarán siendo la literatura visual de las nuevas generaciones digitales para quienes incluso el DVD ya es algo obsoleto existiendo series.ly. La novela ha muerto: ¡viva HBO!

(Gracias como siempre a mi amiga Amparo Jiménez, porque sin nuestras conversaciones no habría sido posible esta entrada).



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