Luis M. Sáenz La Troika y su D'Artagnan Revista Trasversales número 31 mayo 2014 (web) Textos del autor en Trasversales En las justas críticas contra la política económica y social aplicada en la Unión Europea, y en España en particular, es muy frecuente escuchar o leer puntos de vista que colocan a "La Troika" en el centro de ese ataque contra los derechos de la mayor parte de la población. El término Troika hace referencia a dos instituciones europeas y a una institución "mundial". Las instituciones europeas son la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. La tercera pata es el Fondo Monetario Internacional, al que no me voy a referir en esta nota por querer centrarme en las instituciones europeas. Compartiendo el rechazo a esas políticas, me temo que esa atribución, casi exclusiva, de todos nuestros males a la Troika está dando lugar a malos entendidos, similares al del título de una novela de Alexandre Dumas (padre) y del injustamente relegado Auguste Maquet, que nunca aparece como coautor. Me refiero a "Los tres mosqueteros", en la que los tres mosqueteros son cuatro, siendo precisamente el no contado, D'Artagnan, el protagonista principal y "lidereso" de la banda en sus querellas con los agentes del Cardenal Richelieu. Al hablar de "la Troika" nos olvidamos del D'Artagnan político de los grandes grupos capitalistas europeos, que son quienes en definitiva llevan el timón aunque con dificultades para un control absoluto del rumbo, porque "estas cosas" no pueden explicarse por medio de "conspiraciones" y "grupos en la sombra", sino teniendo en cuenta la lógica propia del sistema capitalista, los conflictos sociales, la singularidad de cada momento, las subjetividades y los imaginarios sociales, etc. Decir "la Troika" es olvidarse del Consejo Europeo, formado por los jefes de Estado o de Gobierno de los Estados miembros, así como de una derivación suya denominada Consejo a secas (o Consejo de la UE), de composición variable pues está formada por un(a) ministr@ de cada Estado miembro, del ramo que corresponda el tema a tratar. También falta el Parlamento Europeo, pero, aunque debería ser la institución más importante y obtuvo alguna competencia más con el Tratado de Lisboa, no forma parte del núcleo "duro" de decisión en la UE, en la que sigue siendo una institución postergada. El elenco institucional lo completan el Tribunal de Justicia -al que debemos algunas de las poquísimas mejoras sociales habidas en España en los últimos años, como la referente a cómo computar el trabajo a tiempo parcial en el cálculo de las pensiones de jubilación y la referente al permiso de lactancia- y el Tribunal de Cuentas. Pues bien, el Consejo Europeo, junto a su apéndice ministerial, es la institución más importante y poderosa de la Unión Europea, su D'Artagnan, sin la que no es posible entender correctamente el papel del Banco Europeo y la Comisión. Siempre lo ha sido, por definir las orientaciones y prioridades políticas generales de la UE y por sus importantes competencias específicas, pese a no tener atribuida formalmente funciones legislativas... que sí tiene el Consejo de la UE, es decir, los mismos gobiernos pero a nivel ministerial. La idea de que la UE está dirigida por una burocracia instalada en Bruselas está muy alejada de la realidad. Institucionalmente, la llave del poder político en la UE sigue en manos de los gobiernos, tanto para adoptar como para bloquear orientaciones políticas, así como marcar la composición de las instituciones europeas "troikeras", el BCE y la Comisión Europea. En cuanto al FMI, se trata de una institución internacional de alcance mundial, también basada en los Estados, influyente pero a la que no puede atribuirse un papel dirigente sobre la UE y cuyas actuaciones se dan siempre en complicidad con los gobiernos europeos. En lo que se refiere a la Comisión Europea, caricatura de "gobierno europeo", el Consejo Europeo, es decir los gobernantes de los Estados, tiene el monopolio de propuesta sobre la presidencia de la Comisión y, posteriormente, sobre su composición completa. Estas propuestas deben ser ratificadas por el Parlamento Europeo, cuyo papel se reduce a aprobar o rechazar, pero sin capacidad de propuesta. Salvando las distancias, es algo así como si en España la potestad de propuesta para la presidencia del Gobierno e incluso para la completa composición ministerial estuviese en manos de una institución formada por las presidencias de las comunidades autónomas, pudiendo el Parlamento aprobar o rechazar lo propuesto pero no tomar iniciativas al respecto. Una candidatura que gozase del apoyo mayoritario del Parlamento Europeo no podría ser votada si el Consejo Europeo no la presenta previamente, para lo que se requiere una mayoría cualificada en él. En cuanto al Banco Central Europeo, su presidente y comité ejecutivo es elegido por mayoría cualificada en el Consejo Europeo, que tiene que consultar a otras instituciones pero que no necesita su apoyo. El actual presidente, Mario Draghi, fue elegido en 2011 por unanimidad, pese a las reticencias iniciales del gobierno alemán. Los estatutos del Banco Central Europeo establecen la independencia en su actuación respecto a las demás instituciones europeas, del mismo modo que el Banco Nacional de España es legalmente autónomo en sus decisiones frente al Gobierno. Sin embargo, pensar que la cúpula del Banco Central Europeo podría llevar adelante una política antagónica con las orientanciones del Consejo Europeo que la ha elegido es una ingenuidad. La declaración de autonomía de los bancos centrales es una barrera para el control parlamentario y ciudadano, no para las élites políticas y económicas ante las que en realidad responde. La Troika es, al menos, una cuádriga, cuya cuarta y principal rueda es el pack formado por el Consejo de jefes de Estado y el Consejo "de ministros" (de los Estados, no de un gobierno europeo). Esa rueda es la primera potencia institucional de la UE, sostenida por los 28 gobiernos estatales. Olvidarse de eso sería un grave error político, algo así como si los guardias de Richelieu creyesen que podrían enfrentarse a Athos, Porthos y Aramis sin tomar en cuenta a D'Artagnan. Un error que puede incitar a pensar que el enémigo viene de fuera, de Alemania, de Bruselas..., que hay que comprender a los gobernantes españoles o criticarles por "claudicar" ante Merkel u otros poderes "extranjeros", que hay que defender nuestra "soberanía nacional" ante la ingerencia, etc., prejuicios que sólo pueden ayudar a las propias élites políticas de cada Estado y a la derecha. Esos planteamientos soberanistas (1) son ajenos a la realidad que estamos viviendo y nos desarman al tratar de hacer frente "nacionalmente" a un enemigo feroz que actúa a una escala transnacional. Los jefes de Estado o de Gobierno en el Consejo europeo y los ministros en el Consejo de la UE cuando vuelven a su país y legislan lo hacen insinuando que "no les ha quedado más remedio", que se lo "imponen", que es un coste necesario para "seguir en Europa", cuando eso que imponen en cada Estado lo han aprobado ellos mismos en el ámbito de la UE. Desde que empezó la crisis ningún gobernante europeo -incluidos Zapatero, Holland y otros gobernantes "socialdemócratas"- ha propuesto otra política en las instituciones europeas. Ninguno ha propuesto otro camino ni ha votado contra decisiones que luego nos presentan como obligadas. Los Estados no aprueban y aplican ciertas políticas porque les lleguen impuestas desde "Europa", sino que la UE aprueba determinadas políticas porque las proponen allí los gobernantes de los Estados, previo acuerdo con las élites económicas del capitalismo europeo y transnacional. Yo soy bastante partidario del método conocido como "la navaja de Ockham", según el cual entre dos interpretaciones igualmente explicativas la más sencilla suele ser la más correcta. Por ejemplo, poco antes de escribir esto he leído un artículo de la presidenta del Círculo de Empresarios, en el que propone un salario mínimo más pequeño para jóvenes "sin formación" (y Wert ya se está empeñando a tope para que haya jóvenes sin formación). Argumenta que así los jóvenes podrán demostrar su valía. La explicación más sencilla, sin embargo, es que pide salarios más bajos para jóvenes para disminuir el coste salarial, para sustituir trabajadores con derechos consolidados por otros en la mayor precariedad, para aumentar los beneficios empresariales. Explicación sencilla, que no "simplista", que parece confirmarse cuando vemos como casi todas las organizaciones empresariales piden bajar el salario mínimo (y muchas no sólo para jóvenes) y casi todas las organizaciones de jóvenes se oponen a esa "ocurrencia". Que Rajoy está de acuerdo en lo que hace es una hipótesis más sencilla que cualquier explicación que diga que no quiere hacerlo pero no le queda más remedio. Pero reconozco que conviene aportar indicios adicionales al de la sencillez. En el caso concreto del PP es fácil, porque casi todo lo que están haciendo lo encontraremos escrito, desde hace ya muchos años, décadas a veces, en los escritos "teóricos" emanados de FAES, de las organizaciones empresariales controladas por los grandes grupos capitalistas, por los "académicos" o técnicos afines a las corrientes políticas "neoliberales" o neocon más cercanas al PP, etc. En cierta forma, están haciendo lo que siempre han querido hacer, pero lo están haciendo cuando consideran que la propia crisis y el desempleo masivo crean las condiciones para ello. Pero en cierta forma también podría aplicarse a las medidas que tomó Zapatero desde mayo de 2010. ¿Todo le vino impuesto? ¿Por quién? ¿Propuso algo diferente en el Consejo europeo e invitó a la izquierda y al sindicalismo europeo a una lucha común por otro proyecto? ¿Por qué el PSOE votó una y otra vez en el Congreso contra propuestas que ofrecían soluciones para la tragedia de los desahucios, tema precisamente en el que lo que ha llegado desde Europa han sido alertas sobre la cerrazón de la legislación española? ¿Por qué, una vez que el PSOE sale del Gobierno y ya no es el responsable de solucionar el problema, varias de las propuestas que rechazó ya no le parecen tal mal e incluso vota a favor de alguna, aunque se niega a ser canal para el movimiento social si no tiene él todo el protagonismo? No dudo de que Zapatero habría preferido una situación de prosperidad económica en la que, sin enfrentarse con las élites económicas, pudiera no haber tomado algunas de esas medidas, pero lo cierto es que en una crisis como la que vivimos las opciones se reducen, si das prioridad a la entente con las élites tienes que apoyar políticas brutales como las que vivimos ahora, y si no quieres tales medidas entonces te tienes que enfrentar con las élites, lo que no ha psado por la cabeza de los líderes del PSOE. Creo que lo primero que hay que entender es que en lo fundamental hay un acuerdo entre las élites económicas y políticas europeas para desmantelar de forma profunda y duradera los logros sociales que aún estaban vigentes en los Estados de la UE al iniciarse la crisis. Insisto, hay un acuerdo sobre la base de ese proyecto, no imposición de unos Estados o de una "burocracia de Bruselas" sobre otros Estados. Incluso los gobernantes y los grandes capitalistas griegos están de acuerdo en lo que están haciendo, por muy brutal que sea. Por eso son tan complacientes con los violentísimos nazis griegos, en los que no dejan de ver una potencial fuerza de choque contra la rebelión social. Por descontado, en ese acuerdo hay roces, no sólo entre gobiernos sino incluso entre grupos capitalistas con intereses diferentes. Por descontado, unos Estados tienen más peso que otros. Por descontado, el gobierno de España pinta menos que el de Alemania o Francia. Sin embargo, lo prioritario es el acuerdo que hay entre ellos. Se trata de un acuerdo
global en beneficio de todos los grandes
capitalistas y todas las grandes fortunas. Su
explicación de que nos aplican recortes sociales
"para" pagar la deuda es a veces retomada desde la
izquierda y desde movimientos sociales, pero es
parcial y peligrosa, pues sitúa el centro del debate
en un terreno muy complejo, el de la gestión de la
deuda, en el que tanto pagar como no pagar tienen un
coste. En realidad, la función de los recortes
sociales es generar una enorme transferencia de
riqueza (actual y futura) en beneficio de las élites
económicas y políticas, disminuir los derechos y la
capacidad de lucha de la población, aumentar la tasa
de ganancia del capital, etc. Los recortes no son
"para" pagar la deuda, sino para el conjunto de ese
proyecto. Ir pagando esa deuda es una parte del plan
(artículo 135 dela Constitución tuneada por Zapatero
y Rajoy), porque el núcleo principal de ella está en
manos de grandes grupos capitalistas españoles o
extranjeros, pero además de quitarnos lo necesario
para el pago por una deuda que han creado ellos
mismos en su propio beneficio nos están quitando
muchísimo más, miles y miles de millones de euros
que, por otras vías, algunas legales y otras
ilegales o corruptas, van a parar también a los
bolsillos de élites económicas, políticas,
eclesiásticas, dinásticas, etc. Cuando favorecen que
los salarios se hundan, no es para pagar la deuda.
Cuando permiten que la Iglesia católica se adueñe de
propiedades comunales, no es para pagar la deuda.
Cuando dan campo libre al fraude fiscal de las
grandes empresas y las grandes fortunas, no es para
pagar la deuda. Cuando se preparan para suprimir el
impuesto sobre patrimonio, no es para pagar la
deuda. Cuando se reparten sobres o roban con un
coste falseado de las obras del AVE, no es para
pagar la deuda. Por ello, la respuesta a ese
proyecto debe ser global, incluyendo una respuesta
al problema de la deuda pero yendo mucho más allá.
Porque ellos quieren que creamos que todos estos
recortes se hacen sólo para pagar la deuda, y eso no
es verdad. Porque ellos, tanto da que hablen en
castellano, alemán, húngaro o ingles, quieren dar
paso a décadas en las que imperen las condiciones de
vida apropiadas para el avance de un capitalismo
salvaje, que no es una "deformación" del capitalismo
sino el capitalismo en toda su pureza cuando no es
limitado por un poder social de signo contrario. Y
esa sí es la esencia de lo que ocurre. Acepto de buena gana que los gobiernos no pueden hacer lo que les da gana, que las condiciones objetivas y el marco económico global impone limitaciones. Y eso es así tanto dentro como fuera de la UE, quien considere que basta con salir del euro o de la UE para poder liberarse de las presiones de la economía capitalista mundial vive en una mala utopía, una ilusión, un espejismo, una copia reducida de la nefasta teoría estalinista del "socialismo en un sólo país". La "autarquía" no lleva a la emancipación. Pero a la hora de recibir esas presiones y de sufrir limitaciones ineludibles en el contexto actual hay una decisión que tomar: abordamos esas condiciones poniéndonos a favor de las élites económicas o lo hacemos dando prioridad a las necesidades de la gran mayoría de la población y especialmente la de su franja más castigada. No cabe ninguna duda de que las élites políticas europeas se han mantenido del lado de las élites económicas, manteniendo de paso sus propios privilegios. De hecho, no comparto la idea de denominar "casta" a las élites políticas porque en definitiva son parte orgánica, en unos casos, o empleados muy bien pagados en otros, de la élite económica. Y esto nos lleva de nuevo a las instituciones europeas, cuyo primer defecto no es que sus decisiones lleguen a los Estados tomadas desde Bruselas sino, por el contrario, que la UE sigue girando en torno a los Estados. No hay más, sino menos, democracia en una reunión de jefes de Estado y de Gobierno que en el Parlamento Europeo; el problema es que el Parlamento europeo tiene mucho menos poder que el Consejo Europeo. Y la Comisión también pinta mucho menos que el Consejo Europeo. El futuro de los movimientos sociales europeos y de las gentes comunes, la mayoría de la población, no es replegarnos en "nuestros" Estados, con "nuestros" políticos y "nuestros" capitalistas y "nuestros" bancos y "nuestras" monedas. El futuro es asaltar Europa, hacerla nuestro espacio de conflicto social y político, construir solidaridades tanto o más fuertes que las que entre ellas han tejido las élites. Y ese esfuerzo, que no es sólo ni principalmente institucional, sino social, y que no será fácil ni corto, sí requiere ir acompañado de una acción en el ámbito de lo institucional europeo, no sólo para exigir otra política social, sino también por una reconfiguración institucional, sin la cual estaremos dejando totalmente en manos de las élites europeas unas herramientas que nos serían más útiles en un contexto menor intergubernamental. Las candidaturas a las elecciones del 25 de mayo que emiten proyectos de lucha contra los recortes sociales deben ser apoyadas, según las preferencias de cada cual dado que son tantas (2), pero la ausencia en muchas de ellas (no en todas, pero sí en casi todas) de una idea fuerte de Europa, de nuestra Europa, y un uso abusivo de la idea de "soberanía nacional" favorece la abstención, que será de gran ayuda para el Partido Popular. Nuestro problema no es que exista la Unión Europea en vez de "Estados soberanos", sino el proyecto común de todas las élites europeas, incluyendo las españolas, que dominan la UE vía los gobiernos de los 28 Estados. Nuestro problema no es que se tomen decisiones a escala europea, sino que esas decisiones no se tomen de forma democrática y que en gran medida dependan de lo que decidan los gobiernos de los Estados miembros. Nuestro problema no es que el Parlamento Europeo limite nuestra soberanía, sino que el Parlamento Europeo tenga un papel subalterno en la UE y que tenga que elegirse sobre la base de candidaturas "estatales" y no sobre listas verdaderamente europeas. Nuestro problema es que el Consejo europeo, es decir, los gobernantes de nuestros Estados, pueden bloquear cualquier iniciativa de modificación de los Tratados de la Unión Europea. Nuestro problema no es que Merkel imponga nada a Rajoy, sino que Merkel y Rajoy y Holland están aliados contra las gentes de Alemania y España y Francia, y que las gentes no tenemos aún herramientas para responder con contundencia a partir de una alianza contrapuesta. Obviamente, me refiero a "nuestros problemas" en lo institucional europeo, pues nuestros problemas esenciales son otros. Pero eso no quita que los institucionales sean problemas importantes. Tenemos que construir una fuerte alianza social, en España pero también en Europa. Nuestro "uno para todos, todos para uno" (que deberíamos interpretar en términos de una, uno, todas, todos) debería ser mucho más fuerte que el que une a las élites a pesar de sus intereses diferenciados. No es fácil, pero tratar de construir caminos difíciles que lleven hacia donde queremos ir es mucho más racional y útil que perder el tiempo con la ilusión de que ya existe algún camino fácil. Incluso la extrema derecha, que aulla contra la UE y bocifera "soberanía" xenófoba, está construyendo una especie de proyecto común a escala europea. ¿Y nosotr@s qué, a cocernos en nuestra propia salsa... para que resultemos más sabrosos cuando se nos merienden las élites españolas y europeas? Sí se puede. Pero para poder en España debemos pensar también en Europa. Y además tenemos una especial responsabilidad en España, dado que es, junto a Grecia, el foco de mayor resistencia, con la ventaja de que aquí aún no se han desarrollado corrientes fascistas con gran influencial social, excepción hecha de algunas localidades, aunque existen peligrosos gérmenes que hay que aniquilar políticamente en su cascarón. Porque, no lo ignoramos, el fascismo se está convirtiendo en un preocupante problema en Europa, como también lo es el resurgimiento de ciertas "ideas" de raíz nacional-estalinista, porque pueden envenenar al movimiento social. Así que, sí, denunciemos a la Troika, pero mejor denunciemos, al menos, a la cuádriga y a los gobernantes de nuestros Estados, no olvidemos que el poder reaccionario en la UE se apoya esencialmente sobre dos patas en abiertas connivencia, el poder político del Consejo europeo y los gobiernos (los Estados), y el poder social de los grandes grupos capitalistas y las grandes fortunas.
NOTAS 1. Lo que convierte a alguien en un "soberanista reaccionario" no es la opinión sobre la configuración de las fronteras entre los Estados. Por ejemplo, se puede estar a favor de (que haya) un Estado catalán sin ser un "soberanista reaccionario", al igual que, también sin serlo, se puede preferir que Cataluña siga siendo parte del Estado español; incluso quienes pensamos que el Estado es siempre una institución al servicio de la dominación de una minoría sobre la mayoría podemos razonablemente preferir tal u cual forma de Estado o tal o cual trazado fronterizo en tanto y en cuanto exista ese tipo de institución. Lo reaccionario o peligroso es tener una concepción de identidad nacional que identifica a la población de otros Estados como "otros" y a los "otros" como enemigo, como peligro, como inferiores, etc., perdiendo de vista los fuertes antagonismos sociales que recorren nuestras propias sociedades. Lo peligroso es sentirse más cerca de Botín o Rajoy que de un(a) trabajador(a) de Alemania. E incluso es muy peligroso sentirse más cerca de Rajoy que de Merkel. El enemigo principal está en nuestro país. 2. No quiero entrar aquí en
mis preferencias electorales. Ahora bien, sí diré
que a mi entender debería haberse podido alcanzar
acuerdos para concurrir en lista conjunta entre
algunas de las candidaturas, sobre la base de
elecciones primarias abiertas comunes y una amplia
participación social. Ese acuerdo habría además
atraído a miles de personas indignadas no vinculadas
actualmente a tal o cual candidatura. Mi situación
personal es que podría llegar a votar a tres de las
candidaturas presentadas, que me gustaría poder
votar a dos de ellas (de una me atrae su proyecto
europeo, de otra su apertura a una identidad más
amplia) y que, por desgracia, sólo podré votar a
una. Hasta las municipales hay tiempo para
reflexionar y establecer alianzas desde abajo,
incluyendo a viejas y nuevas herramientas políticas
y entendiendo que todas ellas deben estar
subordinadas a los intereses del movimiento social. |