Trasversales
Lois Valsa

Proustiana sefardita

Revista Trasversales número 30, octubre 2013 - enero 2014

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MARIO LEVI, Estambul era un cuento. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Traducción de Pablo Moreno. Barcelona 2013, 675 páginas.


Las tradiciones, a pesar de su belleza y de la necesidad de protegerlas, conllevaban tanta crueldad y tantas muertes silenciosas.

Como entenderás, se trata de una nostalgia que no sólo se siente hacia un territorio o un clima determinado sino también hacia un tiempo perdido que no podrá volver.

El autor de esta obra, Mario Levi (Estambul, 1957), no es conocido del lector español porque, aunque ya había escrito una biografía de Jacques Brel (Jacques Brel, un hombre solitario, 1986) y cinco novelas y dos libros de relatos, traducidos a las principales lenguas europeas, nunca se había traducido al español. Esta obra es, pues, la primera obra del autor traducida al castellano, además de haber sido ya publicada en quince países. Mario Levi es descendiente de judíos sefardíes cuya lengua, el ladino, aún conserva y reivindica como identidad (en el texto del libro incluso van insertadas frases en esta lengua con su traducción correspondiente). La obra es una saga familiar que narra la historia de una familia sefardí, los Ventura, en Estambul, a lo largo del siglo XX: desde los años de la República turca (1923), al término de la Primera Guerra Mundial que puso fin al Imperio Austrohúngaro, pasando por la gran Diáspora de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, y de los años 50 a los 60 del primer ministro Menderes con la urbanización e industrialización del país, hasta los turbulentos años ochenta, tras el golpe militar. Las historias de ese amplio arco temporal de sesenta años se van narrando con saltos hacia adelante y hacia atrás que se suceden a lo largo de toda la novela.

Esta maravillosa novela-río de Mario Levi, que empleó en ella siete años y es experto en literatura francesa, curiosamente ha sido comparada por la crítica francesa con la obra de Proust. La obra se despliega, entre nostálgica y melancólica, a través de 47 personajes de tres generaciones que participan en un montón de historias y leyendas, reales o inventadas, con historias intercaladas a su vez en las historias de los personajes. Sin embargo, el personaje principal, el verdadero protagonista, es la propia ciudad de Estambul con sus barrios y sus mezquitas, y las riberas del Bósforo, en la que conviven variadas tradiciones y religiones. Una ciudad-encrucijada del mundo con su Cuerno de Oro y, claro está, su barrio judío, en la que los personajes tejen vínculos afectivos con ella (casos de Nessim o de Enrico Weizman que viene de Teruel y de la Guerra Civil). Además, también se habla de otras ciudades como Odesa, Alejandría, Viena, Londres, Cambridge, Biarritz, Tesalónica o La Habana, por las que en algún momento o periodo pasó alguna familia o miembro de la gran diáspora judía. Su alter ego narrador escucha primero y cuenta luego las confesiones de sus personajes ("quise creer que iría descubriendo esta historia con todos sus detalles a medida que fuera viviendo las de los demás. A medida que fuera viviendo las demás historias, tratando de juntar algunas imágenes con las que había tomado de los demás, intentando darles sentido"). Si yo tuviese que elegir entre estas historias, una de las que más me gustó y emocionó fue la de "Las canicas de Mimiko".

Todas estas historias se van ligando desde las más convencionales a las más marginales en las que algunos personajes pagan con creces sus disensiones ("se trata de uno de los capítulos más importantes del relato, que versaba sobre una persona que había pagado con creces sus disensiones"). En este sentido, la obra da muestras de una gran apertura mental hacia los personajes "raros" o "inadaptados", personajes "locos" que alteran el orden establecido (por ejemplo, la historia del personaje de la Tía Tilda, que abarca varios capítulos); o en relación a las relaciones entre padres e hijos ("Tres historias de relaciones entre padres e hijos"). Es, pues, una obra abierta conceptualmente, tanto de forma como de contenido.

Parte de las tradiciones pero no se somete a ellas, cosa que queda clara en la cita que he elegido al comienzo del texto. Un papel importante a lo largo de la obra lo ocupa, claro está, el judío ("hay que padecer las consecuencias de ser judío, dijo su padre en su lecho de muerte"), y la celebración de sus festividades ("para poder hablar yidis en Kuledibi"), y sus rituales como encender un candil en la sinagoga para desear larga vida. Y en el trasfondo de la novela siempre va a estar el exterminio de los judíos.

Por ello, el punto álgido del tema antisemita se alcanza en la novela con el ascenso del nazismo y del fascismo en los años treinta en Biarritz: "Quién podía imaginar por aquellos días que aquellas olas alcanzarían también estas tierras". Se acercaba a Europa una tormenta que la gran mayoría de las personas que vivía aquella época fue incapaz de vislumbrar y cuyas consecuencias, llegado el momento, se sentirían también en las aguas del Bósforo. Y su culminación trágica con los campos de concentración: "Alguien tenía que escribir la historia, alguien tenía que trasmitírsela a los demás por mucho que las palabras fueran insuficientes". Una carta de Enrico Weizman desde aquellos campos es el medio para mostrar en toda su crudeza el Holocausto: "Para los alemanes había una única condición que determinara la culpabilidad: ser judío". "En aquella época ninguno de nosotros sabía con exactitud lo que estaba sucediendo en los campos de la muerte". A mi manera de ver, el exterminio de los judíos impregna todo el libro e incluso se habla de los campos en Turquía en los que se concentraron a dos mil personas de las minorías antes de la guerra como paso previo a la Solución Final, y también del papel salvador del cónsul Fahri Bey.

Una parte importante de la obra la dedica el autor a reflexionar sobre su trabajo de escritor: "Ser capaz de arriesgarse a escuchar y a hacer ese esfuerzo por entender. Porque también nos hemos acostumbrado a devolver a nuestra época y a nuestros propios momentos los vestigios que habían quedado de distintos testigos, con sus diferentes perspectivas. Hemos intentado por la vida, por nuestras vidas que nunca pudimos ni podremos olvidar, ni dejar que se olviden, traer al presente a diferentes testigos mediante diferentes voces y miradas".

Y sobre su dificultad de construir el relato: "Me encontraba en el laberinto de una larga regresión al pasado". El relato de un periodo crucial también: "Una era estaba terminando poco a poco, en silencio, sin que muchos estuvieran al corriente". Al tiempo reconoce las limitaciones del escritor y su falta de objetividad a la hora de relatar las historias: "Soy consciente de que no podré librarme de impregnar como siempre mis comentarios y mis valoraciones sobre este tema con mis propios vacíos, mis añoranzas y mis decepciones". Antes ya había reconocido los límites de la libertad: "En ocasiones, me entran ganas de creer con todo mi corazón, que hagamos lo que hagamos, hay cosas que no vamos a poder conseguir y otras de las que no vamos a poder escapar". O los límites entre realidad y ficción: "¿Qué parte es cierta y qué parte es inventada en el relato que me ha llegado? Nunca lo podré saber, como sucede con otros muchos relatos que dudo si contar a los demás".

Por otro lado, incluso juega a inventar una historia para uno de los personajes, el de Berti, una historia ("En el azul de una canción") con una escritora. Aquí el escritor nos muestra sus límites: "Sin embargo, también mis posibilidades y competencias eran limitadas". Y también sus dudas: "Porque al jugar a este juego, o al tratar de avanzar por esta historia, tenía que creer antes que nada en mi mismo". A veces, la historia opone resistencia y no llega a plasmarse en papel. Otras veces se guarda como un secreto. Hay ocasiones en que las historias no pueden abrazar segundas partes.

El escritor, pues, se hace muchas preguntas: "¿Por qué dar tanta importancia a lo que se está narrando, por qué ansiar algo? ¿O deseo alimentarme una vez más del sufrimiento ajeno? No es fácil arriesgarse a responder a esta pregunta, y quizá por este motivo otra vez he de esconderme detrás de algunas palabras, siempre la imperfección de la vida, imperfecta y algo irracional, como los relatos, como los recuerdos". A veces se responde a sí mismo: "Puede que haya tardado en descifrar mi papel en la obra o en entender qué parte de la misma me corresponde pero al final lo he conseguido". De hecho mi verdadera responsabilidad cobraba sentido con el sentimiento a que daba lugar esa posición de testigo: "Ser testigo implica una responsabilidad".

Entonces también trata de "traer al presente a diversos testigos mediante diferentes voces y miradas" como las del Tío Kirkor, un testigo muy valioso, o la del Tío Jack en otra importante posición de testigo.

Finalmente, no se puede decir que la novela de Mario Levi sea muy "intelectual" ya que en ella sólo se cita a Zweig ("El mundo de ayer") en Viena o al turco Reçat Nuri ("La caída de las hojas"). Sí es muy sentimental en el mejor sentido. Como educación sentimental, y sobre todo para Berti, el cine ocupa un lugar importante en su vida: "Para él lo realmente importante no eran tanto las películas como el cine, el cine como parte de la vida. La pasión de Berti por el cine alcanzaba límites insospechados".

Habla de "El Quimérico inquilino" de Polanski o se recrea en "La Bofetada" de Isabelle Adjani; de Claude Sautet, de Romy Schneider, de Max Von Sydow, de Catherine Deneuve… En otro momento: Saqué a colación a Bergman, a Buñuel, a Saura ". Habla con frecuencia de los cines de la ciudad estambulita (El Glorya, El Konak, El Hamra, El Alcázar, El Malek) que "ya no ponen películas antiguas" y de cómo van cerrando uno tras otro. El otro personaje que vivía el cine y lo disfrutaba aparte era la tía Tilda, que soñaba a través del cine.

También se habla de teatro pero mucho menos: de "La Gaviota" de Chejov en el teatro Taksim, de Eugene O’Neill o del papel de Nora en "Casa de muñecas", que marca a otro de los personajes.

También la música ocupa su lugar en esta educación sentimental a través de discos o de conciertos. "Los tiempos cambiaban. Cambiaban, como pasaba en todas las novelas, las películas, las canciones…". En su momento la aparición de la televisión en blanco y negro supuso un hito, y en principio un lujo para ricos. Y la aparición del coche que se usaba "en aquellos domingos".


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